miércoles, 25 de julio de 2018

Una Patria Celestial


8 Por la fe Abraham, siendo llamado, obedeció para salir al lugar que había de recibir como herencia; y salió sin saber a dónde iba.
9 Por la fe habitó como extranjero en la tierra prometida como en tierra ajena, morando en tiendas con Isaac y Jacob, coherederos de la misma promesa;
10 porque esperaba la ciudad que tiene fundamentos, cuyo arquitecto y constructor es Dios.
13 Conforme a la fe murieron todos éstos sin haber recibido lo prometido, sino mirándolo de lejos, y creyéndolo, y saludándolo, y confesando que eran extranjeros y peregrinos sobre la tierra.
14 Porque los que esto dicen, claramente dan a entender que buscan una patria;
15 pues si hubiesen estado pensando en aquella de donde salieron, ciertamente tenían tiempo de volver.
16 Pero anhelaban una mejor, esto es, celestial; por lo cual Dios no se averg:uenza de llamarse Dios de ellos; porque les ha preparado una ciudad.
Hebreos 11:8-10, 13-16

Abraham esperaba la Ciudad, Cuyo Arquitecto y Constructor
es Dios
En esta porción de la Escritura, el Apóstol Pablo sintetiza de cómo el patriarca Abraham, en obediencia a la voz de Dios, salió de su tierra natal, en Ur de los Caldeos, para venir y habitar a lo largo de Canaán, la tierra que Dios le prometió entregar para él y su descendencia. El apóstol, tras leer el mismo registro que nosotros tenemos del libro de Génesis, donde se narra la travesía de los patriarcas, concluye que Abraham, Isaac y Jacob habitaron como extranjeros en la tierra prometida, “como en tierra ajena” y que, señal de ello, fue que habitaron en tiendas, no edificando casas, y menos ciudades; para, en el v. 10, explicar el porqué de esta actitud nómada, “porque esperaba la ciudad que tiene fundamentos, cuyo arquitecto y constructor es Dios.”

Cuando escudriñamos las ciudades que fueron establecidas desde Adán hasta Abraham, notamos que éstas fueron establecidas por la descendencia de Caín (Cap. 4) y, después, por la descendencia de Cam (Cap. 10); mientras que la descendencia de Set, hijo de Adán en sustitución de Abel, “su semejanza, conforme a su imagen” (Génesis 5:3) y, más tarde después del diluvio a través de la línea piadosa de Sem, ellos vivieron -prácticamente- nómadas, en carpas porque, sin duda alguna y al igual que Abraham, anhelaban “la ciudad que tiene fundamentos, cuyo arquitecto y constructor es Dios.”

En el Salmo 127:1ª se dice: “Si Jehová no edificare la casa, en vano trabajan los que la edifican…”. Del mismo modo, si Jehová no establece una ciudad, en vano los que la establecen o fundan. Conocemos, a través de la historia universal, de ciudades que fueron la admiración de generaciones venideras, por su gloria y esplendor, y porque vieron la aparición de personalidades que aportaron para engrandecerlas; pero que, al cabo del tiempo, desaparecieron bajo el manto del polvo y el olvido. Hoy mismo los arqueólogos descubren estas ciudades, de las cuales solo queda vestigios de una grandeza de la cual se vanagloriaron en el pasado.

Abraham estaba convencido que, si Dios no fundaba la ciudad, todo proyecto sería un fracaso. Él anheló una ciudad con fundamentos o cimientos tan estables como la eternidad y, mientras no venía a establecerse esta ciudad, en tanto no la recibió en su tiempo, ni en el tiempo de Isaac, su hijo, y su nieto Jacob, él la miró de lejos (en el futuro), creyendo la promesa y saludándola, esto es, gozándose porque él creía que sería una realidad en algún momento de la historia y, por consiguiente, “confesando que eran extranjeros y peregrinos sobre la tierra”, sobre una tierra que, inclusive, Dios les había prometido dar en heredad: “[Yo te] la daré a ti y tu descendencia para siempre.” (Génesis 12:7; 13:14-15; 15:18-21).

14 Porque los que esto dicen, claramente dan a entender que buscan una patria;
15 pues si hubiesen estado pensando en aquella de donde salieron, ciertamente tenían tiempo de volver.
16 Pero anhelaban una mejor, esto es, celestial; por lo cual Dios no se avergüenza de llamarse Dios de ellos; porque les ha preparado una ciudad.
Hebreos 11:14-16

¿Qué es una patria?

En el diccionario de la RAE (Real Academia Española) se dice: 1. Tierra natal o adoptiva ordenada como nación, a la que se siente ligado el ser humano por vínculos históricos, afectivos o jurídicos. 2. Lugar, ciudad o país en que se ha nacido.

Pero en el griego, idioma en que fue escrito el Nuevo Testamento, obstante que -prácticamente- se dice lo mismo respecto a la palabra “patria” (Del Gr. Patris, significando tierra patria, i.e. población nativa, patria, tierra); advertimos que esta palabra tiene la misma raíz que la palabra “patriarca” (Del Gr. Patriarjes, significando progenitor, descendencia [ascendencia] paternal). Esto es, cuando Abraham buscaba o anhelaba una patria, él estaba anhelando volver a sus raíces, a sus orígenes.

Abraham buscaba o anhelaba una patria digna de él y, en el v. 16, el apóstol hace esta precisión, “una mejor”. En el griego, la palabra “mejor” se escribe “kreitton”, y significa más fuerte; mejor, i.e. más noble; lo que nos da una idea de estabilidad y confiabilidad; y, seguidamente, él concluye “una celestial”, una patria tan fuerte o estable como la inquebrantable justicia que se guarda e impera en los cielos, donde mora Dios.

En Mateo 6:10, el Señor Jesús, enseñándonos a orar, dijo: “Venga tu reino. Hágase tu voluntad, como en el cielo, así también en la tierra.”; y, tras Su sacrificio en la cruz, donde se consumó el perdón de nuestros pecados, y con el advenimiento del Espíritu Santo, Dios mismo habitando en hombres y mujeres arrepentidos de sus pecados, el Reino de los Cielos se está manifestando sobre la tierra; el reino de justicia, paz y gozo en el Espíritu Santo (Romanos 14:17), gobernando sobre las vidas de quienes gustamos las Palabras del Reino (Mateo 13:19). De hecho, solo los que oyeron, creyeron y obedecieron las Palabras del Reino, solo ellos recibieron el Espíritu Santo de la promesa a lo largo del libro de Los Hechos, la promesa que anhelaron Abraham, Isaac y Jacob, y todo santo desde entonces, para vivir sujetos a la justicia de Dios, considerando Su Palabra, Su consejo en todo momento y lugar.

El Señor Jesús nos prometió ir a prepararnos morada en la Casa de Dios, el Cielo y, muy probablemente, Él ya los tiene listos hoy; y solo resta que el último pecador predestinado venga al arrepentimiento, sea bautizado en las aguas invocando el Nombre de Jesús, le sean perdonados sus pecados y reciba el Sello del Espíritu Santo y, tan luego esto ocurra, la dispensación gentil habrá llegado a su fin, Dios se volverá a los judíos, la primera resurrección y el rapto de los verdaderos cristianos tomará lugar. El Apóstol Pedro dice lo siguiente:

9 El Señor no retarda su promesa, según algunos la tienen por tardanza, sino que es paciente para con nosotros, no queriendo que ninguno perezca, sino que todos procedan al arrepentimiento.
10 Pero el día del Señor vendrá como ladrón en la noche; en el cual los cielos pasarán con grande estruendo, y los elementos ardiendo serán deshechos, y la tierra y las obras que en ella hay serán quemadas.
11 Puesto que todas estas cosas han de ser deshechas, !!cómo no debéis vosotros andar en santa y piadosa manera de vivir,
12 esperando y apresurándoos para la venida del día de Dios, en el cual los cielos, encendiéndose, serán deshechos, y los elementos, siendo quemados, se fundirán!
13 Pero nosotros esperamos, según sus promesas, cielos nuevos y tierra nueva, en los cuales mora la justicia.

2 Pedro 3:9-13

Y el Hermano Branham da detalles de cómo esta Patria Celestial, la Nueva Jerusalén, se establece tras Dios limpiar -primeramente- esta tierra para hacerla habitable:

144 El hace con la tierra, la cual Él va a usar en un plan de redención, de la misma manera. Se arrepintió y fue bautizada en agua, en...por Noé. Jesús vino y la santificó, al derramar Su Sangre sobre ella, y la reclamó. Y en la Nueva Tierra que ha de venir, ha de tener un bautismo de Fuego santo, para limpiarla de todo demonio, todo germen, toda enfermedad, todo lo que hay, y hacerla de nuevo. “Vi un Cielo Nuevo y una Tierra Nueva”.
193 Y, nuevamente, en Mateo 5:5, Jesús dijo: “Los mansos recibirán la tierra por heredad”. No van a, sólo a tener otra tierra. Simplemente va a ser la misma tierra. Estoy tratando de traerles el—el plan de redención a Uds., antes, si no toco nada más, ¿ven? El bautismo de Fuego, en ella, sólo es para limpiarla y hacerla un lugar apropiado para que Sus mansos vivan en él. ¿Ven? ˇOh!
     194 Así como nos hizo a nosotros, Su creación, para vivir en ella. Antes de que El pudiera entrar en ella, Él tenía que darnos el bautismo de Fuego; luego el Espíritu Santo entra y vive, bautismo de Fuego. Entonces, cuando uno recibe ese bautismo de Fuego, entonces el Espíritu Santo puede entrar. ¿Qué? A medida lo hace, quema todo lo contrario a la Palabra, de uno. ¿Ven? No va a creer nada más sino la Palabra, porque es la Palabra. ¿Ven? ¿Ven? ¿Ven?
64-0802 El Futuro Hogar Del Novio Celestial Y La Novia Terrenal

Sí, “cielos nuevos y tierra nueva en las cuales mora la justicia”; y esa es la patria que Abraham anheló para vivir y que, por ello mismo, dejó la corrupta Ur, y ni pensó retornar allí; pues, si hubiera estado pensando en aquella de donde salió, ciertamente tuvo tiempo para volver (Hebreos 11:15); pero, tanto él como Isaac y Jacob, y todo santo desde entonces, anheló el Reino de Dios y Su justicia (Mateo 6:33), el Espíritu Santo morando en nuestros corazones, siendo guiados a toda Verdad (Juan 16:13); y, porque Él declaró: “Bienaventurados los mansos, porque ellos recibirán la tierra por heredad.” (Mateo 5:5), entonces vamos a heredar esta tierra, un mundo nuevo donde moran la justicia, donde ya no habrá pecado; y esa es la patria que todo santo e hijo de Dios anhela igualmente como Abraham, una patria o estado o reino donde no hay corrupción, no hay malicia ni codicia, no se practica la mentira y tampoco el robo, no se defrauda, no se fornica o adultera mancillando el lecho matrimonial, no se practica toda forma de perversión sexual que hoy nuestros gobernantes pretenden legalizar como naturales o normales. Esa es la patria o la tierra a la que anhelamos retornar para encontrarnos con todos los santos de todos los tiempos y, lo que es más sublime aún, en la Presencia de Aquel que nos amó y compró esta Patria Celestial, un Reino de Justicia, la Nueva Jerusalén, en la Presencia de nuestro Señor y Dios Jesucristo. Amén.