6 Porque un niño nos es
nacido, hijo nos es dado, y el principado sobre su hombro; y se llamará su
nombre Admirable, Consejero, Dios Fuerte, Padre Eterno, Príncipe de Paz. 7 Lo dilatado de su imperio
y la paz no tendrán límite, sobre el trono de David y sobre su reino,
disponiéndolo y confirmándolo en juicio y en justicia desde ahora y para
siempre. El
celo de Jehová de los ejércitos hará esto.
Isaías
9:6-7
P |
róximos a la celebración
del nacimiento del Señor de gloria, Jesucristo, conviene nos informemos más
acerca del significado e importancia de Su nacimiento que, de esta manera, esta
celebración sea realmente una fiesta, una algarabía santa, como “la consolación
de Israel” (Lucas 2:25); y, tanto así que, realmente, santifique nuestras
almas, apartándonos de todo aquello que no lo reconoce como Tal, de todo
vestigio de mundanalidad; porque, con Su nacimiento, nos fue provisto salvación
de nuestras iniquidades, de nuestros pecados y transgresiones.
En
principio, recordemos que TODOS somos pecadores; y esto, sencillamente lo
podemos constatar o reconocer por el solo hecho de que, día a día, pecamos; de
alguna manera, sea de forma solapada o evidente y hasta escandalosamente, TODOS
PECAMOS; siendo conviene entender el significado de pecado; que, y no con el
ánimo de juzgar y condenar a nadie, nadie se sienta mal cuando es reprendido
–por otro- en su pecado. En efecto, cuando, por ejemplo, condenamos las prácticas
homosexuales como pecado; al rato vemos cómo, estas personas o colectivo de
personas que practican tales prácticas (en tanto han elaborado argumento para
justificar tales actos como “naturales” o “normales”), estos protestan,
reniegan de este juicio y, tras defender tales prácticas perversas, proceden a
juzgarnos, a quienes juzgamos y condenamos tales prácticas como pecaminosas, de
anticuados, prejuiciosos, retrógrados, incultos, intolerantes, etc. Pero,
cuando ellos vean –por sí mismos, en las Escrituras-, que esto es pecado;
entonces, pueda que allí ellos sean convencidos de pecado; que, lo que están
haciendo está mal a los ojos de Dios.
Pero,
¿qué es pecado?
La
palabra pecado proviene de la raíz hebrea kjatá que significa “errar”; y que,
cuando Dios dio Su ley o instrucción a Su pueblo, Israel, esto tuvo por objeto
declarar todo lo que, a los ojos santos de Dios, es pecaminoso (Gálatas 3:19;
Romanos 3:20); y que, con este conocimiento, el pueblo se esforzara en obrar
justicia o rectitud, no pecando, no errando, no voluntariamente.
Cuando
Jesús cumplía ocho días de nacido, conforme a la ley, Él fue llevado al templo
para ser dedicado; y, estando allí, Simeón, un justo, lo tomó entre sus brazos
y dijo a Dios:
29 Ahora, Señor, despides a tu siervo en paz,
Conforme a tu palabra;
30 Porque han visto mis ojos tu salvación,
31 La cual has preparado en presencia de todos los
pueblos;
32 Luz para revelación a los gentiles,
Y gloria de tu pueblo
Israel.
Lucas
2:29-32
En
efecto, cuando el Señor fue concebido en el vientre de María, Su madre (ella
fue madre del cuerpo con que Yehováh Dios se vistió y llegó a ser Hombre; pero,
en ninguna manera, fue madre de Dios, como la iglesia romana lo enseña), le fue
dicho a ella que el nombre del concebido sería Jesús. Para nosotros, los de
habla hispana, no parece tener ningún sentido o significado este nombre; y,
cuando usamos este nombre para nombrar –por ejemplo- a nuestros hijos, lo
hacemos –quizá- en honor a Quién, 2000 años atrás, llevó este nombre; o, porque
–sencillamente- nos parece un nombre “bonito” o “agradable” al nombrarlo para
poner a nuestros hijos; pero, en días de este bendito acontecimiento (y aún hoy
es habitual entre los judíos o hebreos), en un pueblo de habla o idioma hebreo,
el nombre que se le puso al Señor de gloria fue y es Yeshúa; que, traducido,
significa “Yehováh yoshía” ó “Yehováh salva”; así, cuando todos llamaban a
Jesús por Su nombre hebreo, Yeshúa, todos entendían que este nombre daba a
entender que la salvación es de Yehováh (Jehová en la versión de la Biblia RV
1960). En definitiva, el nombre de Yeshúa daba testimonio o testificaba,
declaraba o proclamaba que Yehováh era el Salvador, así como lo hallamos en varios
versículos de la profecía según Isaías:
He
aquí Dios es salvación mía; me aseguraré y no temeré; porque mi fortaleza y mi
canción
es JAH Jehová,
quien ha sido salvación para
mí.
(Isaías 12:2)
No
temas, gusano de Jacob, oh vosotros los pocos de Israel; yo soy tu socorro,
dice Jehová; el Santo de Israel es tu Redentor. (Isaías
41:14)
Porque
yo Jehová, Dios tuyo, el Santo de Israel, soy tu Salvador;
a Egipto he dado por tu rescate, a Etiopía y a Seba por ti. (Isaías 43:3)
Así
dice Jehová, Redentor vuestro,
el Santo de Israel: Por vosotros envié a Babilonia, e hice descender como fugitivos a todos
ellos, aun a los caldeos en las naves de que se gloriaban. (Isaías 43:14)
Así
dice Jehová Rey de Israel, y su Redentor, Jehová
de los ejércitos: Yo soy el primero, y yo soy el postrero, y fuera de mí no hay
Dios. (Isaías 44:6)
Así
dice Jehová, tu Redentor,
que te formó desde el vientre: Yo Jehová, que lo hago todo, que extiendo solo
los cielos, que extiendo la tierra por mí mismo; (Isaías 44:24)
Israel
será salvo en Jehová con salvación eterna;
no os avergonzaréis ni os afrentaréis, por todos los siglos. (Isaías 45:17)
Proclamad,
y hacedlos acercarse, y entren todos en consulta; ¿quién hizo oír esto desde el
principio, y lo tiene dicho desde entonces, sino yo Jehová? Y no hay más Dios
que yo; Dios justo y Salvador;
ningún otro fuera de mí. (Isaías 45:21)
Nuestro Redentor,
Jehová de los ejércitos es su nombre, el Santo de Israel. (Isaías 47:4)
Y
a los que te despojaron haré comer sus propias carnes, y con su sangre serán
embriagados como con vino; y conocerá todo hombre que yo Jehová soy Salvador tuyo
y Redentor tuyo, el Fuerte de Jacob. (Isaías 49:26)
Ninguna
arma forjada contra ti prosperará, y condenarás toda lengua que se levante
contra ti en juicio. Esta es la herencia de los siervos de Jehová, y su salvación de
mí
vendrá,
dijo Jehová. (Isaías 54:17)
Y
mamarás la leche de las naciones, el pecho de los reyes mamarás; y conocerás
que yo Jehová soy el Salvador tuyo
y Redentor tuyo, el Fuerte de Jacob. (Isaías 60:16)
Todos
leemos en el evangelio según Mateo, capítulo 1 y versículo 21, de la Biblia revisión
RV1960, cómo el ángel instruyó a José a llamar el nombre del Salvador, próximo
a nacer, como “Jesús”:
Y
[María] dará a luz un niño, y llamarás su nombre JESÚS, porque él salvará a su
pueblo de sus pecados.
Sin
embargo, cuando leemos la versión hebrea en que originalmente fue escrito este
evangelio, la parte final de este versículo se lee:
“…
porque él [JESÚS] salvará a mi [Yehováh] pueblo de sus iniquidades.”
En el
Antiguo Testamento hay ocasiones en que Yehováh Dios habla, aparentemente, a
través de Su ángel o mensajero; pero, momentos después, reconocemos que este
ángel es Yehováh mismo; y que la apariencia humana que Él usó para comunicarse,
es lo que los estudiosos llaman teofanía o manifestación de Dios a través de un
cuerpo humano; por lo que, muy probablemente, el ángel o mensajero que apareció
en sueños a José no fue otro sino Dios mismo, Yehováh mismo; y que esta
afirmación se desprende de cómo el ángel dice: “mi pueblo”, y no “su pueblo”,
como lo leemos en la RV1960; lo que, en definitiva, demuestra que el Salvador
es Yehováh (es más, el nombre “Yeshúa” lo declara), y que Él usó de este Niño
por nacer para cumplir con este vital propósito de salvarnos de nuestras
iniquidades, transgresiones o pecados.
El
misterio, como el apóstol lo reconoce en Colosenses 2:2: “el misterio de Dios el
Padre, y de Cristo”, se esclarece cuando leemos la versión de Juan 1:1-14;
pero, cuando leemos la versión no modificaba o alterada –especialmente- del
versículo 1 de esta porción; porque, cuando leemos el versículo 1 según la
RV1960, éste se lee así:
En el principio era el
Verbo, y el Verbo era con Dios, y el Verbo era Dios.
Pero, cuando lo leemos en la versión del
manuscrito hebreo, tal como ha sido preservada hasta nuestros tiempos, éste se
lee así:
En el principio era el
Verbo, y el Verbo era con Dios, y Dios era el Verbo.
Miren, por favor, cómo la última
parte de este versículo cambia en la versión RV1960; porque, en el manuscrito
en hebreo el orden final es: “y Dios era el Verbo”; mientras que, en la RV1960,
el orden está alterado; el predicado de la segunda parte, que es “Dios”, debería
iniciar la última parte de este versículo 1, porque así parece ser la técnica
que usó el apóstol; y que, tal como está en la versión RV1960, es lo que
permite a los “Testigos de Jehová” para afirmar, y mal usando la RV1960, para
concluir que el Verbo es un dios (con minúsculas), y no Dios mismo, Yehováh, la
misma y única Persona todo el tiempo.
Y que, cuando llegamos al
versículo 14, donde se dice “Y aquel Verbo fue hecho carne”; siendo que, según
el manuscrito hebreo, Dios es el Verbo o Palabra; sustituyendo Verbo por Dios,
bien podemos concluir que este versículo 14 nos está declarando que Dios mismo,
Yehováh mismo fue hecho carne, y no otro; motivo por lo cual, en Mateo 1:23, Su
nombre, Yeshúa o Yehováh yoshía o Yehováh salva, se traduce también “Emanuel”, “Dios
con nosotros.”
Pero, ¿cómo es posible que
este Niño pudiera salvarnos de nuestras iniquidades?
En el Salmo 51, versículo
5, el rey David, luego que su pecado le fue descubierto, dijo lo siguiente:
He aquí, en maldad he sido
formado, y en pecado me concibió mi madre.
Él reconoció que, cuando fue
concebido en el vientre de su madre, y allí fue formado hasta que nació, que él
era –por naturaleza- pecado o error; que, en tales condiciones, él jamás podría
manifestar la gloria de Dios (Romanos 3:23); y que, por lo mismo, eso
determinaría que, tras nacer, obraría pecado o error. Y, en la carta a los
romanos, capítulo 5 y versículos 17 al 19, el apóstol declara que esta
condición la heredamos desde Adán:
17 Pues si por la transgresión de uno solo reinó la
muerte, mucho más reinarán en vida por uno solo, Jesucristo, los que reciben la
abundancia de la gracia y del don de la justicia.
18 Así que, como por la transgresión de uno vino la
condenación a todos los hombres, de la misma manera por la justicia de uno vino
a todos los hombres la justificación de vida. 19 Porque así como por la desobediencia de un hombre los
muchos fueron constituidos pecadores, así también por la obediencia de uno, los
muchos serán constituidos justos.
Sí, necesitábamos Alguien nacido de
lo Alto, de Dios mismo y que, como el unigénito del Padre, pudiera ser capaz de
salvarnos, y éste fue Jesús o Yeshúa; porque, a diferencia de David que
reconocía su condición pecaminosa aún en el vientre de su madre, y de todo
mortal desde Adán, según nos lo permite entender el apóstol Pablo en la cita
anterior, Jesús no fue concebido ni formado en pecado y, cuando Él dio Su vida
en sacrificio por todos nosotros, Él llegó a ser el Cordero de Dios que quitó
el pecado del mundo (Juan 1:29 y 36).
Ahora, la interrogante que
podría surgir sería: “¿Cómo puedes afirmar que Jesús fue concebido y formado
sin pecado, y que Él no fue otro pecador como nosotros?
La respuesta es sencilla,
por un lado porque así lo afirma la Biblia. Leamos:
Respondiendo el ángel, le
dijo: El Espíritu Santo vendrá sobre ti, y el poder del Altísimo te cubrirá con
su sombra; por lo cual también el Santo
Ser que nacerá, será llamado Hijo de Dios.
Lucas 1:35
Y Él mismo, en una ocasión, respondió
a los judíos: “¿quién de vosotros me redarguye de pecado?” (Juan 8:46); y, por
cuanto Él resucitó de entre los muertos, y la muerte ya no se enseñorea de Él
(Romanos 6:9); esto es, Él ahora mismo está vivo, y vive por siempre (Hebreos
7:25), eso demostró que la muerte no tenía autoridad para retenerlo (Hechos
2:24), porque la paga del pecado es la muerte (Romanos 6:23); demostrando, con
Su resurrección y vida por siempre, que Él nunca pecó.
Entonces, cuando Jesús
vino al mundo, tan pronto Él fue concebido y formado en el vientre de María y,
nueve meses después, nació, Él fue nuestro Cordero del sacrificio que, en fe, debemos
llevar ante Yehováh Dios, nuestro Padre, por nuestros pecados, transgresiones y
toda injusticia que hayamos cometido. ¿Ven lo especial de este nacimiento,
natividad o navidad? Y que, por lo mismo es que el ángel, en Lucas 2:8-20, dijo
a los pastores:
No
temáis; porque he aquí os doy nuevas de gran gozo, que será para todo el
pueblo: 11 que
os ha nacido hoy, en la ciudad de David, un Salvador, que es CRISTO el Señor.
Lucas
2:10-11
Es interesante reconocer
que, todos nosotros, tenemos por costumbre celebrar nuestro cumpleaños; que yo
sepa, no es común que celebremos nuestro nacimiento, sino nuestro cumpleaños;
como si, con ello, estuviéramos declarando, y con un evidente sentido de
angustia, que hemos llegado a esa “meta” de cumplir un año más de vida; y, con
relativa y hasta incierta esperanza, vuelta nos deseamos “un año más de vida”,
como temiendo a la muerte; pero, en el caso de nuestro bendito Señor Jesús no
es así, no tanto celebramos un año más de vida; que, si esto fuera así, tendríamos
la necesidad de colocar unas 2021 velitas sobre una inmensa torta de
cumpleaños; pero, cuando celebramos Su navidad, natividad o nacimiento, si lo
pueden reconocer estamos celebrando la algarabía, gozo, júbilo y alborozo que
nos causa que Él, una noche oscura (aunque no necesariamente del mes de
diciembre), resplandeció con Su nacimiento para declararnos Su salvación en
marcha, en camino; y que, 30 años después, esto se materializó cuando ofrendó
Su propia vida, el justo por los injustos; para, de esta manera, llevarnos a
Dios, a Yehováh Dios, contra Quién habíamos pecado; por cuanto, cuando Él llevó
nuestros pecados sobre Sus benditos hombros (esto es, se hizo responsable por
ello), eso nos limpió de nuestros pecados, estableciendo paz por causa de la sangre
de Su cruz. ¡Bendito y alabado seas Tú, oh Yeshúa, Yehováh dándonos salvación
mediante Su carne! ¡Aleluya!
Así que celebremos la fiesta, no con la vieja
levadura, ni con la levadura de malicia y de maldad, sino con panes sin
levadura, de sinceridad y de verdad.
1
Corintios 5:8
¡Feliz
Navidad, y una próspera eternidad, en Cristo Yeshúa! ¡Amén!