37 Al oír esto, se compungieron de corazón, y dijeron a Pedro y a los
otros apóstoles: Varones hermanos, ¿qué haremos?
38 Pedro les dijo:
Arrepentíos, y bautícese cada uno de vosotros en el nombre de Jesucristo para
perdón de los pecados; y recibiréis el don del Espíritu Santo.
39 Porque para vosotros
es la promesa, y para vuestros hijos, y para todos los que están lejos; para
cuantos el Señor nuestro Dios llamare.
Hechos 2:37-39
A |
quella mañana de Pentecostés, tras
descender la promesa del Espíritu Santo sobre 120 discípulos, el apóstol Pedro
dio su primer discurso a una multitud de judíos que, provenientes de diversas
regiones del mundo greco-romano de entonces, presenciaban atónicos el
cumplimiento de la profecía dada a través del profeta Yoel, acerca del
derramamiento del Espíritu Santo; viendo, a ignorantes galileos, hablar en los
idiomas o lenguas en los que ellos, estos judíos prosélitos, habían nacido.
El apóstol Pedro, en su discurso
explicó; que, por causa de Jesús o Yeshúa (en el idioma hebreo) el Cristo,
habiendo Él sido exaltado por la diestra de Yehováh Dios, y habiendo recibido
del Padre la promesa del Espíritu Santo, es que había “derramado esto que
vosotros veis y oís”; una manifestación del Espíritu Santo, dando testimonio
que, por la fe en Jesús o Yeshúa, es que se recibe el don o regalo del Espíritu
Santo.
En efecto, el Señor Yeshúa ya lo había
anticipado en San Juan 7:37-39:
37 En el último y gran día de la
fiesta, Jesús se puso en pie y alzó la voz, diciendo: Si alguno tiene sed,
venga a mí y beba.
38 El que cree en mí, como dice la
Escritura, de su interior correrán ríos de agua viva.
39 Esto dijo del Espíritu [Santo] que
habían de recibir los que creyesen en él; pues aún no había venido el Espíritu
Santo, porque Jesús no había sido aún glorificado.
Y, a lo largo de Su ministerio, éste
fue Su objetivo, santificar o apartar (mediante la fe en Su parlamento o
evangelio) para Sí un pueblo para recibir la promesa del Espíritu Santo; y que,
para que esta promesa fuera efectiva, Él tuvo que ser sacrificado por nosotros,
llevando nuestros pecados en Su cuerpo sobre el madero (la cruz), no sin antes
purificar una Iglesia mediante el lavamiento del agua por la Palabra (1 Pedro
2:24; Efesios 5:25-27).
Y, a la pregunta de los presentes, de
“varones hermanos, ¿qué haremos?” (Hechos 2:37); sabiendo el apóstol que, por
la fe en Yeshúa era otorgado el prometido don del Espíritu Santo (San Juan
7:37-39), les respondió:
38 Pedro les dijo: Arrepentíos, y
bautícese cada uno de vosotros en el nombre de Jesucristo para perdón de los
pecados; y recibiréis el don del Espíritu Santo.
Hechos
2:38
Siendo el bautismo un ritual que
representa una sepultura (Romanos 6:3-4; Colosenses 2:12), es evidente que,
quién va a ser sepultado, que él no deba bautizarse o sepultarse a sí mismo;
por lo que la traducción en nuestra revisión de la Biblia RV1960, y porque así
lo hallamos en el registro del Nuevo Testamento en el idioma griego, el
mandamiento más bien debería leerse como: “Arrepiéntanse, y sean bautizados”;
que otro, el bautizador o sepulturero sea quién bautice o sepulte al candidato
al bautismo o sepultura.
Seguro, muchos hemos tenido que
arrepentirnos de pecados concretos, como fornicación, adulterio, la mentira y
el robo, prostitución y sodomía, etc.; pero, cuando analizamos el por qué es
que pecamos o cometimos estos pecados, la respuesta es por causa de nuestra
religión o fe que, al no ajustarse a la verdad de Dios, nos da licencia para
toda forma de pecado.
El apóstol Pablo escribió:
28 Y como ellos no aprobaron tener en
cuenta a Dios, Dios los entregó a una mente reprobada, para hacer cosas que no
convienen;
29 estando atestados de toda injusticia,
fornicación, perversidad, avaricia, maldad; llenos de envidia, homicidios,
contiendas, engaños y malignidades;
30 murmuradores, detractores,
aborrecedores de Dios, injuriosos, soberbios, altivos, inventores de males,
desobedientes a los padres,
31 necios, desleales, sin afecto
natural, implacables, sin misericordia;
32 quienes habiendo entendido el
juicio de Dios, que los que practican tales cosas son dignos de muerte, no sólo
las hacen, sino que también se complacen con los que las practican.
Romanos
1:28-32
Una fe que no se ajusta a la verdad de
Yehováh Dios es idolatría; y los ídolos, siendo mudos (no hablan), jamás podrán
tratar con nuestras almas donde, por el pecado, nos angustiamos toda vez que
pecamos. La fe en el Dios Vivo, Yehováh, es la única forma de hallar gracia y
misericordia de un Dios misericordioso o compasivo, para vivir guardados de
todo pecado.
Luego el apóstol instruyó a que fueran
bautizados en agua en el nombre de Jesús o Yeshúa [el] Cristo (Hechos 2:38);
¿por qué?, ¿para qué?; seguidamente, el apóstol lo declaró: “PARA PERDÓN DE LOS
PECADOS”.
Cuando Juan el bautista vio a Yeshúa,
dijo: “He aquí el Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo”
(San Juan 1:29 y 36); y, durante la “última” cena; el Señor, compartiendo la
copa, dijo: “… esto es mi sangre del nuevo pacto, que por muchos es
derramada para remisión de los pecados.” (San Mateo 26:28).
El apóstol Pablo nos enseña que Yeshúa
murió por todos nosotros (2 Corintios 5:14-15); y, cuando somos bautizados en
las aguas, invocando el nombre de Jesús o Yeshúa (yo les animo a usar el nombre
que se traduce del hebreo: Yeshúa), Yehováh Dios nos imputa o atribuye la
muerte de Su Hijo, Yeshúa, como si fuera nuestra muerte (2 Corintios 5:14-15);
por lo que, en Cristo Yeshúa, realmente fuimos juzgados, sentenciados y
ajusticiados; realmente, Yehováh juzgó nuestro pecado en Él, Yeshúa; y, de esta
manera, ahora Él, Yehováh, nos declara justos a Sus ojos, somos justificados;
y, por cuanto nos declara justos, la promesa del Espíritu Santo nos es dada, como
un testimonio de que, ahora, y por causa de la justicia imputada o atribuida a
nosotros por creer en Yeshúa, identificándonos con Él mediante el bautismo,
podemos tener comunión con Yehováh Dios, el Padre, lo que sucede mediante la
recepción de la promesa del Espíritu Santo.
¿Cómo es que debemos ser bautizados en
el nombre de Yeshúa o Jesús?
Primeramente, además del testimonio
registrado a lo largo de todo el libro de Hechos (Hechos 2:38; 8:16; 10:48 y
19:5), donde podemos ver que, cada vez que un nuevo convertido fue bautizado,
éste fue bautizado invocando el nombre del Señor Yeshúa o Jesús, ¡NUNCA, EN EL
NOMBRE DE UNA TRINIDAD! Y, lo que es igual de erróneo, NUNCA FUE
BAUTIZADO UN BEBÉ O NIÑO, “bautismo de párvulos”; porque, como lo podemos
reconocer, no podríamos esperar que los tales se arrepientan, no siendo
conscientes de lo que es –realmente- pecado. El bautismo en agua siempre fue
propuesto a personas conscientes de su pecado: adolescentes, jóvenes y adultos;
y hay doctrina que respalda el uso del nombre de nuestro Señor Yeshúa o Jesús
[el] Cristo para ser invocado durante el bautismo. Por ejemplo:
17 Y todo lo que hacéis, sea de
palabra o de hecho, hacedlo todo en el nombre del Señor Jesús, dando gracias a
Dios Padre por medio de él.
Colosenses
3:17
También, en el libro de Hechos, leemos
cómo el apóstol Pablo echó fuera un espíritu de adivinación invocando el nombre
del Señor Jesús [el] Cristo o Jesucristo:
16 Aconteció que mientras íbamos a la
oración, nos salió al encuentro una muchacha que tenía espíritu de adivinación,
la cual daba gran ganancia a sus amos, adivinando.
17 Esta, siguiendo a Pablo y a
nosotros, daba voces, diciendo: Estos hombres son siervos del Dios Altísimo,
quienes os anuncian el camino de salvación.
18 Y esto lo hacía por muchos días;
mas desagradando a Pablo, éste se volvió y dijo al espíritu [de adivinación]:
Te mando en el nombre de Jesucristo, que salgas de ella. Y salió en aquella
misma hora.
Hechos
16:16-18
Y, como lo podemos reconocer, esto fue
en razón del mandamiento y autoridad que el Señor Yeshúa dio para, usando la
autoridad en Su nombre, pudiéramos echar fuera demonios:
17 Y estas señales seguirán a los que
creen: EN MI NOMBRE ECHARÁN FUERA DEMONIOS; hablarán nuevas lenguas;
18 tomarán en las manos serpientes, y
si bebieren cosa mortífera, no les hará daño; sobre los enfermos pondrán sus
manos, y sanarán.
San Marcos
16:17-18
Pues, igualmente, así como vemos la
manera cómo el apóstol echó este demonio en Hechos 16:16-18; igualmente,
podemos tener una clara idea de cómo, para el bautismo en agua, es que podemos usar
el nombre del Señor Yeshúa o Jesús, invocar Su bendito nombre; que, como lo
dice el apóstol en Romanos 6:3-4, nos identifica con Su muerte, sepultura y
resurrección:
3 ¿O no sabéis que todos los que hemos
sido bautizados en Cristo Jesús, hemos sido bautizados en su muerte?
4 Porque somos sepultados juntamente
con él para muerte por el bautismo, a fin de que como Cristo resucitó de los
muertos por la gloria del Padre, así también nosotros andemos en vida nueva.
En el versículo 11 de este capítulo 6
de Romanos, el apóstol dice: “Así también vosotros consideraos [en el
griego se dice: “haced cuenta que vosotros mismos estáis”] muertos al pecado,
pero vivos para Dios en Cristo Jesús, Señor nuestro.”
El Rev. Branham, en la sección La
Revelación de Jesucristo, de su libro Una Exposición de las Siete Edades
de la Iglesia, comparte el registro de un bautismo que sucedió en el año
100 d.C.; donde, y conforme a lo enseñado hasta aquí, se invocó el nombre del Señor
Jesús durante el bautismo. Leámoslo:
80 Lo siguiente es el registro
verídico de un bautismo que tuvo lugar en Roma en el año 100 d.C., y fue
publicado en la revista Time, el 5 de diciembre de 1955:
81 “El diácono alzó su mano, y Publios
Decius entró por la puerta del bautisterio. Parado en el bautisterio, con el
agua hasta la cintura, estaba Marcos Vasca, el vendedor de madera. El tenía una
sonrisa mientras Publios llegó a su lado en el bautisterio. ‘¿Credis?’ le
preguntó. ‘Credo,’ respondió Publios. ‘Yo creo que mi salvación viene de Jesús
el Cristo, Quien fue crucificado bajo Poncio Pilato. Con El he muerto para que
con El pueda tener Vida Eterna.’ Entonces él sintió los brazos que le sostenían
mientras él se dejaba caer hacia atrás en el bautisterio, y oyó la voz de
Marcos en su oído: ‘Yo te bautizo en el Nombre del Señor Jesús,’ — mientras el
agua fría se cerró sobre él”.
En definitiva, el bautismo en agua en
el nombre del Señor Jesús (o Yeshúa en hebreo) es la manera más clara, evidente
y factible para declarar nuestra fe en Él; y, por esta fe, ser justificados o
declarados justos a ojos del bendito Yehováh Dios. Sí, somos justificados por
la fe (Génesis 15:6; Romanos 1:17; Romanos 3:30-31; Romanos 3:28; Romanos 4:2;
Romanos 4:5; Romanos 5:1; Gálatas 2:16; Gálatas 3:24); pero, en palabras del
apóstol Santiago, la fe sin obras es muerta (Santiago 2:14); y, en palabras del
apóstol Pablo, la práctica del bautismo no sería sino obedecer a la fe que
decimos tener para justicia (Romanos 1:5; 16:26).
Y nosotros somos testigos suyos de
estas cosas, y también el Espíritu Santo, el cual ha dado Dios a los que le
obedecen.
Hechos
5:32
Si tú no has sido bautizado en el
nombre de Jesús o Yeshúa (en el hebreo), que es el nombre en que somos
justificados o declarados justos, y nos autoriza para recibir la promesa del Espíritu
Santo, que da testimonio de nuestra justificación (Romanos 4:9-11; Gálatas 3:14
y 22; Efesios 1:13), y declara que somos Suyos (Romanos 8:9); te animo que
pidas a tu pastor o ministro te imparta este bautismo en las aguas, invocando
el nombre de Jesús o Yeshúa, para el perdón de tus pecados, identificándote con
Él en Su muerte y sepultura; y que, seguidamente, y porque también somos
identificados con Su resurrección, impongan manos sobre ti y oren para que
recibas el prometido don del Espíritu Santo, para novedad de vida, tal y como
los apóstoles lo hicieron con cada creyente que fue bautizado (Hechos 8.14-16;
19.5-6).
La gracia de Jesucristo [Yeshúa Ha Mashía]
sea contigo. Amén.