domingo, 19 de junio de 2022

¡FELIZ DÍA, PAPÁ!


3 Considerad a aquel que sufrió tal contradicción de pecadores contra sí mismo, para que vuestro ánimo no se canse hasta desmayar. 4 Porque aún no habéis resistido hasta la sangre, combatiendo contra el pecado; 5 y habéis ya olvidado la exhortación que como a hijos se os dirige, diciendo:


Hijo mío, no menosprecies la disciplina del Señor,

Ni desmayes cuando eres reprendido por él;

6 Porque el Señor al que ama, disciplina,

Y azota a todo el que recibe por hijo.

 

7 Si soportáis la disciplina, Dios os trata como a hijos; porque ¿qué hijo es aquel a quien el padre no disciplina? 8 Pero si se os deja sin disciplina, de la cual todos han sido participantes, entonces sois bastardos, y no hijos. 9 Por otra parte, tuvimos a nuestros padres terrenales que nos disciplinaban, y los venerábamos. ¿Por qué no obedeceremos mucho mejor al Padre de los espíritus, y viviremos? 10 Y aquellos, ciertamente por pocos días nos disciplinaban como a ellos les parecía, pero este para lo que nos es provechoso, para que participemos de su santidad. 11 Es verdad que ninguna disciplina al presente parece ser causa de gozo, sino de tristeza; pero después da fruto apacible de justicia a los que en ella han sido ejercitados.

Hebreos 12:3-11

 

Hoy es Día del Padre; y, como todos los años, tan igual como con el Día de la Madre, los medios publicitarios solo hacen énfasis en aquello que, fundamentalmente, estimula el consumismo; para, entre otras cosas, hacer de este día un día comercial; aun si se intentan resaltar las virtudes –en esta oportunidad- del padre, para el reconocimiento que este día festivo debería darle con toda justicia.

 

En esta cita bíblica, el apóstol Pablo hace el énfasis en la disciplina (lo que implica instrucción y corrección); y, cuando se trata de la disciplina que deberíamos estar impartiendo nosotros –como padres- a nuestros hijos, el apóstol hace esta realista aseveración: “Y aquellos [se refiere a los padres], ciertamente por pocos días nos disciplinaban como a ellos les parecía…” (v. 10); para, de nuestra parte, reconocer que –ciertamente- disciplinamos a nuestros hijos como nos parece, según nuestro parecer o la mejor instrucción que hayamos recibido a lo largo de los años, de nuestra natural formación. ¿Recuerda usted aquello de “¡Yo educo a mis hijos como a mí me parece!”? Es común oírlo entre las gentes, entre los padres y madres. Sin embargo, porque los hijos son el fruto de nuestro mejor o peor accionar como padres, de nuestros aciertos o desaciertos, debemos reconocer –por ellos, nuestros hijos- si realmente hemos obrado correcta o incorrectamente en nuestro importante rol como padres.

 

En una sociedad que nos alarma reconocer una juventud totalmente desorientada, sin un norte inteligente a seguir, sin instrucción para la vida; y, lo que es dramáticamente peor, muchos de ellos involucrados en vicios y la delincuencia; solo nos queda aceptar, por ello, que muchos de nosotros los padres no hemos obrado correctamente como padres (y lo mismo las madres); y que, reconociéndolo humildemente, bien haríamos en buscar ayuda para ser buenos y excelentes padres; porque, en la medida que lo seamos, igualmente dejaremos un legado de buenos y excelentes hijos.

 

El Señor Yeshúa (Jesús en hebreo) dijo: “… la sabiduría se justifica por sus hijos.” (Mateo 11:19)

 

Cierto, no hay una escuela o institución que, con mediana u óptima cordura, capacite a los padres en tan importante oficio; porque, y como bien reza el dicho: “De tal palo, tal astilla”; precisamos ser tal de buenos padres que, en consecuencia, esperemos ver –igualmente- buenos a nuestros hijos; y, como quiera que Dios ha determinado que esta capacitación, esta responsabilidad se de al interior de nuestros hogares, entre padres e hijos; en la medida que vayamos prosperando en sabiduría para, a nuestra vez, dejar este legado de sabiduría en nuestros hijos, el Proverbios capítulo 4 nos confronta con la responsable postura de un padre para con sus hijos. Leamos:

 

1 Oíd, hijos, la enseñanza de un padre,

Y estad atentos, para que conozcáis cordura.

Porque os doy buena enseñanza;

No desamparéis mi ley.

Porque yo también fui hijo de mi padre,

Delicado y único delante de mi madre.

Y él me enseñaba, y me decía:

Retenga tu corazón mis razones,

Guarda mis mandamientos, y vivirás.

Adquiere sabiduría, adquiere inteligencia;

No te olvides ni te apartes de las razones de mi boca;

No la dejes, y ella te guardará;

Ámala, y te conservará.

Sabiduría ante todo; adquiere sabiduría;

Y sobre todas tus posesiones adquiere inteligencia.

Engrandécela, y ella te engrandecerá;

Ella te honrará, cuando tú la hayas abrazado.

Adorno de gracia dará a tu cabeza;

Corona de hermosura te entregará.

10 Oye, hijo mío, y recibe mis razones,

Y se te multiplicarán años de vida.

11 Por el camino de la sabiduría te he encaminado,

Y por veredas derechas te he hecho andar.

12 Cuando anduvieres, no se estrecharán tus pasos,

Y si corrieres, no tropezarás.

13 Retén el consejo, no lo dejes;

Guárdalo, porque eso es tu vida.

14 No entres por la vereda de los impíos,

Ni vayas por el camino de los malos.

15 Déjala, no pases por ella;

Apártate de ella, pasa.

16 Porque no duermen ellos si no han hecho mal,

Y pierden el sueño si no han hecho caer a alguno.

17 Porque comen pan de maldad, y beben vino de robos;

18 Mas la senda de los justos es como la luz de la aurora,

Que va en aumento hasta que el día es perfecto.

19 El camino de los impíos es como la oscuridad;

No saben en qué tropiezan.

20 Hijo mío, está atento a mis palabras;

Inclina tu oído a mis razones.

21 No se aparten de tus ojos;

Guárdalas en medio de tu corazón;

22 Porque son vida a los que las hallan,

Y medicina a todo su cuerpo.

23 Sobre toda cosa guardada, guarda tu corazón;

Porque de él mana la vida.

24 Aparta de ti la perversidad de la boca,

Y aleja de ti la iniquidad de los labios.

25 Tus ojos miren lo recto,

Y diríjanse tus párpados hacia lo que tienes delante.

26 Examina la senda de tus pies,

Y todos tus caminos sean rectos.

27 No te desvíes a la derecha ni a la izquierda;

Aparta tu pie del mal.

 

Naturalmente, aquí se dice de la dirección de un padre que conoce a Dios, no uno que lo ignora; pero uno que, conociendo a Dios, luego aplica el mismo proceder de Dios para con nosotros para, ahora, de nuestra parte aplicarlo con nuestros hijos; porque, como bien lo leemos en esta porción bíblica de Hebreos 12, Yehováh Dios es el Padre de los espíritus, Él trata con nuestros espíritus (con nuestro ser interior); para, desde allí, ir formando el carácter noble y justo que Él espera en todos nosotros. Así, si usted, padre, no tiene la gracia de ser un padre exitoso (lo puede constatar por el fruto de sus hijos); y, como bien reza la cita bíblica de inicios de este artículo, disciplina a sus hijos como a usted le parece (y eso pueda que sea correcto o no), le animo a invocar a Yehováh Dios, al Padre de los espíritus; Quién, amorosamente, responderá al clamor de todo el que lo invoque (Jeremías 33:3); y, como Su más vital promesa y don de vida, reclame y ansíe la promesa de Su bendito Espíritu Santo; que, como bien lo dijo el Señor Yeshúa, nos guiará a toda verdad (Juan 16:13), para vidas fructíferas, y que glorifiquen y bendigan Su nombre.

 

Hoy tenemos en casa toda suerte de padres y madres sustitutos en los programas de televisión; donde, por lo general, se imparten temas vanos; ¿divertidos? Oh, sí, pero vanos, intrascendentes; y, luego, no nos cause admiración por qué nuestros hijos viven vidas igualmente vanas, copia de o que ven en la televisión; y, por último, a través del Smartphone, del internet e innumerables aplicativos; y, muchos de estos, impartiendo violencia; y, luego, nos preguntamos ¡¿por qué hay bullying en los colegios?! ¡Por qué de conductas sexuales pervertidas, a causa de la pornografía al alcance de adolescentes, jóvenes y aún mayores de edad!

 

Es tal la irresponsabilidad de muchos padres que, desentendidos de sus hijos; porque, claro, es más importante el partido de fulbito con los amigotes y, después, las reuniones donde se consume tiempo libando licor; y, casi siempre, mal gastando el poco dinero que se gana en el trabajo; cuando, nuestros hijos anhelan mayor tiempo interactuando con sus padres, cruzando información, recibiendo consejo; y, por lo mismo, por esta desatención luego los hijos optan por salir a la calle; donde, por lo general, se involucran con otros amigos igualmente desorientados; y, al rato, ya los vemos incursionando en el cigarrillo, el licor y las drogas; y, luego, nos preguntamos ¡¿por qué estos reveses de la vida?!

 

Saben, las Escrituras nos advierten que el mundo entero está bajo o gobernado por satanás (1 Juan 5:19); que, si realmente lo creyéramos, nos esforzaríamos por redoblar nuestro cuidado por nuestros hijos y, como en mi caso, aún de nuestros nietos. No debemos ser indiferentes, sino interesados por la formación cada vez más integral de nuestros hijos y nietos; cuidando que, cada área mental, emocional y espiritual estén debidamente atendidos. ¿Se necesita ser sabios para cumplir con este importante rol de padres? Sí; y, ¿qué hay si no lo soy? Podemos recurrir a aquellos padres que, siéndolos, comprobamos su éxito con hijos igualmente sabios e inteligentes, preparados para una vida cada vez más difícil y peligrosa; donde, el pecado (errar al blanco) es causa de decepción, desaliento y amargura. Podemos, fundamentalmente, recurrir a Yehováh, el Padre de los espíritus; Quién, como lo hizo con Salomón (2 Crónicas 1:7-12), nos dará sabiduría para ser padres y madres competentes en un mundo inclinado al pecado y sus consecuencias.

 

Y si alguno de vosotros tiene falta de sabiduría, pídala a Dios, el cual da a todos abundantemente y sin reproche, y le será dada. Pero pida con fe, no dudando nada; porque el que duda es semejante a la onda del mar, que es arrastrada por el viento y echada de una parte a otra. No piense, pues, quien tal haga, que recibirá cosa alguna del Señor. El hombre de doble ánimo es inconstante en todos sus caminos.

Santiago 1:5-8

 

¡Feliz día, papá!