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yer,
al término de una serie de servicios a lo largo de tres días (viernes, sábado y
domingo), salí prácticamente descontento y hasta amargado por cuanto, obstante
que las dos prédicas anteriores me habían impartido luz o claridad para
apreciar la Sangre de nuestro Señor Jesucristo (como única manera de Dios para
permitirnos allegarnos de vuelta a Él, perdonados nuestros pecados, juntamente
con todos los favores que se desprenden o parten del sacrificio de nuestro
Señor en la cruz), en esta ocasión no pude sino criticar conceptos propios de
una interpretación privada, lo que hice saber al evangelista enviándole un
mensaje a través de este medio del facebook.
Eran
ya horas de la noche cuando, con mi esposa, nos disponíamos a retornar a casa
tras el servicio o culto realizado y, camino a casa, ya solo porque mi esposa
había quedado en casa del pastor quién había organizado la campaña de tres
días, y por quién Dios sabe tengo mi mejor consideración y respeto, consideré
mirar hacia el cielo para ubicar la luna y, para mi sorpresa, ésta estaba
totalmente oculta. La noche anterior, no siendo mi costumbre, había advertido
que la luna estaba en cuarto creciente o, al menos, así lo interpreté (no
recordando este proceso o fases de la luna); por lo que le dije a mi esposa
que, de ser así, para la noche siguiente seguramente ésta mostraría una luna completamente
llena, mostrándonos –quizá- que la iglesia estaba en crecimiento, bendecida y
próspera en la Palabra, el carácter de Dios para manifestar en un mundo cada
vez más adverso a Dios (el Hermano Branham tuvo la gracia para tipificar a la
Iglesia Universal con la LUNA que, en ausencia del Señor Jesucristo, el Sol de
Justicia, es la que ahora comparte reflejando Su Luz, la Palabra, el Evangelio
del Reino de Dios). Sin embargo, a la noche siguiente del domingo 16, por alguna
razón volví a mirar al cielo y, para mi sorpresa y personal reflexión, no vi la
luna por ningún lado: estaba totalmente oscurecida. Lo que sucede es que había
mal interpretado el progreso o fase de la luna pues, lo que realmente había
sucedido la noche anterior, era que la luna no estaba en cuarto creciente sino,
por el contrario, en cuarto menguante para, finalmente, terminar ya el domingo
por la noche en una luna totalmente oscurecida.
No
queriendo ser dogmático respecto a símbolos, por lo que no trato de compartir
ninguna enseñanza, pero mi sentir, debo decir que el ver una luna totalmente
oscurecida fue más que una mera coincidencia para mí, lo que asumí como una
señal, acaso de que la Iglesia pasa por su peor momento al darle más crédito a
los dichos, enseñanzas y mandamientos de hombres que a la Biblia e, igualmente,
al creer en interpretaciones privadas y erróneas, fueras de contexto, de muchos ministros quienes realmente nunca
fueron llamados para servir a una Iglesia hambrienta de Dios y Su justicia, de
Su poder y santidad, de piedad o temor de Dios e ira contra toda forma de pecado
y apariencia de piedad. En Mateo 24, el Señor nos enseñó que habrían señales en
el cielo y, para ser honrado, yo creo que Él se refirió a señales que habrán de
acontecer con relación a Israel, no exactamente con relación a la Iglesia
Gentil; sin embargo, por aquello que una profecía pudiera tener hasta más de
una aplicación, no dudo que pudiera igualmente aplicarse esta profecía con
relación al pueblo gentil; motivo por lo cual, y con mucho temor (porque no
quisiera presumir o pretender revelación alguna), creo que mi reflexión o
meditación pudiera tener sustento Escritural para afirmar lo que creo, que la
Iglesia está pasando por su peor momento en su experiencia con Dios y la pureza
de Su Palabra, pervirtiéndola, pervirtiendo la práctica y cómo deberíamos
conducirnos en congregación, en un servicio, y en el diario vivir a la luz de
las enseñanzas apostólicas.
He
visitado muchas iglesias, y la mayoría de ellas me han parecido como centros
recreacionales o clubs sociales, lugares de esparcimiento como para satisfacer
el apetito de un gozo legítimo pero, lamentablemente, a través de formas que
nunca podrán sustituir el verdadero gozo que solo puede ser logrado en nuestra
experiencia con Dios, con Su sola Palabra, sin interpretaciones antojadizas y
hasta descabelladas y que, tristemente, casi siempre son recibidas hasta con
beneplácito por un pueblo que presumo o asumo ignora la Biblia, dándome la
impresión que nunca la han leído, por lo que permiten toda clase de adefesio,
error y profanación por parte de ministros impíos y miserables quienes trafican
con la Palabra y las almas de miles y, seguramente, millones de personas. He
visto supuestos cristianos que, hasta en su vestir, claramente demuestran el
desconocimiento del pudor que Dios demanda de quienes profesamos fe y piedad; y
no solo entre las mujeres quienes, por lo general, usan pantalones bien ceñidos
a sus cuerpos, provocando la mirada por lo menos perpleja de los miembros de
una iglesia local; y hasta escotes bien pronunciados mostrando prácticamente sus
pechos al descubierto, al desnudo, cuando tales partes deberían estar
reservadas para el deleite en el matrimonio; sino que, ahora, hasta a hombre
vistiéndose con modas hasta afeminadas, peinados que dan la impresión que, como
muchas mujeres acomplejadas y sensuales, dan mucha atención al aspecto físico
para parecer agradables a la mirada de los demás, casi prostituyéndose, en
práctica conducta sodomita; y todo esto porque los hay pastores, maestros,
evangelistas, misioneros, profetas y hasta apóstoles fraudulentos que no
reprenden estas cosas sino que, por el contrario, como Balaam que enseñó a
Israel a fornicar (prostituirse), son prácticamente sensuales o miopes para no
discernir lo santo de lo vil e impuro. Y hay mujeres pastoras, cuando el
apóstol Pablo claramente enseña que la mujer está prohibida a enseñar en una
congregación y, en el colmo de la impiedad, hasta los hay mujeres que se hacen
llamar “profetas”, ni siquiera “profetizas”, pero “profetas”. ¡El colmo! Y lo
peor de ello es que profetizan vanidad e impiedad, siendo ellas mismas impías o
faltos de temor a Dios.
Sí,
estamos en el peor momento de la Iglesia pero, porque Él prometió una Iglesia
gloriosa, sin mancha y sin arruga, que no habrá sido manoseada por los antojos
de un hombre (o mujer), que manifestará Su gloria poco antes del retorno del
Señor, el Novio, por Su Novia, conforme a las profecías del apóstol en 1
Corintios 15:51-58 y 1 Tesalonicenses 4:13-18, y conforme al programa de Dios a
través de un genuino ministerio quíntuple: apóstoles, profetas, evangelistas, y
pastores y maestros:
12 a fin de perfeccionar a
los santos para la obra del ministerio, para la edificación del cuerpo de
Cristo,
13 hasta que todos
lleguemos a la unidad de la fe y del conocimiento del Hijo de Dios, a un varón
perfecto, a la medida de la estatura de la plenitud de Cristo;
14 para que ya no seamos
niños fluctuantes, llevados por doquiera de todo viento de doctrina, por estratagema
de hombres que para engañar emplean con astucia las artimañas del error,
15 sino que siguiendo la
verdad en amor, crezcamos en todo en aquel que es la cabeza, esto es, Cristo,
16 de quien todo el
cuerpo, bien concertado y unido entre sí por todas las coyunturas que se ayudan
mutuamente, según la actividad propia de cada miembro, recibe su crecimiento
para ir edificándose en amor.
Sí,
de todas formas, y en medio de tanta miseria, hay una Iglesia predestinada para
manifestarlo a Él, creyendo y rindiendo todo su ser a la Palabra, porque Le ama
y teme, porque Le cree y confía en cada Palabra que salió de Su bendita boca a
través de Sus santos profetas y apóstoles de la antigüedad. Recordemos, ¡Dios
no cambia! Por lo que, si usted no manifiesta a Dios o, a lo sumo, no ve Su
manifestación en su vida y la de los suyos, en su iglesia, proceda a
preguntarse por qué y, seguramente, que usted concluirá que el problema radica
en que puso su confianza en cualesquier cosa menos en la Palabra de Dios, y en
su desobediencia. Recuerde, creer en Dios es creer en Su Palabra, si no es así,
nos estamos engañando y, al final del camino, probablemente nos estaremos lamentando
pero muy tardíamente. ¡Hoy es el día de salvación!
La gracia de
Jesucristo sea con todos ustedes. Amén.