3 Entonces vinieron a él los fariseos, tentándole y
diciéndole: ¿Es lícito al hombre repudiar a su mujer por cualquier causa?
4 Él, respondiendo, les dijo: ¿No habéis leído que
el que los hizo al principio, varón y hembra los hizo,
5 y dijo: Por esto el hombre dejará padre y madre,
y se unirá a su mujer, y los dos serán una sola carne?
6 Así que no son ya más dos, sino una sola carne;
por tanto, lo que Dios juntó, no lo separe el hombre.
7 Le dijeron: ¿Por qué, pues, mandó Moisés dar
carta de divorcio, y repudiarla?
8 El les dijo: Por la dureza de vuestro corazón
Moisés os permitió repudiar a vuestras mujeres; mas al principio no fue así.
9 Y yo os digo que
cualquiera que repudia a su mujer, salvo por causa de fornicación, y se casa
con otra, adultera; y el que se casa con la repudiada, adultera.
Mateo 19:3-9
E
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n
un mundo inmaduro respecto a compromisos y, por ende, prácticamente fornicario,
viendo a nuestros jóvenes (y hasta adolescentes) fornicar ya con naturalidad, y
casi con la complicidad de los padres, sea por ignorancia o porque no tuvieron
más argumentos para reconvenir a sus hijos para no ceder a esa práctica hoy
recibida con naturalidad en un mundo que no ve en esto un acto que, además que
Dios reprueba, mal forma el carácter de nuestros adolescentes y jóvenes para
tornarlos en los irresponsables de mañana. Cierto, muchas veces ellos no tienen
otra opción para considerar porque, no bien emergen conscientes en este mundo,
ya hay todo un entorno nocivo con pornografía en todos los niveles y formas, lo
que se agrava con ver a muchos padres de familia fallar al voto matrimonial,
adulterando, lo que hace que nuestros adolescentes y jóvenes tengan en poco la
seriedad del pacto matrimonial, el hacer compromiso para respetarse el uno al
otro (el joven a la joven) hasta antes del matrimonio. Todos éstos valores se vienen
perdiendo, y aun con dificultad inclusive entre jóvenes de hogares cristianos
cuando, porque nosotros los padres fallamos en compartirles el consejo de Dios
desde temprana edad, para justamente instruirles en su camino (Proverbios
22:6), es por ello que ellos crecen prácticamente sin discernir o juzgar
como indebidos y pecaminosos el acto sexual previo al matrimonio.
Sin
embargo, la realidad es que ya existen hogares próximos al divorcio, y esto incluye
a hogares que se precian de ser cristianos, que confiesan amar a Dios y creer
Su Palabra. De mi pequeña experiencia, sea que el tema lo enfoquemos para un
hogar de incrédulos como para un hogar de supuestos creyentes cristianos, al
final resumo que una de las razones por las que ya se van “cocinando” la
posibilidad del divorcio es por una evidente inmadurez, lo que hace que una de
las partes (sino ambas) exija ser atendida en sus caprichos, pero no en razones
racionales e inteligentes. Trabajé con amigos diversos y, como es de esperarse,
algunos de ellos parecían ufanarse de sus logros con las chicas, para adulterar
con ellas, siendo ellos casados. Conocí a uno poco menor que yo y, cuando
compartía sus logros con jovencitas, parecía que eso lo enaltecía a él cuando,
en verdad, él se estaba mostrando cual un vergonzoso inmaduro uno que, aun
casado y con hijos, no lograba asumir debidamente el rol de casado, de esposo y
padre. Dios quiere que seamos felices sin embargo, a menos que atendamos a Sus
instrucciones y mandamientos, juntamente con Su gracia, no lo podremos ser, y
toda la vida la pasaremos fallando en nuestros proyectos de vida e, inclusive,
en el matrimonio, por inmaduros, porque nunca procedimos a prepararnos para esa
edad madura en que necesariamente se tiene que estar preparados para asumir
responsabilidades, y en tal preparación que, inclusive, se soporten pruebas que
intenten resquebrajar la unidad matrimonial.
Pero,
como lo declaró el Señor Jesús en la cita que uso para esta nota, la única
causal para el divorcio es la fornicación. Por lo general, cuando escuchamos la
palabra fornicación rápido entendemos por ello una relación
sexual antes del matrimonio; en realidad, así ha quedado establecido en la
mente de la mayoría de personas y que por ello, cuando dos personas se casan,
el sacerdote o pastor pregunta a la concurrencia que si hay impedimento para
que estas dos personas se unan en matrimonio, que lo digan o callen para
siempre, lo que se dice en la probabilidad de que una de las partes se halle
comprometida con otro(a) en noviazgo o, en el peor de los casos, que ya esté
casado(a) o unido(a) a otra persona, por lo que el ministro no procedería a
casarlos. Esto es una práctica durante el ritual matrimonial. Sin embargo,
cuando el Señor habla aquí de fornicación, usa la expresión griega porneía
que se traduce tanto como fornicación, adulterio y prostitución;
y de hecho, ustedes podrán reconocer que esta última es la palabra que da
origen a la palabra pornografía que, según el Diccionario de
la Real Lengua Española, en su primera y tercera acepción, significan:
1. f. Presentación abierta y cruda del sexo que busca producir excitación.
3. f. Tratado acerca de la prostitución.
Leamos
igualmente esta definición que hallé en la web:
La
palabra pornografía viene etimológicamente de la unión de dos palabras griegas:
πορνογ (porne) que representa:
cortesana-prostituta-promiscua y ράφος (grafía)
que se entiende como: escritura-descripción, es decir representa la descripción
por medio de la escritura de lo que sucedía en la intimidad de las prostitutas.
Ahora,
¿cómo es que se visten la mayoría de las mujeres? ¿No se visten provocativas,
atractivas, sensuales, excitantes, aun siendo casadas? Si la sensualidad o el
verse atractivas es la forma para hallar esposo, ¿por qué tan luego se casan
siguen la mayoría de mujeres casadas vistiéndose atractivas, codiciables,
excitantes, como pretendiendo ser aun solteras y, lo que es más delicado,
capturando la atención de otro hombre además de la de su esposo? Es una
conducta propia de una prostituta, y es algo en que deberían meditar para
desistir de ello porque, en realidad, esa es la conducta que, por lo menos en
lo que respecta a la mujer, está propiciando las rupturas matrimoniales o de
pareja, cuando muchas parejas viven en concubinato. Y es la cultura en la que
hoy vivimos, y muchos se vanaglorian. Si el Señor, en aquel tiempo, trató a Su
generación de “perversa y adúltera” (Mateo 12:39; 16:4); ¿cuánto más será la
nuestra, en este siglo XXI?
Yo
soy de la firme convicción que no solo la mujer que vende su cuerpo por necesidad
para satisfacer el placer del hombre es una prostituta, pero el hombre
igualmente es un prostituto porque, tan igual que la mujer vende su cuerpo por
un breve tiempo para satisfacer esa demanda de placer en el hombre, el hombre
paga por ese placer y, lo que es peor, cuando esta pasión se alimenta con
pornografía, luego esa demanda de sexo se transforma en adictiva para buscar
nuevas y más viles formas que satisfagan esa demanda de placer ahora envilecida.
En consecuencia, la necesidad que parece ser una razón para la prostituta,
igualmente lo es para el hombre en busca de satisfacer la demanda de su sexo
mal educado, prostituyéndose, lo que mella la dignidad de todo hombre, tanto como
lo hace con la dignidad de una mujer.
Sin
embargo, cierto aquí no se está considerando que la esposa sea o llegue a ser
una prostituta para dar lugar a la causal para el divorcio pero, como lo fue en
tiempos del Señor, en el contexto de esa cultura donde había algo de pudor en
las mujeres, algo de dignidad para no rebajarse al nivel de una prostituta para
buscar la atención de otro hombre fuera de su marido, fuera de su esposo o
compañero, de lo que se está tratando es del pudor de una mujer, de cómo ellas
se visten, de cómo ellas se atavían hoy, y que es en lo que deberían cuidarse y
cuidar para evitar el resquebrajamiento de los matrimonios. Nosotros, los
hombres tenemos mucho de culpa en esto porque hemos celebrado y dado como
naturales y correctos que nuestras mujeres se vayan prácticamente desvistiendo
a lo largo de los años y decenios. Hasta los años 20 del siglo XX, las mujeres aún
se vestían con faldas y vestidos hasta por debajo de sus rodillas, no muy ceñidos
al cuerpo, y con escotes debajo del cuello moderados, nada pronunciados; pero
luego, por los años 60, hemos visto a una Marilyn Monroe que cautivó incluso la
atención del presidente de su país, John F. Kennedy, casado por cierto, por la
manera en que se vistió, sensualmente. Y, desde entonces, y mucho antes,
siempre han sido las “estrellas” del teatro, del cine y hoy la televisión las
que han dictado la moda del vestir de las mujeres (vale decir, ¡prostitutas!)
para, como ellas, parecerse igualmente atractivas. Hoy, la sensualidad ha llegado
a tal límite que, inclusive, hombres han cedido a esa sensualidad de la mujer
para pretender parecer como mujeres, siendo hombres: los homosexuales y, como
con ellas, la raíz siempre ha sido inmadurez lo que, entre otras cosas,
manifiesta capricho, histeria, celos, crímenes.
Bien dijo el Señor: "Pero yo os digo que cualquiera que mira a una mujer para codiciarla, ya adulteró [fornicó, prostituyó] con ella en su corazón." (Mateo 5:28.
¿Quieres
un matrimonio o un eventual hogar condenado al fracaso? ¿No? Entonces,
prepárate para el matrimonio, no llegues a esta etapa de la vida como quién va
a la aventura, de paseo, o como quién juega a la ruleta, porque el fin siempre
es amargo cuando llega el divorcio, y más cuando se tienen hijos, quienes son
los que “pagan por los platos rotos”. ¡Piénsalo! ¡Medítalo!
Así,
si tú aun no estás casado, te sugiero o aconsejo que busques a Dios, que Él te
guíe en la decisión a tomar: la mujer a quién debas escoger para esposa, o al
hombre a quién debas aceptar por esposo; y, por último, aun si no quisieras
considerar a Dios en tu consejo (algo de lo cual te anticipo te vas a
lamentar), por lo menos plantea la necesidad del compromiso, que tu unión a una
mujer o viceversa esté basado en compromisos, en comprometerte a amar a la
persona a quién te unes y que, para ello, para que no medien imprevistos o
sorpresas, conozcas bien a la persona de quién estás interesado o interesada,
porque es necesario que se conozcan para que, cuando estén unidos en
matrimonio, puedan soportarse el uno al otro, porque se conocen y han aceptado
soportarse en toda circunstancia. La mayoría de divorcios, aun si no es por
razón de fornicación que es el caso que se trata aquí, es por razón de
intolerancia (incompatibilidad de caracteres, dice la norma legal), porque
ambos no se soportan, y esto porque, cuando ya unidos en matrimonio o como
pareja, recién allí fueron conociéndose y reconociendo, en el terreno, que él o
ella no era la persona que creían amar: es que nunca se conocieron.
¿Eres
tú, mujer, causa para el divorcio por el argumento expuesto aquí, por tu manera
de vestir atractiva a los demás hombres? Te recomiendo que te arrepientas o
cambies de manera de ser por bien de tu matrimonio y, si tuvieras hijos, mucho
más por ellos. ¿O eres tú, hombre, causa para el divorcio porque miras a las
otras mujeres para codiciarlas en tu corazón, adulterando, fornicando o
prostituyendo con ellas y porque, como toda prostituta, pretextas igualmente
tener una necesidad sexual insatisfecha, propio de la inmadurez? Igualmente, te
recomiendo que te arrepientas. De mi pequeña experiencia concluyo que, si no
somos capaces de llevar adelante nuestros matrimonios, luego no seremos capaces
para prosperar en ninguna otra empresa de la vida. ¡Piénsalo!
La gracia de Jesucristo sea con todos
ustedes. Amén.
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