Bendecid…
Bendecid a los
que os persiguen; bendecid, y no maldigáis.
(Romanos 12:14)
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Isaac bendice a su hijo menor, Jacob |
La palabra bendecid o bendecir significa
“decir bien”, “decir algo bueno”, que hablemos bien (a favor) de nuestro
prójimo, de alguien.
Todo el tiempo estamos bendiciendo, aún
sin darnos cuenta. Por ejemplo, cuando saludamos con un “Buenos días”, “hasta
mañana”, “que tengas un buen día”, “que todo te vaya bien”, etc.; allí, con
esas expresiones, estamos bendiciendo o diciendo o declarando el bien en favor
de otro. Por supuesto, no todo lo que sale de nuestra boca, aún si bendecimos a
la manera como los ejemplos, vendrá a suceder; porque este privilegio Dios ha
dado solo a Sus hijos y, aún siendo hijos, únicamente a los justos; así que, si
usted quiere ser portador de una bendición efectiva, debe buscar ser justo delante de Dios; justicia
que, conforme a Su Evangelio, nos es concedida mediante el Nombre del Señor
Jesucristo y viviendo vidas rectas delante de Él.
En efecto, todos hemos leído que la
oración eficaz del justo puede mucho, ¿verdad? Lo leemos en Santiago 5:16;
pero, igualmente, la bendición de un justo puede mucho, y esto lo podemos
entender del pasaje de Marcos 11:20-23:
20 Y pasando por
la mañana, vieron que la higuera se había secado desde las raíces.
21 Entonces
Pedro, acordándose, le dijo: Maestro, mira, la higuera que maldijiste se ha
secado.
22 Respondiendo
Jesús, les dijo: Tened fe en Dios.
23 Porque de
cierto os digo que cualquiera que dijere a este monte: Quítate y échate en el
mar, y no dudare en su corazón, sino creyere que será hecho lo que dice, lo que
diga le será hecho.
Cierto, aquí el Señor nos habla acerca
del poder de nuestras palabras que, si decimos a este monte, “Quítate y échate
en el mar”, y no dudamos en nuestro corazón, sino que creemos que será hecho lo
que hemos dicho, lo que hemos dicho será hecho; pero, siendo que una bendición
o maldición (como en el caso del pasaje de Marcos 11:20-23) es igualmente
palabra dicha o declarada, ésta sucederá o “será hecho”, salido de labios de un
justo.
En la antigüedad, los hombres buscaron
ser bendecidos por sus padres o un profeta para prosperar en la vida. Por
ejemplo, cuando Jacob y Esaú pidieron a su padre, Isaac, ser bendecidos; tras
bendecir Isaac a estos dos, lo que Isaac declaró llegó a suceder. Una
generación antes, Jehová bendijo a Abraham y a su descendencia: “Y haré de ti
una nación grande, y te bendeciré, y engrandeceré tu nombre, y serás bendición.
Bendeciré a los que te bendijeren, y a los que te maldijeren maldeciré; y serán
benditas en ti todas las familias de la tierra.” (Génesis 12:2-3); y, tanto
poder tuvo esta bendición que, tiempo después, en días de Moisés, el falso
profeta Balaán intentó reiteradamente maldecir a Israel, y no pudo; es más,
todo el que intente maldecir a Israel, será maldito, como sucedió con el fallecido presidente de Venezuela, Hugo
Chávez quién, tras maldecir a Israel: “desde el fondo de mi alma y mis
vísceras, al estado de Israel, maldito seas estado de Israel, maldito sea[s]”,
años después murió de cáncer -justamente- a sus vísceras. Dios no puede ser
burlado (Gálatas 6:7).
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Jacob pelea con el Ángel de Jehová |
Tiempo después, Jacob volvió a reclamar
bendición a Dios, peleando con el ángel de Jehová, con Dios mismo; porque, por
sus enredos, dudó de la bendición que ya su padre, Isaac, había declarado a su
favor (Génesis 27:1-29). Y eso es lo que sucede con muchos de nosotros que,
tras enredarnos en el pecado, luego como que nos sentimos indignos de toda
bendición con que Dios nos ha bendecido en o por el Nombre de Jesucristo
(Efesios 1:3); lo que nos propone arrepentirnos, a pedir perdón por nuestros
pecados para, sobre la base de 1 Juan 1:9: “Si confesamos nuestros pecados, él
es fiel y justo para perdonar nuestros pecados, y limpiarnos de toda maldad.”,
ser perdonados y recuperar, así, nuestro vínculo o comunión con el Dios santo y
bueno; para, y con ello, reconocer que TODA BENDICIÓN seguía vigente a favor
nuestro, solo que el pecado nos estorbaba para no disfrutarlo. “Si fuéremos infieles, Él permanece fiel; Él no puede negarse a sí mismo.” (2 Timoteo 2:11-13).
Otro hecho de la bendición lo vemos, por
ejemplo, cuando el Hermano Branham despidió a unos hermanos que retornaban a su
ciudad, tras oír al profeta predicar el sermón El Futuro Hogar De La Novia
Terrenal Y El Novio Celestial. Los hermanos almorzaron con el profeta y, al
tiempo de despedirse, le comentaron que tenían problema con el cilindro del
líquido de freno de una de las ruedas del auto, y que no podía ser reparado por
el técnico, sino hasta el día siguiente, porque era domingo; y que, además, les
urgía llegar a casa cuanto antes por la salud de una de las hermanas que
viajaban, hermana Smith, quién había estado sufriendo de una condición a los
riñones y, hasta ese entonces, parecía muy pálida. Según lo relata el autor del
testimonio, Hermano Gerald Cleveland, el Hermano Branham “No se puso a orar.
Sólo se detuvo por un instante, luego me miró y dijo: ‘Tengan mucho cuidado, y
sigan por su camino. Todo estará bien.’ Me acuerdo que le tocó a la Hermana Smith
en el hombro y le dijo: ‘Regrese a su hogar, Ud. estará bien.’ Nos subimos al
carro y emprendimos el viaje. Le pregunté a la Hermana Smith: ‘¿Cómo se siente
Ud.?’ Me respondió: ‘¡Nunca en mi vida me he sentido mejor!’ La miré, y tenía
su color normal. Unos momentos antes estaba pálida y sudando, y estaba enferma
con dolores.” Más adelante, en este extraordinario testimonio, el Hermano
Gerald añade: “Cuando casi llegamos hasta abajo, les dije a los demás: ‘No le
he añadido ni una sola gota de líquido [de freno] al cilindro desde que salimos
del restaurante, y el freno está igual a como si estuviera nuevo.’ Entonces nos
dimos cuenta de que el Señor también había sanado el automóvil, habiendo parado
el derrame del líquido por aquel cilindro quebrado. Nos regocijamos por todo el
camino hasta llegar a casa.” (La Sanidad de la Hermana Smith Y El Milagro del
Automóvil Studebaker, por Gerald Cleveland).
Recientemente, el Hermano Carlos Alva,
obrero en la iglesia local donde asisto, nos contó un -igual extraordinario-
incidente cuando, hace pocos años, se trasladaban hacia Huacho en el SW del
Hermano William. Estaban a la altura del Km. 50 de la Panamericana Norte y, de
repente, fueron adelantados por una camioneta -evidentemente- de mayor
caballaje; sin embargo, y sin siquiera pensarlo, el Hermano Carlos dijo:
“Dentro de un rato, vamos a pasar a este carro.” Lo que era inaudito decir; en
tanto, como ellos lo reconocían, el auto a pasar era de mayor caballaje, una
camioneta, frente al SW familiar en que los hermanos iban. Al rato, avistaron
la camioneta estacionada a uno de los lados de la carretera, y la pasaron
conforme al dicho del Hermano Carlos. ¿Qué sucedió? Probablemente, la camioneta
sufrió una avería, y esto permitió que la palabra de un hombre, un cristiano,
un justo, se cumpliera, sucediera.
No podemos maldecir lo que Dios bendijo,
como es el caso de Israel; pero, igual, nadie puede maldecir lo que un justo
bendice; como, tampoco, nadie puede bendecir lo que, por el pecado, está
maldito. El Hermano Branham dijo que satanás tiene total derecho sobre uno que
peca; el pecado le da derecho sobre el pecador (Efesios 2:2); y, ante eso, no
hay manera de bendecir excepto que el pecador se arrepienta y pida perdón por
su pecado a Dios. Dios exalta al humilde.
Todas las promesas de Dios son una
bendición, son parte de toda bendición espiritual con que hemos sido bendecidos
en Cristo Jesús (Efesios 1:3); y, en Él, esto es en Cristo Jesús, todas estas
promesas y bendiciones son “sí” y “amén” (2 Corintios 1:18-20). El Señor Jesús
dijo: “El cielo y la tierra pasarán,
pero mis palabras no pasarán.” (Mateo 24:35); por consiguiente, Sus palabras se
cumplirán y, ahora mismo, se están cumpliendo en los que las creen;
santificando a un pueblo con el lavacro de la bendita Palabra de Dios.
¿Quiere
usted ser instrumento de bendición? Entonces, acepte la Dádiva de Dios en
Cristo Jesús; y luego, si lo acepta en fe genuina, arrepiéntase de sus pecados,
pida ser bautizado en el Nombre del Señor Jesús (conforme a Hechos 2:38; 8:16;
10:48; y 19:5), para el perdón de sus pecados, y recibirá el Don del Espíritu
Santo, Su Vida obrando obediencia a Su Palabra a través de nuestras vidas.
Que Dios
prospere Su Palabra en usted. Amén.