viernes, 19 de marzo de 2021

¿EN QUÉ NOMBRE FUISTEIS BAUTIZADOS?

1 Aconteció que entre tanto que Apolos estaba en Corinto, Pablo, después de recorrer las regiones superiores, vino a Éfeso, y hallando a ciertos discípulos,

2 les dijo: ¿Recibisteis el Espíritu Santo cuando creísteis? Y ellos le dijeron: Ni siquiera hemos oído si hay Espíritu Santo.

3 Entonces dijo: ¿En qué, pues, fuisteis bautizados? Ellos dijeron: En el bautismo de Juan.

4 Dijo Pablo: Juan bautizó con bautismo de arrepentimiento, diciendo al pueblo que creyesen en aquel que vendría después de él, esto es, en Jesús el Cristo.

5 Cuando oyeron esto, fueron bautizados en el nombre del Señor Jesús.

6 Y habiéndoles impuesto Pablo las manos, vino sobre ellos el Espíritu Santo; y hablaban en lenguas, y profetizaban.

7 Eran por todos unos doce hombres.

Hechos 19:1-7


E

l tema del bautismo es relevante, muy importante porque, además que fue un mandamiento imprescindible durante la Iglesia primitiva, éste tiene el significado que, de ser debidamente entendido, no habría nadie que, previamente arrepentido de sus pecados, no reciba la promesa del Espíritu Santo.

En el pasaje que nos sirve de referencia para esta breve meditación, se nos dice que el Apóstol Pablo llegó a la ciudad de Éfeso, una ciudad portuaria al oeste de lo que hoy es Turquía; y, platicando con unos discípulos (12), tuvo la inquietud por preguntarles si habían recibido la promesa del Espíritu Santo, a lo que éstos respondieron que no; y añadieron algo más, que ni si quiera habían escuchado que había tal promesa del Espíritu Santo; lo que, como es de esperar de un fiel siervo de Dios, preocupó al apóstol.

El Espíritu Santo es la promesa a que todo creyente en Jesús (el nombre de Jesús se escribe en el hebreo como Yeshúa) tiene derecho. En la ocasión que el Apóstol Pedro predicó –por primera vez- al pueblo judío que, a la sazón, estaba congregado alrededor del Templo en Jerusalén por motivo de la celebración de la fiesta santa de Pentecostés o Las Primicias, respondiendo al clamor de los presentes: “…Varones hermanos, ¿qué haremos?”, él les dijo:

38 … Arrepentíos, y bautícese cada uno de vosotros en el nombre de Jesucristo para perdón de los pecados; y recibiréis el don del Espíritu Santo.

39 Porque para vosotros es la promesa, y para vuestros hijos, y para todos los que están lejos; para cuantos el Señor nuestro Dios llamare.

Hechos 2:38-39

Y, ya al término del ministerio de nuestro Señor Jesús o Yeshúa, Él declaró el advenimiento de esta importante promesa para la vida de la Iglesia, para la vida de cualesquier miembro del Cuerpo de Cristo, por causa de la fe en Él:

37 En el último y gran día de la fiesta, Jesús se puso en pie y alzó la voz, diciendo: Si alguno tiene sed, venga a mí y beba.

38 El que cree en mí, como dice la Escritura, de su interior correrán ríos de agua viva.

39 Esto dijo del Espíritu que habían de recibir los que creyesen en él; pues aún no había venido el Espíritu Santo, porque Jesús no había sido aún glorificado.

Juan 7:37-39

Si, el Espíritu Santo, la Vida de Dios que habrían de recibir todos los que creyesen en Él, en el Señor Jesús; y, a lo largo del libro de Hechos, leemos cómo los apóstoles se preocuparon porque la Iglesia, el más pequeño de los miembros de este Cuerpo Místico de Jesucristo, fuera empoderado con la Presencia de Dios, Yehováh Dios mismo en nuestras vidas, única manera para vivir en victoria la vida cristiana (Romanos 8); y, finalmente, la única garantía “para el día de la redención”; cuando, en palabras del Apóstol Pablo, nuestros cuerpos serán igualmente redimidos o libertos de la esclavitud al pecado o ley del pecado (Romanos 8:23).

Y, a lo largo del Evangelio según Juan y, específicamente, en los capítulos 14 al 16, el Señor Jesús nos habló de la importancia del Espíritu Santo, lo que Su Presencia significaría en la vida de la Iglesia, de un creyente en Cristo Jesús. Por ejemplo:

15 Si me amáis, guardad mis mandamientos.

16 Y yo rogaré al Padre, y os dará otro Consolador, para que esté con vosotros para siempre:

17 el Espíritu de verdad [el Espíritu Santo], al cual el mundo no puede recibir, porque no le ve, ni le conoce; pero vosotros le conocéis, porque mora con vosotros, y estará en vosotros.

18 No os dejaré huérfanos; vendré a vosotros [en la forma del Espíritu Santo].

21 El que tiene mis mandamientos, y los guarda, ése es el que me ama; y el que me ama, será amado por mi Padre, y yo le amaré, y me manifestaré a él.

22 Le dijo Judas (no el Iscariote): Señor, ¿cómo es que te manifestarás a nosotros, y no al mundo?

23 Respondió Jesús y le dijo: El que me ama, mi palabra guardará; y mi Padre le amará, y vendremos a él, y haremos morada con él [en la forma del Espíritu Santo].

24 El que no me ama, no guarda mis palabras; y la palabra que habéis oído no es mía, sino del Padre que me envió.

25 Os he dicho estas cosas estando con vosotros.

26 Mas el Consolador, el Espíritu Santo, a quien el Padre enviará en mi nombre, él os enseñará todas las cosas, y os recordará todo lo que yo os he dicho.

 Juan 14:15-26

 26 Pero cuando venga el Consolador, a quien yo os enviaré del Padre, el Espíritu de verdad, el cual procede del Padre, él dará testimonio acerca de mí.

Juan 15:26

4 Mas os he dicho estas cosas, para que cuando llegue la hora, os acordéis de que ya os lo había dicho. Esto no os lo dije al principio, porque yo estaba con vosotros.

7 Pero yo os digo la verdad: Os conviene que yo me vaya; porque si no me fuera, el Consolador no vendría a vosotros; mas si me fuere, os lo enviaré.

8 Y cuando él venga, convencerá al mundo de pecado, de justicia y de juicio.

9 De pecado, por cuanto no creen en mí;

10 de justicia, por cuanto voy al Padre, y no me veréis más;

11 y de juicio, por cuanto el príncipe de este mundo ha sido ya juzgado.

12 Aún tengo muchas cosas que deciros, pero ahora no las podéis sobrellevar.

13 Pero cuando venga el Espíritu de verdad, él os guiará a toda la verdad; porque no hablará por su propia cuenta, sino que hablará todo lo que oyere, y os hará saber las cosas que habrán de venir.

14 El me glorificará; porque tomará de lo mío, y os lo hará saber.

Juan 16:4, 7-14

Y, en la carta del Apóstol Pablo a los romanos, capítulo 8, él nos da a entender que la presencia del Espíritu Santo en la Iglesia, en un creyente (él lo llama “la ley del Espíritu de Vida en Cristo Jesús”, v. 2), nos libra del poder “de la ley del pecado y de la muerte”.

Y, por cierto, el Espíritu Santo tiene toda la dotación de poder, inspiración y revelación para manifestar entre los creyentes, “para edificación, exhortación y consolación” (1 Corintios 14:3).

Por esto mismo, el Apóstol Pablo preguntó a los efesios si habían o no recibido el Espíritu Santo, la promesa de Dios para los creyentes en Jesucristo o Cristo Jesús. La triste respuesta de los efesios, como bien lo leemos en el v. 2 de Hechos 19, fue: “Ni siquiera hemos oído si hay Espíritu Santo”.

El Espíritu Santo no solo es importante en la Iglesia, en un creyente, por las razones expuestas por el Señor Jesús en las citas del Evangelio según Juan; sino que, si no llegáramos a tener Su Espíritu dentro de nosotros, es probable que, por el contrario, sigamos atestados de la presencia de espíritus malos o demonios. En Juan 14:17; 15:26; y 16:13, el Señor se refiere a este Espíritu como “el Espíritu de Verdad”; y que, si Él hizo énfasis en la existencia de un Espíritu de Verdad es porque, definitivamente (y así es), HAY UN ESPÍRITU DE MENTIRA O ERROR; que, contrario al propósito del Espíritu Santo o Espíritu de Verdad, nos guiará a la frustración del error; y, ¡POR FAVOR, RECONOZCAN QUE YA ESTAMOS EN TIEMPOS DE APOSTASÍA, DEL APARTARSE DE LA FE QUE NOS FUE DADA A LOS SANTOS! (Judas 1:3).

Y, recuerden, la palabra “pecado” y “pecar” se traduce del griego jamartía y jamartáno que se traducen como “errar al blanco”, desacierto o desacertado, error; y eso es lo que muchas, la gran mayoría de iglesias tienen como fundamento, el error; ¿por qué? Porque nunca recibieron el Espíritu Santo, el Espíritu de Verdad. El Señor dijo respecto el Espíritu Santo:

17 el Espíritu de verdad, al cual el mundo no puede recibir, porque no le ve, ni le conoce; pero vosotros le conocéis, porque mora con vosotros, y estará en vosotros.

Juan 14:17

Sí, hay muchos que, por cuanto no han visto al Espíritu Santo obrar, sea en manifestación de poder, una profecía o a través del santo testimonio de un cristiano; y no Le conocen, por cuanto no han estado interesados en saber acerca de Él, de esta vital promesa de Dios para vivir vidas justas delante de Dios, por consiguiente nunca recibirán este don prometido, el Espíritu Santo. Oh, están solo complacidos con pertenecer a una iglesia (el Profeta Branham los llamó “logias”) de “prestigio”; y, como los judíos de antaño que, por amar más la tradición de los hombres, rechazan –prácticamente- a Dios y Sus promesas en Cristo Jesús.

En la parte final de Juan 14:17, entendemos que el Espíritu Santo estaba CON los discípulos del Señor; esto es, al lado de ellos, en la persona del Señor Jesús, el Cristo o Ungido con el Espíritu Santo; pero, acto seguido, el Señor les declaró la consoladora promesa de “y estará en [o “dentro de”] vosotros”.

En 1 Corintios 3:16 y 17, el Apóstol Pablo escribió a los discípulos de Corinto, de aquel entonces, y hoy:

16 ¿No sabéis que sois templo de Dios, y que el Espíritu de Dios mora en vosotros?

17 Si alguno destruyere el templo de Dios, Dios le destruirá a él; porque el templo de Dios, el cual sois vosotros, santo es.

En Apocalipsis 18:2, se habla acerca de la “Gran Babilonia”, que ésta ha caído “y se ha hecho habitación de demonios y guarida de todo espíritu inmundo, y albergue de toda ave inmunda y aborrecible”. Así, todo ser humano, hoy, bien puede ser templo o habitación para Dios, el Espíritu Santo, el Espíritu de Verdad o, por el contrario, templo o habitación de demonios, de espíritus malos.

Ahora, la pregunta sería: “¿Quieres el Espíritu Santo, el Espíritu de Dios, o quieres el espíritu de error, un demonio, un espíritu malo e inmundo? Todos nacemos y vivimos, en mayor o menor proporción, endemoniados. Si, algunos nacen en hogares cristianos, consagrados; en tales casos, los hijos son santificados por causa de la fe y vidas rectas de sus padres, ellos son una fuerte influencia para sus hijos; quienes, por su entendimiento de la voluntad de Dios, cuidan que sus hijos no sean influenciados por demonios a través -por ejemplo- la televisión, la música mundana, la moda inmoral que cada vez impera sin conciencia en nuestro mundo de hoy, las riñas, y el pecado en sus diversas formas. El Apóstol Pablo dijo algo al respecto:

14 Porque el marido incrédulo es santificado en la mujer [creyente], y la mujer incrédula en el marido [creyente]; pues de otra manera vuestros hijos serían inmundos, mientras que ahora son santos.

1 Corintios 7:14

Y, en Efesios 2:1-3, el mismo apóstol nos dice:

1  Y él os dio vida a vosotros, cuando estabais muertos en vuestros delitos y pecados,

2 en los cuales anduvisteis en otro tiempo, siguiendo la corriente de este mundo, conforme al príncipe de la potestad del aire, el espíritu que ahora opera en los hijos de desobediencia,

3 entre los cuales también todos nosotros vivimos en otro tiempo en los deseos de nuestra carne, haciendo la voluntad de la carne y de los pensamientos, y éramos por naturaleza hijos de ira, lo mismo que los demás.

Sí, ésta es la condición de un incrédulo al Evangelio de Jesucristo, de uno que no tiene el Espíritu Santo o Espíritu de Verdad: Muertos en delitos y pecados, siguiendo la corriente de este mundo, conforme al príncipe de la potestad del aire, el espíritu que ahora opera en los hijos de desobediencia; en los deseos de nuestra carne, haciendo la voluntad de la carne y de los pensamientos; y son, por naturaleza, “hijos de ira”.

Pero, cuando venimos al conocimiento del Evangelio o Buena Nueva o Mensaje de Dios, juntamente con la justificación concedida por razón de nuestra fe o confianza en la obra vicaria de nuestro bendito Señor Jesús (Él recibió el juicio que merecíamos en nuestro lugar, en la cruz); y, por Su causa, Dios nos da el Espíritu Santo, el Espíritu de Verdad. Leamos la instrucción que el Apóstol Pablo da a los efesios para recibir la promesa del Espíritu Santo:

3 Entonces dijo: ¿En qué, pues, fuisteis bautizados? Ellos dijeron: En el bautismo de Juan.

4 Dijo Pablo: Juan bautizó con bautismo de arrepentimiento, diciendo al pueblo que creyesen en aquel que vendría después de él, esto es, en Jesús el Cristo.

5 Cuando oyeron esto, fueron bautizados en el nombre del Señor Jesús.

6 Y habiéndoles impuesto Pablo las manos, vino sobre ellos el Espíritu Santo; y hablaban en lenguas, y profetizaban.

Hechos 19:3-6

En su libro Una Exposición de las Edades de la Iglesia, sección La Revelación de Jesucristo, el Hermano Branham dice lo siguiente:

74 Allí está. Esta buena gente de Éfeso había oído de un Mesías venidero, Juan se lo había predicado. Ellos fueron bautizados en el bautismo del arrepentimiento para remisión de pecados, mirando hacia ADELANTE, hacia la creencia en Jesús. Pero ahora era tiempo de mirar para ATRAS hacia Jesús, y ser bautizados para PERDON de los pecados. Era tiempo de recibir el Espíritu Santo. Y cuando fueron bautizados en el Nombre del Señor Jesucristo, Pablo impuso sus manos sobre ellos y el Espíritu Santo cayó sobre ellos.

Sí, cada vez que un creyente fue bautizado en el nombre del Señor Jesús o Jesucristo (la forma compuesta de Jesús y [el] Cristo), éste recibió el Espíritu Santo. Seguidamente, dos ejemplos cuando, por creer en el nombre del Señor Jesús (Juan 7:39), el Espíritu Santo cayó sobre los creyentes:

14 Cuando los Apóstoles que estaban en Jerusalén oyeron que Samaria había recibido la palabra de Dios, enviaron allá a Pedro y a Juan;

15 los cuales, habiendo venido, oraron por ellos para que recibiesen el Espíritu Santo;

16 porque aún no había descendido sobre ninguno de ellos, sino que solamente habían sido bautizados en el nombre de Jesús.

17 Entonces les imponían las manos, y recibían el Espíritu Santo.

Hechos 8:14-17

43 De éste [el Cristo, Jesús] dan testimonio todos los profetas, que todos los que en él creyeren, recibirán perdón de pecados por su nombre.

44 Mientras aún hablaba Pedro estas palabras, el Espíritu Santo cayó sobre todos los que oían el discurso.

45 Y los fieles de la circuncisión que habían venido con Pedro se quedaron atónitos de que también sobre los gentiles se derramase el don del Espíritu Santo.

Hechos 10:43-45

Y aquí, en el pasaje de Hechos 19:1-7, sucedió lo mismo, conforme a la instrucción que, por boca del Apóstol Pedro, se dio aquel Día de Pentecostés, en Hechos 2:38-39:

38 Pedro les dijo: Arrepentíos, y bautícese cada uno de vosotros en el nombre de Jesucristo para perdón de los pecados; y recibiréis el don del Espíritu Santo.

39 Porque para vosotros es la promesa, y para vuestros hijos, y para todos los que están lejos; para cuantos el Señor nuestro Dios llamare.

¿Pero, por qué el Espíritu Santo es dado por la fe en Jesucristo y, precisamente, tras ser bautizado o sumergido en las aguas invocando el nombre del Señor Jesús o Jesucristo? Romanos 6:3-4 nos lo declara:

3 ¿O no sabéis que todos los que hemos sido bautizados en Cristo Jesús, hemos sido bautizados en su muerte?

4 Porque somos sepultados juntamente con él para muerte por el bautismo, a fin de que como Cristo resucitó de los muertos por la gloria del Padre, así también nosotros andemos en vida nueva.

El apóstol nos dice que, cuando somos  bautizados en el nombre del Señor Jesús, estamos declarando que hemos participado de Su muerte, sepultura y resurrección; que, cuando Él fue a la cruz, Él lo hizo por nosotros; por consiguiente, y a los ojos de Dios, el Juez, nosotros fuimos los que estuvimos allí, crucificados, siendo juzgados por nuestros delitos y pecados; y, con esta misma regla de representación y deducción que, cuando Él resucitó, Él resucitó para nuestra justificación (Romanos 4:25), para ser declarados justos; y, en consecuencia, siendo que no hay mancha ni culpa alguna en nosotros, por razón de la obra vicaria del bendito Señor Jesús en nuestro lugar, el Espíritu Santo viene a morar en nosotros; el Espíritu Santo –ahora- morando en hombres y mujeres santos, santificados por Su sangre (1 Corintios 6:11; Hebreos 10:14).

Oh, alguno dirá, y con algo de acierto, que solo basta en creer en el Señor Jesús, y eso es correcto; pero, por un lado, el bautismo es uno de los tres mandamientos que, a manera de rituales, nos han sido encomendados para obedecerlos (el bautismo, la cena del Señor y el lavamiento de pies); y, por otro lado, cuando somos bautizados –sencillamente- estamos confesando, con esta práctica, que –justamente- estamos creyendo en el nombre de Jesús.

Si tú has sido bautizado en el nombre de los títulos o atributos de Dios de “Padre, Hijo y Espíritu Santo”, tú no estás confesando que Jesús murió, fue sepultado y resucitó por ti; y, si tú eres católico, peor; porque, según la doctrina católica, uno tiene que ser bautizado aun desde un bebé o niño, práctica que no se condice con la práctica y doctrina apostólica o días de la Iglesia primitiva; porque, si el Apóstol Pedro ordenó arrepentimiento antes de ser bautizado, en Hechos 2, está claro que él nunca se dirigió a bebés o niños quienes, por su condición inocente, aún no tienen conciencia de lo que es pecado o error en conducta o doctrina. Yo te animo a renegar de todo lo que es anti-Escritural o anti-Bíblico y, en fe sencilla y creyendo el nombre de Jesús (Jesús en el idioma hebreo se escribe y pronuncia como Yeshúa que, traducido, significa Yehováh yoshía o Yehováh salva, según la versión hebrea de Mateo 1:21), pide a tu sacerdote, anciano o pastor, misionero, evangelista o a un sencillo hermano en la fe, que te vuelva a bautizar; pero, ahora, invocando durante este bautismo el nombre que es sobre TODO nombre que se nombra (Filipenses 2:9; Efesios 1:21), sea en la tierra o en el cielo, el nombre de Jesús o, si lo crees con todo tu corazón, en el nombre de Yeshúa, en el idioma hebreo. Y luego, pide a los ancianos o el hermano que te bautizó, que ore por ti imponiendo manos para recibir el Espíritu Santo; o, por último, ora tú mismo, como principal interesado, para recibir la promesa del Espíritu Santo.

13 Pues si vosotros, siendo malos, sabéis dar buenas dádivas a vuestros hijos, ¿cuánto más vuestro Padre celestial dará el Espíritu Santo a los que se lo pidan?

Lucas 11:13

39 Porque para vosotros es la promesa, y para vuestros hijos, y para todos los que están lejos; para cuantos el Señor nuestro Dios llamare.

Hechos 2:39

Sí, nosotros los gentiles estábamos lejos (Efesios 2:13 y 17); pero, por Su gracia, Él nos llamó e hizo cercanos ante Yehováh Dios en Cristo Jesús o Yeshúa [el] Cristo, el Mesías, el Ungido. Y, la manera que Él manifiesta Su proximidad a nosotros, es habitando dentro de nosotros en la forma del bendito Espíritu Santo, que no es otro que Jehová o Yehováh mismo, el Espíritu de Yehováh (Jueces 3.10; 1 Samuel 10.6; 2 Samuel 23.2; 1 Reyes 18.12; 2 Reyes 2.16; 2 Crónicas 18.23; Isaías 11.2; Ezequiel 11.5; y Miqueas 2.7. ¡Aleluya!

Y te aseguro que tu vida será distinta a los dictados de este mundo pecaminoso, distinta a los dictados de la iglesia apóstata de hoy, pero agradable para Dios, creyendo y viviendo Su Palabra, hasta que Él nos llame a Su bendita Presencia.

La gracia de Jesucristo [Yeshúa Ha Mashía] sea con todos ustedes. Amén.


jueves, 4 de marzo de 2021

La teología

 La teología

 

H

ay quienes atacan la teología como siendo un concepto contrario a la voluntad de Dios, como algo propio del hombre, propio de la iglesia o propio de una religión que no honra a Dios.


En principio la palabra teología es la composición de dos palabras griegas:

 

Teo, que significa dios, y

Logía, que proviene de la expresión logos, que se traduce como algo dicho, noticia, palabra, plática, tratado, asunto, cosa, cuenta, dicho, discurso, mensaje, prédica, doctrina.

 

Por lo que, teología, podríamos entenderlo como el tratado o asunto de Dios, un tema que trata acerca de Dios; y que, solamente, para reconocer que tal o cual tratado o asunto es de Dios, es teológico, bastaría con comprobarlo que es conforme a TODA la Palabra de Dios infalible, sin tacha o errores; es más, con este concepto podemos concluir que la Biblia misma es teológica, es un compendio de tratados acerca de Dios y Su creación y, en especial, en relación con el hombre objeto de Su interés eterno en Cristo Yeshúa (Jesús en hebreo); y que, para ser confiable al interés de nuestras almas, Ésta fue inspirada completamente por Yehováh Dios mismo.

 

16 Toda la Escritura es inspirada por Dios, y útil para enseñar, para redargüir, para corregir, para instruir en justicia,

17 a fin de que el hombre de Dios sea perfecto, enteramente preparado para toda buena obra.

2 Timoteo 3:16-17

 

En este sentido, hay muchos que tratan acerca de Dios, mediante las doctrinas o enseñanzas que confiesan; pero, por la diversidad de iglesias así llamadas cristianas o de Dios, contrarias una de otras respecto sus doctrinas o enseñanzas, respecto sus teologías, es evidente que no todas están correctos en su teología, doctrina, enseñanza, asunto o tratado; por lo que, a la luz de 1 Tesalonicenses 5:20-22, bien haríamos en tomar lo bueno o correcto que cada grupo cristiano o religioso de probada reputación pudiera aportar para la edificación de la Iglesia o los “llamados fuera” para adorar, glorificar y bendecir a Dios sin la contaminación propia de un mundo que, como el presente, evidencia estar de espaldas a Dios, contrario a Sus mandamientos, preceptos y decretos y, lo que es peor, contrario a la bendita gracia y compasión contenidos en el Evangelio de Yehováh Dios o Yeshúa el Cristo (Jesucristo).

 

¿Es mala la teología?

 

Por lo que sostengo aquí, no; pero, en tanto estamos viviendo los tiempos peligrosos de que habló el apóstol Pablo (2 Timoteo 3:1-5), y tiempos de apostasía (2 Tesalonicenses 2:3); como en tiempos del apóstol, bien haremos en juzgar una doctrina, enseñanza o teología, como cuando los discípulos de Berea juzgaron la doctrina, enseñanza o teología del apóstol Pablo (Hechos 17:10-11); y, como él lo enseña en 1 Corintios 14:29, deberemos juzgar todo don o manifestación espiritual; y, en mi entendimiento, para ello será necesario habernos “comido”, sino TODO el Pan de Dios, por lo menos una gran porción de este Pan: la Biblia para, en todo momento, juzgar toda doctrina, enseñanza o revelación por el Escrito Está, y no por lo que nos imaginamos o la tradición nos haya enseñado (pudiendo ésta estar correcta), sin ser alumbrados por la Palabra de Dios, el Escrito Está, única forma de juzgarlo todo.

 

¡Paz!