viernes, 15 de abril de 2022

LA CENA DEL SEÑOR

 

E

n torno a la fiesta que el pueblo cristiano viene celebrando, acerca de La Pascua o Pesaj (del hebreo); como muchos o todos, meditaba en cómo, durante la Cena que instituyó nuestro Señor Yeshúa (Jesús del hebreo), y que ordenó tomáramos seguidamente (periódica o eventualmente), que este ritual parece comprometer a quién la toma; y, definitivamente, en igual sentido que la Pascua o Pesaj que, original o inicialmente, fue instituida en días de Israel, cuando el pueblo de Yehováh (pronunciación más acertada del hebreo) estuvo a punto de ser libertado de una dura esclavitud en Egipto.


Sí, durante la Pascua, registrado por primera vez en el libro de Éxodo, capítulo 12, Israel fue ordenado a matar (degollar) un cordero tomado de las ovejas o cabras; y que, mientras comían de su carne asada, ellos debían untar la sangre del animal sobre el dintel y columnas de la puerta; porque, según lo dio a conocer Moisés, esa noche Yehováh pasaría; y, donde Él no viera la señal de sangre sobre dintel y columnas, Él procedería a matar al primogénito en esa casa.

¿Qué significaba la sangre sobre la puerta?

En palabras del Rev. William Branham, sencillamente, la sangre significaba que algo había muerto, el cordero; y, el hecho de que dentro de la casa estaban comiendo la carne asada de este cordero, significaba que, y para un hebreo, israelita y judío aun el día de hoy esto tiene mucho sentido, que ellos reconocían esa carne como saludable para sus organismos; y, en la coyuntura de la liberación de que eran objeto, que la sangre derramada y el comestible de la carne del cordero significaban el salvo conducto que los protegería de la inminente muerte si acaso ellos no aplicaban la sangre y, tampoco, degustaban la carne asada del cordero.

Como ustedes reconocerán, tiempo después muchos de los israelitas, la mayoría, fustigó a Moisés para retornar, vuelta, a Egipto; aduciendo que, porque la peregrinación que ellos empezaban en el desierto –aparentemente- no les proveía para los alimentos, mejor era volver a Egipto (aun a costa de volver a ser esclavos); para, como ya el paladar de ellos se había acostumbrado, seguir degustando el habitual alimento que ellos acostumbraron comer durante 400 años de esclavitud: “Nos acordamos del pescado que comíamos en Egipto de balde, de los pepinos, los melones, los puerros, las cebollas y los ajos;” (Números 11:5); así, cuando ellos degustaron el cordero asado; tanto porque ellos, originariamente, eran cultores o criadores de ganado ovino; ahora, y con mayor razón, ellos debían degustar el cordero en este especial momento de sus vidas; en tanto, de esta manera, ellos estaban demostrando gustar del cordero; que, por bien de ellos, había sido degollado. Cuando ellos comían el cordero; con esto, ellos estaban declarando que lo estaban aceptando; y, de la misma manera; cuando, en la Cena del Señor, Él instituyó esta Santa Cena; comer de esta Cena: el pan y, después, la copa de vino; significaban que, quién comía de esta Cena, estaba aceptando, aprobando los términos, significado y sentido de la misma.

Como recordarán, durante la Cena, el Señor dijo:

26 Y mientras comían, tomó Jesús el pan, y bendijo, y lo partió, y dio a sus discípulos, y dijo: Tomad, comed; esto es mi cuerpo. 27 Y tomando la copa, y habiendo dado gracias, les dio, diciendo: Bebed de ella todos; 28 porque esto es mi sangre del nuevo pacto, que por muchos es derramada para remisión de los pecados.

Mateo 26:26-28

Así; cuando los discípulos procedían a comer el pan partido, y beber de la copa; con esto, ellos estaban declarando, afirmando o confesando aceptar el sentido que el Señor daba a los elementos de la Cena. En el v. 28, el Señor afirma “esto es mi sangre del nuevo pacto”, y eso es lo que estábamos a punto de ver en ejecución, el establecimiento de un nuevo pacto; y, a diferencia del primer pacto, también con sangre, entre Yehováh e Israel, esta vez mediante la Sangre de un Justo; que, en tanto valemos más que los animales (Mateo 6:26; y Lucas 12:24), entonces debíamos ser comprados mediante mayor precio, la Sangre de Yeshúa el Cristo, y así lo afirmó el Apóstol Pedro:

18 sabiendo que fuisteis rescatados de vuestra vana manera de vivir, la cual recibisteis de vuestros padres, no con cosas corruptibles, como oro o plata, 19 sino con la sangre preciosa de Cristo, como de un cordero sin mancha y sin contaminación, 20 ya destinado desde antes de la fundación del mundo, pero manifestado en los postreros tiempos por amor de vosotros,

1 Pedro 1:18-20

En definitiva; cuando los discípulos comieron del pan partido y, después, tomaron de la copa; con esto, ellos estaban declarando estar conformes con el significado de los elementos que intervienen en la Cena: el pan y el vino; aceptando, mientras comían y bebían, el pacto que el Señor les estaba declarando; que, por causa de ellos (nosotros), Él fue partido, Él sangró. El Apóstol Pablo, en varias de sus enseñanzas, él nos da a entender que, cada cosa que el Señor Yeshúa hizo fue por nosotros, es más, él afirma que el Señor, ahora mismo y como Sumo (Máximo) Sacerdote, Él nos está representando en el cielo; y, tanto así es real esta representación Suya a favor de nosotros; que, en Efesios 2:6, el apóstol afirma que nosotros –ahora mismo- “nos hizo sentar en los lugares celestiales con Cristo Jesús”. ¡Aleluya! Y todo esto por razón de Su muerte, sepultura, resurrección y exaltación; porque, cuando Él obró todo esto, Él lo hizo en nuestro reemplazo, en representación nuestra.

Por lo mismo es muy vital que, cuando decidimos aceptar a Yeshúa o Jesús, por lo que Él hizo en nuestra representación, que decidamos ser bautizados en agua; y que, mientras somos bautizados o “sepultados” en agua, que el bautizador invoque el nombre del Señor Yeshúa (o Jesús), ¡NO EL NOMBRE DE UNA INEXISTENTE TRINIDAD!; porque, cuando lo hacemos tal y como fue la práctica en la Iglesia primitiva, naciente y llena del Espíritu Santo (lean, por favor, el libro de Hechos; y, allí, verán que, cada vez que un creyente fue bautizado, fue invocando el nombre del Señor Yeshúa o Jesús, nunca en “el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo”; lo que, finalmente, quedó instituido desde el Concilio de Nicea; cuando, hombres malvados al interior de la Iglesia, y con el apoyo de un incrédulo como el Emperador Constantino, quitaron el bendito nombre de nuestro Señor Yeshúa de la práctica del bautismo y otras prácticas; como, por ejemplo, para echar fuera demonios, etc.

El Apóstol Pablo profetizó que lobos rapaces entrarían en la Iglesia, “que no perdonarán al rebaño. Y de vosotros mismos se levantarán hombres que hablen cosas perversas para arrastrar tras sí a los discípulos.” (Hechos 20:29-30); y, en 2 Tesalonicenses 2:7, él reconoció que ya, en aquel tiempo, ya estaba en acción “el misterio de la iniquidad”, lo que el Apóstol Santiago llama pecado:

y al que sabe hacer lo bueno, y no lo hace, le es pecado.

Santiago 4:17

¿Qué es iniquidad? Esta palabra deriva del griego “anomos”, que se traduce como “no estar sujetos a la ley”; lo que, en nuestros días, en un juzgado civil, llamaríamos “prevaricato”; conocer la ley; pero, igual, no aplicarla, no practicarla.

Del mismo modo; éstos inicuos de hoy, saben que el Espíritu Santo se recibe por causa del nombre de Yeshúa o Jesús; pero, cuando bautizan a un nuevo creyente, solo invocan títulos de Dios, no el nombre que Él, el único Dios, Yehováh, usó en Su oficio como Hombre, como el Justo que pagó por nuestros pecados. Oh, ellos llaman “herejes” a quienes no creemos en la Trinidad, a quienes usamos el Nombre que es sobre todo nombre (Filipenses 2:9); pero, a mi entender, serían ellos los herejes con tamaña herejía de una Trinidad inexistente; contrariando lo que Yehováh mismo nos dijo, mediante Su profeta, “¡A la ley y al testimonio! Si no dijeren conforme a esto, es porque no les ha amanecido.” (Isaías 8:20); cuando la ley dice, con total claridad, “Oye, Israel: Jehová nuestro Dios, Jehová uno es.” (Deuteronomio 6:4); y el testimonio de los profetas: “Yo soy Jehová, y ninguno más hay; no hay Dios fuera de mí. Yo te ceñiré, aunque tú no me conociste, para que se sepa desde el nacimiento del sol, y hasta donde se pone, que no hay más que yo; yo Jehová, y ninguno más que yo, que formo la luz y creo las tinieblas, que hago la paz y creo la adversidad. Yo Jehová soy el que hago todo esto.” (Isaías 45:5-6).

El Apóstol Pablo, reconociendo la vitalidad del nombre de Yeshúa o Jesús, o como quiera que este nombre fue traducido y pronunciado entre los gentiles de entonces, enseñó el bautismo en este Nombre: “Yeshúa” o “Jesús”, no en títulos; porque, si acaso lo ignoran, el nombre del Señor en hebreo, Yeshúa, significa literalmente “Yehováh yoshía o salva”; por lo que, cuando se le dio el nombre al Salvador, Yeshúa (Mateo 1:21), con este nombre Él estaba declarando y reconociendo que la redención es de Yehováh o Jehová (Isaías 41:14; 44:24; y 54:5 y 8); y que, cuando somos bautizados, según él lo enseña en Romanos 6:3-4, nos estamos identificando o reconociendo nuestro vínculo con este Nombre; motivo por lo cual, tan pronto somos bautizados, tenemos autoridad para pedir y recibir el Espíritu Santo, la promesa de Su redención, de Su justificación, que realmente hemos creído en la provisión de Su salvación mediante este Nombre: Yeshúa o Jesús.

¿O no sabéis que todos los que hemos sido bautizados en Cristo Jesús, hemos sido bautizados en su muerte? Porque somos sepultados juntamente con él para muerte por el bautismo, a fin de que como Cristo resucitó de los muertos por la gloria del Padre, así también nosotros andemos en vida nueva.

Romanos 6:3-4

De igual manera, cuando participamos de la Cena del Señor, comiendo el pan y bebiendo el vino, nos estamos identificando con Su bendito Cuerpo y preciosa Sangre; que las estamos aceptando, creyendo, admitiendo como importantes en la obra de redención a nuestro favor.

¿Qué vas a comer el día de hoy? Pescado, como es la tradición. Te animo a participar de Su Cena; y que, cuando celebren la Cena del Señor en tu iglesia local, o lo hagas en tu casa reunido con los tuyos, celebres nuestra Pascua en Cristo Yeshúa o Jesús (1 Corintios 5:7), nuestro Passover (en inglés); que, traducido, significa “pasar por alto”; porque, ciertamente, cuando Él murió por nuestros pecados, Él proveyó la única salida por la cual, Yehováh Dios, pasa por alto nuestros pecados, mediante Su juicio en Aquel que nos representó en la cruz, donde Él llevó nuestra maldición. ¡Aleluya!

a quien Dios puso como propiciación por medio de la fe en su sangre, para manifestar su justicia, a causa de haber pasado por alto, en su paciencia, los pecados pasados,

Romanos 3:25

¿Saben? Yeshúa (o Jesús) es la verdadera Pascua; de lo cual, Israel solo tuvo el tipo y sombra. Amén.