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n torno a la fiesta que el pueblo cristiano viene
celebrando, acerca de La Pascua o Pesaj (del hebreo); como muchos o todos,
meditaba en cómo, durante la Cena que instituyó nuestro Señor Yeshúa (Jesús del
hebreo), y que ordenó tomáramos seguidamente (periódica o eventualmente), que
este ritual parece comprometer a quién la toma; y, definitivamente, en igual
sentido que la Pascua o Pesaj que, original o inicialmente, fue instituida en
días de Israel, cuando el pueblo de Yehováh (pronunciación más acertada del
hebreo) estuvo a punto de ser libertado de una dura esclavitud en Egipto.
Sí, durante la Pascua, registrado por primera vez en el libro de Éxodo, capítulo 12, Israel fue ordenado a matar (degollar) un cordero tomado de las ovejas o cabras; y que, mientras comían de su carne asada, ellos debían untar la sangre del animal sobre el dintel y columnas de la puerta; porque, según lo dio a conocer Moisés, esa noche Yehováh pasaría; y, donde Él no viera la señal de sangre sobre dintel y columnas, Él procedería a matar al primogénito en esa casa.
¿Qué significaba la sangre sobre la puerta?
En palabras del Rev. William Branham, sencillamente, la
sangre significaba que algo había muerto, el cordero; y, el hecho de que dentro
de la casa estaban comiendo la carne asada de este cordero, significaba que, y
para un hebreo, israelita y judío aun el día de hoy esto tiene mucho sentido,
que ellos reconocían esa carne como saludable para sus organismos; y, en la
coyuntura de la liberación de que eran objeto, que la sangre derramada y el
comestible de la carne del cordero significaban el salvo conducto que los protegería
de la inminente muerte si acaso ellos no aplicaban la sangre y, tampoco,
degustaban la carne asada del cordero.
Como ustedes reconocerán, tiempo después muchos de los
israelitas, la mayoría, fustigó a Moisés para retornar, vuelta, a Egipto;
aduciendo que, porque la peregrinación que ellos empezaban en el desierto –aparentemente-
no les proveía para los alimentos, mejor era volver a Egipto (aun a costa de
volver a ser esclavos); para, como ya el paladar de ellos se había
acostumbrado, seguir degustando el habitual alimento que ellos acostumbraron
comer durante 400 años de esclavitud: “Nos acordamos del pescado que comíamos en Egipto de balde, de los
pepinos, los melones, los puerros, las cebollas y los ajos;” (Números
11:5); así, cuando ellos degustaron el cordero asado; tanto porque ellos, originariamente,
eran cultores o criadores de ganado ovino; ahora, y con mayor razón, ellos
debían degustar el cordero en este especial momento de sus vidas; en tanto, de
esta manera, ellos estaban demostrando gustar del cordero; que, por bien de
ellos, había sido degollado. Cuando ellos comían el cordero; con esto, ellos
estaban declarando que lo estaban aceptando; y, de la misma manera; cuando, en
la Cena del Señor, Él instituyó esta Santa Cena; comer de esta Cena: el pan y,
después, la copa de vino; significaban que, quién comía de esta Cena, estaba
aceptando, aprobando los términos, significado y sentido de la misma.
Como recordarán, durante la
Cena, el Señor dijo:
26 Y mientras comían, tomó Jesús el pan, y bendijo, y lo partió, y dio a sus
discípulos, y dijo: Tomad, comed; esto es mi cuerpo. 27 Y tomando la copa, y habiendo dado
gracias, les dio, diciendo: Bebed de ella todos; 28 porque esto es mi sangre del
nuevo pacto, que por muchos es derramada para remisión de los pecados.
Mateo 26:26-28
Así; cuando los
discípulos procedían a comer el pan partido, y beber de la copa; con esto,
ellos estaban declarando, afirmando o confesando aceptar el sentido que el
Señor daba a los elementos de la Cena. En el v. 28, el Señor afirma “esto es mi
sangre del nuevo pacto”, y eso es lo que estábamos a punto de ver en ejecución,
el establecimiento de un nuevo pacto; y, a diferencia del primer pacto, también
con sangre, entre Yehováh e Israel, esta vez mediante la Sangre de un Justo;
que, en tanto valemos más que los animales (Mateo 6:26; y Lucas 12:24),
entonces debíamos ser comprados mediante mayor precio, la Sangre de Yeshúa el
Cristo, y así lo afirmó el Apóstol Pedro:
18 sabiendo que fuisteis rescatados de vuestra vana manera de vivir, la cual
recibisteis de vuestros padres, no con cosas corruptibles, como oro o plata, 19 sino con la sangre preciosa de Cristo,
como de un cordero sin mancha y sin contaminación, 20 ya destinado desde antes de la
fundación del mundo, pero manifestado en los postreros tiempos por amor de
vosotros,
1 Pedro 1:18-20
En definitiva;
cuando los discípulos comieron del pan partido y, después, tomaron de la copa;
con esto, ellos estaban declarando estar conformes con el significado de los
elementos que intervienen en la Cena: el pan y el vino; aceptando, mientras
comían y bebían, el pacto que el Señor les estaba declarando; que, por causa de
ellos (nosotros), Él fue partido, Él sangró. El Apóstol Pablo, en varias de sus
enseñanzas, él nos da a entender que, cada cosa que el Señor Yeshúa hizo fue
por nosotros, es más, él afirma que el Señor, ahora mismo y como Sumo (Máximo)
Sacerdote, Él nos está representando en el cielo; y, tanto así es real esta
representación Suya a favor de nosotros; que, en Efesios 2:6, el apóstol afirma
que nosotros –ahora mismo- “nos hizo sentar en los lugares celestiales con Cristo Jesús”. ¡Aleluya! Y
todo esto por razón de Su muerte, sepultura, resurrección y exaltación; porque,
cuando Él obró todo esto, Él lo hizo en nuestro reemplazo, en representación
nuestra.
Por lo mismo es muy vital que, cuando
decidimos aceptar a Yeshúa o Jesús, por lo que Él hizo en nuestra
representación, que decidamos ser bautizados en agua; y que, mientras somos
bautizados o “sepultados” en agua, que el bautizador invoque el nombre del
Señor Yeshúa (o Jesús), ¡NO EL NOMBRE DE UNA INEXISTENTE TRINIDAD!; porque,
cuando lo hacemos tal y como fue la práctica en la Iglesia primitiva, naciente
y llena del Espíritu Santo (lean, por favor, el libro de Hechos; y, allí, verán
que, cada vez que un creyente fue bautizado, fue invocando el nombre del Señor
Yeshúa o Jesús, nunca en “el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo”;
lo que, finalmente, quedó instituido desde el Concilio de Nicea; cuando,
hombres malvados al interior de la Iglesia, y con el apoyo de un incrédulo como
el Emperador Constantino, quitaron el bendito nombre de nuestro Señor Yeshúa de
la práctica del bautismo y otras prácticas; como, por ejemplo, para echar fuera
demonios, etc.
El Apóstol Pablo profetizó que lobos rapaces
entrarían en la Iglesia, “que no perdonarán al rebaño. Y de vosotros mismos se levantarán hombres que hablen cosas perversas
para arrastrar tras sí a los discípulos.” (Hechos 20:29-30); y,
en 2 Tesalonicenses 2:7, él reconoció que ya, en aquel tiempo, ya estaba en
acción “el misterio de la iniquidad”, lo que el Apóstol Santiago llama pecado:
y al que sabe hacer lo
bueno, y no lo hace, le es pecado.
Santiago 4:17
¿Qué es iniquidad? Esta
palabra deriva del griego “anomos”, que se traduce como “no estar sujetos a la
ley”; lo que, en nuestros días, en un juzgado civil, llamaríamos “prevaricato”;
conocer la ley; pero, igual, no aplicarla, no practicarla.
Del mismo modo; éstos
inicuos de hoy, saben que el Espíritu Santo se recibe por causa del nombre de
Yeshúa o Jesús; pero, cuando bautizan a un nuevo creyente, solo invocan títulos
de Dios, no el nombre que Él, el único Dios, Yehováh, usó en Su oficio como
Hombre, como el Justo que pagó por nuestros pecados. Oh, ellos llaman “herejes”
a quienes no creemos en la Trinidad, a quienes usamos el Nombre que es sobre
todo nombre (Filipenses 2:9); pero, a mi entender, serían ellos los herejes con
tamaña herejía de una Trinidad inexistente; contrariando lo que Yehováh mismo
nos dijo, mediante Su profeta, “¡A la ley y al testimonio! Si no dijeren
conforme a esto, es porque no les ha amanecido.” (Isaías 8:20); cuando
la ley dice, con total claridad, “Oye, Israel: Jehová nuestro
Dios, Jehová uno es.” (Deuteronomio 6:4); y el testimonio de los
profetas: “5 Yo soy Jehová, y ninguno
más hay; no hay Dios fuera de mí. Yo te ceñiré, aunque tú no me conociste, 6 para que se sepa desde el nacimiento
del sol, y hasta donde se pone, que no hay más que yo; yo Jehová, y ninguno más
que yo, 7 que formo la luz y creo
las tinieblas, que hago la paz y creo la adversidad. Yo Jehová soy el que hago
todo esto.” (Isaías 45:5-6).
El Apóstol
Pablo, reconociendo la vitalidad del nombre de Yeshúa o Jesús, o como quiera
que este nombre fue traducido y pronunciado entre los gentiles de entonces, enseñó
el bautismo en este Nombre: “Yeshúa” o “Jesús”, no en títulos; porque, si acaso
lo ignoran, el nombre del Señor en hebreo, Yeshúa, significa literalmente “Yehováh
yoshía o salva”; por lo que, cuando se le dio el nombre al Salvador, Yeshúa
(Mateo 1:21), con este nombre Él estaba declarando y reconociendo que la redención
es de Yehováh o Jehová (Isaías 41:14; 44:24; y 54:5 y 8); y que, cuando somos
bautizados, según él lo enseña en Romanos 6:3-4, nos estamos identificando o
reconociendo nuestro vínculo con este Nombre; motivo por lo cual, tan pronto
somos bautizados, tenemos autoridad para pedir y recibir el Espíritu Santo, la
promesa de Su redención, de Su justificación, que realmente hemos creído en la
provisión de Su salvación mediante este Nombre: Yeshúa o Jesús.
¿O no sabéis que
todos los que hemos sido bautizados en Cristo Jesús, hemos sido bautizados en
su muerte? Porque somos sepultados juntamente con él para muerte
por el bautismo, a fin de que como Cristo resucitó de los muertos por la gloria
del Padre, así también nosotros andemos en vida nueva.
Romanos 6:3-4
De igual manera,
cuando participamos de la Cena del Señor, comiendo el pan y bebiendo el vino,
nos estamos identificando con Su bendito Cuerpo y preciosa Sangre; que las
estamos aceptando, creyendo, admitiendo como importantes en la obra de
redención a nuestro favor.
¿Qué vas a comer
el día de hoy? Pescado, como es la tradición. Te animo a participar de Su Cena;
y que, cuando celebren la Cena del Señor en tu iglesia local, o lo hagas en tu
casa reunido con los tuyos, celebres nuestra Pascua en Cristo Yeshúa o Jesús (1
Corintios 5:7), nuestro Passover (en inglés); que, traducido, significa “pasar
por alto”; porque, ciertamente, cuando Él murió por nuestros pecados, Él
proveyó la única salida por la cual, Yehováh Dios, pasa por alto nuestros pecados,
mediante Su juicio en Aquel que nos representó en la cruz, donde Él llevó
nuestra maldición. ¡Aleluya!
a quien Dios puso como
propiciación por medio de la fe en su sangre, para manifestar su justicia, a
causa de haber pasado por alto, en su paciencia, los pecados pasados,
Romanos 3:25
¿Saben? Yeshúa (o Jesús) es
la verdadera Pascua; de lo cual, Israel solo tuvo el tipo y sombra. Amén.
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