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odos vamos a morir; a menos
que, cuando el Señor venga, según Su promesa a través de Su apóstol, Su retorno
nos halle vivos; entonces, nuestros cuerpos serán transformados a la imagen de
Su gloria; ocurrirá lo que el apóstol, en su epístola o carta a los romanos,
capítulo 8 y versículos 18 al 25, llamó la manifestación [gloriosa] de los
hijos de Dios. El apóstol Juan añade a esta consoladora verdad las siguientes
palabras:
2 Amados, ahora somos hijos de Dios, y aún no se
ha manifestado lo que hemos de ser; pero sabemos que cuando él se manifieste,
seremos semejantes a él, porque le veremos tal como él es. 3 Y todo aquel que tiene esta esperanza en él, se purifica a sí
mismo, así como él es puro.
1 Juan 3:2-3
Sí, y solo los que esperan en Dios, en Jehová Dios, tienen esta
vivificante y esperanzadora verdad ardiendo en sus almas; lo que, en medio de
toda tribulación, los anima para vivir siempre vivificados y animados en sus
espíritus. Oh, las Escrituras nos dicen que “Estimada es a los ojos de Jehová la
muerte de sus santos.” (Salmo 116:15), de un justo.
En los evangelios encontramos el registro de dos muertes de hombres
que, porque creyeron el evangelio o buena noticia de Dios; llegada la muerte,
no tuvieron temor alguno; sino, y por el contrario, la enfrentaron gozosos de
que, muertos o separados de sus cuerpos mortales (porque eso es lo que la
expresión “muerte” significa, “separación”, porque dejamos nuestros cuerpos),
sabían que irían al encuentro del Dios que nos ha prometido Vida Eterna a todos
los que hemos creído en Jesucristo:
15 para que todo aquel que en él cree, no se pierda, mas tenga
vida eterna.
De tal manera amó Dios al mundo
16 Porque de tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo
unigénito, para que todo aquel que en él cree, no se pierda, mas tenga vida
eterna.
Juan 3:15-16
Uno de estos testimonios que enfrentaron gozosamente la muerte es el anciano Simeón, en el evangelio según Lucas 2:25-35; a quién Dios le había dicho que no vería muerte; esto es, que él no moriría, sino hasta ver la consolación de Israel, al Cristo o Mesías o Ungido del Señor; y, cuando –por fin- él vio a Jesús, “la consolación de Israel”, él le tomó en sus brazos, y bendijo a Dios, diciendo:
29 Ahora,
Señor, despides a tu siervo en paz,
Conforme a tu palabra;
30 Porque han visto mis
ojos tu salvación,
31 La cual has preparado
en presencia de todos los pueblos;
32 Luz para revelación a
los gentiles,
Y gloria de tu pueblo Israel.
¡Aleluya! Él
no dijo, como muchos, “¡No quiero morir!”; no, esa no fue la exclamación de
este hombre justo y piadoso; sino, siendo ya viejo, muy seguramente reconocía
que su tiempo en la tierra ya había terminado, no tenía más que hacer aquí;
excepto que espera que Jehová Dios cumpliera con Su promesa, que él no moriría
sin –primero- ver al Mesías, al Cristo o Ungido del Señor, y lo vio.
¿No es una
linda forma para morir, conociendo que Dios, Quién no es hombre para que
mienta, ni hijo de hombre para que se arrepienta [de Sus promesas], cumple Sus
promesas de Vida Eterna?
Y, otro testimonio que nos dice de una linda forma para morir es el registrado en Lucas 23:39-43:
39 Y uno
de los malhechores que estaban colgados le injuriaba, diciendo: Si tú eres el
Cristo, sálvate a ti mismo y a nosotros. 40 Respondiendo el otro, le reprendió,
diciendo: ¿Ni aun temes tú a Dios, estando en la misma condenación? 41 Nosotros, a la verdad, justamente
padecemos, porque recibimos lo que merecieron nuestros hechos; mas este ningún
mal hizo. 42 Y dijo a Jesús:
Acuérdate de mí cuando vengas en tu reino. 43 Entonces Jesús le dijo:
De cierto te digo que hoy estarás conmigo en el paraíso.
Sin embargo, tanto en el evangelio según Mateo 27:44, como en
Marcos 15:32, se narra que ambos ladrones, crucificados a ambos lados del
Señor, igualmente injuriaban al Señor. ¿Qué sucedió con este otro malhechor de
quién se dice distinto a estos dos registros de Mateo y Marcos? Es evidente
que, durante su crucifixión, él pudo reconocer a Jesús cumpliendo la profecía
de Isaías 53:7-9:
7 Angustiado
él, y afligido, no abrió su boca; como cordero fue llevado al matadero; y
como oveja delante de sus trasquiladores, enmudeció, y no abrió su boca. 8 Por cárcel y por juicio fue quitado;
y su generación, ¿quién la contará? Porque fue cortado de la tierra de los
vivientes, y por la rebelión de mi pueblo fue herido. 9 Y se dispuso con los impíos su
sepultura, mas con los ricos fue en su muerte; aunque nunca hizo maldad, ni
hubo engaño en su boca.
Por lo que, en su espíritu, él sabía que Jesús era el Mesías,
el Cristo o Ungido del Señor; y que, por palabras de David y Daniel, y todos
los profetas, Él cumpliría las promesas de Vida Eterna, de un Reino Eterno; por
lo que, lleno de fe dijo: “Acuérdate de mí cuando vengas en tu reino.” A lo que el Señor respondió: “De cierto te
digo que hoy estarás conmigo en el paraíso.”
Seguramente, como la mayoría de los israelitas o judíos de su
tiempo, él estaba enojado por cómo Israel estaba bajo el dominio romano; y,
enojado, se desorientó de seguir creyendo las singulares promesas de Jehová
Dios a Su pueblo, Israel; y, rebelde como estaba, actuó en actos de sedición
por lo que, al igual que Barrabas, fue apresado. Y así está todo hombre o mujer
que, sin esperanza en Dios, vive enojado consigo mismo, con sus padres, con la
sociedad; culpando a todos de su fracaso, y menos aceptando que, por sus
pecados [errores, malas decisiones], es que él o ella vive frustrado en esta
vida; hasta que, por la gracia de Dios, él ve a Dios y Sus promesas en Cristo
Jesús manifestándose ante sus ojos para creer; y, en adelante, reconocer a Dios
en su vida. Y eso fue lo que sucedió con este ladrón “bueno”; él, sencillamente
supo que Jesús era el hombre justo de Quién Isaías, Daniel y los demás profetas
hablaron; y, tan pronto él reconoció a Jesús, hizo lo que debía hacer,
dirigirse a Él en oración: “Acuérdate de mí cuando vengas en tu reino.” Y hoy, por la gracia de Dios, él está disfrutando de la
presencia de Dios, allá en el cielo; y, uno de estos días, si somos partes de
la misma promesa de Vida Eterna por la fe en Jesucristo, seguramente le
veremos, gozoso, por la eternidad. ¿No es lindo morir así?
En la
epístola o carta del apóstol Pablo a los corintios, capítulo 15 y versículos 51
al 57, él dejó por escrito lo siguiente:
51 He
aquí, os digo un misterio: No todos dormiremos; pero todos seremos
transformados, 52 en un momento, en un
abrir y cerrar de ojos, a la final trompeta; porque se tocará la trompeta, y
los muertos serán resucitados incorruptibles, y nosotros seremos transformados. 53 Porque es necesario que esto
corruptible se vista de incorrupción, y esto mortal se vista de inmortalidad. 54 Y cuando esto corruptible se haya
vestido de incorrupción, y esto mortal se haya vestido de inmortalidad,
entonces se cumplirá la palabra que está escrita: Sorbida es la muerte en
victoria. 55 ¿Dónde está, oh muerte,
tu aguijón? ¿Dónde, oh sepulcro, tu victoria? 56 ya que el aguijón de la muerte es el
pecado, y el poder del pecado, la ley. 57 Mas gracias sean dadas
a Dios, que nos da la victoria por medio de nuestro Señor Jesucristo.
Y, en su epístola o carta a los santos en Tesalónica,
capítulo 4 y versículos 13 al 18, él añade a esta gloriosa verdad lo siguiente:
13 Tampoco
queremos, hermanos, que ignoréis acerca de los que duermen, para que no os
entristezcáis como los otros que no tienen esperanza. 14 Porque si creemos que Jesús murió y
resucitó, así también traerá Dios con Jesús a los que durmieron en él. 15 Por lo cual os decimos esto en
palabra del Señor: que nosotros que vivimos, que habremos quedado hasta la
venida del Señor, no precederemos a los que durmieron. 16 Porque el Señor mismo con voz de
mando, con voz de arcángel, y con trompeta de Dios, descenderá del cielo; y los
muertos en Cristo resucitarán primero. 17 Luego nosotros los que
vivimos, los que hayamos quedado, seremos arrebatados juntamente con ellos en
las nubes para recibir al Señor en el aire, y así estaremos siempre con el
Señor. 18 Por tanto, alentaos los
unos a los otros con estas palabras.
Entonces, ¿por qué tenerle miedo a la muerte? Porque, cuando esto
ocurra, sencillamente nos separaremos de nuestros cuerpos, sí; pero, y a la
vez, nuestros espíritus irán al encuentro del Señor de Gloria, nuestro Señor y
Dios Jesucristo; el Camino, la Verdad y la Vida; el que es, y el que era y el
que ha de venir, Jehová mismo manifestado en carne glorificada, como un Hombre,
Su teofanía, “y así estaremos siempre con el Señor.” ¡Aleluya!
Que Dios nos conceda gracia para morir así, reconociendo el
cumplimiento de Sus promesas como Simeón; y que, aún en el lecho de la muerte,
como el ladrón arrepentido, hay esperanzas que Dios alumbre Su bendita Palabra
para que le veamos, y reconozcamos en nuestras vidas, rogando por el perdón de
nuestros pecados y confiados en Sus promesas de Vida Eterna. Que Jehová me
conceda vivir el tiempo que Él quiera; pero, si ello es posible, me agradaría
vivir hasta Su retorno que, según los tiempos, no está muy lejos de cumplirse;
en mi pequeña fe, viendo a Israel recibir a Su Mesías, Cristo o Ungido, a
nuestro Señor Jesucristo; hecho que, a mi modestísimo entender, ungirá a la
iglesia del Dios viviente para manifestar la resurrección de los muertos
(Romanos 11:15); y, por consiguiente, la transformación de nuestros cuerpos y
el rapto de Su bendita iglesia. ¡MARANATHA, IGLESIA!
¡Shalom! ¡Paz!