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omúnmente, la muerte afecta emocionalmente a toda familia, por causa de un ser amado que fallece; que, si esto fuera algo normal o natural, viviríamos aceptándola como todo lo que nos sucede en la vida y lo atribuimos como natural o normal, que no hay por qué alarmarse o afectarse en demasía; y, más, cuando nos encontramos afectados por enfermedades crónicas; o, eventualmente, sufrimos un accidente repentino. Sin embargo (y esto es la manera en que lo medito), el hecho de que ésta causa un shock emocional en casi todo ser humano, eso demuestra de que –la muerte- no es normal, natural y, por consiguiente, algo que debamos admitir. Nuestro subconsciente, en algún momento fue afectado con la aparición de este dramático hecho; y, desde entonces, cada vez que un pariente nuestro se enferma o muere, esto nos afecta profundamente.
Allá, en
el huerto de Edén, en Génesis 3, se nos narra cómo el pecado ingresó a la raza
humana a través de nuestros primeros padres: Adán y Eva; y de cómo, por causa
del pecado, es que la muerte también entró y afectó la humanidad y toda la
creación. Sí, en Génesis 1 se nos narra que Jehová creó todo perfecto, “bueno
en gran manera” (Génesis 1:31); por lo que podemos concluir que, en definitiva,
el hombre y la creación en general debieron permanecer eternos.
En el
capítulo 2 de este libo, el Génesis, Jehová dijo a Adán (el nombre “Adán”
significa “Hombre”):
16 Y mandó Jehová Dios al hombre, diciendo: De
todo árbol del huerto podrás comer; 17 mas
del árbol de la ciencia del bien y del mal no comerás; porque el día que de él
comieres, ciertamente morirás.
Esa fue la instrucción que Jehová Dios dio al Hombre: “De todo árbol
del huerto podrás comer”; y, seguidamente, “mas del árbol de la ciencia del
bien y del mal no comerás”; ¿Por qué le dijo esto?; porque, seguidamente, Él le
dijo “porque el día que de él [del árbol de la ciencia del bien y del mal]
comieres, ¡CIERTAMENTE MORIRÁS!”, y es así como la muerte llegó a ser parte de
nuestra realidad; porque, como lo leemos en el capítulo 3 de este libro, ambos
llegaron a comer del “árbol de la ciencia del bien y del mal”; y,
consecuentemente, al tiempo murieron. Y nosotros hemos heredado este gen
corrompido o pervertido; por lo que, llegado el tiempo, nuestros cuerpos
envejecen, enferman y morimos; pero, como bien lo dijo el Señor Jesús: “mas al
principio no fue así” (Mateo 19:8); cuando, como bien lo hemos leído en Génesis
1:31, todo fue creado “bueno en gran manera”.
Pero, como todo constructor o empresa constructora que, no bien
termina su obra, éste está obligado a garantizar su trabajo o construcción
mediante una cláusula donde éste, si acaso hubiera falla en la construcción, se
obliga a repararla la falla o darle su debido mantenimiento; así, de igual, las
Escrituras nos dan cuenta que Jehová Dios, habiendo creado la creación en
Cristo; esto es, con el objeto de que todo gire en torno de Su manifestación,
para gloria Suya (tanto así que el Hombre fue creado a Su imagen y semejanza),
en Cristo Jehová proveyó el rescate de la creación que, en Su previo
conocimiento (omnisciencia), Él sabía que pecaría; por lo que, y en el
cumplimiento de los tiempos, Jehová envió a Jesús como la manera en que Él
reconcilió, vuelta, al Hombre consigo mismo, mediante nuestra justificación
(declararnos justos) mediante la fe en la obra de Jesucristo por nosotros. Éste
es, en definitiva, el punto clave sobre el cual gira la obra de redención; y
que, por lo mismo, es que tanto el Señor como Sus discípulos, y en estos días
es predicado el evangelio (buena noticia) de Jesucristo; exhortando, a todo
hombre, a creer el evangelio, a arrepentirse de sus pecados y ser bautizado en las
aguas en el nombre de Jesús; para el perdón de nuestros pecados y, así,
justificados o declarados justos estar en condición para recibir el Espíritu
Santo; que, según palabras del apóstol Pablo en Efesios 1:13-14, es la garantía
de nuestra herencia de la posesión adquirida (entre estas posesiones ya
adquiridas, la Vida Eterna, lo que incluye la sanidad de nuestros cuerpos).
¿Y qué es el Espíritu Santo en un creyente? Sencillamente, Jehová
Dios viniendo a morar en uno tan igual como moró en Jesús; y, conforme a la
promesa en el evangelio según Juan, capítulos 13 al 16, para guiarnos a toda
verdad; y, conforme a las enseñanzas del apóstol Pablo en su epístola a los
romanos, capítulo 8, fortalecernos para, en adelante, resistir todo pecado, y
guardarnos justos.
El apóstol Pablo hace esta declaración en su epístola a los romanos,
capítulo 5, versículos 12, 17 y 19:
12 Por tanto, como el pecado entró en el mundo
por un hombre, y por el pecado la muerte, así la muerte pasó a todos los
hombres, por cuanto todos pecaron. 13 Pues
antes de la ley, había pecado en el mundo;
17 Pues si por la transgresión de uno solo reinó la muerte, mucho
más reinarán en vida por uno solo, Jesucristo, los que reciben la abundancia de
la gracia y del don de la justicia.
19 Porque así como por la desobediencia de un hombre los muchos
fueron constituidos pecadores, así también por la obediencia de uno, los muchos
serán constituidos justos
Finalmente, en 1 Corintios 15, versículos 51, 52, 55, 56 y 57, el
apóstol hace esta gloriosa y esperanzadora declaración de Vida Eterna:
51 He aquí, os digo un misterio: No todos
dormiremos; pero todos seremos transformados, 52 en
un momento, en un abrir y cerrar de ojos, a la final trompeta; porque se tocará
la trompeta, y los muertos serán resucitados incorruptibles, y nosotros seremos
transformados.
55 ¿Dónde está, oh muerte, tu aguijón? ¿Dónde,
oh sepulcro, tu victoria? 56 ya que el
aguijón de la muerte es el pecado, y el poder del pecado, la ley. 57 Mas gracias sean dadas a Dios, que nos da la victoria por
medio de nuestro Señor Jesucristo.
Y en este mismo capítulo 15, y versículo 26, el apóstol concluye:
26 Y el postrer enemigo que será destruido es la muerte.
En consecuencia, ¿por qué hemos de tener miedo a la muerte? Cuando
ésta toque nuestra puerta, sea por accidente o enfermedad; o porque, por los
años, nuestros cuerpos ya no estén aptos para seguir conteniendo el espíritu de
vida; en palabras del Señor, dormiremos; para, uno de estos días, no muy lejano
ya, ser despertados para vivir por la eternidad al lado de Aquel que dijo:
De cierto, de cierto os digo: El que cree en mí, tiene vida eterna.
(Juan 6:47)
¡Halellu-Yah! ¡Maranatha!
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