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oy tuve un sueño. A diario
configuro mi despertador para despertarme a las 6 am y, lo hago así para,
temprano, levantarme para erradicar los desperdicios de casa para dejarlos al
pie de la vereda, en espera del camión recolector de basura o desperdicios que,
por mi barrio, pasa alrededor de las 7 am. A veces, tengo que recoger
desperdicios que, gente irreflexiva, deja regada sobre el área de la berma
central que me corresponde mantener limpia; lo que, como es natural, me demanda
tiempo; por lo que, por lo mismo, es que debo salir de casa lo más temprano
posible. El punto es que, obstante que despierto y levanto temprano, al término
de esta labor tengo necesidad de volver a cama: Tengo mis espaldas algo
inflamadas, y lo mismo cintura por lo que, como cansado o rendido, siento
necesidad de seguir durmiendo; y, en esta ocasión, en ese breve tiempo hasta
alrededor de las 10 am, tuve este sueño:
Soñé que una comitiva, como una
caravana de cantantes o, lo que sería un corso circense, iban caminando por una
de las calles, cantando y pregonando lo que parecía era lo que ellos hacían y
querían compartir; y, al rato, como que pasaban por el frontis de lo que sería
mi vivienda, por mi barrio; y, cuando ya estaban al frente de donde estaba, una
de las personas apostadas sobre la vereda del frente les refirió, a los
integrantes de esta comitiva o corso que, ahora, parecían ser una comitiva de
cristianos, de algún ministerio cristiano que, al parecer, querían darse a
conocer a través de esta marcha, de este corso; que, en uno de los callejones
del lado de mi vereda, al parecer había un prostíbulo para que ellos, los
integrantes de este corso, comitiva o caravana, hicieran algo para remediar o
erradicar esta práctica que estaría dando mala fama al barrio.
Como quiera que estaba enterado
de esta práctica, porque -prácticamente- estaba localizado del lado de mi
vereda, de la vereda donde supuestamente estaría mi domicilio, corrí para
indicarles dónde estaba este antro de malas costumbre o inmoralidad. Dos de
ellos me siguieron e, ingresando por lo que parecía ser un estrecho callejón,
llegamos hasta tres puertas, cerradas e, intencionalmente, decidieron por abrir
la puerta del centro cuando, en mi aparente conocimiento, esperaba que abrieran
la puerta de la izquierda; y, cuando abrieron esta puerta, a empujones, vimos a
lo que parecían ser “ancianas” tiradas o apostadas sobre dos o tres camas; al
parecer, como cuidando de esta guarida para, llegada la noche, ser usada como
prostíbulo. Al rato, una de las ancianas pareció adoptar el rostro de un lobo
que, con fiereza, nos miraba, con mirada amenazadora y, temeroso, corrí hacia
las afueras del callejón.
Aparentemente, los dos varones
que incursionaron -hasta este antro o guarida de inmoralidad- no huyeron, ellos
se mantuvieron allí y, cuando los esperaba fuera del callejón, ya sobre la
vereda, los vi salir como airosos, como que habían cumplido el motivo por el
cual habían ingresado. Supongo yo que oraron y reprendieron demonios o algo así
y que, las aparentes ancianas que vimos, no eran sino las mismas prostitutas
como transformadas espiritualmente. Fuera del callejón, vi a un niño que, con
su pie, como que pisó algo ponzoñoso, sería un animalejo rastrero o algo así,
con la sencillez de un niño, sin amedrentarse, lo que me impresionó y,
terminado el sueño, como que concluí que esa era la forma de proceder, con la
fe de un niño que -sencillamente- cree. Y el sueño terminó y, más que nada,
porque mi esposa me despertó para preguntarme que qué significaba la palabra
“inmutable”, a lo que respondí que su significado era “incambiable” y, porque
casualmente tenía el libro del Rev. Branham, “Las Edades de la Iglesia”, sobre
mi velador, busqué donde el reverendo hace mención a esta característica de
Dios (lo que le permitió concluir en lo que él llamó los mensajeros en cada
edad de la Iglesia, desde el apóstol Pablo hasta él mismo como mensajero de la
séptima edad de la Iglesia) en el Capítulo Uno, “La Revelación de Jesucristo”
de su libro “Las Edades de la Iglesia, donde el reverendo dice:
16 Permítame mostrarle otra razón
por la cual Satanás odia este libro de la Revelación de Jesucristo en la
Iglesia. El sabe que Jesucristo es el mismo ayer, y hoy, y por los siglos, y
que no cambia. Lo sabe mejor que el noventa por ciento de los teólogos. El sabe
que así como Dios es inmutable en Su naturaleza, El es igual de inmutable en
Sus modos. Por lo tanto, Satanás sabe de seguro que la Iglesia original de
Pentecostés, con el poder de Dios (Marcos 16 en operación), es la Iglesia
Verdadera que Jesús reclama como Suya. Todo lo demás es falso, tiene que ser.
17 Ahora, recuerde esto: Cristo
en la Iglesia Verdadera es la continuación del libro de los Hechos. Pero el
libro de Apocalipsis muestra cómo es que el espíritu del anticristo entraría en
la Iglesia y la corrompería, convirtiéndola así en una iglesia tibia, formal y
sin poder.
18 También descubre a Satanás,
revelando sus obras (el intento de destruir al pueblo de Dios y desacreditar la
Palabra de Dios) hasta el momento en que él es echado en el lago de fuego. El
combate eso, no puede soportarlo.
19 El sabe que si el pueblo
recibe la REVELACION VERDADERA de la IGLESIA VERDADERA y lo que ella es, lo que
ella representa y que ELLA PUEDE OBRAR LAS OBRAS MAYORES, ella será un ejército
invencible. Si ella recibe una revelación verdadera de los dos espíritus dentro
de la estructura de la Iglesia Cristiana, y por medio del Espíritu de Dios
discierne y resiste al espíritu del anticristo, Satanás estará sin poder ante
ella. El estará tan definitivamente contrarrestado como lo estuvo cuando Cristo
resistió sus múltiples esfuerzos por obtener poder sobre El allá en el
desierto.
20 Sí, Satanás odia la
revelación. Pero nosotros la amamos. Con revelación verdadera en nuestras
vidas, las puertas del infierno no pueden prevalecer en contra de nosotros;
pero nosotros sí prevaleceremos en contra de ellas.
Pienso en el sueño, y la pregunta
de mi esposa que, muy posiblemente, Dios nos enviará un ministerio de poder
antes del tiempo del fin que, como el singular ministerio del Rev. Branham, o
el de Elías, vuelva el corazón de una iglesia corrompida por el humanismo y
otras formas de pecado, al Dios Vivo e incambiable, Jehová de los Ejércitos, Su
ejército: Una verdadera Iglesia; con ministros -igualmente- puros, honrados, y
no los mercaderes que hoy hay traficando con los dones del Espíritu Santo, y
explotan al pueblo ignorante de Su Palabra, la única forma para discernir lo
bueno de lo malo, al espíritu del anticristo que ya está enquistado en la
iglesia apóstata de hoy.
¿Saben qué? Apocalipsis 17:5 dice
que hay una iglesia ramera o prostituta, “BABILONIA LA GRANDE, LA MADRE DE LAS
RAMERAS Y DE LAS ABOMINACIONES DE LA TIERRA”; y, aun el homosexualismo, ya muy
arraigado en todo mundo, es producto de esta ramera y sus hijas rameras porque,
en sus corazones, nunca propusieron santificar y glorificar el nombre de Jehová
(Yehováh en hebreo) para, de esta manera, manifestar Su poder entre el pueblo.
Esta iglesia ramera, y las hijas rameras (denominaciones), solo buscan su
propia gloria, y gustan tener poder sobre su feligresía, su pueblo.
Que Dios nos envíe un genuino
avivamiento, un poderoso obrar santificador del Espíritu Santo antes de Su
retorno por Israel (quizá sea éste el que avive a la iglesia según Romanos
11:15), la resurrección de los muertos, nuestra transformación y el rapto de Su
perfecta Iglesia para estar con Él por siempre. ¡Amén! ¡Halleluyah!