sábado, 20 de abril de 2024

LA AUTORIDAD DEL NOMBRE DE JESÚS EN EL BAUTISMO EN AGUA

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a gran mayoría de iglesias cristianas evangélicas, carismáticas e, inclusive, la católica, han avanzado en creer en la autoridad del nombre de Jesús; y, por lo mismo, hoy en día invocan a Dios (por lo general, solo lo invocan por Sus títulos, y no por Su nombre, Jehová o, mejor, Yehováh) en el nombre de Jesús, para orar por los enfermos, y reprender demonios en servicios de liberación en el nombre de Jesús. ¿Por qué? Ellos han entendido que hay autoridad en este nombre, Jesús.


Sin embargo, y este agradable avance en la fe, que el evangelio de Dios nos ha concedido para nuestra prosperidad espiritual y gloria de Su nombre; cuando la mayoría de iglesias intentan introducir a un recién convertido al Cuerpo de Cristo, y al compañerismo con los ya santificados, tristemente ignoran y hasta rehúsan usar esta autoridad, la autoridad del nombre de Jesús en el bautismo en agua; para, y como es común, bautizar al recién convertido en el nombre del “Padre, Hijo y Espíritu santo”, conforme a una teología que, tristemente, aún impera en la mayoría de iglesias de hoy.

Éstos aducen que, porque el Señor Jesús dijo “bautizándolos en el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo.” (Mateo 28.19), es que ellos bautizan de esa manera; sin embargo, los renombrados teólogos de esta inmensa mayoría de iglesias saben que, Mateo 28.19, fue manipulado, que originalmente esta cita bíblica no rezaba así y que, en consecuencia, lo allí citado en casi la totalidad de revisiones bíblicas no debería ser considerado como serio fundamento para la fe. En cambio, cuando leemos en el libro de Hechos, cómo es que los apóstoles y evangelistas bautizaron a los recién convertidos, vemos que estos fueron bautizados invocando el nombre de Jesús (o Yeshúa, en el idioma hebreo; siendo que esta fe empezó a difundirse entre los hebreos, en Jerusalén); y que, tan pronto eran bautizados en el nombre de Jesús, luego todos oraban o intercedían a favor del recién convertido y bautizado, para que éste recibiera el don del Espíritu Santo como el mejor Testigo y señal que, realmente, se ha creído en el nombre de Jesús.

Porque con el corazón se cree para justicia, pero con la boca se confiesa para salvación.

(Romanos 10.10)

Y, tanto en Juan 7.37-39, Gálatas 2.16; 3.2, y Efesios 1.13, se declara que el Espíritu Santo se recibe por la fe y, más exactamente, por la fe en Jesucristo; vale decir que, el Espíritu Santo, es la confirmación de que realmente hemos sido justificados o declarados justos por la fe en Jesucristo.

Efectivamente, muchos teólogos ignoran -voluntariamente- que Mateo 28.19 es espurio porque, según la imagen o copia fotostática de una porción del evangelio según Mateo, este versículo reza sencillamente como “Por tanto, id, y haced discípulos en las naciones bautizándolos en mi nombre. “

Y, según lo declaró Eusebio (Obispo) de Cesárea en sus libros III, capítulo 6, 132 (a), p. 152; IX, capítulo 11, 445; y I, capítulo 5, 9 (a), p. 24, respectivamente, tras haber tenido acceso a la Biblioteca de Cesárea, donde halló un original del evangelio según Mateo, entre los manuscritos más antiguos almacenados allí, él afirma que el Señor Jesús dijo a Sus discípulos:

“Id, y haced discípulos de todas las naciones en mi nombre, enseñándoles a observar todas las cosas que yo os he mandado.”

“Id y haced discípulos de todas las naciones en mi nombre.”, y

“Id vosotros, y haced discípulos de todas las Naciones, enseñándoles que observen todas las cosas, las cuales yo os he mandado.”

Y, en ningún momento, reconociendo el mandamiento de bautizar en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo, tal como reza en las versiones y revisiones de la Biblia que circulan en la actualidad.

El apóstol Pablo, cuando llegó a Éfeso, preguntó: “¿Recibisteis el Espíritu Santo cuando creísteis?” (Hechos 19.2). ¿Por qué? Él sabía la importancia de la presencia del Espíritu santo en el creyente, en la Iglesia. El apóstol Santiago dijo que el cuerpo sin el espíritu está muerto (Santiago 2.26) y, del mismo modo, un creyente o la iglesia o congregación local misma, sino tiene el Espíritu Santo está muerta. En Apocalipsis 3.1 se dice:

“… Yo conozco tus obras, que tienes nombre que vives [se ufanaban de decir que eran cristianos], y estás muerto.”

Y esa sería nuestra condición si, a cambio del Espíritu Santo nos conformamos con el espíritu de un “carismático” evangelista o pastor, un emotivo director de alabanzas o, por último (o primero), con la manifestación de carismas que, conforme a 1 Corintios 12.3, hasta podrían ser manifestaciones de espíritus de error, de demonios.

No, tenemos la buena nueva o evangelio en el nombre de Jesús para hacernos de la promesa del Espíritu Santo; y, si confesamos este Nombre, que es “sobre todo nombre”, y más sobre el nombre de títulos de Padre, Hijo y Espíritu Santo, durante el bautismo en agua, tal como lo enseñaron y practicaron en el libro de Hechos, vamos a permitir a Dios completar la obra de santificación en el creyente, para recibir el Espíritu Santo como señal de la justificación por la fe en Jesucristo, al haber confesado el nombre de Jesús durante el bautismo en agua.

Y luego, Frederick Cornwallis Conybeare (1856-1924), profesor de teología en la Universidad de Oxford, dio testimonio de este hecho y escribió: “De los testigos patrísticos del texto del Nuevo Testamento, tal como estaba en los manuscritos griegos alrededor del 300 al 340, ninguno es tan importante como Eusebio de Cesárea, puesto que vivía en la mayor biblioteca cristiana de la época, aquella que Orígenes y Pamphilus habían reunido. En su “Teofanía”, que se conserva en una versión siríaca antigua, de un códice de Nitria escrito en el año 411 [que está] en el Museo Británico, en su famosa “Historia Eclesiástica”, y en su panegírico del emperador Constantino; tras una moderada búsqueda en estas obras de Eusebio, he hallado dieciocho citas de Mateo 28:19, y siempre en la forma siguiente:

19 Id y haced discípulos de todas las naciones en mi nombre, enseñándoles a observar todas las cosas que yo os he mandado.”

Es más, según la Enciclopedia Católica de 1913, volumen 2, pág. 365, los católicos reconocen que el bautismo fue cambiado por la Iglesia Católica; y, en la Enciclopedia Católica de 1967, edición 2, volumen 2, pág. 56, 59, se dice:

“Una referencia explícita a la fórmula trinitaria bautismal no es encontrada en los primeros siglos.”

Y, en la Enciclopedia Católica, tomo II, pág. 263, se dice: “La fórmula bautismal fue cambiada de el  nombre de Yehoshúa por las palabras ‘Padre, Hijo, y Espíritu Santo’ por la Iglesia Católica en el siglo segundo.”[1]

Algunos aducen que, porque no hay registro en el libro de los Hechos, en que se invoca el nombre de Jesús durante el bautismo, que eso sería razón para no saber “la fórmula” o cómo se procedería durante el sacramento del bautismo en agua; sin embargo, y sosteniendo este argumento, bien que invocan una trinidad al momento de bautizar a los recién convertidos.

En hechos 16.18, se relata cómo el apóstol Pablo echó fuera un demonio de adivinación:

Y esto lo hacía por muchos días; más desagradando a Pablo, este se volvió y dijo al espíritu: Te mando en el nombre de Jesucristo, que salgas de ella. Y salió en aquella misma hora.

Pues bien, de la misma manera, y usando este claro ejemplo, bien podemos concluir que, cada vez que un creyente fue bautizado en el libro de los Hechos, éste fue bautizado “en el nombre de Jesucristo” tal como, en Hechos 2.38, quedó establecido por boca del apóstol Pedro:

38 Pedro les dijo: Arrepentíos, y bautícese cada uno de vosotros en el nombre de Jesucristo para perdón de los pecados; y recibiréis el don del Espíritu Santo. 39 Porque para vosotros es la promesa, y para vuestros hijos, y para todos los que están lejos; para cuantos el Señor nuestro Dios llamare.

Y, en Romanos 6.3-4, el apóstol Pablo enseñó que, mediante el bautismo en el nombre de Jesús, nos identificamos con Su muerte, sepultura y resurrección; estamos confesando, tan igual como cuando lo confesamos durante la Cena del Señor, que creemos en Su muerte y resurrección sustitutoria o vicaria a favor de nosotros.

Temamos, no sea que, en aquel día, Él nos desconozca y eche, calificándonos como hacedores de maldad (Mateo 7.22-23); porque, pudiendo ser humildes para reconocer las claras instrucciones de Dios en Su Palabra, para hacer partícipes a todo creyente de la totalidad de las bendiciones y Su gracia infinita para con los miembros de Su Cuerpo, la Iglesia (Efesios 1.3), les cerramos la puerta, la única puerta que nos permite ver y entrar a Su reino (Juan 3.3-5), mediante el nombre de Jesús, invocándolo en el momento del bautismo en agua.

17 Y todo lo que hacéis, sea de palabra o de hecho, hacedlo todo en el nombre del Señor Jesús, dando gracias a Dios Padre por medio de él.

Colosenses 3.17

Sí, todo, ¡TODO!, y esto incluye también al bautismo en agua, en el nombre de Jesús, Jesucristo o Señor Jesús.

La gracia de Jesucristo sea con todos ustedes. Amén.

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