viernes, 26 de julio de 2024

SI, “NO LE GUSTÓ”

E

n un comentario que hace “Datos Históricos”, de lo que sería el devenir de la Verdadera Iglesia desde su ruptura de la Iglesia Católica con Lutero, a la fecha; éste hace una secuencia de cómo, desde Lutero o los luteranos, es que han ido apareciendo nuevas corrientes “cristianas” o religiosas, hasta la fecha; y, en cierta forma, tienen razón; pero, así como todo Israel no es el Verdadero Israel (Romanos 9.6-8); así, todas las iglesias llamadas cristianas, protestantes o evangélicas, no lo son; sino, en palabras del Apocalipsis, “Sinagogas de Satanás”. Seguidamente, mi respuesta a este incompleto comentario, esperando le sea de utilidad para afianzar su temor o reverencia a Dios, para afianzar su adoración al Verdadero Dios y la Vida Eterna: Yehováh:


Cierto, ustedes saben que la primera denominación fue la Católica, ésta se fue apartando más y más de los fundamentos que dejaron los apóstoles, apostataron de la fe original, echaron fuera de su confesión al Espíritu Santo admitiendo, cada vez más, tradiciones de las gentes y pueblos a donde llegaron con tal de tenerlos a todos y ser la mayor organización religiosa, y lo son pero a costa de prostituirse. La Biblia la llama la Gran Ramera.

 Y, a esta Gran Ramera, Lutero tuvo, por conciencia, que rechazar y dejar para intentar adorar a Dios lo mejor que pudo (nada fácil) porque, aún cuando hizo lo que cualquier hombre racionalmente justo haría, lamentablemente llevó consigo mucha corrupción que heredó de la Gran Ramera. Por ejemplo, el falso bautismo a párvulos, su aborrecimiento contra el pueblo israelita y, lo que es peor, la falsa doctrina trinitaria, el falso bautismo en el nombre de títulos, pero no en el nombre de Jesús tal y como fue al principio, en la iglesia primitiva (porque Dios no cambia).

A esa iglesia es que Lutero no “gustó” e intentó adorar en Espíritu y en Verdad; pero, por su imperfección, es que siguieron Calvino, los anglicanos, bautistas, adventistas, testigos de Jehová, mormones, Wesley, pentecostales y todas las corrientes que, desde entonces, han ido apareciendo, y todos aportando algo Escritural para la restauración de todas las cosas (Hechos 3.21) como lo declaró el apóstol Pedro; y hoy, con el consejo dado por el apóstol Pablo en 1 Tesalonicenses 5.21-22, y con la ayuda del mismo Dios que ayudó a Lutero a tomar tan vital decisión para renegar de esa perversa Ramera, nos corresponde juzgarlo todo y retener lo bueno y, así, vivir día a día, adorándole, porque Él solo reconocerá a un Verdadero Adorador, no a un impostor y negligente religioso, no.

 Y Dios sigue introduciendo a Su Iglesia, a Su Cuerpo, a todo el que reconoce que es pecador y que, en tal condición, Él está desagradando al Dios santo (éste, sencillamente, se siente mal con su pecar y, de una y otra manera, busca ser mejor, pero no puede), ignorando que la provisión contra el pecado y la debilidad de nuestra carne están en Cristo, en Su cruz que, realmente, es nuestra cruz: Jesús murió por todo el que aspira a ser como Él es: Santo, y la provisión del Espíritu Santo prometido para nuestra real santificación.

 Así, si usted es un seguidor de ese Espíritu que, desde Lutero a la fecha, está obrando en nosotros el querer y el hacer por Su buena voluntad (Filipenses 2.13); si usted sabe que no adora en Espíritu y en Verdad (Juan 4.23-24) donde está, pueda que ese sentir sea de Yehováh Dios Quién, como con Abraham y, después, Moisés, obró para salir de Ur de los Caldeos y Egipto, sacarlos del paganismo; y que hoy, por gracia de Dios, tenemos lo perfecto expuesto en las Escrituras, la Biblia; de donde, y con Su inspiración y la suficiente humildad de nuestra parte, podemos tomar toda Palabra con qué lavarnos de tanta inmundicia heredada a través de los años con tanto estiércol habido en tantísimas organizaciones llamadas “iglesias” pero que, en realidad, son, al igual que la Gran Ramera, “hijas de la Ramera” (Apocalipsis 17.1; y 19.2),  sinagogas de satanás (Apocalipsis 2.9; y 3.9).

 ¡Lea su Biblia; es más, cómasela! Aliméntese de Dios, mediante la lectura de su Biblia, orando al Autor de Su Palabra porque Él sea con usted mientras le lee.

 En Cristo Jesús. Amén.