jueves, 9 de enero de 2025

ARREPIÉNTANSE, Y SEAN BAUTIZADOS EN EL NOMBRE DE JESÚS PARA EL PERDÓN DE PECADOS

C

uando el Espíritu Santo cayó por primera vez sobre la iglesia de Jesucristo (iglesia de Cristo o iglesia de Dios), el apóstol Pedro, lleno del Espíritu Santo hizo esta consoladora declaración para recibir la gloriosa presencia de Dios, el Espíritu Santo; y que, quienes quisiéramos el Espíritu Santo, la presencia de Dios en nosotros deberíamos, primeramente, arrepentirnos de nuestros pecados y, acto seguido, ser sumergidos en las aguas del bautismo para, invocándose -sobre el creyente arrepentido- el nombre de Jesús, ser perdonados de nuestros pecados para recibir el don o regalo del Espíritu Santo.

Y Pedro les dijo: Arrepentíos y sed bautizados cada uno de vosotros en el nombre de Jesucristo para perdón de vuestros pecados, y recibiréis el don del Espíritu Santo.

Hechos 2:38


Y, desde entonces, ésta siempre fue la manera cómo los apóstoles y todo ministro de Jesucristo ha bautizado, cada vez que un nuevo convertido vino al conocimiento de Dios y Su Evangelio; éste siempre fue instruido a arrepentirse para, tras ser bautizado en el nombre de Jesús para la remisión de sus pecados, orar por éste para que reciba el Espíritu Santo.

Años después, aconteció que el apóstol Pablo, habiendo recorrido “las regiones superiores” (Hechos 19:1), llegó a Éfeso, ciudad en la Asia de entonces (hoy Turquía), donde encontró a algunos discípulos, a quienes preguntó:

¿Recibisteis el Espíritu Santo cuando creísteis?

A lo que ellos respondieron:

No, ni siquiera hemos oído si hay un Espíritu Santo.

Entonces él dijo: ¿En qué bautismo, pues, fuisteis bautizados?

Ellos contestaron: En el bautismo de Juan.

Y Pablo dijo: Juan bautizó con el bautismo de arrepentimiento, diciendo al pueblo que creyeran en aquel que vendría después de él, es decir, en Jesús.

Cuando oyeron esto, fueron bautizados en el nombre del Señor Jesús. Y cuando Pablo les impuso las manos, vino sobre ellos el Espíritu Santo, y hablaban en lenguas y profetizaban. Eran en total unos doce hombres.

Hechos 19:1-7 LBLA

¿Ven ustedes?, el apóstol Pablo hizo exactamente tal y como el apóstol Pedro lo había instituido y, porque él lo hizo así, el Espíritu Santo igualmente volvió a caer, descender, sellar o bautizar mostrando, de esta manera, que estos doce hombres habían sido perdonados de sus pecados. El Espíritu Santo es la única señal que identifica a aquel que realmente ha puesto su confianza en Jesucristo para el perdón de sus pecados porque, como bien lo dijo el apóstol Pedro, “Y en ningún otro hay salvación, porque no hay otro nombre bajo el cielo dado a los hombres, en el cual podamos ser salvos.” (Hechos 4:12).

Así, cuando una persona oye y cree el Evangelio, se le insta o exhorta para ser bautizado en las aguas invocándose el nombre de Jesús sobre esta persona, no invocándose títulos, pero el nombre que, en palabras del apóstol Pablo, “es sobre todo nombre” (Filipenses 2:9-11).

Cuando Jesús nació, tanto José como María fueron instruidos a ponerle al niño un nombre, y ese nombre fue (y es) ‘Jesús’ (aunque en el idioma hebreo es Yeshúa) pero, porque nació del Espíritu Santo, Él llegó a ser ‘Hijo de Dios’ (Lucas 1:35). Cierto, Él es el Hijo de Dios pero, aún así, ese no es Su nombre que nos da autoridad para todo cuanto hagamos sea de palabra o hecho, y eso es lo que el apóstol Pablo reconoce en Colosenses 3:17:

Y todo lo que hacéis, sea de palabra o de hecho, hacedlo todo en el nombre del Señor Jesús, dando gracias a Dios Padre por medio de él.

En esta cita el apóstol dice “todo”, y todo incluye todo, nada queda excluido; y aún, cuando echamos fuera demonios, debemos hacerlo invocando Su nombre, porque Su nombre tiene poder o autoridad ante esos demonios.

En Hechos 16:16-18 se narra cómo el apóstol Pablo echó fuera un demonio de adivinación, usando el nombre del Señor Jesús, no los títulos:

Y esto lo hacía por muchos días; mas desagradando esto a Pablo, se volvió y dijo al espíritu: ¡Te ordeno, en el nombre de Jesucristo, que salgas de ella! Y salió en aquel mismo momento.

Años atrás, los sacerdotes de la Iglesia Católica exorcizaban invocando los títulos de ‘Padre, Hijo y Espíritu Santo’ pero, recientemente, es evidente que han reconocido en su teología la importancia del nombre del Señor Jesús, por lo que ya exorcizan y echan fuera demonios en el nombre del Señor Jesús. Entonces, si están reconociendo la importancia del nombre de Jesús en esa acción, y siendo que en ‘todo’ lo que hagamos es menester invocar el nombre del Señor Jesús, ¿por qué no hacen lo mismo al momento de bautizar? Negándole a las personas que son bautizadas, tomar consciencia del perdón de sus pecados para recibir el Espíritu Santo.

En el pasaje de Hechos 19:1-7, el apóstol Pablo preguntó a los doce discípulos en Éfeso si habían recibido el Espíritu Santo, y ellos contestaron que ni siquiera sabían que había tal promesa del Espíritu Santo, a lo que el apóstol replicó: “Entonces, ¿en qué fueron bautizados?” (v. 3). Seguramente, hoy, muchos responderían: “En el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo”; a lo que el apóstol o cualesquier ministro responsable respondería: “Ese no es el nombre que debe ser invocado para el perdón de nuestros pecados, esos son solo Sus títulos, títulos de la persona, Jesús.”

En efecto, en Isaías 9:6 se nos dice:

Porque un niño nos es nacido, hijo nos es dado, y el principado sobre su hombro; y se llamará su nombre Admirable, Consejero, Dios Fuerte, Padre Eterno, Príncipe de Paz.

¿Qué nos dice la profecía? Que Su nombre, el nombre de este ‘Niño’, ‘Jesús’ o ‘Yeshúa’ (en el idioma hebreo), se traduce como ‘Admirable, Consejero, Dios Fuerte, Padre Eterno, Príncipe de Paz’, que son los atributos de nada menos Dios mismo, Jehová o Yehováh (en el hebreo), no de una primera, segunda y tercera persona, pero de una sola Persona, Dios mismo.

Y el nombre de Dios, Jehová o Yehováh está en el nombre de nuestro Señor Jesús o Yeshúa; por lo que, en Juan 8:24, Él pudo declarar:

Por eso os dije que moriréis en vuestros pecados; porque si no creéis que YO SOY, en vuestros pecados moriréis.

El Señor Jesús usó aquí una expresión que leemos muy a menudo en la ley y los profetas, cuando Él hace referencia de sí mismo diciendo: “Yo Jehová”, por ejemplo:

Pues yo pasaré aquella noche por la tierra de Egipto, y heriré a todo primogénito en la tierra de Egipto, así de los hombres como de las bestias; y ejecutaré mis juicios en todos los dioses de Egipto. Yo Jehová.

Éxodo 12:12

Mis ordenanzas pondréis por obra, y mis estatutos guardaréis, andando en ellos. Yo Jehová vuestro Dios.

Levíticos 18:4

Porque mío es todo primogénito; desde el día en que yo hice morir a todos los primogénitos en la tierra de Egipto, santifiqué para mí a todos los primogénitos en Israel, así de hombres como de animales; míos serán. Yo Jehová.

Números 3:13

¿Quién hizo y realizó esto? ¿Quién llama las generaciones desde el principio? Yo Jehová, el primero, y yo mismo con los postreros.

Isaías 41:4

Yo Jehová, que escudriño la mente, que pruebo el corazón, para dar a cada uno según su camino, según el fruto de sus obras.

Jeremías 17:10

Y se cumplirá mi furor y saciaré en ellos mi enojo, y tomaré satisfacción; y sabrán que yo Jehová he hablado en mi celo, cuando cumpla en ellos mi enojo.

Ezequiel 5:13

Porque yo Jehová no cambio; por esto, hijos de Jacob, no habéis sido consumidos.

Malaquías 3:6

Y, como bien saben los teólogos de nuestro tiempo, “Yo Jehová” se traduce también como “Yo Soy”, que fue como el Señor respondió a los judíos, dando a saber que Él era (y sigue siendo, hoy) Jehová de los ejércitos de Israel; “el que fue, es y será, el mismo de ayer, hoy y siempre” según Hebreos 13:8; no una segunda persona de una santísima trinidad, pero la única y misma persona siempre, el indivisible Dios nuestro; o como le fue dicho al profeta y evangelista, hermano William Branham: “Jesús del Nuevo Testamento es Jehová del Antiguo Testamento; El únicamente cambió Su máscara de Espíritu a Hombre.”

En otra ocasión, el hermano Branham conversaba con un rabino judío y, tocando Isaías 9:6, le preguntó:

Usted cree en los profetas, ¿no?".

Él dijo: "Por supuesto que sí".

¿Crees en Isaías 9:6?

"Sí."

¿De quién estaba hablando el profeta?

"Del Mesías."

Dije: “¿Qué relación tendrá el Mesías con Dios?”

Él dijo: "Él será Dios".

Dije: "Así es". Amén.

¿Ven? Los títulos de ‘Admirable, Consejero, Dios Fuerte, Padre Eterno, Príncipe de Paz’, atribuidos a Dios, a Jehová, serían atribuidos al Niño que nacería, y éste es Jesús; y el nombre del Padre, Jehová o Yehováh está contenido en el nombre de ‘Jesús’ o ‘Yeshúa’ que, traducido, se dice: ‘Yehováh yoshía’ o ‘Jehová salva’. Jesús exaltó el nombre de Su Padre; y no pudo ser de otra manera, porque Él fue Jehová hecho carne o manifestado como un Hombre.

Ahora, ¿tomará usted Su nombre para el bautismo o lo desechará prefiriendo títulos que, lo que es peor, enseñan la existencia de una trinidad de personas en el solo Dios, lo cual es falso?

Así dice Jehová Rey de Israel, y su Redentor, Jehová de los ejércitos: Yo soy el primero, y yo soy el postrero, y fuera de mí no hay Dios.

Isaías 44:6

Yo soy Jehová, y ninguno más hay; no hay Dios fuera de mí. Yo te ceñiré, aunque tú no me conociste,

Isaías 45:5

Por ello la importancia de usar el nombre del Señor Jesús al momento de bautizar a los nuevos convertidos porque, y según lo enseña el apóstol Pablo en Romanos 6:3-4, de esta manera somos identificados con Su muerte, sepultura y resurrección:

¿O no sabéis que todos los que hemos sido bautizados en Cristo Jesús, hemos sido bautizados [sepultados o incluidos] en su muerte? Porque somos sepultados juntamente con él para muerte por el bautismo, a fin de que como Cristo resucitó de los muertos por la gloria del Padre, así también nosotros andemos en vida nueva.

¿Fueron perdonados tus pecados por Su nombre (Hechos 10:43), ‘Jesús’, durante el bautismo? Entonces, pide a tu sacerdote o pastor imponga sus manos sobre ti y, con toda piedad, ore para que recibas el Espíritu Santo, porque por Su nombre, Jesús, nos es dado el don de Dios.

El que cree en mí, como dice la Escritura, de su interior correrán ríos de agua viva. Esto dijo del Espíritu que habían de recibir los que creyesen en él…

Juan 7:37-39

¡Amén!


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