jueves, 29 de marzo de 2018

Celebremos a Cristo, nuestra Pascua


7 Limpiaos, pues, de la vieja levadura, para que seáis nueva masa, sin levadura como sois; porque nuestra pascua, que es Cristo, ya fue sacrificada por nosotros.
8 Así que celebremos la fiesta, no con la vieja levadura, ni con la levadura de malicia y de maldad, sino con panes sin levadura, de sinceridad y de verdad.
1 Corintios 5:7-8


S
Elementos para la Cena del Señor o Comunión
egún el calendario judío, que nos permite conocer con exactitud la tarde cuando el Señor Jesús, nuestra Pascua, fue crucificado; el 14 de abib o nisan (éste es el nombre del primero de los meses en el calendario judío o israelita), que es el día en que Jehová Dios ordenó a Israel para sacrificar el cordero de la pascua, por la tarde, corresponde este año 2018 al viernes 30 de marzo. Leamos la ordenanza de Dios a Israel en Éxodo 12:

5 El animal será sin defecto, macho de un año; lo tomaréis de las ovejas o de las cabras.
6 Y lo guardaréis hasta el día catorce de este mes [abib o nisan], y lo inmolará [degollará] toda la congregación del pueblo de Israel entre las dos tardes.

Para entender la expresión “entre las dos tardes”, me remito a una declaración habida en la web www.fe-biblica.com, sobre el tema: “La mayoría de los judíos siempre ha considerado “entre las dos tardes”, como un periodo de tiempo entre la caída del sol después del mediodía (la primera tarde) hasta la caída del sol para terminar el día (la segunda tarde). Por esto, hasta la destrucción del Segundo Templo, la gran mayoría de los judíos observantes sacrificaban la Pascua en la tarde del 14 de abib [hoy correspondería el 30 de marzo de 2018 – Ed.]; mientras la Cena de Pascua era comida más tarde en la noche, en el inicio del 15 de abib.”

En consecuencia, el sacrificio del Señor Jesús, Quién fue el ante-tipo del cordero que Israel acostumbró inmolar la tarde del 14 de abib, correspondería a la tarde de este viernes 30 de marzo; cuando Él entregó el Espíritu a Su Padre a la hora novena (3PM); mientras que la Cena del Señor, que es igualmente el ante-tipo de la cena que los israelitas acostumbraban, y conforme al cálculo que advertimos aquí, sería durante la noche del 15 de abib, que corresponde a la noche de este viernes 30. Entiéndase aquí que, conforme al calendario judío, el día se contaba desde la puesta de sol (aproximadamente las 6PM) hasta la siguiente puesta de sol (6PM); mientras que, en occidente, usamos el calendario gregoriano y astronómico, con un día a partir de la media noche, hasta la siguiente media noche.

No tenemos registro en las cartas apostólicas de cuándo deberíamos tomar la Cena del Señor y, en palabras del Apóstol Pablo, cuando él habla acerca de la Institución de la Cena del Señor, 1 Corintios 11:23-26, él termina diciendo: “Así, pues, todas las veces que comiereis este pan, y bebiereis esta copa, la muerte del Señor anunciáis hasta que Él venga.”; y que muchos, en la expresión todas las veces (que es como el Señor Jesús también lo declara en los Evangelios), tienen diferentes opiniones. Hay iglesias que celebran la Pascua cada fin de mes, mientras que otros con meses de periodicidad, tres o hasta cuatro veces al año; y hay iglesias que lo celebran a fin de año, un 31 de diciembre, y prácticamente ingresando al 1 de enero, como consagrando sus vidas al inicio de un nuevo año. Sin embargo, ¿por qué no celebrarlo este viernes 30, que corresponde –justamente- al 15 de abib, día en que los discípulos igualmente, al lado del Señor, tomaron la primera Cena?

Creo la declaración del Apóstol Pablo, “porque nuestra pascua, que es Cristo, ya fue sacrificada por nosotros” (1 Corintios 5:7), ¡YA FUE SACRIFICADA!; con lo que quizá el Espíritu Santo, a través del apóstol, nos quiere decir que, desde entonces (aquel 14 de abib, por la tarde, cuando el Señor Jesús fue crucificado y muerto por todos nosotros) en adelante, podemos celebrar y disfrutar de todo el significado que Su cruz, nuestras Pascua, trae, EN CUALESQUIER MOMENTO, con tal que siempre se haga por la noche, que es el momento en que el Señor y los discípulos degustaron esta primera Cena, la Cena del Señor: “Cuando llegó la noche, se sentó a la mesa con los doce.” (Mateo 26:20; Comp. 1 Corintios 11:23).

La sangre siempre fue la manera del hombre para acercarse a Dios, aún desde días de Adán (Génesis 3:21) y, a lo largo de los siglos, el pueblo Dios, entendido que ésta era la manera de acercarse a Dios, y más aún para rogar por el perdón de sus pecados, siempre ofreció sacrificio a Jehová Dios; y la sangre significando que había habido un sacrificio, una víctima, que moría en sustitución nuestra. Así lo instituyó Dios desde aquel principio, cuando Adán y su mujer habían pecado y, desde entonces, la descendencia de Dios siempre ofreció sacrificios, sangre y, en palabras del Hermano Branham, “el adorador identificándose con su sacrificio” (La Señal), esto es, haciéndose UNO con el sacrificio que, a los ojos de Dios, era como si el adorador fuera realmente la víctima, quién realmente estuviera muriendo o muerto, significando –por un lado- que renegábamos de nuestra naturaleza humana pecaminosa, mientras que –por otro lado- aceptábamos la muerte del sustituto para –ahora- vivir para Dios. Ciertamente, y como lo leemos en Hebreos 10:5 y 11, “porque la sangre de los toros y de los machos cabríos no puede quitar los pecados… y ofreciendo muchas veces los mismos sacrificios, que nunca pueden quitar los pecados”; sin embargo, en los siguientes versículos se nos dice algo reconfortante:

12 pero Cristo, habiendo ofrecido una vez para siempre un solo sacrificio por los pecados, se ha sentado a la diestra de Dios,
13 de ahí en adelante esperando hasta que sus enemigos sean puestos por estrado de sus pies;
14 porque con una sola ofrenda hizo perfectos para siempre a los santificados.
Hebreos 10:12-14

Cuando Juan el Bautista apareció en la escena, como aquel profeta que prepararía camino para el advenimiento del Mesías o Cristo, viendo a Jesús, hizo esta gloriosa exclamación:

¡He aquí el Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo!
Juan 1:29

Oh, y no solo quitó nuestros pecados, ocultándolos en las profundidades de la mar (Miqueas 7:19), para jamás hacer memoria de éstos (no como algunos lo hacen cuando, supuestamente perdonando a su prójimo, vuelven a recordarle sus pecados, avergonzándole; con lo que demuestran que –realmente- nunca han perdonado; porque son movidos por sus pasiones y no por la fe en la Palabra); siendo que Jesús fue el sacrificio que verdaderamente satisfizo a Dios, donde Su ira por nuestro pecado fue consumada y que, como lo dice el escritor, “lo hizo una sola vez y para siempre” (Hebreos 10:12); la razón de que Él hizo esto por nosotros fue para llevarnos a Dios (1 Pedro 3:18) y, tanto así, que nos dio de Su Espíritu; y hoy somos morada del Dios todopoderoso, creador de los cielos y la tierra, y de todo cuanto en ellos hay; somos morada del Espíritu Santo, del mismísimo Dios; llevándonos tanto a Él que nos dio el Espíritu Santo.

Luego del sacrificio de la víctima, un 14 de abib por la tarde, seguían 7 días festivos, la Celebración de los Panes sin Levadura (del 15 al 21 de abib o nisan), y que corresponden a las 7 edades de la iglesia (la Plenitud de los Gentiles), a lo largo de la cual el Señor de la Iglesia, el Señor Jesucristo, se ha manifestado entre los Suyos para mantenerlos en Su perfecta voluntad (Su Palabra) y que, de esta manera, se mantengan celebrando la fiesta, no con la vieja levadura (las tradiciones y mandamientos de hombres), ni con la levadura de malicia y de maldad (adulterando la Palabra de Dios), sino con panes sin levadura, de sinceridad y de verdad. (1 Corintios 5:8); y todo por razón de Cristo Jesús, nuestra Pascua.

La palabra Pascua se traduce del hebreo pecach, que se traduce como pasar por alto; y ésta es la actitud de Dios respecto de todo hombre y mujer que, sabiéndose pecador, acepta la Pascua de Dios en Cristo Jesús y la hace suya, por cuanto es la única forma de Dios para pasar por alto nuestros pecados confesados.

30 Pero Dios, habiendo pasado por alto los tiempos de esta ignorancia, ahora manda a todos los hombres en todo lugar, que se arrepientan;
31 por cuanto ha establecido un día en el cual juzgará al mundo con justicia, por aquel varón a quien designó, dando fe a todos con haberle levantado de los muertos.
Hechos 17:30-31

Sí, TODOS HEMOS PECADO y, la gran mayoría, por ignorancia, movidos por sentimientos, emociones, pasiones y, como bien lo dicen las cartas apostólicas, por demonios; pero Dios, habiendo pasado por alto o Pascua los tiempos de esta ignorancia, ahora manda a todos los hombres y mujeres en todo lugar, que se arrepientan, que cambien de mente o actitud respecto a la reprensión con la que Él nos reprende conforme a Su Palabra.

Este viernes 30, en horas de la noche, y que corresponde al 15 de abib o nisan según el calendario judío, y que es el momento en que nuestro Señor Jesús sirvió la Cena a Sus discípulos, para luego ser crucificado y muerto, sería grato hacer memoria de Su grande amor con que Él nos amó, de Su Pascua por nosotros, tomando la Cena del Señor con toda la dignidad que nuestra medida de fe y piedad nos lo permitan, mientras confesamos, felices, nuestras faltas y transgresiones confiando, una vez más, que Él es fiel y justo para perdonar nuestros pecados, y limpiarnos de toda maldad (1 Juan 1:9).

Seguidamente, les dejo una imagen (bajada de la web www.branham.org) donde hallarán información para preparar los elementos del PAN y el VINO para la Cena del Señor, que la consideren para, sea en vuestra iglesia local o en vuestros hogares, a la manera como inicialmente lo hicieron los israelitas aquella noche en Egipto, poco antes que la ira de Dios cayera y matara a los primogénitos en las casas donde no había La Leñal de sangre en sus puertas, la degusten haciendo memoria, con acciones de gracias, de la obra de nuestro Señor Jesús en la cruz en favor nuestro.



51 Yo soy el pan vivo que descendió del cielo; si alguno comiere de este pan, vivirá para siempre; y el pan que yo daré es mi carne, la cual yo daré por la vida del mundo.
52 Entonces los judíos contendían entre sí, diciendo: ¿Cómo puede éste darnos a comer su carne?
53 Jesús les dijo: De cierto, de cierto os digo: Si no coméis la carne del Hijo del Hombre, y bebéis su sangre, no tenéis vida en vosotros.
54 El que come mi carne y bebe mi sangre, tiene vida eterna; y yo le resucitaré en el día postrero.
55 Porque mi carne es verdadera comida, y mi sangre es verdadera bebida.
56 El que come mi carne y bebe mi sangre, en mí permanece, y yo en él.
57 Como me envió el Padre viviente, y yo vivo por el Padre, asimismo el que me come, él también vivirá por mí.
58 Este es el pan que descendió del cielo; no como vuestros padres comieron el maná, y murieron; el que come de este pan, vivirá eternamente.

Juan 6:51-58

¡Celebremos nuestra Pascua, celebremos a Jesús el Cristo!

miércoles, 14 de marzo de 2018

Limpios del pecado


1 Cuando descendió Jesús del monte, le seguía mucha gente.
2 Y he aquí vino un leproso y se postró ante él, diciendo: Señor, si quieres, puedes limpiarme.
3 Jesús extendió la mano y le tocó, diciendo: Quiero; sé limpio. Y al instante su lepra desapareció.
Mateo 8:1-3


E
n el libro de la ley, Levítico, están dadas todas las instrucciones “y las leyes para guiar a un pecaminoso y aun así redimido pueblo en su relación con un Dios santo. Hay un énfasis en Levítico sobre la necesidad de una santidad personal en respuesta a la santidad de Dios. El pecado debe ser expiado a través de la ofrenda de sacrificios adecuados (capítulos 8-10). Otros temas cubiertos en el libro, son las dietas (alimentos puros e impuros), los partos, y enfermedades, que son cuidadosamente reguladas (capítulos 11-15). El capítulo 16 describe el Día de la Expiación cuando se ofrecía un sacrificio anual por el pecado acumulado del pueblo. Además, el pueblo de Dios debía ser sobrio en su vida personal, moral, y social, en contraste con las entonces acostumbradas prácticas de los paganos a su alrededor (capítulos 17-22).” (Tomado de la web gotquestions.org, sobre el Libro de Levítico).

El capítulo 13 del libro de Levítico, trata acerca de la lepra, de su reconocimiento, separación del leproso del pueblo (campamento) y eventual reincorporación tras la sanidad de esta enfermedad que, en algunos casos, muchos, no llegó a darse. En el versículo 45 se dice que “el leproso en quien hubiere llaga llevará vestidos rasgados [hoy esto es moda en nuestros jóvenes, ¿verdad?] y su cabeza descubierta, y embozado pregonará: ¡Inmundo! ¡Inmundo!”; y éste fue el drama del leproso que se acercó al Señor Jesús. Por norma y, después, por costumbre, ellos se acercaban al pueblo –comúnmente- por alimentos; y, conforme a la ley, las gentes estaban igualmente instruidas a ser compasivos con el leproso, llevándoles alimentos; pero, por el temor a la contaminación, estos eran llevados hasta cierta distancia y, cuando eran dejados para ser recogidos por el leproso, éstos debían acercarse y, desde una distancia no menor a los 50 metros, empezaban a gritar voz en cuello “¡Inmundo! ¡Inmundo!”. Era un drama tan triste y miserable porque, en la mayoría de los casos, los leprosos recibían un trato hasta despectivo por parte de los demás y, aunque eran instruidos a ser compasivos con el leproso para apoyarlos llevándoles alimentos, la mayoría de las veces esto no lo hacían por compasión, lo que implica amor pero, y como lo dice el apóstol en Romanos 9:32, “no por fe, sino como por obras de la ley”. Sin embargo, y porque estas personas conocían la manera en que Dios acostumbraba a visitarlos, a través de profetas; tan pronto este leproso supo u oyó, seguramente, que un profeta de Dios se había levantado en Israel, él no dudó en aprovechar de esta oportunidad para acercarse al profeta, al enviado de Dios y que, si una vez Él sanó a un leproso, a Naamán el sirio (2 Reyes 5), él estaba seguro que Él lo haría ahora a través de este profeta, el Señor Jesús.

En el libro de los Hechos, capítulo 10 y versículos 37 y 38, leemos lo siguiente:

37 Vosotros sabéis lo que se divulgó por toda Judea, comenzando desde Galilea, después del bautismo que predicó Juan:
38 cómo Dios ungió con el Espíritu Santo y con poder a Jesús de Nazaret, y cómo éste anduvo haciendo bienes y sanando a todos los oprimidos por el diablo, porque Dios estaba con él.

Y éste pensamiento estaba en el corazón de este leproso, por lo que se animó, aun cuando sabía que podía recibir el rechazo de las gentes, para acercarse al profeta, al Hombre de Dios para, como en días de Eliseo,  ser limpio de su lepra.

La lepra siempre representó el pecado, toda forma de pecado (la mentira, la fornicación, hoy muy común entre jóvenes, el adulterio, el homosexualismo, el robo y el crimen, entre otros). El Apóstol Pablo nos declara la triste y miserable realidad de que todos somos pecadores y que, por lo mismo, estamos destituidos o desprovistos de la gloria o apariencia de Dios (Romanos 3:23), que no nos parecemos a Él. En realidad, el Hombre fue hecho a imagen y semejanza de Dios y, por lo mismo, éste no solo era igual a Dios, en naturaleza, y capaz de manifestar los atributos habidos en Dios pero que, por lo mismo, él podía disfrutar de una comunión inalterada o estable en la presencia del Dios santo, siempre santo. Pero, tras el pecado en el Huerto de Edén, el hombre quedó dañado y, por esta condición, quedó afectado en esa gloria con que fue creado, para ahora ver afectada esa imagen y semejanza que tuvo en el principio. El apóstol, en Romanos 3:10-18, hace un diagnóstico de la condición de todo hombre y mujer:

10 Como está escrito:
No hay justo, ni aun uno;
11 No hay quien entienda,
No hay quien busque a Dios.
12 Todos se desviaron, a una se hicieron inútiles;
No hay quien haga lo bueno, no hay ni siquiera uno.
13 Sepulcro abierto es su garganta;
Con su lengua engañan.
Veneno de áspides hay debajo de sus labios;
14 Su boca está llena de maldición y de amargura.
15 Sus pies se apresuran para derramar sangre;
16 Quebranto y desventura hay en sus caminos;
17 Y no conocieron camino de paz.
18 No hay temor de Dios delante de sus ojos.

Lo que el apóstol nos está diciendo es que somos tal como el leproso de la cita y que, como tales, estamos condenados a una vida por debajo del estándar de un hijo o hija de Dios, subvaluados, para recibir el desprecio u oprobio de los demás y, lo que es peor, estar separados de la gloria de la presencia de Dios. El apóstol nos dice que el propósito de la ley fue darnos conocimiento de lo que es pecado en los ojos de Dios (Romanos 3:20) y que, si este conocimiento provoca en nosotros el necesario arrepentimiento, que esa es la única forma para empezar a restablecer una comunión con Dios afectada, antes, por el pecado.

¿Qué es pecado? Una de las definiciones para pecado es “fallar el blanco”; esto es que, por más voluntad que tengamos en querer acertar para con Dios, siempre vamos a fallar. El Apóstol Pablo, en Romanos 7:7-25, nos explica cómo es que el pecado, que habita en nuestros miembros (cuerpo), nos mueve a hacer siempre lo malo, a fallar; así, cuando por allí alguien dice que no peca, sino que comete simples errores o fallas, pues eso es pecado, y así lo debemos reconocer. Un ejemplo de pecado o fallar al blanco lo vemos en Caín:

Y aconteció andando el tiempo, que Caín trajo del fruto de la tierra una ofrenda a Jehová. Y Abel trajo también de los primogénitos de sus ovejas, de lo más gordo de ellas. Y miró Jehová con agrado a Abel y a su ofrenda; PERO NO MIRÓ CON AGRADO A CAÍN Y A LA OFRENDA SUYA. Y se ensañó Caín en gran manera, y decayó su semblante.
Génesis 4:3-5

¿Ve usted cómo Caín, igual a su hermano Abel, procedió a adorar a Dios? Sin duda alguna, él quiso agradar a Dios pero, aun cuando tuvo esa intención, él pecó o falló en su adoración (la adoración siempre implica un sacrificio, un sacrificio vivo en palabras del apóstol, Romanos 12:1-2). Así, no importa si hacemos todo cuanto queramos o sintamos para agradar a Dios porque, si todo cuanto hacemos no es conforme a Sus instrucciones, Su consejo, Su Palabra, nuestro esfuerzo será en vano, y nuestra ofrenda o sacrificio repugnante a las narices de un Dios santo. El libro de Levítico nos explica en tipos lo exquisito que era Dios en Su demanda para con el sacerdocio, y hoy, ya en el Nuevo Testamento, el Testamento Eterno (por consiguiente, no puede haber otro Evangelio), Él mantiene esa misma demanda, y aún mayor. El Señor Jesús dijo en el Sermón del Monte: “Oísteis que fue dicho: No cometerás adulterio. Pero yo os digo que CUALQUIERA QUE MIRA A UNA MUJER PARA CODICIARLA, YA ADULTERÓ CON ELLA EN SU CORAZÓN.” (Mateo 5:27-28); y lo mismo es con relación a toda forma de pecado. ¿Por qué? Porque ahora Él está tratando con el hombre y la mujer para moverlos a limpiarse de toda impureza desde el corazón mismo, no en apariencia, pero desde el ser interior, porque allí es donde Dios quiera habitar, en el corazón de todo hombre y mujer.

Por ello mismo, cada vez que escuchamos una meditación de la Palabra de Dios, debemos tener el cuidado de no decir que eso es Palabra de Dios, sino una meditación de la Palabra y que, como tal, debe estar sujeta a juicio. Hoy se predica perversión desde el púlpito y, por ello mismo, el pueblo continúa manteniendo la miserable condición de leproso, sin saberlo; porque le cree al predicador, y no lee su Biblia. Hoy estamos en tiempos harto peligrosos, los tiempos postreros o finales, y cuando todos los demonios parecen orquestadamente para destruir al que es imagen y semejanza de Dios, al hombre (mujer), y lo que es más, intentando destruir a aquellos que nos avenimos a Dios en busca de gracia y misericordia, para vivir vidas dignas y a la altura de la gloria de Dios, semejantes a Él y, para este malévolo propósito, satanás usa a ministros perversos que no tienen temor de Dios para medrar la Palabra de Dios y, de esta manera, quitar del pueblo la única forma para conocer el carácter de Dios, y a Jesucristo, la imagen de este Dios invisible, en Quién están escondidos todos los tesoros de la sabiduría y el conocimiento (Colosenses 2:3).

Sin embargo, y todo este miserable drama del hombre y la mujer de hoy, hay buenas noticias, hay un Evangelio (la palabra Evangelio significa buenas noticias), y es que, así como hace 2000 años el Señor Jesús limpió a este leproso, y lo restauró para una vida digna y útil entre los demás, entre los santos; siendo que Jesucristo es el mismo de ayer, hoy y siempre (Hebreos 13:8); Él hoy puede limpiarnos de TODOS nuestros pecados, por virtud o poder de Su bendita obra en la cruz, en tanto allí Él murió por todos nosotros. Ésta es la buena noticia que debemos recibir y que, si bien lo hacemos, si recibimos el mensaje que la cruz transmite o proclama con el perdón de nuestros pecados, cuando Él, Jesús, se hizo pecado por nosotros (2 Corintios 5:21), eso nos justifica o declara justos a los ojos de Dios:

24 siendo justificados gratuitamente por su gracia, mediante la redención que es en Cristo Jesús,
25 a quien Dios puso como propiciación por medio de la fe en su sangre, para manifestar su justicia, a causa de haber pasado por alto, en su paciencia, los pecados pasados,
26 con la mira de manifestar en este tiempo su justicia, a fin de que él sea el justo, y el que justifica al que es de la fe de Jesús.
Romanos 3:24-26

Oh, antes estábamos destituidos de la gloria de Dios (v. 23) y, por naturaleza, éramos “hijos de ira, lo mismo que los demás” (Efesios 2:3) pero, seguidamente, el apóstol hace esta gloriosa y consoladora declaración: “Pero Dios, que es rico en misericordia, por su gran amor con que nos amó, aun estando nosotros muertos en pecados [leprosos], nos dio vida juntamente con Cristo (por gracia sois salvos), y juntamente con él nos resucitó, y asimismo nos hizo sentar en los lugares celestiales con Cristo Jesús, para mostrar en los siglos venideros [desde Pablo hasta hoy] las abundantes riquezas de su gracia en su bondad para con nosotros en Cristo Jesús.” (Efesios 2:4-7).

Sí, antes estábamos leprosos y, por lo mismo, no podíamos disfrutar del compañerismo con los demás santificados, no se podía; pero por virtud o poder del perdón de nuestros pecados en cruz de Jesucristo, no solo podemos tener comunión con otros santos pero, mucho más sublime aún, podemos tener comunión con el Dios a Quién, tiempo atrás, ofendimos con nuestros pecados. Nuestros pecados han sido perdonados, nos ha dado el Espíritu Santo para habitar en nosotros que, y desde allí, Él nos inspire para una vida conforme a Su Palabra (la Biblia), única manera de santificarnos en Su presencia, y también la única manera de saber que no le estamos fallando al blanco o pecando. El apóstol hace esta declaración en Hebreos 10:19-23:

19 Así que, hermanos, teniendo libertad para entrar en el Lugar Santísimo por la sangre de Jesucristo,
20 por el camino nuevo y vivo que él nos abrió a través del velo, esto es, de su carne,
21 y teniendo un gran sacerdote sobre la casa de Dios,
22 acerquémonos con corazón sincero, en plena certidumbre de fe, purificados los corazones de mala conciencia, y lavados los cuerpos con agua pura.

Sí, para esto es que vino Jesús, “Y en ningún otro hay salvación; porque no hay otro nombre bajo el cielo, dado a los hombres, en que podamos ser salvos.” (Hechos 4:12).

Y nos mandó que predicásemos al pueblo, y testificásemos que Él es el que Dios ha puesto por Juez de vivos y muertos.
De Éste dan testimonio todos los profetas, que todos los que en Él creyeren, recibirán perdón de pecados por Su Nombre.
Hechos 10:42-43

¿Sabes que eres un pecador o leproso? ¿Cómo lo sabes? La ley de Dios te da conocimiento de lo que es pecado, “pues el pecado es infracción de la ley” (1 Juan 3:4); pero no aceptar la Dádiva, Don o Regalo de Dios, a Jesucristo, es el peor de los pecados; saber que somos pecadores (y lo podemos admitir sencillamente porque pecamos, siempre pecamos o fallamos), y no aceptar la cura para esta condición es lo peor que podríamos hacer. Si estuviéramos enfermo de cáncer, y nos ofrecieran una cura para ello, y no lo aceptamos, eso sería lo peor que podríamos hacer. Si sabemos que el pecado nos conduce a una muerte o separación eterna de Dios (la palabra muerte significa separación), y tan pronto nos enteramos que realmente hay un Dios interesado en nosotros y que, para restaurar nuestra comunión con Él, Él ha provisto la manera para hacer posible esa restauración y vuelto nuestra comunión con Él, pues lo mejor que deberíamos hacer es aceptar la manera de Dios; y esa manera es el perdón de nuestros pecados por el Nombre de Jesús.

14 Y como Moisés levantó la serpiente en el desierto, así es necesario que el Hijo del Hombre sea levantado,
15 para que todo aquel que en él cree, no se pierda, mas tenga vida eterna.
De tal manera amó Dios al mundo
16 Porque de tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito, para que todo aquel que en él cree, no se pierda, mas tenga vida eterna.
17 Porque no envió Dios a su Hijo al mundo para condenar al mundo, sino para que el mundo sea salvo por él.
18 El que en él cree, no es condenado; pero el que no cree, ya ha sido condenado, porque no ha creído en el nombre del unigénito Hijo de Dios.
19 Y esta es la condenación: que la luz vino al mundo, y los hombres amaron más las tinieblas que la luz, porque sus obras eran malas.
20 Porque todo aquel que hace lo malo, aborrece la luz y no viene a la luz, para que sus obras no sean reprendidas.
21 Mas el que practica la verdad viene a la luz, para que sea manifiesto que sus obras son hechas en Dios.
Juan 3:14-21

Si confesamos nuestros pecados, él es fiel y justo para perdonar nuestros pecados, y limpiarnos de toda maldad.
Si decimos que no hemos pecado, le hacemos a él mentiroso, y su palabra no está en nosotros.
Hijitos míos, estas cosas os escribo para que no pequéis; y si alguno hubiere pecado, abogado tenemos para con el Padre, a Jesucristo el justo.
Y él es la propiciación por nuestros pecados; y no solamente por los nuestros, sino también por los de todo el mundo.
1 Juan 1:9-10; 2:1-2

“Señor, si quieres, puedes limpiarme. Jesús extendió la mano y le tocó, diciendo: Quiero; sé limpio.”

Amén.

lunes, 5 de marzo de 2018

BAUTISMO DE TRES HERMANOS EN EL RÍO CHILLÓN


A
yer, domingo 4 de marzo, tras el servicio dominical que empezó a las 10:30AM., ya al borde las 1PM, nos dispusimos acompañar al Hno. José Ballena, pastor en la iglesia que está en casa de la Hna. Rosa Mesías, para asistir al bautismo de tres jóvenes Hermanos quienes, en fe y obediencia, pidieron ser bautizados en el Nombre del Señor Jesús para, conforme a Romanos 6:3-11, identificarse o hacerse UNO con el Señor Jesús en toda Su obra redentora y de gloria:

¿O no sabéis que todos los que hemos sido bautizados en Cristo Jesús, hemos sido bautizados en su muerte?
Porque somos sepultados juntamente con él para muerte por el bautismo, a fin de que como Cristo resucitó de los muertos por la gloria del Padre, así también nosotros andemos en vida nueva.
Porque si fuimos plantados juntamente con él en la semejanza de su muerte, así también lo seremos en la de su resurrección;
sabiendo esto, que nuestro viejo hombre fue crucificado juntamente con él, para que el cuerpo del pecado sea destruido, a fin de que no sirvamos más al pecado.
Porque el que ha muerto, ha sido justificado del pecado.
Y si morimos con Cristo, creemos que también viviremos con él;
sabiendo que Cristo, habiendo resucitado de los muertos, ya no muere; la muerte no se enseñorea más de él.
10 Porque en cuanto murió, al pecado murió una vez por todas; mas en cuanto vive, para Dios vive.
11 Así también vosotros consideraos muertos al pecado, pero vivos para Dios en Cristo Jesús, Señor nuestro.

E invocando el Nombre que es sobre todo nombre (Filipenses 2:9-11), ¡JESÚS!, para el perdón de sus pecados y que, de esta manera, esté disponible el Espíritu Santo para venir a residir en estos tres Hermanos (Hechos 2:38-39). Cómo lo podrán comprobar por el primer vídeo, titulado “Explorando por el lugar donde realizarse el bautismo, el bautismo de 3 Hermanos, en el Nombre del Señor Jesús”, varias Hermanas, entre ellas la candidata al bautismo, Hna. Elena Palomino, cruzaron uno de los causes del río, con relativa turbulencia para, desde una forma de islote, trasladarse hacia las aguas del bautismo, mientras las otras Hermanas adornaban la ceremonia de bautismo con alabanzas al Dios que nos permitió estos gloriosos momentos.

Seguidamente dejo algunas imágenes y vídeos que ilustran los hechos de ayer aunque, ya al final, y en domicilio de los Hermanos Kenny y Emma, no pude grabar la secuencia de alabanzas con que nos gozamos en la presencia de Dios, alabándolo como es digno hacerlo, por Su gracia y misericordia, por hacernos partícipes de la alegría y gozo en el corazón de estos tres Hermanos recientemente bautizados: Hna. Elena Palomino, Vladimir, y Nicolás León Hernández. Favor, recuérdenles en oración. Gracias.


Éste es el camino o corredor entre la Av. Trapiche
y el Río Chillón, lugar para el bautismo
Aquí el Hno. José Ballena, atrás otros Hermanos,
encaminándonos por el corredor hacia el Río Chillón
que, de la Av. Trapiche, no dista sino unos 700 metros

Al fondo observamos a algunas Hermanas; una
de ellas es la Hna. Linda, esposa del pastor quienes,
gozosas, acompañaron para el bautismo de los
tres Hermanos
Ya en el borde del Río Chillón, hallamos una poza o lagunilla,
pero lamentablemente nada profunda para el bautismo; por lo
que el grupo siguió explorando hasta ubicar el mejor lugar para este
rito de fe



Las Hermanas hicieron un generoso esfuerzo por empinarse
por sobre de unos montículos de piedra, que cercan el cause del río para,
desde allí, presenciar el bautismo de los Hermanos

Otra escena con las Hermanas, mientras soportan
estoicas el sol y calor que reinó la tarde de ayer

Unos pobladores, cercanos al río, lavando sus ropas, a la usansa
de la antigüedad, golpeándola contra las rocas. Fueron muy amables
para orientarnos el lugar mejor para el bautismo. Dios los recompense. Amén.


Ya en casa de los Hermanos Kenny y Emma,
en Puente Piedra, a donde los trasladamos para, a invitación de ellos,
degustar una riquísima merienda. ¡Gloria!