jueves, 14 de junio de 2018

Palabras de Aliento: La Resurrección


Tampoco queremos, hermanos, que ignoréis acerca de los que duermen, para que no os entristezcáis como los otros que no tienen esperanza.
Porque si creemos que Jesús murió y resucitó, así también traerá Dios con Jesús a los que durmieron en Él.
Por lo tanto, alentaos los unos a los otros con estas palabras.
1 Tesalonicenses 4:13-14 y 18

L
a muerte siempre produce tristeza, congoja, y hasta depresión; y, cada vez que esta mal venida invitada tocó nuestra puerta, o la de un familiar o vecino cercano, hemos reaccionado ante ésta según la fe que tengamos en el conocimiento acerca de la muerte, y la consoladora verdad acerca de la resurrección de los muertos.

En el Antiguo Testamento, ya tenemos el claro registro de que, quienes partían de esta vida presente, simplemente “dormían” con sus padres (Ejemplo: 1 Reyes 2:10), o se reunían con ellos; por lo que, ya por aquellos tiempos, el pueblo de Dios sabía que tras la muerte solo había un periodo de tiempo tras lo cual, tras “dormir”, el pariente que partió sería despertado para una existencia eterna (Job 19:25-27).

Como todos sabemos, Dios creó al hombre a Su imagen y semejanza (Génesis 1:26; 5:1) y, por consiguiente, lo hizo para vivir eternamente; y solo, para asegurarle que viviera eterno o para siempre, le aconsejó que no comiera del fruto del árbol de la ciencia del bien y del mal. Sin embargo, Adán y su mujer comieron de este árbol y, desde entonces, la muerte ingresó en la humanidad y toda la economía de la creación, una creación que -igualmente- fue concebida con sentido para existir eternamente y sin corrupción. Amén, porque en Romanos 8:21 se nos declara quela creación misma será libertada de la esclavitud de esta corrupción, tan luego la adopción o transformación de nuestros cuerpos ocurra tras la resurrección o el despertar de los que duermen en Cristo.

Luego, los profetas anticiparon la vida eterna y, por evidente, la resurrección de los justos (Isaías 26:19; Daniel 12:2,3 y 13); porque en la eternidad este mundo (también renovado para entonces) solo va a estar poblado por justos (Salmo 37:29); y, en días de nuestro Señor Jesús, es evidente que los judíos tenían un concepto limitado y hasta distorsionado de esta consoladora Verdad, por lo que las palabras del Señor, registradas en los 4 Evangelios, no solo corrigen esta limitación y distorsión, pero consecuentemente traen un profundo consuelo al alma del creyente.

Por ejemplo, en Mateo 9:18-26 (compárese con Marcos 5:21-43 y Lucas 8:40-56) se relata la resurrección de la hija de Jairo, un principal en el pueblo. En los versículos 24-25, se registra lo siguiente:

24 les dijo: Apartaos, porque la niña no está muerta, sino duerme. Y se burlaban de él.
25 Pero cuando la gente había sido echada fuera, entró, y tomó de la mano a la niña, y ella se levantó.

Y, en Lucas 7:11-17, un pasaje que nos habla de la empatía del Señor cuando, compasivo, resucitó al hijo de una mujer viuda, su único hijo que era su sostén.

En Juan 5:21-29, el Señor declara Su autoridad para resucitar a los muertos:

21 Porque como el Padre levanta a los muertos, y les da vida, así también el Hijo a los que quiere da vida.
22 Porque el Padre a nadie juzga, sino que todo el juicio dio al Hijo,
23 para que todos honren al Hijo como honran al Padre. El que no honra al Hijo, no honra al Padre que le envió.
24 De cierto, de cierto os digo: El que oye mi palabra, y cree al que me envió, tiene vida eterna; y no vendrá a condenación, mas ha pasado de muerte a vida.
25 De cierto, de cierto os digo: Viene la hora, y ahora es, cuando los muertos oirán la voz del Hijo de Dios; y los que la oyeren vivirán.
26 Porque como el Padre tiene vida en sí mismo, así también ha dado al Hijo el tener vida en sí mismo;
27 y también le dio autoridad de hacer juicio, por cuanto es el Hijo del Hombre.
28 No os maravilléis de esto; porque vendrá hora cuando todos los que están en los sepulcros oirán su voz;
29 y los que hicieron lo bueno, saldrán a resurrección de vida; mas los que hicieron lo malo, a resurrección de condenación.

En Juan 6:40, el Señor declara: “Y ésta es la voluntad del que me ha enviado: Que todo aquél que ve al Hijo, y cree en Él, tenga vida eterna; y Yo le resucitaré en el día postrero.

Y, en Juan 11:11, cuando la muerte y resurrección de Lázaro, el Señor afirma: “Nuestro amigo Lázaro duerme; mas voy para despertarle.” ¡Aleluya! Y, más adelante en los versículos 38 al 44 de este capítulo, podemos leer de cómo aconteció esta gloriosa resurrección.

Finalmente, en Juan 16:16-24, cuando Él les está declarando a Sus discípulos, que Él sería quitado de entre ellos, en tanto esta noticia les causó tristeza, Él termina afirmándoles estas consoladoras palabras acerca de Su resurrección y reencuentro con ellos, poco antes de ascender al cielo:

20 De cierto, de cierto os digo, que vosotros lloraréis y lamentaréis, y el mundo se alegrará; pero aunque vosotros estéis tristes, vuestra tristeza se convertirá en gozo.
21 La mujer cuando da a luz, tiene dolor, porque ha llegado su hora; pero después que ha dado a luz un niño, ya no se acuerda de la angustia, por el gozo de que haya nacido un hombre en el mundo.
22 También vosotros ahora tenéis tristeza; pero os volveré a ver, y se gozará vuestro corazón, y nadie os quitará vuestro gozo.

Con esta grande Verdad en sus corazones, y confortados o fortalecidos por la presencia del Espíritu Santo prometido, los discípulos dieron testimonio de la resurrección del Señor y de los muertos en Cristo, los que “duermen”: Hechos 1:22; 2:24, 30 y 31; 3:26; 4:2 y 33; 5:30; 10:40; 13:30, 34 y 37; 17: 18, 31 y 32; 23:6 y 8; 24:15 y 21; 26:23 y, en las cartas apostólicas, Romanos 1:4; 4:24; 6:5; 10:9; 1 Corintios 6:14; 15:12; 15:13, 21 y 42; Filipenses 3:10 y 11; Colosenses 2:12; Hebreos 6:2; 11:19 y 35; y 1 Pedro 1:3; 3:21. Y de aquí que el apóstol empieza diciendo a los tesalonicenses de entonces, y a creyentes de todos los tiempos: “Porque si creemos que Jesús murió y resucitó, así también traerá Dios con Jesús a los que durmieron en Él.” (1 Tesalonicenses 4:14).

La ascensión de los muertos y transformados en Cristo

En 1 Corintios 15:51-58, el apóstol da por menores de este glorioso evento de la resurrección y transformación de nuestros cuerpos, de todos aquellos quienes hemos creído en Él y Su Evangelio, no en cualquier doctrina contraria al Espíritu de las Escrituras, la Biblia; por lo que les insto a volver sus corazones al Dios de la Biblia, único en ser digno de todo honor, alabanza y adoración; Él es la Roca de la Eternidad; porque de Él son las promesas de Vida Eterna, y para los que guardan Su Palabra (tras leerla en Espíritu de oración, con genuino interés) y obedecer Sus mandamientos.

Cuando el apóstol Pablo llegó al final de sus días en esta parte de la vida, sabiendo que pronto iba a ser ejecutado -injustamente- por las autoridades romanas; él no se deprimió ni acobardado pidió clemencia o indulto; no, él no hizo estas cosas; pero, fortalecido por la fe en la Verdad de la Vida Eterna, que destruirá a esta muerte pasajera, exclamó estas magistrales palabras:

6 Porque yo ya estoy para ser sacrificado, y el tiempo de mi partida está cercano.
7 He peleado la buena batalla, he acabado la carrera, he guardado la fe.
8 Por lo demás, me está guardada la corona de justicia, la cual me dará el Señor, juez justo, en aquel día; y no sólo a mí, sino también a todos los que aman su venida.

¿Por qué Pablo tuvo la entereza para hacer una declaración así? -Porque él conocía la Resurrección y la Vida, él conocía a Jesús.

En Apocalipsis 20:4-5 se nos hace referencia a la primera resurrección; mientras que la segunda resurrección ocurrirá después del Milenio, tras el juicio ante el Gran Trono Blanco (Apocalipsis 20:11-15).

Por lo tanto, alentaos los unos a los otros con estas palabras.” (1 Tesalonicenses 4:18). Amén, Señor Jesús. Amén.

martes, 12 de junio de 2018

Tome su cruz cada día, y sígame

¿Qué quiso decir Jesús cuando dijo, “Tome su cruz cada día, y sígame” (Mateo 16:24; Marcos 8:34; Lucas 9:23)?

C
omencemos con lo que Jesús no quiso decir. Muchas personas interpretan la “cruz” como una carga que deben llevar en sus vidas: una relación tensa, un trabajo ingrato, una enfermedad física. Con orgullo autocompasivo, dicen, “Esa es mi cruz que tengo que llevar”. Dicha interpretación no es lo que Jesús quiso decir cuando dijo, “tome su cruz cada día, y sígame”.

Cuando Jesús llevó Su cruz hasta el Gólgota para ser crucificado, nadie estaba pensando en la cruz como símbolo de una carga que había que llevar. Para una persona en el primer siglo, la cruz significaba una cosa y sólo una cosa: la muerte por la forma más dolorosa y humillante [Gálatas 3:13; Deuteronomio 21:23] que los seres humanos podrían soportar.

Dos mil años después, los cristianos ven la cruz como un símbolo valioso de la expiación, perdón, gracia y amor de Dios; pero en los días de Jesús, la cruz representaba solamente muertes tortuosas. Puesto que los romanos obligaban a los condenados llevar sus propias cruces al lugar de la crucifixión, el llevar una cruz significaba llevar su propio mecanismo de ejecución mientras se enfrentaban al ridículo por el camino a la muerte; y, como un leproso que estaba instruido a proclamar su inmundicia, exclamando “Inmundo”, cada vez que pretendía acercarse al campamento o pueblo; así, la cruz era para el judío una proclama, una exclamación de su maldición, lo que seguramente les significaba una grande humillación.

Por lo tanto, “tome su cruz cada día, y sígame” significa estar dispuesto a morir con el fin de seguir a Jesús. Es un “morir a sí mismo”. Es un llamado a la entrega absoluta, sin reservas ante Dios. Después que Jesús ordenó llevar la cruz, dijo, “Porque todo el que quiera salvar su vida, la perderá; y todo el que pierda su vida por causa de mí, éste la salvará. Pues ¿qué aprovecha al hombre, si gana todo el mundo, y se destruye o se pierde a sí mismo?” (Lucas 9:24-25; Mateo 16:26; Marcos 8:35-36). Aunque el llamado es difícil, la recompensa es incomparable.

Dondequiera que Jesús iba, Él atrajo a multitudes. Aunque estas multitudes a menudo lo seguían como el Mesías, Su punto de vista de quién realmente era el Mesías y lo que iba a hacer, estaba distorsionado. Pensaron que Cristo traería consigo la restauración del reino. Creían que los liberaría del régimen opresor de sus ocupantes romanos. Incluso el propio círculo íntimo de los discípulos de Cristo creían que el reino vendría inmediatamente (Lucas 19:11). Cuando Jesús comenzó a enseñar que iba a morir a manos de los líderes judíos y los gentiles feudales (Lucas 9:22), Su popularidad se vino abajo. Muchos de los seguidores escandalizados lo rechazaron. Verdaderamente, no fueron capaces de dar muerte a sus propias ideas, planes y deseos, para intercambiarlos por los de Jesús [porque eso es lo que implica, fundamentalmente, el “tome su cruz cada día”]. En Mateo 16:24, el Señor agrega algo fundamental para el éxito de nuestro llamado, el “negarnos a nosotros mismos”; porque, como bien lo dice el Proverbio 3:5-8, “Fíate de Jehová de todo tu corazón, y no te apoyes en tu propia prudencia”, en tu propio saber.

Seguir a Jesús es fácil cuando la vida va muy bien; pero nuestro verdadero compromiso con Él se revela durante las pruebas. Jesús nos aseguró que las pruebas vendrían a los que lo seguían (Juan 16:33). El discipulado exige sacrificio, y Jesús jamás ocultó ese costo.

En Lucas 9:57-62, tres personas parecían dispuestos a seguir a Jesús. Cuando Jesús los cuestionó más adelante, su compromiso fue a medias en el mejor de los casos. Fallaron al no medir el costo de seguirlo. Ninguno estaba dispuesto a tomar su cruz, crucificando sus propios intereses.

Por lo tanto, Jesús apareció para disuadirlos. ¡Qué tan diferente a la típica presentación del evangelio, hoy! ¿Cuántas personas podrían responder a un llamado al altar que fuera, “Vamos a seguir a Jesús, y a enfrentar la pérdida de los amigos, la familia, la reputación, la carrera y, posiblemente hasta su vida”? [Sin embargo, hay también la posibilidad de traerlos a todos al Reino y genuino compañerismo o comunión con Dios]. El número de falsos convertidos disminuiría. Éste llamado es lo que Jesús quiso decir cuando dijo, “tome su cruz cada día, y sígame”.

Si te preguntas si estás dispuesto a tomar tu cruz, considera lo siguiente:
“¿Estás dispuesto a seguir a Jesús, si esto significa perder a algunos de tus amigos más cercanos?
“¿Estás dispuesto a seguir a Jesús, si esto significa la alienación de tu familia?
“¿Estás dispuesto a seguir a Jesús, si esto significa la pérdida de tu reputación?
“¿Estás dispuesto a seguir a Jesús, si esto significa perder tu trabajo?
“¿Estás dispuesto a seguir a Jesús, si esto significa perder tu vida?

En algunos lugares del mundo, estas consecuencias son una realidad. Pero observa que las preguntas están redactadas, “¿Estás dispuesto?”. Seguir a Jesús no significa necesariamente que todas estas cosas te van a pasar, pero ¿estás dispuesto a tomar tu cruz? Si llega un punto en tu vida donde te enfrentas a una elección - Jesús o las comodidades de esta vida, tu reputación, Etc., ¿qué elegirías?

El compromiso con Cristo significa tomar la cruz cada día, renunciando a las esperanzas, sueños, posesiones, incluso la propia vida si es necesario por la causa de Cristo. Sólo si voluntariamente tomas tu cruz estás en condiciones para ser Su discípulo (Lucas 14:27). La recompensa vale la pena. Jesús siguió Su llamado de muerte a Sí mismo (“tome su cruz cada día, y sígame”) con el don de la vida en Cristo: “Porque todo el que quiera salvar su vida, la perderá; y todo el que pierda su vida por causa de mí, la hallará” (Mateo 16:25).

[Trabajo tomado de la web: https://www.gotquestions.org/Espanol/toma-tu-cruz.html, aunque editado en algunas pocas partes]

miércoles, 6 de junio de 2018

Israel, el Reloj para la Iglesia...


Y la Iglesia, el Reloj para Israel

12 Y si su transgresión es la riqueza del mundo, y su defección la riqueza de los gentiles, ¿cuánto más su plena restauración?
15 Porque si su exclusión es la reconciliación del mundo, ¿qué será su admisión, sino vida de entre los muertos?
25 Porque no quiero, hermanos, que ignoréis este misterio, para que no seáis arrogantes en cuanto a vosotros mismos: que ha acontecido a Israel endurecimiento en parte, hasta que haya entrado la plenitud de los gentiles;
26 y luego todo Israel será salvo, como está escrito:
    Vendrá de Sion el Libertador,
    Que apartará de Jacob la impiedad.
27 Y este será mi pacto con ellos,
Cuando yo quite sus pecados.
Romanos 11:12, 15, 25-27

M
ediante estas citas Bíblicas, el apóstol Pablo parece relacionar a ambos pueblos: Israel y la Iglesia, en el desarrollo de lo que serían los últimos acontecimientos en este mundo, en relación con la redención de ambos pueblos.

1 Corintios 15:51-58 y 1 Tesalonicenses 4:13-18 nos revelan el momento mismo de la resurrección de los muertos en Cristo (los que duermen), y la transformación o glorificación () de nuestros cuerpos -justamente con ellos- para ascender al cielo y encontrarnos con el Señor Jesús en las nubes; “y así estaremos siempre con el Señor” (1 Tesalonicenses 4:17); pero Romanos 11 nos revela más información para entender que los últimos acontecimientos de la Iglesia están, inevitablemente, en gloriosa relación con el remanente de Israel, los 144,000 de Apocalipsis 7:1-8.

Aquí, en Romanos 11, el apóstol declara que todo cuanto sucedió a Israel gravitó en beneficio de la Iglesia: “su transgresión es la riqueza del mundo, … su defección [es] la riqueza de los gentiles”; y, siguiendo esa misma dinámica de deducción, concluye preguntándose: “¿cuánto más su plena [o total] restauración?”. Nótese que él no dice “cuánto menos”, sino “cuánto más”, para significar que la restauración de Israel redundará en aún mejores consecuencias en beneficio de la Iglesia en comparación con la bendición que nos ha resultado -hasta ahora- la transgresión y defección de Israel; para, y con esta misma dinámica deductiva, concluir en el v. 15:

15 Porque si su exclusión es la reconciliación del mundo, ¿qué será su admisión, sino vida de entre los muertos?

¿A qué se está refiriendo el apóstol? A la resurrección de los muertos en Cristo.

Hoy, la Iglesia disfruta la reconciliación por causa de la exclusión y defección de Israel; pero, pronto, muy pronto, verá la resurrección de sus muertos cuando Israel sea admitida; y, para entender esta mecánica de la admisión, el apóstol incluye la figura de un Olivo, su raíz y ramas; donde Israel es el Olivo natural, mientras la Iglesia Gentil el Olivo silvestre; ambos sostenidos por la misma Raíz, Dios.

17 Pues si algunas de las ramas fueron desgajadas, y tú, siendo olivo silvestre, has sido injertado en lugar de ellas, y has sido hecho participante de la raíz y de la rica savia del olivo,
18 no te jactes contra las ramas; y si te jactas, sabe que no sustentas tú a la raíz, sino la raíz a ti.
19 Pues las ramas, dirás, fueron desgajadas para que yo fuese injertado.
20 Bien; por su incredulidad fueron desgajadas, pero tú por la fe estás en pie. No te ensoberbezcas, sino teme.
21 Porque si Dios no perdonó a las ramas naturales, a ti tampoco te perdonará.
22 Mira, pues, la bondad y la severidad de Dios; la severidad ciertamente para con los que cayeron, pero la bondad para contigo, si permaneces en esa bondad; pues de otra manera tú también serás cortado.
23 Y aun ellos, si no permanecieren en incredulidad, serán injertados, pues poderoso es Dios para volverlos a injertar.
24 Porque si tú fuiste cortado del que por naturaleza es olivo silvestre, y contra naturaleza fuiste injertado en el buen olivo, ¿cuánto más éstos, que son las ramas naturales, serán injertados en su propio olivo?
Romanos 11:17-24

Esto me recuerda a la declaración del apóstol en Gálatas 3:28: “Ya no hay judío ni griego; no hay esclavo ni libre; no hay varón ni mujer; porque todos vosotros sois uno en Cristo Jesús.” ¿Verdad que sí? Porque el anhelo de Dios siempre fue la unidad de Su pueblo, Israel e Iglesia Gentil; todos en una única Iglesia constituida por Sus escogidos.

Finalmente, esta dramática relación entre la Iglesia e Israel; que los hechos que le acontecen a Israel redundan en beneficio de la Iglesia; ahora, y como en respuesta, lo que le acontece a la Iglesia redundará en beneficio de Israel, el remanente, resto o restante, los que faltan para la cumplir también la plenitud de Israel.

25 Porque no quiero, hermanos, que ignoréis este misterio, para que no seáis arrogantes en cuanto a vosotros mismos: que ha acontecido a Israel endurecimiento en parte, hasta que haya entrado la plenitud de los gentiles;
26 y luego todo Israel será salvo…
Romanos 11:25-26

Así, las experiencias finales de la Iglesia e Israel parecen estar muy estrechamente afectadas, tanto así que el desenlace de la una tendrá enorme significado e influencia para la otra y, en particular para la Iglesia, no bien ésta vea a Israel siendo vuelta a ser visitada por Dios, y admitida o injertada en el Olivo (el Reino de Dios), tal como nos lo relata el apóstol en este capítulo 11 de Romanos, esto causará que la Iglesia Verdadera, los escogidos, no bien haya entrado el último predestinado (la plenitud de los gentiles), arda en profunda fe y regocijo, al ver que su redención, tantas veces proclamada desde días del mismo Señor Jesús (Lucas 21:28), está cerca, a las puertas; que es inminente; y, con corazones plenamente santificados en fe viva, acontecerá la resurrección de los que duermen o muertos en Cristo y, seguidamente, la transformación de nuestros cuerpos, para dar lugar a la manifestación y libertad gloriosa de los hijos de Dios (Romanos 8:18-23), poco antes de ascender (con cuerpos glorificados que superarán la gravedad de la tierra) al cielo y encontrarnos con el Autor y Consumador de esta preciosa fe, nuestro Señor Jesús, en las nubes, y para siempre jamás.

Si este pequeño estudio es correcto (no digo que lo sea, pero es lo mejor que percibo serán estos últimos acontecimientos entre la Iglesia e Israel, conforme lo rescato de estas Escrituras), y siendo que Israel pasará por la Gran Tribulación, entonces es muy posible que la Iglesia también pase por lo mismo o, a lo sumo, lo vea muy de cerca hasta ser levantada o arrebatada (el rapto) de la tierra al cielo. Pero si lo expuesto aquí no es acertado, lo cierto es que todos estos acontecimientos están muy cercanos, porque Israel está reverdeciendo (Mateo 24:32); de una u otra manera, Israel es respetada por un mundo que repudió al judío inmigrante, y con la complicidad de la Iglesia Católica e, inclusive, muchas iglesias denominacionales; y, en cualquier momento, Dios los visitará mediante estos dos olivos o profetas (porque ellos solo reconocerán a sus profetas, plenamente vindicados o probados ser profetas) de Apocalipsis 11:1-14, durante el Segundo Ay (v. 14), quienes conmocionarán el mundo con las señales que manifestarán en el poder del Espíritu Santo.

6 Estos tienen poder para cerrar el cielo, a fin de que no llueva en los días de su profecía; y tienen poder sobre las aguas para convertirlas en sangre, y para herir la tierra con toda plaga, cuantas veces quieran.
Apocalipsis 11:6

2 Vi también a otro ángel que subía de donde sale el sol, y tenía el sello del Dios vivo; y clamó a gran voz a los cuatro ángeles, a quienes se les había dado el poder de hacer daño a la tierra y al mar,
3 diciendo: No hagáis daño a la tierra, ni al mar, ni a los árboles, hasta que hayamos sellado en sus frentes a los siervos de nuestro Dios.
4 Y oí el número de los sellados: ciento cuarenta y cuatro mil sellados de todas las tribus de los hijos de Israel.
Apocalipsis 7:2-4

Sí, es evidente que estos 144,000 israelitas, el remanente, resto o restante de Israel, reaccionará positivamente a la prédica de sus dos profetas, y los reconocerán por las señales sobrenaturales que harán, como en tiempos de Moisés y Elías; tras lo cual creerán el mismo Evangelio que hoy disfruta la Iglesia de Jesucristo y, arrepentidos, serán bautizados (sumergidos) en agua invocando el Nombre de Jesús, para el perdón de sus pecados, y recibirán el Espíritu Santo de la promesa, tal y como lo instruyó -por primera vez- el apóstol Pedro en Hechos 2:38. Así es como estos 144,000 israelitas serán sellados con el Espíritu Santo; con lo cual, muy seguramente, estarán más que capacitados para soportar la Gran Tribulación, antes que contaminarse con el mundo, el dominio de la Bestia y la Imagen de la Bestia; antes de aceptar la abominable Marca de la Bestia, el 666 (según lo enseña el Rev. Branham, es la doctrina de la trinidad; que los genuinos judíos o israelitas jamás recibirán).

27 También Isaías clama tocante a Israel: Si fuere el número de los hijos de Israel como la arena del mar, tan sólo el remanente será salvo;
28 porque el Señor ejecutará su sentencia sobre la tierra en justicia y con prontitud.
Romanos 9:27-28

Que así sea, Señor Jesús. Amén.