martes, 12 de junio de 2018

Tome su cruz cada día, y sígame

¿Qué quiso decir Jesús cuando dijo, “Tome su cruz cada día, y sígame” (Mateo 16:24; Marcos 8:34; Lucas 9:23)?

C
omencemos con lo que Jesús no quiso decir. Muchas personas interpretan la “cruz” como una carga que deben llevar en sus vidas: una relación tensa, un trabajo ingrato, una enfermedad física. Con orgullo autocompasivo, dicen, “Esa es mi cruz que tengo que llevar”. Dicha interpretación no es lo que Jesús quiso decir cuando dijo, “tome su cruz cada día, y sígame”.

Cuando Jesús llevó Su cruz hasta el Gólgota para ser crucificado, nadie estaba pensando en la cruz como símbolo de una carga que había que llevar. Para una persona en el primer siglo, la cruz significaba una cosa y sólo una cosa: la muerte por la forma más dolorosa y humillante [Gálatas 3:13; Deuteronomio 21:23] que los seres humanos podrían soportar.

Dos mil años después, los cristianos ven la cruz como un símbolo valioso de la expiación, perdón, gracia y amor de Dios; pero en los días de Jesús, la cruz representaba solamente muertes tortuosas. Puesto que los romanos obligaban a los condenados llevar sus propias cruces al lugar de la crucifixión, el llevar una cruz significaba llevar su propio mecanismo de ejecución mientras se enfrentaban al ridículo por el camino a la muerte; y, como un leproso que estaba instruido a proclamar su inmundicia, exclamando “Inmundo”, cada vez que pretendía acercarse al campamento o pueblo; así, la cruz era para el judío una proclama, una exclamación de su maldición, lo que seguramente les significaba una grande humillación.

Por lo tanto, “tome su cruz cada día, y sígame” significa estar dispuesto a morir con el fin de seguir a Jesús. Es un “morir a sí mismo”. Es un llamado a la entrega absoluta, sin reservas ante Dios. Después que Jesús ordenó llevar la cruz, dijo, “Porque todo el que quiera salvar su vida, la perderá; y todo el que pierda su vida por causa de mí, éste la salvará. Pues ¿qué aprovecha al hombre, si gana todo el mundo, y se destruye o se pierde a sí mismo?” (Lucas 9:24-25; Mateo 16:26; Marcos 8:35-36). Aunque el llamado es difícil, la recompensa es incomparable.

Dondequiera que Jesús iba, Él atrajo a multitudes. Aunque estas multitudes a menudo lo seguían como el Mesías, Su punto de vista de quién realmente era el Mesías y lo que iba a hacer, estaba distorsionado. Pensaron que Cristo traería consigo la restauración del reino. Creían que los liberaría del régimen opresor de sus ocupantes romanos. Incluso el propio círculo íntimo de los discípulos de Cristo creían que el reino vendría inmediatamente (Lucas 19:11). Cuando Jesús comenzó a enseñar que iba a morir a manos de los líderes judíos y los gentiles feudales (Lucas 9:22), Su popularidad se vino abajo. Muchos de los seguidores escandalizados lo rechazaron. Verdaderamente, no fueron capaces de dar muerte a sus propias ideas, planes y deseos, para intercambiarlos por los de Jesús [porque eso es lo que implica, fundamentalmente, el “tome su cruz cada día”]. En Mateo 16:24, el Señor agrega algo fundamental para el éxito de nuestro llamado, el “negarnos a nosotros mismos”; porque, como bien lo dice el Proverbio 3:5-8, “Fíate de Jehová de todo tu corazón, y no te apoyes en tu propia prudencia”, en tu propio saber.

Seguir a Jesús es fácil cuando la vida va muy bien; pero nuestro verdadero compromiso con Él se revela durante las pruebas. Jesús nos aseguró que las pruebas vendrían a los que lo seguían (Juan 16:33). El discipulado exige sacrificio, y Jesús jamás ocultó ese costo.

En Lucas 9:57-62, tres personas parecían dispuestos a seguir a Jesús. Cuando Jesús los cuestionó más adelante, su compromiso fue a medias en el mejor de los casos. Fallaron al no medir el costo de seguirlo. Ninguno estaba dispuesto a tomar su cruz, crucificando sus propios intereses.

Por lo tanto, Jesús apareció para disuadirlos. ¡Qué tan diferente a la típica presentación del evangelio, hoy! ¿Cuántas personas podrían responder a un llamado al altar que fuera, “Vamos a seguir a Jesús, y a enfrentar la pérdida de los amigos, la familia, la reputación, la carrera y, posiblemente hasta su vida”? [Sin embargo, hay también la posibilidad de traerlos a todos al Reino y genuino compañerismo o comunión con Dios]. El número de falsos convertidos disminuiría. Éste llamado es lo que Jesús quiso decir cuando dijo, “tome su cruz cada día, y sígame”.

Si te preguntas si estás dispuesto a tomar tu cruz, considera lo siguiente:
“¿Estás dispuesto a seguir a Jesús, si esto significa perder a algunos de tus amigos más cercanos?
“¿Estás dispuesto a seguir a Jesús, si esto significa la alienación de tu familia?
“¿Estás dispuesto a seguir a Jesús, si esto significa la pérdida de tu reputación?
“¿Estás dispuesto a seguir a Jesús, si esto significa perder tu trabajo?
“¿Estás dispuesto a seguir a Jesús, si esto significa perder tu vida?

En algunos lugares del mundo, estas consecuencias son una realidad. Pero observa que las preguntas están redactadas, “¿Estás dispuesto?”. Seguir a Jesús no significa necesariamente que todas estas cosas te van a pasar, pero ¿estás dispuesto a tomar tu cruz? Si llega un punto en tu vida donde te enfrentas a una elección - Jesús o las comodidades de esta vida, tu reputación, Etc., ¿qué elegirías?

El compromiso con Cristo significa tomar la cruz cada día, renunciando a las esperanzas, sueños, posesiones, incluso la propia vida si es necesario por la causa de Cristo. Sólo si voluntariamente tomas tu cruz estás en condiciones para ser Su discípulo (Lucas 14:27). La recompensa vale la pena. Jesús siguió Su llamado de muerte a Sí mismo (“tome su cruz cada día, y sígame”) con el don de la vida en Cristo: “Porque todo el que quiera salvar su vida, la perderá; y todo el que pierda su vida por causa de mí, la hallará” (Mateo 16:25).

[Trabajo tomado de la web: https://www.gotquestions.org/Espanol/toma-tu-cruz.html, aunque editado en algunas pocas partes]

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