lunes, 24 de diciembre de 2018

¡Acciones de Gracias!

¿Por qué? –Nació Jesús

25 Y he aquí había en Jerusalén un hombre llamado Simeón, y este hombre, justo y piadoso, esperaba la consolación de Israel; y el Espíritu Santo estaba sobre él.
26 Y le había sido revelado por el Espíritu Santo, que no vería la muerte antes que viese al Ungido del Señor.
27 Y movido por el Espíritu, vino al templo. Y cuando los padres del niño Jesús lo trajeron al templo, para hacer por él conforme al rito de la ley,
28 él le tomó en sus brazos, y bendijo a Dios, diciendo:
29 Ahora, Señor, despides a tu siervo en paz,
Conforme a tu palabra;
30 Porque han visto mis ojos tu salvación,
31 La cual has preparado en presencia de todos los pueblos;
32 Luz para revelación a los gentiles,
Y gloria de tu pueblo Israel.
33 Y José y su madre estaban maravillados de todo lo que se decía de él.
San Lucas 2:25-33

E
n este pasaje del Evangelio según San Lucas, el Señor Jesús tenía 8 días de nacido y, conforme a la ley prescrita para Israel, Él debía ser llevado al templo, en Jerusalén, para ser circuncidado. Así, fue llevado por sus padres de Belén a Jerusalén (Belén dista unos 10 kilómetros al sur de Jerusalén), para cumplir con este mandamiento; y se nos narra que, en aquel momento, “había en Jerusalén un hombre llamado Simeón” quién, como muchos justos y piadosos, esperaban el consolador advenimiento del Mesías o Cristo (Mesías deriva del idioma hebreo, mientras que Cristo del griego, y ambos significan “Ungido”; significando
Simeón toma en brazos a Jesús, y bendice a Dios
que el Espíritu Santo está gobernando sobre una persona). Simeón, conocedor de las promesas de Dios respecto este Mesías (en el libro de Daniel se le nombra como “el Mesías príncipe” o “principal”; porque hubieron muchos otros ungidos antes de Él, y aún los hay, hoy; solo que debemos juzgarlos si son verdaderos o falsos), esperaba a este Mesías príncipe, que sería el Salvador del mundo y, más aún, porque le había sido prometido que él no moriría sin antes verle; lo que, como ustedes comprenderán, debió mantenerlo expectante; y eso es lo que justamente produce la revelación de la Palabra de Dios alumbrando el corazón de un hombre o mujer que espera en Dios, en Su Palabra. Y, cuando los padres del Niño lo traían al templo, para hacer con Él conforme al rito de la ley, Simeón lo tomó en sus brazos, y bendijo a Dios, diciendo:

29 Ahora, Señor, despides a tu siervo en paz,
Conforme a tu palabra;
30 Porque han visto mis ojos tu salvación,
31 La cual has preparado en presencia de todos los pueblos;
32 Luz para revelación a los gentiles,
Y gloria de tu pueblo Israel.

Esa fue la manera en que Simeón bendijo a Dios, reconociendo que Aquel Niño, Jesús, era Su salvación, la manera en que Dios salvaría al mundo; y, muy seguramente, Simeón estaba muy gozoso y agradecido a Dios, de que Él estaba poniendo por obra Su plan de salvación y redención mediante Aquel Niño Quién, 33 años después, sería el Cordero de Dios que quita el pecado de este mundo.

Muchos celebrarán esta Navidad sin siquiera detenerse para elevar unas palabras de oración a Dios; oh, sí, se saludarán los unos a los otros, entregarán regalos los niños, y luego degustarán un riquísimo pavo acompañado de un caliente chocolate (aun y cuando ya estamos en temporada de calor) pero, ¿saben qué?, al Dueño del cumpleaños ni siquiera lo nombrarán y, consecuentemente, tampoco le darán las gracias. El nacimiento del Señor fue el cumplimiento de promesas que Dios hizo a Su pueblo Israel, y aún desde antes que Israel estuviera establecida que, graciosamente, involucran –inclusive- a nosotros los gentiles; por lo que las acciones de gracias también nos corresponden, son nuestro privilegio delante de Dios. Leamos, una vez más, la parte donde se nos involucra en la cita que nos sirve de meditación:

32 Luz para revelación a los gentiles,
Y gloria de tu pueblo Israel.

El judío expresaba “gentil” –generalmente- para referirse a toda gente fuera de la nacionalidad israelita; es más, en el Diccionario Strong, se dice para referirse a “gente, linaje, nación, pueblo”; por consiguiente, el v. 32 podríamos leerlo así: “Luz para revelación a las naciones”; por lo que el Apóstol Pablo entendió que el Evangelio o Buenas Nuevas dadas desde días de Abraham, involucraban a todas las naciones (Gálatas 3:8); son buenas nuevas o noticias para todos nosotros; y el problema solo estriba en que lo creamos o no. Si creemos Su Evangelio o Buena Nueva, que declara a Jesucristo como nuestro Salvador, eso agradará a Dios, y Él, de allí en adelante, tratará con nosotros como un Padre que trata con Sus hijos e hijas; sino, no.

Así, llegada la medianoche de hoy (aunque según el día establecido por Dios, éste empieza a partir de la caída del sol, hasta la proximidad de la siguiente caída; y no como lo tenemos hoy, contrario a la razón), dispongamos nuestros corazones para, aun y cuando estamos conscientes de que Jesús no nació un 25 de diciembre (hay numerosos estudios que lo demuestran), bendecir a Dios, tan igual como Simeón lo hizo; agradeciéndole por cómo Él nos envió desde Su divina gloria a Jesús, para vivir entre nosotros y, tras dar testimonio de la manera en que se debe vivir agradando a Dios, ofrecer Su vida como el pago por nuestros pecados. ¡¿No deberíamos estar agradecidos por ello?! En alguna ocasión tuve problemas de dinero y, tanto así que, estresado por la angustia de no saber cómo afrontar una deuda, hasta deseé morir o, sencillamente, dejarme dormir y nunca despertar; pero, tras recurrir a Dios en oración, pidiendo perdón por meterme en deudas, Él proveyó la manera de atender mis deudas u obligaciones; lo que trajo grande contentamiento a mi alma agobiada. ¡Cuánta más gratitud debería causar que el Señor Jesús haya pagado una deuda –prácticamente- impagable, cuando Él murió por nosotros, por nuestros pecados! En efecto, en Romanos 6:23, el apóstol escribió: “Porque la paga del pecado es muerte”; así, siendo que nadie podría argumentar que jamás ha pecado, todos mereceríamos morir; esa es la “paga” (en el griego dícese que eso es lo que merecemos); sin embargo, “Mas Dios muestra su amor para con nosotros, en que siendo aún pecadores, Cristo murió por nosotros.” (Romanos 5:8). El Señor Jesús murió por mí, y por usted, por todo el que estuviera leyendo esta nota; y la única forma de apropiarnos de esa grande Verdad del Evangelio o Buena Nueva de Dios es ¡CREYÉNDOLO!, si en verdad estamos arrepentidos de todos nuestros pecados por los que Él murió. Muchos hemos fornicado y adulterado, y hoy muchas jovencitas se prostituyen vistiéndose como tales para atraer la mirada de un hombre débil; y luego se quejan de que las piropeen y, peor, hasta manoseen cuando, en la práctica, ya están siendo manoseadas  y hasta teniendo sexo en las mentes de muchos hombres faltos de templanza, cometiendo adulterio con ellas en sus corazones. Sí, el Señor Jesús dijo cierta vez: “que cualquiera que mira a una mujer para codiciarla, ya adulteró con ella en su corazón” (San Mateo 5:28); y eso es lo que está sucediendo hoy en día cuando usted, jovencita, y hasta señoras, se visten indecorosamente mostrando sus partes íntimas a través de prendas de vestir escasas o ajustadísimas al cuerpo (la licra), provocando la codicia de quienes la ven pasar así. El Hermano Branham dijo que, allá en el Juicio, cuando estemos en presencia del Dios que todo lo sabe, aún las intenciones del corazón, que Él condenará a muchos, y muchas, por haber cometido adulterio. Muchas mujeres Le dirán: “Pero yo fui fiel a mi esposo”; pero Él les protestará: “Tú te vestiste de esa manera, y provocaste la codicia de otros hombres, y ellos adulteraron contigo en sus corazones”; y siendo que un adulterio es entre dos personas, Él condenará igualmente a los hombres; y lo mismo sucederá con muchos, muchísimos adolescentes y jovencitos. ¿Qué debemos hacer? –Creer en el Nombre de Jesús, que Él nos fue dado para hallar perdón por TODOS nuestros pecados, y fuerzas en nuestra alma para no volverlos a cometer, para cuidar de nosotros y mantenernos puros hasta el inminente día de Su retorno.

Que esta Navidad sea motivo de meditación, en cualesquier forma que Dios le inspire a usted meditarlo, siempre y cuando esté basado en el registro Bíblico, en las Sagradas Escrituras; y que esta Navidad sea motivo de bendición a Dios, haciendo memoria –una vez más- ante Él, de aquel hecho que marcó la puesta en marcha del Plan de Salvación para con todos los hombres, para con este mundo. ¿Lo hará?

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