lunes, 13 de abril de 2020

Habría sido azotado con vara

Habría sido azotado con vara

1 Así que, entonces tomó Pilato a Jesús, y le azotó.
2 Y los soldados entretejieron una corona de espinas, y la pusieron sobre su cabeza, y le vistieron con un manto de púrpura;
3 y le decían: !!Salve, Rey de los judíos! y le daban de bofetadas.
4 Entonces Pilato salió otra vez, y les dijo: Mirad, os lo traigo fuera, para que entendáis que ningún delito hallo en él.
Juan 19:1-4



L
os romanos tenían por práctica o técnica de investigación de un delito flagelar a un criminal para, de esta manera, castigarle por el delito cometido o, por otro lado, probarle o examinarle si realmente era o no culpable del crimen por el que se le acusaba (Hechos 22:24).

Sabemos que los romanos tenían un código de leyes bien elaborado y que, inclusive, son base para el código de leyes de la civilización actual; y, por lo mismo, Pilato estaba obligado a tratar al Señor Jesús con la justicia de sus leyes. En los pasajes relativos al juicio que se le impartió al Señor, vimos a Pilato tratando de soltarle porque, a juicio suyo, no había delito alguno por qué juzgarle siguiera; entendiendo él que, por envidia, trajeron al Señor (Mateo 27:18 y Marcos 15:10) ante él para ser –finalmente- crucificado.

Ante la presión de los sacerdotes, y el pueblo que fanáticamente les hacía coro, y porque Pilato había sido constituido por, ante todo, asegurar la paz en Israel; siendo él todo un político, y porque la presión popular era demasiado para él, Pilato accedió a la demanda del pueblo y, aún tras haber azotado al Señor con vara y, por consiguiente, debiendo soltarle porque no había hallado delito alguno en Él, finalmente accedió a la demanda del pueblo para crucificarle.

El hecho de que los azotes tenían por objeto probar al reo, si éste era o no culpable; esto nos da una idea de que, muy probablemente, la técnica que el romano usó para este objetivo era tal de lacerante sobre el cuerpo del castigado que, muchas de las veces, y porque el reo no quería seguir sufriendo el dolor que le causaban los azotes, éste terminaba por aceptar el crimen.

En el caso del Señor no fue así, Pilato ordenó castigarle y, terminada la sesión de azotes, se admiró que Él ni siquiera hubiera abierto Su boca.

Angustiado él, y afligido, no abrió su boca; como cordero fue llevado al matadero; y como oveja delante de sus trasquiladores, enmudeció, y no abrió su boca.
Isaías 53:7

El apóstol Pablo escribió en su segunda carta a los corintios, lo siguiente:

24 De los judíos cinco veces he recibido cuarenta azotes menos uno.
25 Tres veces he sido azotado con varas; una vez apedreado; tres veces he padecido naufragio; una noche y un día he estado como náufrago en alta mar;
2 Corintios 11:24-25

Los israelitas estaban ordenados a propinar no más de cuarenta azotes o golpes en castigo (Deuteronomio 25:3); pero, en el caso de los romanos era evidente que, para sonsacarle al inculpado la “verdad”, este flagelo podía superar en número.

Si somos escrupulosos, Jesús ni debió ser azotado porque, siendo ciudadano romano (en tanto había nacido bajo el imperio romano; e Israel, siendo parte de una región o provincia que comprendía el dominio romano, esto lo facultaba para gozar de los privilegios dados en las leyes romanas), era imposible dársele este castigo sin siquiera haber sido juzgado (Hechos 22:25); y aún, tras ser juzgado, como lo leemos en la cita de Juan 19:1-4, Pilato no le halló delito alguno para castigarle. Finalmente, y por la presión de los sacerdotes y el pueblo, Pilato accedió a azotarle y, no solo eso, también para crucificarle.

¿Pero fue castigado el Señor con látigos o vara?

En su primera carta, el apóstol Pedro escribió lo siguiente:

Quién llevó Él mismo nuestros pecados en Su cuerpo sobre el madero, para que nosotros, estando muertos a los pecados, vivamos a la justicia [obedientes a Su Palabra]; y por Cuya herida fuisteis sanados.
1 Pedro 2:24

La expresión “herida” aquí proviene del griego mólops que, traducido, significa “lunar”, “ojo negro”, “moretón”. En su primera carta a los corintios, en torno a la Cena del Señor, el apóstol Pablo escribió:

23 Porque yo recibí del Señor lo que también os he enseñado: Que el Señor Jesús, la noche que fue entregado, tomó pan;
24 y habiendo dado gracias, lo partió, y dijo: Tomad, comed; esto es mi cuerpo que por vosotros es partido; haced esto en memoria de mí.
1 Corintios 11:23-24

Sí, nuestro Señor debió sufrir tal castigo, ¡callado!, ¡enmudecido!, ¡no quejándose!; a tal punto que, porque no dijo nada para que el castigo le fuera detenido, muy seguramente Su bendita espalda fue ¡PARTIDA!, destrozada; y ya, desde ese entonces, nuestro bendito Señor empezó a derramar Su preciosa sangre en favor nuestro. El castigo que Él recibió debió matarlo porque, como lo podemos leer, Él ya ni tenía fuerzas para continuar cargando el madero donde sería clavado y levantado, ¡como un maldito!, por mí y por ti (Mateo 27:32; Marcos 15:21; y Lucas 24:26). Pienso que Él tenía puesta la mirada en el calvario; y que, porque quería cumplir TODA Escritura, eso lo esforzó para continuar con la caminata monte arriba.

Tengo la fuerte impresión que Él fue castigado con vara, y no con látigo como, comúnmente, se aprecia en las muchas obras fílmicas que del caso se han hecho; y que, buscando que examinarle o probarle, si Él realmente era culpable o no, el castigo debió seguir una cuenta casi interminable, insufrible por humano alguno hasta partirle las espaldas.

¿Por qué hubo tanto crucificado en tiempos del Señor Jesús?

Roma había conquistado Israel alrededor del año 63 a.C.; y, desde entonces y como parte de las prácticas para mantener el dominio, éste usó el patíbulo del madero o la cruz para amedrentar al pueblo; y, como muchos en Israel se rebelaban contra el gobierno abusivo romano a través de movimientos revolucionarios, la insurrección, la sediciones; cada vez que los romanos juzgaron a un judío de supuesta sedición, usaron la rudeza de la flagelación para “arrancarles la verdad”; y como quiera que el inculpado no podía sufrir la laceración de tanto golpe, finalmente terminaba aceptando su culpa, culpable o no; y, declarado culpable, era crucificado.

Pero con el Señor no fue así; Él fue castigado y, porque no abrió Su boca, sino para orar al Padre y pedir perdón por nuestros pecados (Lucas 23:34), y para bendecirnos, Él debió haber sido liberado; pero, ante la presión del populacho que se había juntado en torno a un sacerdocio cegado por el celo por la tradición y los mandamientos de hombres (Mateo 27:18; y Marcos 15:10), y con testigos falsos (Mateo 26:60; comp. Salmo 27:12), forzaron a Pilato para sentenciar a muerte a nuestro Señor. En nuestras leyes se dice que “Nadie puede ser juzgado dos veces por un mismo delito”; sin embargo, el Señor Jesús, por el mismo supuesto delito se le juzgó y sentenció dos veces: Fue azotado, partido; y, después, fue crucificado.

En efecto, la expresión “herida” en 1 Pedro 2:24 se traduce como “lunar”, “ojo negro” y “moretón”, dando la impresión que el cuerpo de nuestro Señor sufrió golpes de vara que, además que moretearon Sus espaldas, porque fueron tantos, prácticamente partieron o rajaron las espaldas del bendito Hijo de Dios, nuestro Señor Jesús. Los entendidos concluyen que los látigos o golpes habrían sido tales de lacerantes que, muy posiblemente, Su carne abierta dejó entrever Sus huesos y algunos órganos; en tales condiciones, el Señor debió tener una fuerte infección y cuadro febril intenso, juntamente con la pérdida de sangre. ¿De dónde sacó Él arrestos de fuerza para, en tal condición, orar a Su Padre, ya colgado sobre el madero? Definitivamente, Dios mismo fue Sus fuerzas, y el amor con que nos amó para quitar nuestros pecados, nuestra maldición, mediante Su sacrificio vicario.

¿Crees que Él murió por ti? ¿Sí? Entonces estás perdonado, porque el apóstol Pablo escribió esto:

10 Porque con el corazón se cree para justicia, pero con la boca se confiesa para salvación.
11 Pues la Escritura dice: Todo aquel que en él creyere, no será avergonzado.
12 Porque no hay diferencia entre judío y griego, pues el mismo que es Señor de todos, es rico para con todos los que le invocan;
13 porque todo aquel que invocare el nombre del Señor, será salvo.
Romanos 10:10-13

Porque Él, con Su muerte, pagó ante Dios una deuda que a nosotros nos era imposible pagar; salvo que, pagándolo con nuestras propias vidas, hallados culpables esto nos hacía merecedores del lago de fuego (Apocalipsis 19:20; 20:10; y 21:8). “El Justo por los injustos, para llevarnos a Dios” (1 Pedro 3:18).

Y si crees que Él murió por ti, entonces reconoces que eres un pecador, el pecador por quién Él murió; entonces, arrepiéntete de tus pecados, y pide ser bautizado en las aguas invocando Su Nombre: ¡JESÚS!

38 Pedro les dijo: Arrepentíos, y bautícese cada uno de vosotros en el nombre de Jesucristo para perdón de los pecados; y recibiréis el don del Espíritu Santo.
39 Porque para vosotros es la promesa, y para vuestros hijos, y para todos los que están lejos; para cuantos el Señor nuestro Dios llamare.
Hechos 2:38-39

El Espíritu Santo como señal de la justicia de la fe que nos es impartida o dada a todos los que creemos en Él, y lo que Él hizo por nosotros en el calvario (Romanos 4:11), representándonos (Romanos 6:3-4). El Hermano Branham dijo: “Pero una vez que Dios reconoce esa fe, Él le da a Ud. el Espíritu Santo.” (57-0901e-Hebreos capítulo 4).

¡Paz!

sábado, 4 de abril de 2020

La autoridad compartida de la iglesia


La autoridad compartida de la Iglesia

En efesios 1:3, el apóstol Pablo declara que hemos sido bendecidos con TODA bendición espiritual en los lugares celestiales en Cristo, con bendiciones que comprometen la integridad, salud y prosperidad de nuestra alma o ser interior; y, en los versículos 19 y 20 de este mismo capítulo 1, que el Señor Jesús está sentado a la diestra de Dios –también- en lugares celestiales.

Silla o trono
El hecho de que el Señor Jesús está sentado, implica que lo está sobre un trono y, si esto es así, entonces Él, el Señor Jesús, está gobernando. Es más, la expresión “sobre” del v. 21 de este capítulo implica lo mismo, gobierno, que uno está sobre o por encima de otro, gobernándolo. Leámoslo:

Sobre todo principado y autoridad y poder y señorío, y sobre todo nombre que se nombra, no solo en este siglo, sino también en el venidero.

Sí, el Señor Jesús está sobre o gobierna sobre todo principado, autoridad, poder y señorío, y gobierna todo nombre que podamos nombrar y, por eso mismo, es que en Su Nombre tenemos autoridad para echar fuera demonios, que es lo que se afirma en el versículo 22:

Y sometió todas las cosas bajo Sus pies [los pies del Señor Jesús, ¿verdad?], y lo dio por cabeza [¡esto es igualmente glorioso!] SOBRE TODAS LAS COSAS a la Iglesia.

¿Ve usted lo que yo veo? Que la Iglesia (me refiero a la genuina) es cabeza o gobernante sobre (otra vez implicando el acto de gobernar, de tener dominio o autoridad) TODAS LAS COSAS; y, cuando el apóstol dice “todo”, eso implica TODO, que nada queda excluido.

Finalmente, en el capítulo 2 y versículo 6, el apóstol dice:

6 y juntamente con él nos resucitó, y asimismo nos hizo sentar en los lugares celestiales con Cristo Jesús,

En el v. 6 se nos dice que Dios nos sentó en estos mismos lugares celestiales (debe ser el Tercer Cielo porque, la expresión “celestial”, se escribe en el griego epouránios  que, literalmente, se traduce como “sobre los cielos”); y, como lo venimos entendiendo, sentarse significa estar sobre un trono de gobierno; y que, si esto es así, entonces la posición de privilegio y honor de Su Iglesia, Su Amada y Esposa, la Señora Jesucristo, es la misma autoridad que aquí se declara para el Señor Jesús; la Iglesia comparte esta misma autoridad.

Por eso es que el apóstol, en otra de sus sublimes cartas, nos profetiza que habrá una manifestación (en el griego se lee apokalypsis que, traducido, es revelación) de los hijos de Dios en gloria (Romanos 8:19); ésto es, que vamos a manifestar la plenitud de Aquel que nos llamó en Cristo Jesús.

Respondió el centurión y dijo: Señor, no soy digno de que entres bajo mi techo; solamente di la palabra, y mi criado sanará.
Mateo 8:8

27 Y los hombres se maravillaron, diciendo: ¿Qué hombre es éste, que aun los vientos y el mar le obedecen?
Mateo 8:27

Ésta es la misma autoridad que nos ha sido confiada por causa del Nombre del Señor Jesús, por Sus méritos para, en Su Nombre, ordenar, expulsar, liberar… “haremos proezas” (Salmos 60:12; y 108:13).

17 Y estas señales seguirán a los que creen: En mi nombre echarán fuera demonios; hablarán nuevas lenguas;
18 tomarán en las manos serpientes, y si bebieren cosa mortífera, no les hará daño; sobre los enfermos pondrán sus manos, y sanarán.
Marcos 16:17-18

¡Aleluya!

viernes, 3 de abril de 2020

Cree en Jesús, y vivirás


Cree en Jesús, y vivirás


4 Después partieron del monte de Hor, camino del Mar Rojo, para rodear la tierra de Edom; y se desanimó el pueblo por el camino.
5 Y habló el pueblo contra Dios y contra Moisés: ¿Por qué nos hiciste subir de Egipto para que muramos en este desierto? Pues no hay pan ni agua, y nuestra alma tiene fastidio de este pan tan liviano.
6 Y Jehová envió entre el pueblo serpientes ardientes, que mordían al pueblo; y murió mucho pueblo de Israel.
7 Entonces el pueblo vino a Moisés y dijo: Hemos pecado por haber hablado contra Jehová, y contra ti; ruega a Jehová que quite de nosotros estas serpientes. Y Moisés oró por el pueblo.
8 Y Jehová dijo a Moisés: Hazte una serpiente ardiente, y ponla sobre una asta; y cualquiera que fuere mordido y mirare a ella, vivirá.
9 Y Moisés hizo una serpiente de bronce, y la puso sobre una asta; y cuando alguna serpiente mordía a alguno, miraba a la serpiente de bronce, y vivía.
Números 21:4-9



14 Y como Moisés levantó la serpiente en el desierto, así es necesario que el Hijo del Hombre sea levantado,
15 para que todo aquel que en él cree, no se pierda, mas tenga vida eterna.
16 Porque de tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito, para que todo aquel que en él cree, no se pierda, mas tenga vida eterna.
Juan 3:14-16

Miraba las noticias provenientes de Guayaquil – Ecuador; y de cómo, porque la mortalidad de este virus ha superado la capacidad de respuesta del país, cómo es que nuestros hermanos ecuatorianos dejan a sus muertos en las calles, conviven con ellos por prolongado tiempo porque no hay funeraria y tampoco disponibilidad de espacio en los cementerios; y, por último, hasta los están incinerando frente a sus casas, en avenidas y parques; y, como es natural sentirlo, sentí compasión por un país que, por ser nuestro vecino, su angustia y dolor parece afectarnos muy de cerca y fuerte. Sí, la crítica es que Ecuador no estuvo preparada para una contingencia como ésta; pero, por lo mismo, porque somos países de la región que no contamos con una logística para contingencias o crisis de esta envergadura como la que vamos viendo a lo largo de estos meses, justamente por eso es que era necesario tomar medidas rápidas, y ya, preventivas, como las que acertadamente viene tomando nuestro presidente y cuerpo ministerial, excelentemente asesorados; por lo que, en medio de lo difícil de esta crisis, Perú la viene afrontando con esperanza y expectativa de superar este trance con el menor costo social posible.

En el libro de Números, que está en el Antiguo Testamento, capítulo 21 y versículos 4 al 9, se nos narra de cómo Dios “envió entre el pueblo serpientes ardientes, que mordían al pueblo; y murió mucho pueblo de Israel.”; y que, tras el pueblo reconocer su pecado y pedir a Moisés que mediara por ellos, Dios les dio la solución a una mortandad que iba en aumento: “Hazte una serpiente ardiente, y ponla sobre una asta; y cualquiera que fuere mordido y mirare a ella, vivirá.”; y, en efecto, todo el que fue mordido por la serpiente, miró la serpiente de bronce suspendida sobre el asta, y vivió.

En el Evangelio según Juan, capítulo 3 y versículos 14 al 16, el mismo Señor Jesús se encarga de declararnos cómo esa sanidad ocurrida entre el pueblo de Israel, en días de Moisés, y tras haber reconocido su pecado contra Dios, cómo hoy uno puede hallar igual y superior sanidad creyendo en Jesucristo; y no tan solo para ser sanos de una eventual enfermedad o, como es el caso que nos preocupa, de una plaga o pandemia que viene matando a miles de hombres y mujeres en todo el mundo; pero, y porque la obra de nuestro Señor Jesús es superior a la que Dios hizo a lo largo del Antiguo Testamento a través de los sacrificios de animales, hoy Dios nos ofrece VIDA ETERNA a todos los creemos en Aquel a Quién Él envió –justamente- para proveernos salud integral: cuerpo, alma y espíritu, para proveernos Vida Eterna.

Pueda que salgamos airosos de la mordida de esta “serpiente”, el coronavirus o covid-19; pero, si usted lo medita, reconocerá que tanto usted como yo estamos infectados con el virus del pecado desde que nuestros primeros padres pecaron, desde que nacimos (es congénito); y que, y solo si somos inyectados con la vacuna de Dios llamada “Jesús” (y Jesús significa Yo Soy tu salvación), solamente así seremos salvos de la destrucción que pronto, muy pronto vendrá al mundo; y solo los que miraron a esta “serpiente” suspendida en el asta, que nos representó a todos nosotros en la persona de nuestro Señor Jesús, cuando Él fue clavado y colgado sobre un madero, creyendo que Él allí llevó TODOS nuestros pecados e iniquidades (injusticias); que, en sencillas palabras, Él murió por nosotros, “el justo por los injustos, para llevarnos a Dios”; solo así seremos salvos del juicio que Dios ya ha decretado para este mundo pecador, para una vida eterna en Su Presencia, y en un mundo nuevo reconstituido para morada de todos los que creamos en Jesús, hoy.

¿Tiene usted el virus del pecado? Bastaría con hacernos la prueba de descarte, y resultaría que sí lo somos; somos pecadores porque pecamos, ¿o no?; y, porque pecamos, es la mejor señal para reconocer que somos pecadores; por consiguiente, busquemos el antídoto o vacuna contra esta enfermedad que nos condena para muerte eterna; y este antídoto o vacuna es la provisión de Dios en Cristo Jesús, nuestro Salvador.

Quien llevó él mismo nuestros pecados en su cuerpo sobre el madero, para que nosotros, estando muertos a los pecados, vivamos a la justicia; y por cuya herida fuisteis sanados.
1 Pedro 2:24

 Ya se está trabajando para obtener y tener expedita la vacuna que nos libre de este coronavirus o covid-19; y, no bien empiece a distribuirse, seguramente que más de medio mundo irá a los centros asistenciales para ser vacunados. Pero, la vacuna contra la muerte eterna está disponible desde el año 33 d.C., mediante la Sangre preciosa de nuestro Señor Jesús; y, paradójicamente, son pocos los que vienen a Él para ser vacunados, arrepentidos para el perdón de nuestros pecados, y para ser sellados con el Espíritu Santo de la promesa hasta el día de nuestra total redención en gloria (Efesios 4:30).

Le animo a venir a Jesucristo; y, si cree en Él, pida ser bautizado en las aguas invocando Su Nombre, justamente para perdón de pecados, y para ser incorporados en el Cuerpo de Cristo, la Iglesia del Dios Viviente (Hechos 2:38-39). Le animo a leer su Biblia y, si no la tiene, a comprarse una (le recomiendo la Revisión Reina Valera 1960), empezando por leer el Nuevo Testamento.

¿Lo hará? ¡Amén!