Cree en
Jesús, y vivirás
4 Después
partieron del monte de Hor, camino del Mar Rojo, para rodear la tierra de Edom;
y se desanimó el pueblo por el camino.
5 Y habló el
pueblo contra Dios y contra Moisés: ¿Por qué nos hiciste subir de Egipto para
que muramos en este desierto? Pues no hay pan ni agua, y nuestra alma tiene
fastidio de este pan tan liviano.
6 Y Jehová
envió entre el pueblo serpientes ardientes, que mordían al pueblo; y murió
mucho pueblo de Israel.
7 Entonces el
pueblo vino a Moisés y dijo: Hemos pecado por haber hablado contra Jehová, y
contra ti; ruega a Jehová que quite de nosotros estas serpientes. Y Moisés oró
por el pueblo.
8 Y Jehová dijo
a Moisés: Hazte una serpiente ardiente, y ponla sobre una asta; y cualquiera
que fuere mordido y mirare a ella, vivirá.
9 Y Moisés
hizo una serpiente de bronce, y la puso sobre una asta; y cuando alguna
serpiente mordía a alguno, miraba a la serpiente de bronce, y vivía.
Números 21:4-9
14 Y como
Moisés levantó la serpiente en el desierto, así es necesario que el Hijo del
Hombre sea levantado,
15 para que
todo aquel que en él cree, no se pierda, mas tenga vida eterna.
16 Porque de
tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito, para que todo
aquel que en él cree, no se pierda, mas tenga vida eterna.
Juan 3:14-16
Miraba las noticias provenientes de Guayaquil
– Ecuador; y de cómo, porque la mortalidad de este virus ha superado la
capacidad de respuesta del país, cómo es que nuestros hermanos ecuatorianos
dejan a sus muertos en las calles, conviven con ellos por prolongado tiempo
porque no hay funeraria y tampoco disponibilidad de espacio en los cementerios;
y, por último, hasta los están incinerando frente a sus casas, en avenidas y
parques; y, como es natural sentirlo, sentí compasión por un país que, por ser nuestro
vecino, su angustia y dolor parece afectarnos muy de cerca y fuerte. Sí, la
crítica es que Ecuador no estuvo preparada para una contingencia como ésta;
pero, por lo mismo, porque somos países de la región que no contamos con una
logística para contingencias o crisis de esta envergadura como la que vamos
viendo a lo largo de estos meses, justamente por eso es que era necesario tomar
medidas rápidas, y ya, preventivas, como las que acertadamente viene tomando
nuestro presidente y cuerpo ministerial, excelentemente asesorados; por lo que,
en medio de lo difícil de esta crisis, Perú la viene afrontando con esperanza y
expectativa de superar este trance con el menor costo social posible.
En el libro de Números, que está en el
Antiguo Testamento, capítulo 21 y versículos 4 al 9, se nos narra de cómo Dios “envió
entre el pueblo serpientes ardientes, que mordían al pueblo; y murió mucho
pueblo de Israel.”; y que, tras el pueblo reconocer su pecado y pedir a Moisés
que mediara por ellos, Dios les dio la solución a una mortandad que iba en
aumento: “Hazte una serpiente ardiente, y ponla sobre una asta; y cualquiera
que fuere mordido y mirare a ella, vivirá.”; y, en efecto, todo el que fue mordido
por la serpiente, miró la serpiente de bronce suspendida sobre el asta, y
vivió.
En el Evangelio según Juan, capítulo 3
y versículos 14 al 16, el mismo Señor Jesús se encarga de declararnos cómo esa
sanidad ocurrida entre el pueblo de Israel, en días de Moisés, y tras haber
reconocido su pecado contra Dios, cómo hoy uno puede hallar igual y superior
sanidad creyendo en Jesucristo; y no tan solo para ser sanos de una eventual
enfermedad o, como es el caso que nos preocupa, de una plaga o pandemia que
viene matando a miles de hombres y mujeres en todo el mundo; pero, y porque la
obra de nuestro Señor Jesús es superior a la que Dios hizo a lo largo del
Antiguo Testamento a través de los sacrificios de animales, hoy Dios nos ofrece
VIDA ETERNA a todos los creemos en Aquel a Quién Él envió –justamente- para
proveernos salud integral: cuerpo, alma y espíritu, para proveernos Vida
Eterna.
Pueda que salgamos airosos de la
mordida de esta “serpiente”, el coronavirus o covid-19; pero, si usted lo medita,
reconocerá que tanto usted como yo estamos infectados con el virus del pecado
desde que nuestros primeros padres pecaron, desde que nacimos (es congénito); y
que, y solo si somos inyectados con la vacuna de Dios llamada “Jesús” (y Jesús
significa Yo Soy tu salvación), solamente así seremos salvos de la destrucción
que pronto, muy pronto vendrá al mundo; y solo los que miraron a esta “serpiente”
suspendida en el asta, que nos representó a todos nosotros en la persona de
nuestro Señor Jesús, cuando Él fue clavado y colgado sobre un madero, creyendo
que Él allí llevó TODOS nuestros pecados e iniquidades (injusticias); que, en
sencillas palabras, Él murió por nosotros, “el justo por los injustos, para llevarnos a Dios”;
solo así seremos salvos del juicio que Dios ya ha decretado para este mundo
pecador, para una vida eterna en Su Presencia, y en un mundo nuevo
reconstituido para morada de todos los que creamos en Jesús, hoy.
¿Tiene
usted el virus del pecado? Bastaría con hacernos la prueba de descarte, y
resultaría que sí lo somos; somos pecadores porque pecamos, ¿o no?; y, porque
pecamos, es la mejor señal para reconocer que somos pecadores; por
consiguiente, busquemos el antídoto o vacuna contra esta enfermedad que nos condena
para muerte eterna; y este antídoto o vacuna es la provisión de Dios en Cristo
Jesús, nuestro Salvador.
Quien llevó él mismo nuestros pecados en su cuerpo sobre el
madero, para que nosotros, estando muertos a los pecados, vivamos a la
justicia; y por cuya herida fuisteis sanados.
1 Pedro 2:24
Ya se está trabajando para obtener y tener
expedita la vacuna que nos libre de este coronavirus o covid-19; y, no bien
empiece a distribuirse, seguramente que más de medio mundo irá a los centros
asistenciales para ser vacunados. Pero, la vacuna contra la muerte eterna está
disponible desde el año 33 d.C., mediante la Sangre preciosa de nuestro Señor
Jesús; y, paradójicamente, son pocos los que vienen a Él para ser vacunados,
arrepentidos para el perdón de nuestros pecados, y para ser sellados con el
Espíritu Santo de la promesa hasta el día de nuestra total redención en gloria
(Efesios 4:30).
Le animo
a venir a Jesucristo; y, si cree en Él, pida ser bautizado en las aguas
invocando Su Nombre, justamente para perdón de pecados, y para ser incorporados
en el Cuerpo de Cristo, la Iglesia del Dios Viviente (Hechos 2:38-39). Le animo
a leer su Biblia y, si no la tiene, a comprarse una (le recomiendo la Revisión
Reina Valera 1960), empezando por leer el Nuevo Testamento.
¿Lo hará?
¡Amén!
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