viernes, 3 de abril de 2020

Cree en Jesús, y vivirás


Cree en Jesús, y vivirás


4 Después partieron del monte de Hor, camino del Mar Rojo, para rodear la tierra de Edom; y se desanimó el pueblo por el camino.
5 Y habló el pueblo contra Dios y contra Moisés: ¿Por qué nos hiciste subir de Egipto para que muramos en este desierto? Pues no hay pan ni agua, y nuestra alma tiene fastidio de este pan tan liviano.
6 Y Jehová envió entre el pueblo serpientes ardientes, que mordían al pueblo; y murió mucho pueblo de Israel.
7 Entonces el pueblo vino a Moisés y dijo: Hemos pecado por haber hablado contra Jehová, y contra ti; ruega a Jehová que quite de nosotros estas serpientes. Y Moisés oró por el pueblo.
8 Y Jehová dijo a Moisés: Hazte una serpiente ardiente, y ponla sobre una asta; y cualquiera que fuere mordido y mirare a ella, vivirá.
9 Y Moisés hizo una serpiente de bronce, y la puso sobre una asta; y cuando alguna serpiente mordía a alguno, miraba a la serpiente de bronce, y vivía.
Números 21:4-9



14 Y como Moisés levantó la serpiente en el desierto, así es necesario que el Hijo del Hombre sea levantado,
15 para que todo aquel que en él cree, no se pierda, mas tenga vida eterna.
16 Porque de tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito, para que todo aquel que en él cree, no se pierda, mas tenga vida eterna.
Juan 3:14-16

Miraba las noticias provenientes de Guayaquil – Ecuador; y de cómo, porque la mortalidad de este virus ha superado la capacidad de respuesta del país, cómo es que nuestros hermanos ecuatorianos dejan a sus muertos en las calles, conviven con ellos por prolongado tiempo porque no hay funeraria y tampoco disponibilidad de espacio en los cementerios; y, por último, hasta los están incinerando frente a sus casas, en avenidas y parques; y, como es natural sentirlo, sentí compasión por un país que, por ser nuestro vecino, su angustia y dolor parece afectarnos muy de cerca y fuerte. Sí, la crítica es que Ecuador no estuvo preparada para una contingencia como ésta; pero, por lo mismo, porque somos países de la región que no contamos con una logística para contingencias o crisis de esta envergadura como la que vamos viendo a lo largo de estos meses, justamente por eso es que era necesario tomar medidas rápidas, y ya, preventivas, como las que acertadamente viene tomando nuestro presidente y cuerpo ministerial, excelentemente asesorados; por lo que, en medio de lo difícil de esta crisis, Perú la viene afrontando con esperanza y expectativa de superar este trance con el menor costo social posible.

En el libro de Números, que está en el Antiguo Testamento, capítulo 21 y versículos 4 al 9, se nos narra de cómo Dios “envió entre el pueblo serpientes ardientes, que mordían al pueblo; y murió mucho pueblo de Israel.”; y que, tras el pueblo reconocer su pecado y pedir a Moisés que mediara por ellos, Dios les dio la solución a una mortandad que iba en aumento: “Hazte una serpiente ardiente, y ponla sobre una asta; y cualquiera que fuere mordido y mirare a ella, vivirá.”; y, en efecto, todo el que fue mordido por la serpiente, miró la serpiente de bronce suspendida sobre el asta, y vivió.

En el Evangelio según Juan, capítulo 3 y versículos 14 al 16, el mismo Señor Jesús se encarga de declararnos cómo esa sanidad ocurrida entre el pueblo de Israel, en días de Moisés, y tras haber reconocido su pecado contra Dios, cómo hoy uno puede hallar igual y superior sanidad creyendo en Jesucristo; y no tan solo para ser sanos de una eventual enfermedad o, como es el caso que nos preocupa, de una plaga o pandemia que viene matando a miles de hombres y mujeres en todo el mundo; pero, y porque la obra de nuestro Señor Jesús es superior a la que Dios hizo a lo largo del Antiguo Testamento a través de los sacrificios de animales, hoy Dios nos ofrece VIDA ETERNA a todos los creemos en Aquel a Quién Él envió –justamente- para proveernos salud integral: cuerpo, alma y espíritu, para proveernos Vida Eterna.

Pueda que salgamos airosos de la mordida de esta “serpiente”, el coronavirus o covid-19; pero, si usted lo medita, reconocerá que tanto usted como yo estamos infectados con el virus del pecado desde que nuestros primeros padres pecaron, desde que nacimos (es congénito); y que, y solo si somos inyectados con la vacuna de Dios llamada “Jesús” (y Jesús significa Yo Soy tu salvación), solamente así seremos salvos de la destrucción que pronto, muy pronto vendrá al mundo; y solo los que miraron a esta “serpiente” suspendida en el asta, que nos representó a todos nosotros en la persona de nuestro Señor Jesús, cuando Él fue clavado y colgado sobre un madero, creyendo que Él allí llevó TODOS nuestros pecados e iniquidades (injusticias); que, en sencillas palabras, Él murió por nosotros, “el justo por los injustos, para llevarnos a Dios”; solo así seremos salvos del juicio que Dios ya ha decretado para este mundo pecador, para una vida eterna en Su Presencia, y en un mundo nuevo reconstituido para morada de todos los que creamos en Jesús, hoy.

¿Tiene usted el virus del pecado? Bastaría con hacernos la prueba de descarte, y resultaría que sí lo somos; somos pecadores porque pecamos, ¿o no?; y, porque pecamos, es la mejor señal para reconocer que somos pecadores; por consiguiente, busquemos el antídoto o vacuna contra esta enfermedad que nos condena para muerte eterna; y este antídoto o vacuna es la provisión de Dios en Cristo Jesús, nuestro Salvador.

Quien llevó él mismo nuestros pecados en su cuerpo sobre el madero, para que nosotros, estando muertos a los pecados, vivamos a la justicia; y por cuya herida fuisteis sanados.
1 Pedro 2:24

 Ya se está trabajando para obtener y tener expedita la vacuna que nos libre de este coronavirus o covid-19; y, no bien empiece a distribuirse, seguramente que más de medio mundo irá a los centros asistenciales para ser vacunados. Pero, la vacuna contra la muerte eterna está disponible desde el año 33 d.C., mediante la Sangre preciosa de nuestro Señor Jesús; y, paradójicamente, son pocos los que vienen a Él para ser vacunados, arrepentidos para el perdón de nuestros pecados, y para ser sellados con el Espíritu Santo de la promesa hasta el día de nuestra total redención en gloria (Efesios 4:30).

Le animo a venir a Jesucristo; y, si cree en Él, pida ser bautizado en las aguas invocando Su Nombre, justamente para perdón de pecados, y para ser incorporados en el Cuerpo de Cristo, la Iglesia del Dios Viviente (Hechos 2:38-39). Le animo a leer su Biblia y, si no la tiene, a comprarse una (le recomiendo la Revisión Reina Valera 1960), empezando por leer el Nuevo Testamento.

¿Lo hará? ¡Amén!

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