viernes, 26 de junio de 2020

¿Recibisteis el Espíritu Santo cuando creísteis?

1 Aconteció que entre tanto que Apolos estaba en Corinto, Pablo, después de recorrer las regiones superiores, vino a Efeso, y hallando a ciertos discípulos,
2 les dijo: ¿Recibisteis el Espíritu Santo cuando creísteis? Y ellos le dijeron: Ni siquiera hemos oído si hay Espíritu Santo.
3 Entonces dijo: ¿En qué, pues, fuisteis bautizados? Ellos dijeron: En el bautismo de Juan.
4 Dijo Pablo: Juan bautizó con bautismo de arrepentimiento, diciendo al pueblo que creyesen en aquel que vendría después de él, esto es, en Jesús el Cristo.
5 Cuando oyeron esto, fueron bautizados en el nombre del Señor Jesús.
6 Y habiéndoles impuesto Pablo las manos, vino sobre ellos el Espíritu Santo; y hablaban en lenguas, y profetizaban.
7 Eran por todos unos doce hombres.
Hechos 19:1-7

E
n este pasaje, el apóstol Pablo se encontró con unos discípulos de la ciudad de Éfeso, al oeste de lo que hoy es Turquía; y, porque iba a trabajar con ellos sobre fundamento firme, estable, confiable, les preguntó si habían recibido el Espíritu Santo. Para vivir la vida cristiana es necesario tener el Espíritu Santo, sin lo cual es imposible vivirlo.

Cuando Nicodemo vino ante el Señor Jesús, para consultarle sobre el reino de Dios, Él le respondió que, a menos que uno naciera de agua y Espíritu, no podría ver ni entrar en el reino de Dios (Juan 3:3 y 5). Sí, el Espíritu Santo es la presencia de Dios en el cristiano asegurándole para vivir la vida digna, en armonía con la Palabra de Dos. En definitiva, la presencia de Dios en nuestras vidas, a través del Espíritu Santo, es el reino de Dios. Y, por lo mismo; cuando el apóstol Pablo se encontró con estos discípulos, él, responsablemente quiso estar seguro si tenían o no el Espíritu Santo; a fin de, a partir de allí, edificar el cuerpo de Cristo con miras “a la unidad de la fe y del conocimiento del Hijo de Dios, a un varón perfecto, a la medida de la estatura de la plenitud de Cristo.” (Efesios 4:11-16).

Como lo leemos en Hechos 19:2, los discípulos ni siquiera habían oído que había un Espíritu Santo prometido; y, cuando el apóstol preguntó en qué –pues- habían sido bautizados, ellos respondieron que “En el bautismo de Juan” estaban bautizados.

El bautismo de Juan (el bautista), tal y como el apóstol les ayudó a reconocer, fue para arrepentimiento, “diciendo al pueblo que creyesen en aquel que vendría después de él, esto es, en Jesús el Cristo.” Y, cuando leemos acerca de Juan el bautista en “los evangelios” de Mateo, Marcos, Lucas y Juan, entendemos que, efectivamente, él bautizó al pueblo para arrepentimiento, preparando los corazones de las gentes para el advenimiento del Mesías o Cristo; y, tal fue así que, durante su ministerio, él exhortó duro al pueblo a hacer frutos dignos de arrepentimiento; y, lo que es igualmente importante reconocer, que él solo bautizó en agua; mientras que, el Señor Jesús, según palabras del propio Juan el bautista, obraría un bautismo superior: “él os bautizará en Espíritu Santo y fuego.” (Mateo 3:11; Marcos 1:8; y Lucas 3:16).

¿Ven? El bautismo de Juan fue para preparar los corazones para recibir al Mesías, el Cristo; mientras que el bautismo en el nombre del Señor Jesús es, desde el principio, para ser bautizados o recibir el Espíritu Santo; lo cual, en palabras del Rev. William Branham, es el nuevo nacimiento:

Lo que yo he querido decir es que el pecador venga para ser renacido, lo cual equivale a ser bautizado en el Cuerpo de Cristo por medio del Espíritu Santo, que fue realmente lo que sucedió en el Día de Pentecostés, cuando la Iglesia tuvo su principio. En otras palabras, ser nacido del Espíritu, es ser verdaderamente bautizado con el Espíritu Santo. Es una y la misma cosa.
(Una exposición de las siete edades de la iglesia, Edad de Esmirna, Párr. 145)

Ahora, recibir a Cristo es recibir Su Espíritu. El recibir Su Espíritu es ser renacido. El recibir Su Espíritu es ser bautizado con el Espíritu Santo. Amén.
(Una exposición de las siete edades de la iglesia, Edad de Esmirna, Párr. 148)

¿Por qué el bautismo en agua en el nombre de Jesús provee o nos autoriza para recibir el Espíritu Santo? Recordemos que la pregunta del apóstol, en Hechos 19:3, fue acerca de en qué bautismo ellos estaban bautizados; y que, tan pronto ellos respondieron que solo estaban bautizados en el bautismo de Juan, el apóstol les recordó que este bautismo (pregonado por Juan el bautista) era solo para arrepentimiento; y, como el apóstol Pedro lo enfatiza en 1 Pedro 4:21, es “la aspiración de una buena conciencia hacia Dios”. Así, cuando un creyente era y es bautizado, éste está dando testimonio de su arrepentimiento; que él es un pecador dolido por sus pecados y que, arrepentido, él viene a las aguas del bautismo; testificándole su conciencia que está procediendo conforme al propósito de Dios en Cristo Jesús.

En Hechos 19:4, el apóstol hace una declaración fundamental; que, el bautismo de Juan fue para arrepentimiento y, acto seguido, “diciendo al pueblo que creyesen en aquel que vendría después de él, esto es, en Jesús el Cristo.” ¿Por qué esta declaración fue y es fundamental? Porque, recibiendo la dádiva de Dios en Cristo Jesús, se está expedito, autorizados y preparados para recibir el Espíritu Santo; que es, Dios habitando en templos de carne y huesos; para, con Su presencia, ungir el alma de un hombre hambriento de Dios y Su bendita guianza.

Y así, cuando los discípulos de Éfeso fueron bautizados invocando el nombre del Señor Jesús (Hechos 22:16), tan igual como la primera vez que se ordenó el bautismo en el nombre de Jesucristo (Hechos 2:38), para perdón de pecados, esto los autorizó para recibir el don de Dios, el Espíritu Santo.

¿Por qué el Espíritu Santo es dado cuando somos bautizados en agua en el nombre del Señor Jesús?

Primeramente, debemos entender que, cuando aquí se dice “en el nombre de Jesús (Señor Jesús, Jesucristo o Señor Jesucristo)”, esto se puede traducir –igualmente- como “por el nombre de Jesús”; dándonos a entender que, por causa del Señor Jesús, por causa de Su nombre, somos autorizados para recibir un beneficio de parte de Dios.

Seguidamente, Romanos 6:1-11 responde la pregunta; y, más concretamente, los versículos 3 y 4:

¿O no sabéis que todos los que hemos sido bautizados en Cristo Jesús, hemos sido bautizados en su muerte?
Porque somos sepultados juntamente con él para muerte por el bautismo, a fin de que como Cristo resucitó de los muertos por la gloria del Padre, así también nosotros andemos en vida nueva.

Recordemos que el Señor Jesús nos representó en la cruz; y que, por consiguiente, cuando Él fue crucificado por nosotros, nosotros estábamos igualmente siendo crucificados; que, cuando Él murió, nosotros morimos igualmente con Él; y, siguiendo el principio de esta regla de sustitución o vicariato; cuando Él resucito glorificado y ascendió a los cielos, donde ahora mismo Él está ejerciendo Su oficio de Sumo Sacerdote, nosotros igualmente resucitamos; y, según nos lo dice el apóstol en Efesios 1:3; y 2:6, ahora mismo estamos sentados, ¡ENTRONADOS!, en lugares celestiales con Cristo Jesús. ¡Aleluya! Y, para que esa verdad celestial tenga su correspondencia y efectos aquí en la tierra, para serle testigos (Hechos 1:8), Él envió Su Espíritu sobre nosotros (la expresión “sobre” no significa que el Espíritu esté sobre nuestros cuerpos o, como algunos lo entienden, en la carne, porque esa no es la intención de Dios al enviar Su Espíritu sobre nosotros; sino que Su Espíritu está en una posición superior a nosotros gobernándonos; “sobre”, aquí, tiene la implicancia de gobernar, dominar, imperar) para gobernarnos, para andar en el Espíritu, para consolarnos guiándonos a toda verdad, conforme Él lo prometió en Juan 16:7-14.

Así, cuando usted es bautizado en agua en el nombre de Jesucristo, usted está confirmando su fe en lo que Él hizo por usted en la cruz, Su sepultura, resurrección y ascensión a los cielos; y, porque usted lo cree, usted se identifica con Su obra mediante el bautismo en agua invocando el nombre Jesucristo; y, justificado por la fe en Él, creyendo en lo que Él hizo por usted, entonces Dios reconoce su fe enviando o dándole el don del Espíritu Santo.

En Romanos 6:7, el apóstol hace esta determinante declaración: “Porque el que ha muerto, ha sido justificado del pecado.” Y, si estamos justificados o declarados justos por la fe en lo que Él hizo por nosotros, como nuestro sustituto o vicario, entonces Él ahora viene a morar en nosotros mediante el Espíritu Santo. El Espíritu Santo es Su declaración de que somos justos (Romanos 4:11).

En Romanos 6:10, el apóstol declara que nuestro Señor Jesús, cuando murió, “al pecado murió una vez por todas” (recordemos en todo momento que, todo cuanto Él hizo, lo hizo reemplazándonos, sustituyéndonos); por lo que, en el v. 11, él concluye declarando: “Así también vosotros consideraos muertos al pecado…” (en el griego, idioma en que fue escrito originalmente esta carta del apóstol Pablo, se dice: “…haced cuenta que vosotros mismos estáis muertos…” ¡Aleluya!). Usted me puede ver y, seguramente, dirá que “estoy vivo”; pero, a los ojos de Dios (que es lo que importa, no lo que el hombre diga), legalmente estoy muerto en o por Cristo Jesús; y, justificado del pecado (v. 7), entonces Él envía Su Espíritu para confortar mi alma y afirmar mi espíritu para vivir rectamente, mediante Su Vida (Zoe) en mí; y todo por la fe en Cristo Jesús, confesando esta fe mediante el bautismo en agua en el nombre de Jesucristo.

En Hechos 2:38-39, el apóstol Pedro usó, por primera vez, las llaves del reino, invocando el nombre de Jesús; y, ante una multitud de judíos que se habían congregado para celebrar la fiesta de Pentecostés en Jerusalén, y cuando el Espíritu Santo acababa de descender sobre 120 creyentes, como primicias, hizo la siguiente declaración que, a lo largo del libro de los Hechos, fue un principio inalterado de la fe en Cristo Jesús:

38 Pedro les dijo: Arrepentíos, y bautícese cada uno de vosotros en el nombre de Jesucristo para perdón de los pecados; y recibiréis el don del Espíritu Santo.
39 Porque para vosotros es la promesa, y para vuestros hijos, y para todos los que están lejos; para cuantos el Señor nuestro Dios llamare.

¿Te ha convencido Dios de tus pecados (Juan 16:8-11), que eres un pecador; y que, en tal condición, no puedes agradar a Dios? Entonces, arrepiéntete de tus pecados y pide para ser bautizado en agua invocando el nombre del bendito Señor Jesús; ¿para qué? Para perdón de tus pecados y, tan pronto tus pecados te son perdonados, Él enviará Su Espíritu Santo sobre ti, para que tú seas Su morada, Su casa, Su templo; y, de allí en adelante, Él será tu guía. ¿Y cómo sabré que Él me guía? Cuando veo que mis pasos son guiados conformes a Su bendita Palabra, haciéndome uno con Él, que es la Palabra (Juan 1:1).

¿Recibisteis el Espíritu Santo cuando creísteis? En el griego, la expresión “cuando creísteis” se escribe, más exactamente, como “creyendo”, para decirse así: “¿Recibisteis el Espíritu Santo creyendo?”, con la actitud de creer en tiempo continuo, perseverando. ¿Y qué es lo que debemos creer? En Jesús (el nombre Jesús proviene del hebreo Yeshúa que, traducido, quiere decir Yehováh salva), que Él nos sustituyó en la cruz, muriendo por nosotros; y lo mismo en Su sepultura, resurrección y ascensión; y, creyéndolo, justificados por la fe, Dios reconocerá nuestra fe para regalarnos el Espíritu Santo de Su promesa.

¿Ve usted cómo la práctica del bautismo en agua, en el nombre de Jesús, se fundamenta con la doctrina del apóstol en Romanos 6:1-11 y Colosenses 2:12? Si usted está bautizado de otra manera, le aconsejo lo haga conforme a la práctica y doctrina apostólica; y, como los efesios, vuelva a bautizarse otra vez; pero, ahora, invocándose sobre usted el nombre de Jesucristo, nuestro Salvador.

Amén.

DAME EL ESPÍRITU SANTO

//Dame el Espíritu Santo//
//Oh, mi Dios//
//Dame el Espíritu Santo//
//Oh, mi Dios//

Me he arrepentido de todos mis pecados,
Y he sido bautizado en las aguas,
Invocando el nombre del Señor Jesucristo,
Pido Tu Espíritu para tu gloria, oh, Señor.

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