jueves, 28 de enero de 2021

y todo aquel que invoque el nombre del Señor, será salvo

Y todo aquel que invoque el nombre del Señor, será salvo


 Esta declaración fue dada, por primera vez, por boca del profeta Joel, en Joel 2:32:

 

32 Y todo aquel que invocare el nombre de Yehováh será salvo; porque en el monte de Sion y en Jerusalén habrá salvación, como ha dicho Yehováh, y entre el remanente al cual él habrá llamado.

Joel 2:28-32

 

El profeta declara aquí una profecía para los últimos tiempos, sobre el derramamiento del Espíritu Santo y que, luego de ello, seguirían acontecimientos de grande envergadura en el cielo y la tierra, “sangre, y fuego, y columnas de humo. El sol se convertirá en tinieblas, y la luna en sangre, antes que venga el día grande y espantoso de Yehováh.”

 

Sin embargo, y toda esta impresionante y realmente espantosa declaración, el profeta continúa y declara el evangelio o buena nueva: “Y todo aquel que invocare el nombre de Yehováh será salvo…”

 

El día grande y espantoso de Yehováh está por venir, y es el día en que Dios desatará o derramará Sus juicios sobre este mundo pecador e impenitente; por lo que, si los acontecimientos que ya están sucediendo hoy, con el covid-19, nos están causando angustia, dolor y hasta desesperación entre las gentes, ¿qué no causarán los juicios de Dios sobre este mundo después de esta breve tribulación?

 

Cuando el Espíritu Santo vino sobre la Iglesia, por primera vez, en Hechos 2 se registra cómo el apóstol Pedro, dando su primer sermón o proclama, él repite –justamente- esta cita de Joel:

 

Y daré prodigios arriba en el cielo,

Y señales abajo en la tierra,

Sangre y fuego y vapor de humo;

20 El sol se convertirá en tinieblas,

Y la luna en sangre,

Antes que venga el día del Señor,

Grande y manifiesto;

21 Y todo aquel que invocare el nombre del Señor, será salvo.

 

Como podemos ver, aquí se dice “Señor”, y no “Yehováh”; porque, desde los primeros siglos de la cristiandad, los estudiosos aseguran que el nombre de Dios y de Su Hijo o nuestro Salvador fueron ocultados por orden del imperio romano y, después, por orden de obispos quienes, tiempo después, darían lugar a la formación de la hoy Iglesia Católica. El apóstol Pablo enseñó que todo lo que hagamos, sea de palabra o de hecho, lo hagamos en el nombre de Jesús o Yeshúa (Colosenses 3:17); y, cada vez que se declaraba el nombre de Yeshúa que, traducido, es Yehováh salvará, Pablo y los santos de aquel tiempo sabían que estaban igualmente invocando al Padre, Yehováh.

 

Y, en la carta a los santos en Roma, en Romanos 10:13, se vuelve a usar el título de “Señor” (cuando es muy probable que, en el original griego, estuviera escrito el nombre de Yeshúa); y, aquí, en alusión al Señor Jesús o Yeshúa (pronunciación en el idioma hebreo). ¿Por qué? Porque, en palabras del apóstol Pedro: “Y en ningún otro hay salvación; porque no hay otro nombre bajo el cielo, dado a los hombres, en que podamos ser salvos.” (Hechos 4:12); por lo que Pablo, con el mismo Espíritu Santo morando en él, tan igual como Pedro, sabía que el nombre de Yeshúa daba testimonio del nombre del Padre, Yehováh, declarando Su solo nombre y, después por Su obra vicaria en la cruz, que efectivamente la salvación es de Yehováh.

 

Cuando se le dio el nombre a nuestro Salvador, Su nombre fue Yeshúa (no Jesús. Este nombre, tal como es mencionado en todas la mayoría de Biblias, no apareció sino hasta el siglo XVI) porque, en el idioma hebreo, éste significa: “Yehováh salvará”, llegando a ser el nombre de nuestro bendito Salvador Yeshúa un testimonio, un pregón de que Yehováh Dios salvaría a Su pueblo. Por lo que, cuando el apóstol Pablo vuelve a repetir la declaración de Joel, refiriéndose a Yeshúa como autor de esta salvación, es porque, como bien sabemos, el nombre mismo de Yeshúa significa “Yehováh salvará”; y que, cuando Él entregó Su vida en la cruz por nuestros pecados, llevando nuestra maldición allí, Su cruz, sangre o muerte fueron causa y efecto de esta salvación lograda y disponible para todo aquel que, ahora, invoca al Señor, a Yehováh Dios o a Yeshúa, llamándolo para ayudarle en sus necesidades del alma, de su organismo (enfermedad, etc.) o, como en esta ocasión, para que Él nos proteja de la muerte del covid-19.

 

Por lo que te animo, amigo mío, a invocar o llamar (la palabra invocar significa llamar) a Dios, y Su nombre es Yehováh, que significa “Yo soy el que es, era y será”, el Eterno; o, si lo prefiere (y es lo mismo), invoque o llame a Yeshúa que significa “Yehováh salvará”; porque, aún si no lo entiende (y yo no digo entenderlo todo), Yehováh del Antiguo Testamento es Yeshúa o Jesús del Nuevo Testamento, en palabras del profeta, Hermano William M. Branham; no son tres, sino una sola Persona, el único y sabio Dios manifestado en carne para redimirnos de la muerte y concedernos vida eterna.

 

13 porque todo aquel que invocare el nombre del Señor [Yeshúa], será salvo.

Romanos 10:13

 

¡Shalom! O, traducido, ¡Paz!


 

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