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n la entrega de los Diez Mandamientos, que
Yehováh Dios dio a Su pueblo, uno de estos mandamientos tiene que ver con el
grado de inseguridad que, día a día, agobia a nuestras poblaciones: “No
robarás” (Éxodo 20:15); y porque, además de ser objetos de robo, prácticamente
todos los días, esto se agrava con la posibilidad de que, por el robo de tan
solo un celular, ya muchas veces el delincuente ha optado por matar; trasgrede,
de esta manera, otro de los mandamientos: “No matarás” (Éxodo 20:13).
Yo entiendo que, muchos de estas personas, faltos de moral, principios o lo que llamamos “valores”, presionados por necesidad se ven obligados a delinquir; e, ignorándolo, sin que ellos lo sepan, aún si lo robado puede causarles cierta satisfacción momentánea; eso es lo que es, una satisfacción momentánea, temporal y hasta aparente; porque, tan pronto nos vemos implicados en actos de robo o trasgredimos cualesquiera de los mandamientos dados por Yehováh Dios en Éxodo 20, somos declarados “malditos”; esto es, que Yehováh Dios ha decretado que todo mal nos siga o persiga al punto de afectarnos por completo, hasta consumirnos.
En efecto, en el libro de Deuteronomio capítulo 28, Moisés hace una lista de las bendiciones y maldiciones que vendrán y alcanzarán a todo hombre y mujer; y más para aquellos que, conociendo la voluntad de Dios, luego deciden desobedecer trayendo, sobre sí, las maldiciones contenidas en este capítulo. En el versículo 2 de este capítulo 28, Moisés declara:
Y vendrán sobre ti todas estas bendiciones, y te alcanzarán, si oyeres
la voz de Yehováh tu Dios.
Y, tras listar estas
bendiciones, igualmente, para quienes optamos por ignorar los mandamientos de
Dios, se hace la siguiente declaración:
15 Pero acontecerá, si no oyeres la voz de Jehová tu
Dios, para procurar cumplir todos sus mandamientos y sus estatutos que yo te
intimo hoy, que vendrán sobre ti todas estas maldiciones, y te alcanzarán.
En el libro de Romanos
2:21, el apóstol Pablo hace esta declaración:
“Tú, pues, que
enseñas a otro, ¿no te enseñas a ti mismo? Tú que predicas que no se ha de
hurtar, ¿hurtas?”
Y, si Dios realmente ha venido
a nuestras vidas, muy seguramente Él nos hará tal de sensibles y honrados para
con nosotros mismos para, tan pronto nos confrontamos con Su Palabra, así como
sucedió con el Rey Josías (2 Reyes 22:3-20); reconoceremos que, de una u otra
manera, transgredimos los mismos mandamientos dados por Yehováh Dios. Por
ejemplo, ¿cuántos no nos hemos hecho los dormidos para, cuando pasó el cobrador
del bus, excusarnos para no pagar por el pasaje o boleto y derecho a
transportarnos en ese bus? Muchos, ¿verdad? Es toda una cultura; lo
llamaríamos, “la ley del más vivo”; sin embargo, a los ojos de Dios, somos
ladrones.
Pues bien, les animo a
leer la lista de bendiciones (o declaraciones de bien o prosperidad) que siguen
a todos los que, en fe, optamos por obedecer los mandamientos de Yehováh Dios,
en Deuteronomio 28:3-14; y, seguidamente, la lista de maldiciones que siguen a
todos los que, en abierta rebeldía e incredulidad, optamos en desobedecer los
mandamientos de Yehováh Dios, en Deuteronomio 28:15-68.
Por lo que, si tú eres
uno de tantos que se ha dedicado al robo; sea porque tengas necesidad o porque,
por el hecho de que eres muy hábil y consideras es la forma más fácil de
hacerte de dinero –igualmente- fácil, por eso haz hecho del robo tu costumbre;
debes saber que, consciente o no, a los ojos del Dios, a Quién uno de estos
días daremos cuenta, eres un maldito; y que, como bien lo podrás leer en la
lista de maldiciones recopilados en Deuteronomio 28:15-68, estas maldiciones te
seguirán, te destruirán; y, no solo a ti; sino, también, a toda tu familia,
trayendo maldición a tu hogar. Tú bien podrías decir: “¡Pero yo solo he robado,
no he matado!”; pero, según Santiago 2:10: “Porque cualquiera que guardare toda
la ley, pero ofendiere en un punto, se hace culpable de todos [los
mandamientos].” Por lo que, quien roba, también estará siendo culpable de
asesinato y toda transgresión contra la ley de Dios.
¿Cuál es la solución a
esta penosa y miserable condición del hombre (porque todos, todos pecamos)?
La respuesta es: Que
creamos el evangelio (buena noticia) de Jesucristo; arrepintiéndonos de
nuestros pecados y recibiendo o aceptando la gracia o favor concedidos mediante
el nombre de Jesucristo; y que, tan pronto nos hayamos arrepentido (la palabra
“arrepentimiento” significa en el Antiguo Testamento “lamentación”, que nos
lamentemos de porqué hemos pecado; y, en el Nuevo Testamento, “un cambio de
mente”; que, lo que antes no lo considerábamos malo, ahora sí, porque así es
como Dios lo ve), procedamos a pedir ser bautizados en agua (la palabra
“bautismo” implica ser inmersos o sumergidos en agua, no siendo rociados con
agua como es la práctica en la Iglesia Católica, esa nunca fue la práctica
apostólica en la Iglesia Primitiva), e invocando el nombre del Señor Jesús (no
en el nombre de “Padre, Hijo y Espíritu Santo”); uno, porque así fue la
práctica en todo el libro de los Hechos que registra este bautismo; y, dos,
porque el bautismo en agua invocando el nombre de Jesús nos identifica con Él, con
Su obra vicaria o en reemplazo de nosotros; de tal manera que, y como lo dice
el apóstol en Romanos 6:3-4, somos identificados con Jesús en Su muerte,
sepultura y resurrección; que, para Yehováh Dios, es como si nosotros fuéramos
los que, en aquella ocasión, fuimos los crucificados pagando, con Su muerte, la
pena por nuestros pecados; para ahora, declarados justos o justificados, tener
derecho al bautismo del Espíritu Santo, nuestra arras, boleto o señal hacia la
Vida Eterna:
13 Cristo nos redimió de la
maldición de la ley, hecho por nosotros maldición (porque está escrito: Maldito
todo el que es colgado en un madero), 14 para
que en Cristo Jesús la bendición de Abraham alcanzase a los gentiles, a fin de
que por la fe recibiésemos la promesa del Espíritu.
Gálatas 3:13-14
37 Al oír esto, se
compungieron de corazón, y dijeron a Pedro y a los otros apóstoles: Varones
hermanos, ¿qué haremos? 38 Pedro les dijo:
Arrepentíos, y bautícese cada uno de vosotros en el nombre de Jesucristo para
perdón de los pecados; y recibiréis el don del Espíritu Santo.
Hechos 2:37-38
¡Shalom!
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