viernes, 9 de diciembre de 2022

MI NOMBRE ESTÁ EN ÉL

20 He aquí yo envío mi Ángel delante de ti para que te guarde en el camino, y te introduzca en el lugar que yo he preparado. 21 Guárdate delante de él, y oye su voz; no le seas rebelde; porque él no perdonará vuestra rebelión, porque mi nombre está en él.

Éxodo 23:20-21

 

Sí, ser rebeldes contra el Ángel del Señor, es ser rebeldes contra Jehová Dios mismo; y, seguidamente, Él nos dice el porqué es que esta rebelión ni sería perdonada, si somos rebeldes contra este Ángel, el Ángel o Mensajero del Señor, “porque Mi Nombre está en Él”; el nombre de Dios, Jehová (en el hebreo Yehováh, que es el nombre YHVH vocalizado) está en este bendito Ángel, el Ángel o Mensajero del Señor.

 

Muchos israelitas tuvieron y aún hoy tienen nombres donde figura –precisamente- el nombre del Señor = Jehová; y, entre estos nombres, podríamos citar los nombres de:

 

·         Jeremías = Yah (nombre corto para Yehováh) se levantará

·         Joaquín = Jehová establecerá

·         Joel = Jehová es su Dios

·         Jonatán = Dado o Regalo de Dios

 

Como otros que, aún si no tienen el nombre propio de Dios = Jehová, por lo menos hacen mención a Su título o condición de “Dios”:

 

·         Adriel = Rebaño de Dios

·         Ariel = León de Dios

·         Daniel = Semejante a Dios

 

Y, en el caso del nombre de nuestro Señor Jesucristo, igualmente Su nombre tiene declarado el nombre de Su Padre, Jehová. Cierto, cuando leemos el nombre “Jesús” no logramos distinguir que éste nombre tenga el nombre de Jehová, porque el nombre “Jesús” no es hebreo, sino el esfuerzo por traducir, desde Su nombre hebreo, Yeshúa, mediante lo que se conoce una transliteración del hebreo al griego; y, del griego, al latín y al español como hoy lo conocemos. ¿Por qué fue esto así? ¿Por qué no nos fue dado sencillamente el nombre del Señor en hebreo, “Yeshúa”? Porque, siendo que el idioma y alfabeto hebreo tiene sus propios signos o símbolos; cuando, tanto el nombre “Yehováh” como “Yeshúa” fueron expuestos, declarados o compartidos ante el pueblo gentil de entonces, concretamente en la obra misionera de los apóstoles por todo el mundo; siendo que estos signos eran distintos a los signos del idioma y alfabeto griego, que fue el idioma que reinó en el mundo gentil o pagano de aquel entonces; los traductores y, en particular el Apóstol Pablo, como maestro para los gentiles, no halló otra forma en que los nombres propios de Dios y Su Hijo fueran traducidos sino en la manera que hoy están registrados en las copias de los manuscritos que, por gracia de Dios, han quedado como reliquias y documentos fidedignos para sostener como correctos todas las traducciones que se tienen en las actuales Biblias, en todos los idiomas del mundo.

 

Sin embargo, hoy, tras el desarrollo de las lenguas en todo el mundo; con una gramática cada vez más perfeccionada o integral, bien podemos rescatar íntegramente el nombre de Dios, Yehováh, y el de Su Hijo, Yeshúa; para, con natural júbilo, invocarlo o llamarlo expectantes de Su gracia o favor.

 

En efecto, en días de nuestro Señor Jesús, cuando Su nombre era nombrado (naturalmente, en el idioma hebreo), todos podían reconocer que el nombre del Señor contenía el nombre de Su Padre; y, es más, que Su nombre estaba construido mediante una pequeña declaración en relación con el nombre del Padre, Jehová; por lo que el nombre del Señor Jesús (en hebreo, Yeshúa) significa literalmente “Yehováh salva”, para indicarnos que la salvación pertenece únicamente y exclusivamente a Jehová Dios, y no a otro, tal como es declarado –por ejemplo- en el libro del profeta Isaías, leamos:

 

Isaías 43:3:          Porque yo Jehová, Dios tuyo, el Santo de Israel, soy tu Salvador; a Egipto he dado por tu rescate, a Etiopía y a Seba por ti.

Isaías 45:21:        Proclamad, y hacedlos acercarse, y entren todos en consulta; ¿quién hizo oír esto desde el principio, y lo tiene dicho desde entonces, sino yo Jehová? Y no hay más Dios que yo; Dios justo y Salvador; ningún otro fuera de mí.

Isaías 49:26:        Y a los que te despojaron haré comer sus propias carnes, y con su sangre serán embriagados como con vino; y conocerá todo hombre que yo Jehová soy Salvador tuyo y Redentor tuyo, el Fuerte de Jacob.

Isaías 60:16:        Y mamarás la leche de las naciones, el pecho de los reyes mamarás; y conocerás que yo Jehová soy el Salvador tuyo y Redentor tuyo, el Fuerte de Jacob.

Isaías 62:11:        He aquí que Jehová hizo oír hasta lo último de la tierra: Decid a la hija de Sion: He aquí viene tu Salvador; he aquí su recompensa con él, y delante de él su obra.

Isaías 41:14:        No temas, gusano de Jacob, oh vosotros los pocos de Israel; yo soy tu socorro, dice Jehová; el Santo de Israel es tu Redentor.

Isaías 43:14:        Así dice Jehová, Redentor vuestro, el Santo de Israel: Por vosotros envié a Babilonia, e hice descender como fugitivos a todos ellos, aun a los caldeos en las naves de que se gloriaban.

Isaías 44:6:          Así dice Jehová Rey de Israel, y su Redentor, Jehová de los ejércitos: Yo soy el primero, y yo soy el postrero, y fuera de mí no hay Dios.

Isaías 44:24:        Así dice Jehová, tu Redentor, que te formó desde el vientre: Yo Jehová, que lo hago todo, que extiendo solo los cielos, que extiendo la tierra por mí mismo;

Isaías 47:4:          Nuestro Redentor, Jehová de los ejércitos es su nombre, el Santo de Israel.

Isaías 48:17:        Así ha dicho Jehová, Redentor tuyo, el Santo de Israel: Yo soy Jehová Dios tuyo, que te enseña provechosamente, que te encamina por el camino que debes seguir.

Isaías 49:7:          Así ha dicho Jehová, Redentor de Israel, el Santo suyo, al menospreciado de alma, al abominado de las naciones, al siervo de los tiranos: Verán reyes, y se levantarán príncipes, y adorarán por Jehová; porque fiel es el Santo de Israel, el cual te escogió.

Isaías 49:26:        Y a los que te despojaron haré comer sus propias carnes, y con su sangre serán embriagados como con vino; y conocerá todo hombre que yo Jehová soy Salvador tuyo y Redentor tuyo, el Fuerte de Jacob.

Isaías 54:5:          Porque tu marido es tu Hacedor; Jehová de los ejércitos es su nombre; y tu Redentor, el Santo de Israel; Dios de toda la tierra será llamado.

Isaías 54:8:          Con un poco de ira escondí mi rostro de ti por un momento; pero con misericordia eterna tendré compasión de ti, dijo Jehová tu Redentor.

Isaías 59:20:        Y vendrá el Redentor a Sion, y a los que se volvieren de la iniquidad en Jacob, dice Jehová.

Isaías 60:16:        Y mamarás la leche de las naciones, el pecho de los reyes mamarás; y conocerás que yo Jehová soy el Salvador tuyo y Redentor tuyo, el Fuerte de Jacob.

Isaías 63:16:        Pero tú eres nuestro padre, si bien Abraham nos ignora, e Israel no nos conoce; tú, oh Jehová, eres nuestro padre; nuestro Redentor perpetuo es tu nombre.

 

Sí, cada vez que el nombre del Señor fue mencionado, era como un himno o un cántico a Jehová Dios; ensalzándolo porque, mediante el nombre de Jesús, Dios Padre era reconocido como “Salvador y Redentor” para Su pueblo; y, en efecto, cuando el ángel se presentó –en sueños- a José, padrastro del Señor, éste le dijo:

 

Y ella dará a luz un hijo y llamarás su nombre Yeshúa (ישוע ) porque él salvará (yoshia יושיה) a mi pueblo de sus iniquidades… y le puso por nombre Jesús.

Mateo 1:21 y 25

 

Amén, “porque Mi nombre está en Él” (Éxodo 23:21)

 

Y Jehová Dios ha sido santificado y glorificado en el nombre de Jesús; por razón, justamente, que Él, Jesús, con Su santo testimonio honró el nombre de Su Padre; cuando, finalmente, en la cruz mostró, con Su sangre derramada, que esa era la única forma para Él, Jehová Dios, salvarnos y redimirnos (la palabra “redimir” significa “ser comprados del mercado de esclavos” para, ahora, ser propiedad de Jehová Dios, nuestro Redentor).

 

En el evangelio según Juan, capítulo 1 y versículo 1, leemos lo siguiente:

 

En el principio era el Verbo, y el Verbo era con Dios, y el Verbo era Dios.

 

Sin embargo, en la versión griega (idioma en que originalmente fue escrito este evangelio), de la obra de Francisco La Cueva, el orden de la última frase es la siguiente: “y Dios era el Verbo [o “Palabra”]; por lo que, finalmente, bien podemos leer este versículo de la siguiente manera:

 

En el principio era la Palabra, y la Palabra era con Dios, y Dios era la Palabra.

 

Como bien lo podemos apreciar, aquí no se nos está declarando la existencia de dos personas en la Deidad, como nos lo han enseñado erróneamente durante milenios; sino, y tan claro como podría ser, el evangelista Juan nos está dando a entender que Dios, mediante Su Palabra, creó el universo; y que, tal como se dice en el v. 3, “y sin él [la Palabra], nada de lo que ha sido hecho, fue hecho”; tal como, en Hebreos 11:3, nos es corroborado:

 

Por la fe entendemos haber sido constituido el universo por la palabra de Dios, de modo que lo que se ve fue hecho de lo que no se veía.

 

Para, finalmente, en el v. 14 de este evangelio, el evangelista declare con júbilo:

 

14 Y aquel Verbo [Palabra] fue hecho carne, y habitó entre nosotros (y vimos su gloria, gloria como del unigénito del Padre), lleno de gracia y de verdad.

 

Lo que el evangelista, Apóstol Juan, nos está diciendo es que, el Dios de Quién se está hablando en el v. 1, dando cuenta de cómo Él creó el universo, a través de Su Palabra, que ese mismo y único Dios, Quién es Jehová o Yehováh (en el hebreo), fue manifestado en carne y lo conocimos y conocemos como Jesús o Yeshúa; y no, como los trinitarios, erróneamente quieren que creamos un una Deidad conformado por hasta tres personas: Padre, Hijo y Espíritu Santo. No, Dios no es trino; Él es, como bien lo declaró el mismo Señor Jesús en Marcos 12:28-30 y Mateo 22:34-40, ¡UNO!:

 

28 Acercándose uno de los escribas, que los había oído disputar, y sabía que les había respondido bien, le preguntó: ¿Cuál es el primer mandamiento de todos? 29 Jesús le respondió: El primer mandamiento de todos es: Oye, Israel; el Señor nuestro Dios, el Señor uno es. 30 Y amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, y con toda tu alma, y con toda tu mente y con todas tus fuerzas. Este es el principal mandamiento.

 

Y esta declaración la tomó el Señor de Deuteronomio 6:4-5, cuando Israel estuvo en el desierto, cuando éste ya había sido libertado por Jehová Dios de su esclavitud en Egipto. Leamos:

 

Oye, Israel: Jehová nuestro Dios, Jehová uno es. Y amarás a Jehová tu Dios de todo tu corazón, y de toda tu alma, y con todas tus fuerzas.

 

¿Y por qué Dios hizo esta declaración a través de Moisés, profeta?

 

Recordemos, Israel estuvo esclavizado por espacio de 400 años en Egipto; y Egipto, siendo una nación pagana e idólatra, muy seguramente esto contaminó a Israel; y tanto fue así que, justamente, para animarlos a salir de Egipto, Jehová Dios tuvo que hacer juicio contra los dioses o ídolos egipcios; para mostrar a Israel, de esta manera, la vanidad de esos dioses o ídolos; y, por lo mismo, Israel habría estado contaminado con creencias paganas e idólatras, que obligaron a Jehová Dios reiterarles la verdad sobre Su Deidad, que Él es UNO, no dos, menos tres.

 

En Isaías 8:20 se nos hace el siguiente recordatorio, que bien haremos en considerar:

 

20 ¡A la ley y al testimonio! Si no dijeren conforme a esto, es porque no les ha amanecido.

 

Y, efectivamente, en la ley tenemos el mandamiento de Deuteronomio 6:4-5, que hemos citado; y, en el testimonio, lo que los profetas testificaron, igualmente tenemos lo que ellos declararon respecto de Jehová Dios; que solo Él es Dios, y que NO HAY OTRO FUERA DE ÉL. Por consiguiente, cuando las Escrituras bien declaran que Jesús es el verdadero Dios y la vida eterna (1 Juan 5:20), esto es porque Jesús o Yeshúa es el mismo Señor Jehová Dios manifestado como un Hombre, lo cual era necesario para, a través de Su sangre derramada, producir salvación y redención para Su pueblo.

 

14 Así que, por cuanto los hijos participaron de carne y sangre, él también participó de lo mismo, para destruir por medio de la muerte al que tenía el imperio de la muerte, esto es, al diablo, 15 y librar a todos los que por el temor de la muerte estaban durante toda la vida sujetos a servidumbre.

Hebreos 2:14-15

 

Por ello es que, cada vez que un arrepentido creyó en Jesucristo, a lo largo del libro de los Hechos, éste fue bautizado en el nombre de Jesús o Iesous (como el Apóstol Pablo lo pronunció para los griegos) o Yeshúa en el hebreo; porque, como lo entendemos, en este nombre estaba el nombre de Jehová Dios (Yehováh en hebreo); para declararnos que, y tal como Él lo declara en Isaías y otros libros, que Él, Jehová es nuestro salvador y redentor; y que, fuera de Él, no hay otro Quién salve y redima. Fue Jehová Dios, en Jesucristo, Quién nos salvó y redimió mediante Su preciosa sangre, NO FUE OTRO.

 

El Hermano Branham nos cuenta, en su sermón “El Mensaje de Gracia”; que, en cierta ocasión, cuando él fue de caza, que él vio aparecer en el cielo tres arco iris; y que, cuando él preguntó a Dios, qué es lo que Él quería revelar a Su siervo, Su profeta, que él oyó una voz que le dijo: ““Jesús del Nuevo Testamento es Jehová del Antiguo Testamento, El unicamente cambió Su máscara de Espíritu a Hombre.”

Sí, “Mi nombre está en Él”, y Jesús o Yeshúa (invóquelo como usted pueda, según su medida de fe), fue el Ángel o Mensajero de Jehová o Yehováh Dios; Quién no solo trajo un Mensaje, lo que leemos a través de los llamados “Santos Evangelios”, y que luego fue transmitido por Sus apóstoles y otros discípulos a lo largo del libro de Hechos; y, también, a través de las cartas apostólicas y el Apocalipsis o Revelación; pero, Él mismo fue y es el Mensaje de Quién se dio testimonio a través de la ley y los profetas; y fue Jehová o Yehováh, Dios mismo, manifestado como un Hombre, para traer en Sus benditas alas salvación y redención.

 

Si usted cree en el nombre de Jesús (o Yeshúa en el hebreo), usted estará creyendo en Jehová (Yehováh) Dios; aún si no lo ha considerado, usted estará recibiendo a Jehová Dios mismo como su salvador y redentor; y que, por lo mismo, es que cada vez que –en el libro de Hechos- un arrepentido fue bautizado, éste fue bautizado en el nombre de Jesús o Yeshúa, NUNCA EN NOMBRE DE UNA ESPURIA TRINIDAD; que, desde que los apóstoles partieron o murieron, fue inyectada en la Iglesia; y, con la iglesia universal, retransmitida hasta nuestros tiempos. Lutero renegó de esta iglesia; pero, siendo que no hubo profeta de Dios con él, lamentablemente el espíritu trinitario quedó a través de luteranos, wesleyanos y aún pentecostales; pero, felizmente, Jehová Dios a través de inspirados y esforzados maestros está restaurando verdad tras verdad; y, en todo esto, el verdadero bautismo en agua invocando el nombre de Jesús o Yeshúa.

 

En Zacarías 14:9 se nos dice: “En aquel día Jehová será uno, y uno su nombre.” Sí, el retorno del Señor por Su pueblo, Israel, está muy cerca (creo que sería por el año 2030, cuando la “Agenda 2030”, de la ONU y la iglesia universal entre en vigor); y, cuando Él vuelva a tratar con ellos, ellos conocerán que el nombre de su Dios es Yehováh; y, el nombre de Su Cristo, Yeshúa. El Hermano Branham afirma que los israelitas que crean en Su bendito nombre, serán bautizados en el nombre de Yeshúa; ellos nunca aceptarían un bautismo trinitario, no señor; santificando y glorificando, de esta manera, el nombre de Yehováh Dios; porque, ¿cómo podría ser de otra manera?, cuando Su nombre, Yehováh, está en Él, en el nombre de Yeshúa: Otra vez, Yehováh Dios mismo en escena, y por última vez; porque, después de Su retorno por Israel y Su Iglesia (la resurrección y transformación de nuestros cuerpos en gloria), caerán las copas de la ira de Dios sobre este mundo impenitente.


 

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