Dr. Nehemia Gordon
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ientos de finos tallos cubiertos con hojas con forma de lágrima se
esparcían desde una pequeña grieta en la roca. El denso silencio fue roto por
el sonido de una chispa. Luego el crujir de madera humeando en el aire del
desierto. Prontamente, la zarza fue envuelta por el resplandor ámbar de las
llamas, atrayendo al pastor arropado en una túnica a investigar. El arbusto
ardía pero no era consumido. Fue en este escenario que Dios reveló su nombre
por vez primera a Moisés.
Desde que leí sobe la zarza ardiente con Mordechai, estaba fascinado con este momento crucial en la historia. No me cansaba de estudiarlo. Leía libros acerca de esto, admiraba pinturas sobre esto y miré películas sobre esto. Una de mis favoritas era el filme clásico de Cecil B. DeMille, Los Diez Mandamientos. La renté un año para mirarla con unos amigos durante la Pascua. Desde la primera escena, me divirtieron las grandes libertades que DeMille se tomó con la historia de Moisés. Sentado en el sofá masticando un pedazo de matza (pan sin levadura), noté que la película se tomaba grandes licencias en lo concerniente al santo nombre de Dios.
La película introdujo el tema del nombre en una escena donde Moisés
descubrió que era el hijo de una mujer hebrea, en lugar de la hija de Faraón
quien lo había criado. Temiendo que Moisés perdiera su posición de privilegio
en la casa de Faraón, su madre carnal hebrea inicialmente negó su conexión con
él. Moisés respondió a esta negativa con un desafío: “¿Jurarás por el nombre de
[tu] Dios que no eres mi madre?”
La madre de Moisés rehusó el reto insistiendo, “¡Ni siquiera conocemos Su
nombre!”
Al escuchar decir esto, me atraganté, lanzando pedacitos de matza a medio
masticar volando por toda la sala. ¿Ni siquiera sabemos Su nombre? ¿Acerca de
qué estaba ella hablando? El nombre de Dios, YHVH, aparece 6827 veces en el
texto hebreo de las Escrituras.
“¿Qué es lo que no se sabe?” Me pregunté.
Al continuar mirando la película, el problema del nombre continuaba
resurgiendo. En una segunda escena, Ramsés estaba a punto de desterrar a Moisés
al desierto por haber matado a un egipcio cuando declaró con tono escéptico, “Te
encomiendo a tu dios hebreo quién no tiene nombre”.
En una tercera escena, Moisés, recién había llegado a la tienda de Jetro,
tras haber sobrevivido milagrosamente los peligros del desierto. Cuando Jetro
escuchó la historia del viaje de Moisés anunció, “Él, quién no tiene nombre,
seguramente guió tus pasos”.
“¿Sin nombre?” Moisés respondió, “¡Ustedes, los beduinos, conocen al Dios
de Abraham!”
Todas estas tres escenas eran el producto de la imaginación del escritor.
Si estos eventos ocurrieron, las Escrituras no los registraron.
La cuarta y última referencia al nombre de Dios fue la que realmente llamó
mi atención. Era la escena que había estado esperando, la razón misma por la
cual estaba mirando la película: la revelación en la zarza ardiente. Mientras
miraba, estaba seguro que finalmente escucharía el eterno nombre de Dios, el
que había encontrado cuando leí en voz alta el pasaje del libro de Éxodo a
Mordechai. Inesperadamente, la película se oscureció justo cuando Dios estaba a
punto de revelar Su nombre. No podía creerlo. ¡La película más famosa acerca de
la Biblia representa al Dios de Israel como “el dios que no tiene nombre!”
Corrí hacia mi libero, saqué una copia en hebreo de la Biblia y leí el
tercer capítulo de Éxodo. Era mucho peor de lo que pensaba. Dios revela Su
eterno nombre a Moisés en el verso 15 pero la película terminó la escena de la
zarza ardiente inmediatamente después del verso 14. Esto no dejaba a Dios sin
nombre. Cambiaba su nombre a algo diferente. Estaba seguro esto tenía que ser
el resultado de una mala traducción. Rápidamente saqué una Biblia de la versión
King James de mi librero. Era una copia que había “liberado” años antes de la
mesa de noche de un hotel. ¡Gracias, Gedeones! Fui hasta el capítulo 3 de Éxodo
y leí la traducción al inglés del verso 14:
Y respondió Dios a Moisés: YO SOY EL QUE SOY. Y dijo: así dirás a los hijos
de Israel: YO SOY me envió a vosotros.
Cuando Cecil B. DeMille vio las palabras “YO SOY”, escritas en letras
mayúsculas en la versión de King James, debió pensar que esto era el eterno
nombre de Dios. Al continuar leyendo en la versión King James, observé que el
nombre YHVH estaba ausente del verso 15. En su lugar tenía la tradicional
sustitución “SEÑOR”, escrito en letras mayúsculas. Esto tuvo lugar debido a que
los traductores cristianos aprendieron hebreo de los rabinos quienes les
enseñaron la tradición de leer el Tetragrámaton como Adonai -Señor. Por
supuesto, “Señor” no es un nombre, es un título. Viendo el título “SEÑOR” en el
verso 15 debe haber confirmado a DeMille que el nombre eterno de Dios era “YO
SOY”.
Volví a escudriñar el texto en hebreo y rodé mis ojos. Lo que DeMille
perdió de vista es que “Yo soy el que soy” en el verso 14 es la explicación de
Su santo nombre revelado en el verso 15. En el hebreo, los nombres son
comúnmente acompañados por la explicación de su significado. Los nombres se
creían encapsulaban la naturaleza de la persona, por lo que este recurso
nombre-explicaciones, tenía gran importancia. Uno de mis ejemplos favoritos es
un hombre llamado Jabes en el libro de las Crónicas quien recibió su nombre
porque su madre “lo tuvo con dolor”. Jabes estaba aterrorizado de que pudiera
tener una vida-jabes, una vida llena de penurias. Por lo que oró a Dios
pidiéndole prosperidad y su oración fue respondida. La moraleja de la historia
es que aun cuando el nombre de una persona encapsula su naturaleza, Dios es
todopoderoso y puede traer prosperidad aun a aquellos destinados para el
sufrimiento.
La Biblia no siempre revela la razón para un nombre. A veces está
simplemente implícita al colocar una palabra relacionada junto al nombre. Un
buen ejemplo es Edom, la nación que proviene de Esaú, el hermano de Jacob.
Cuando Esaú nació, se nos dice que salió todo “rojizo”. Cualquier persona
leyendo esto en hebreo sabe que el nombre Edom significa “rojo” y que el
significado de este nombre es que su ancestro fue un muchacho “rojizo”. Aunque
las Escrituras nunca especifican que estos fueron llamados Edom debido al pelo
rojo de su ancestro, es totalmente obvio en el hebreo original.
Cuando Dios dijo en la zarza ardiente “Yo soy el que Soy”, estaba
explicando el significado de Su propio nombre. La palabra hebrea para “Yo soy”
es Ejeyé, derivada de la raíz hebrea que significa “ser”. En hebreo bíblico, “Yo
soy” realmente significa algo como “Yo existo”. Al decir “Yo soy el que soy”,
Dios está declarando que Él es el que es, el que realmente existe. Él es
diferente de los demás dioses quienes solo existen en la imaginación de los
hombres.
El nombre de Dios, YHVH, se deriva exactamente de la misma raíz hebrea de “Yo
soy”. Hablando estrictamente, este nombre es una combinación de tres formas de
esta raíz hebrea: Jayá, Jové, y Yijiyé. Estas tres palabras significan
respectivamente: “Él fue”, Él es”, “Él será”. Cuando lo llamamos por Su nombre
estamos esencialmente diciendo “Él ha existido siempre, Él existe ahora, y Él
continuará existiendo para siempre”. Dios dice “Yo soy” acerca de sí mismo,
pero nosotros habremos de llamarlo “Él fue, Él es y Él será”. Lo que esto
significa es que “Yo soy” no es el nombre de Dios, es la explicación de Su
nombre. Al terminar la escena de la zarza ardiente un verso más temprano, Cecil
B. DeMille cambió el nombre eterno de Dios, YHVH, “Él fue, Él es y Él será” por
Ejeyé, “Yo soy”.
Después de haber visto la película Los Diez Mandamientos, no podía quitarme
de la cabeza las palabras de la madre de Moisés. Continuaba escuchándole decir:
“¡Ni siquiera conocemos Su nombre!” Pensé en el Midrash sobre el libro de los
Salmos que Mordechai me leyó. Se dice que las oraciones de Israel no son
respondidas debido a que no oramos usando el verdadero nombre de Dios. Asumía
que la tradición de no usar el nombre de Dios en oración existía porque Su
nombre es demasiado santo. Sin embargo, el Midrash estaba diciendo que la razón
era “porque desconocen el Tetragrámaton”. Continuaba diciendo que Dios nos dirá
su verdadero nombre en el mundo por venir.
Sabía que las consonantes del Tetragrámaton, YHVH, aparecen en la Biblia hebrea casi siete mil veces. La inseguridad en cuanto a la pronunciación del nombre de Dios tenía que proceder de las vocales. Las vocales hebreas se escriben como un conjunto de puntos y guiones encima y debajo de las consonantes. Es conocimiento común que los escribas judíos quienes preservaron la Biblia hebrea trocaron las vocales del nombre de Dios con las vocales de Adonai -Señor. El Midrash parecía estar diciendo que las verdaderas vocales que se requieren para pronunciar las cuatro consonantes en hebreo Yod-Jey-Vav-Jey eran un secreto que Israel solo aprenderá en el futuro Reino Mesiánico.
Sin las vocales, puede haber disímiles formas de leer las letras YHVH.
Pensé en las permutaciones de la clase de matemáticas de secundaria. El hebreo
tiene ocho vocales básicas, más una semi vocal llamada Cheva-vocal. No estaba
seguro a donde ir desde ese punto. Debí haber prestado mejor atención durante
la secundaria. Cualquiera que fuese el número exacto, sabía que el número de
combinaciones de vocales teoréticamente hablando, tenían que estar en los
miles. El hebreo bíblico tiene ciertas reglas que hacen este número
significativamente menor, pero aun así tenía que estar en los cientos. Quizá la
madre de Moisés en la película estaba en lo cierto. Quizás no conocíamos el
nombre de Dios, por lo menos no sabíamos pronunciarlo.
Al continuar investigando, encontré que algunos rabinos alegaban que el
nombre de Dios fue un secreto hasta los tiempos de Moisés. Encontraba la prueba
de esto en la declaración por parte de Dios a Moisés en el sitio de la zarza
ardiente, “este es mi nombre para siempre”. La palabra en hebreo traducida como
“para siempre” es le-olam, lo que literalmente significa “para el universo”.
Cuando se dice en hebreo antiguo que algo es le-olam, “para el universo”, se
está diciendo que continuará siendo verdadero mientras el universo
continúe existiendo. Cuando Dios reveló que Su nombre, YHVH, es le-olam, quiso
decir que mientras el universo continúe existiendo, éste será Su nombre.
El Talmud recoge una nueva
interpretación de “este es Mi nombre para siempre” propuesta por un rabino
babilonio del siglo cuarto llamado Najman bar Isaac. Este rabino cambió las
vocales de la palabra le-olam, “para el universo”, leyéndolas como
le-[ja-]alim, “ocultar”. De acuerdo con rabí Najman, lo que Dios realmente dijo
a Moisés fue “este es mi nombre le-[ja-]alim,” significando “este es mi nombre
para ser ocultado”.
Al leer esto en el Talmud suspiré
debido a la frustración. ¿Hablaba en serio este señor? Aun si ignoraba la
modificación de las vocales, esto no hacia sentido en el contexto. Dios comenzó
diciéndole a Moisés en ese verso, “así le dirás a los hijos de Israel” y, la
próxima palabra era su santo nombre, YHVH. Si Dios quería mantener Su nombre en
secreto, entonces ¿por qué le dijo a Moisés que se lo revelara a los hijos de
Israel?
Los rabinos talmúdicos tenían una
respuesta para esto. Explicaban que Moisés solo reveló el nombre de Dios a un
grupo selecto de líderes quienes, a la vez, solo se lo revelarían a sus
discípulos. Pensé en la Bendición Sacerdotal en el libro de Números, la que
había sido inscrita en los antiguos rollos de plata en paleo-hebreo, la bendición
que hasta los rabinos mismos admitían tenía que ser pronunciada en el Templo
empleando el nombre sagrado de Dios. Me preguntaba cómo los Kohanim
[sacerdotes] podían ejecutar esto sin revelar el secreto a las multitudes
judías que se concentraban en el Templo. Tropecé con un fascinante reporte en
el Talmud que, en ese momento, creí respondía la pregunta. Provenía de un
rabino siglo primero EC, llamado Tarfón quien escribía cómo él calculaba la
Bendición Sacerdotal un poco antes de que los romanos destruyeran el Templo.
Rabí Tarfón explicaba:
En una ocasión ascendí a la
plataforma tras el hermano de mi madre e incliné mi oído hacia el Sumo
Sacerdote, y le escuché tragándose el nombre durante el cántico de sus hermanos
sacerdotes.
De acuerdo con esto, solo el sumo
sacerdote usaba el nombre de Dios durante la Bendición Sacerdotal en el Templo,
y lo pronunciaba calladamente para evitar que las masas lo escucharan. Tras la
destrucción del Templo, el secreto continuó siendo trasmitido de rabino a
discípulo tal como explicó un rabino del cuarto siglo:
Los sabios trasmiten el nombre de
cuatro letras a sus discípulos una vez en un periodo de siete años.
No creía que Dios tenía la
intención de que Moisés mantuviese Su nombre un secreto. Sin embargo, en un
secreto se convirtió de todas formas.
Durante varios años, tenía un
profundo deseo de proclamar el nombre de Dios, pero no sabía cómo pronunciarlo.
Examiné numerosas teorías y opiniones eruditas, pero todas eran especulaciones
y conjeturas. Ni tan siquiera una estaba basada en documento hebreo antiguo
alguno.
Me sentí corno Moisés, arrojado
al desierto. Podía escuchar la voz tronante de Yul Brynner diciendo: “Te
encomiendo a tu dios hebreo quien no tiene nombre”.
Nunca olvidaré el día en que todo
esto cambió. Dos cosas ocurrieron ese día. Una de ellas cambio mi vida y la
otra cambió el mundo. Fue cuando estaba estudiando para mi Maestría en Estudios
Bíblicos y tenía una posición como investigador en el Proyecto Bíblico de la
Universidad Hebrea, El objetivo del proyecto era comparar sistemáticamente
todos los manuscritos y traducciones antiguas de la Biblia hebrea. Como
investigador principiante me fue asignado el peor trabajo de todos: corregir la
Biblia.
Me senté durante incontables
horas con una impresión de la Biblia hebrea junto a fotografías del Códice de
Alepo. Inicialmente estaba entusiasmado. El Códice de Alepo es el manuscrito
más importante en el mundo de la Biblia hebrea. Todas las versiones modernas de
ésta están directa o indirectamente basadas en el Códice de Alepo. El
Manuscrito es tan valorado que es resguardado en “El Sagrario del Libro” en
Jerusalén junto a Los Rollos del Mar Muerto. El Códice de Alepo fue copiado a
mano por un escriba en Tiberias quien lo terminó alrededor del año 924 EC.
Generaciones de escribas judíos otrora viajaban todo el mundo para venir a
comparar sus Biblias con el Códice de Alepo, y yo seguía sus huellas. Sin
embargo, al sumergirme en la investigación la encontré más tediosa que
gloriosa.
Los manuscritos hebreos están
repletos de incontables puntos y guiones, cada uno con su propia significación
y sentido. Cuatro grupos de símbolos existen en cualquier página de la Biblia.
Ya mencioné antes dos de ellos: consonantes y vocales. El tercer grupo de
símbolos son los acentos que guían la pronunciación, sirven como un sistema
simple de puntuación y guían el canto de la Biblia en la sinagoga. El cuarto
grupo de símbolos es un complejo sistema de notas usado por los escribas
antiguos para verificar que los tres primeros grupos de símbolos fueron
copiados correctamente. Mi responsabilidad era constatar que en la edición
impresa, cada pequeño símbolo fue representado exactamente tal como aparece en
el Códice de Alepo. Era una tarea que adormecía la mente. Algunos días
trabajaba por horas y todo lo que encontraba era un solo error menor. Esto me
proporcionó un gran respeto por aquellos antiguos escribas quienes trabajaban a
la luz de una vela para preservar cada punto y cedilla de la Biblia.
Un día en el otoño del 2001,
estaba revisando el libro de Ezequiel, chequeando consonantes, vocales, acentos
y notas de los escribas. Cuando llegué al nombre de Dios, me percato de algo
especial en las vocales, algo que cambió mi vida.
Para poder explicar lo que
encontré necesito retroceder y ofrecer un poco del contexto. Unos años antes,
había comprendido la importancia de orar a Dios empleando Su nombre, pero
todavía no sabía cómo pronunciarlo. En mi búsqueda de la pronunciación, comencé
a prestar atención sobre cómo diversas impresiones de la Biblia escribían el
nombre de Dios. Las consonantes no variaban, YHVH. Las vocales eran un asunto
diferente. Esperaba encontrar las vocales de Adonai en el nombre de Dios. Al
examinar numerosas Biblias en hebreo, descubrí que algunas usaban estas vocales
pero no todas. Algunos impresores removieron las vocales por completo, una
manera de decirle en clave al lector que no pronunciara el nombre de Dios de la
forma en que está escrito. No existía uniformidad. Las vocales de Dios tenían
que ver más con el impresor que con ninguna tradición antigua.
Una Biblia hebrea que llamó mi
atención fue una edición científica que usé para mis estudios universitarios.
Era una Biblia impresa en Alemania titulada la Biblia Hebraica Stuttgartensia o
BHS para más brevedad. Lo que me gustaba de la BHS era que estaba basada en un
importante manuscrito de la Biblia conocido como el Códice de Leningrado.
Cuando observé el nombre de Dios en la BHS, noté que nunca tuvo las vocales de
Adonai. Las vocales de Adonai אדני son A-0-A (jataf-pataj-jolam-kamatz); la “I” final en
Adonai es de hecho una consonante en hebreo. Colocar las vocales A-O-A en las
consonantes del nombre de Dios crearía la forma híbrida “Yahova” יהוה. Sin
Embargo, continuaba encontrando el nombre de Dios escrito en la BHS como “Yehvah”
יהוה con las vocales E-A (cheva-kamatz).
Tetragrámaton con las vocales
de Adonai:
יהוה
Tetragrámaton en la BHS:
יהוה
Mi experiencia sobre cuán
libremente las vocales del nombre de Dios eran cambiadas en otras versiones de
la Biblia me volvían escéptico por lo que decidí que no podía apoyarme
únicamente en la BHS. Esta versión se suponía estuviera basada en el Códice de
Leningrado y necesitaba estudiar el manuscrito por mí mismo. El Códice de
Leningrado fue copiado en El Cairo alrededor del año 1009 EC, convirtiéndolo en
el más antiguo manuscrito sobreviviente de la Biblia hebrea completa. Existían
otros manuscritos más antiguos, pero a todos les faltaban secciones. No tenía
intenciones de volar a Rusia, pero sabía que la biblioteca de la universidad
poseía una edición facsimilar con fotografías de cada página del manuscrito.
Una rápida examinación probó que la BHS reproducía fielmente el Códice de
Leningrado en lo concerniente al nombre de Dios.
Al examinar página tras página
del Códice de Leningrado, me percaté de cuán voluminoso era. La razón de toda
la incertidumbre sobre cómo pronunciar el nombre de Dios era que los escribas
judíos supuestamente insertaron las vocales de Adonai en las consonantes
Yod-Jey-Vav-Jey. Esto era “conocimiento común”. Sin embargo, “Yehvah” יהוה obviamente no contenía las vocales de Adonai.
Esto podía ser conocimiento común, pero era factualmente falso.
Sobrevino un problema irritante
con mi nuevo descubrimiento. Las vocales que encontré en la BHS y el Códice de
Leningrado eran imposibles. Pronunciar el nombre de Dios como Yehvah יהוה desafía
una regla básica del hebreo bíblico. En hebreo antiguo, una consonante en el
medio de una palabra tiene que tener una vocal asociada a ella. El problema
radicaba en que la primera jey en “Yehvah” no tenía ninguna vocal asociada a
ella. Una excepción común de esta regla es una consonante que termine una
silaba. En este caso, la consonante es puntuada con un signo especial llamado
cheva-silente para indicar que no tiene una vocal. Para que la pronunciación de
Yehvah יהוה sea válida, la primera Jey tendría que estar puntuada con una
cheva-silente. No lo estaba. Esto no era un problema menor. Se trataba del
proverbial elefante en la habitación. Cualquier lector hebreo en la antigüedad
que observara la palabra Yehvah יהוה escrita sin una vocal o cheva-silente en
la primera jey sabría que faltaba una vocal en el nombre de Dios.
Al pasar el tiempo, mi deseo de descifrar cual vocal faltaba en el nombre de Dios se incrementó. Un día, leía mi Biblia BHS cuando tropecé con el nombre de Dios escrito en una forma diferente a la usual. Esta vez tenía una combinación completa de vocales. Estaba escrito: “Yehovah” יהוה.
Tetragrámaton faltando una vocal:
יהוה
Tetragrámaton con todas las
vocales:
יהוה
Esto hacia tanto sentido pues
encajaba perfectamente con numerosos “nombres compuestos”. Los nombres
compuestos en hebreo consisten en dos palabras que forman una frase corta.
Muchos de estos compuestos comenzaban con “Yeho”, una forma abreviada del
nombre de Dios. Existían Yeho-shúa, que significa “YHVH salva” y Yeho-natán “YHVH
da”. También, Yeho-achaz “YHVH sujeta”, “Yeho-chanán” YHVH es benévolo”, y
Yeho-tzadak “YHVH es recto “. La pronunciación “Yehovah” se conforma
perfectamente con estos nombres compuestos.
Sabía que existía una segunda
categoría de nombres compuestos que terminan con “yahu”, otra forma abreviada
del nombre de Dios. Algunos de estos nombres tienen el mismo exacto significado
como los del otro tipo. Así mismo, Yesha-yahu signiflca “YHVH salva” y
Netan-yahu “YHVH da”. También Achaz-yahu “YHVH sujeta”, Chanan-yahu “YHVH es
benévolo” y Tzidki-yahu “YHVH es recto”. Estos nombres también todos terminan
en “yahu”.
Ambos tipos de nombres compuestos
tienen la misma exacta significación, diferenciándose únicamente en el lugar
donde aparecen en ellos las tres letras del nombre santo de Dios. Observé un
patrón. El Yod-Jey-Vav del nombre de Dios siempre era pronunciado “Yeho” al
principio del nombre y “yahu” al final del mismo. En el nombre propio de Dios,
estas tres letras se encontraban al principio por lo que Yeho-vah hacia sentido
perfectamente.
NOMBRES HEBREOS COMPUESTOS
Yeho-shúa Yesha-yahu YHVH
salva
Yeho-natán Netan-yahu YHVH da
Yeho-achaz Achaz-yahu YHVH
sujeta
Yeho-chanán Chanan-yahu YHVH
es benévolo
Yeho-tzadak Tzidki-yahu YHVH es recto
Cuando encontré la única
ocurrencia del nombre de Dios escrito “Yehovah” en la BHS, una parte de mi
pensó que se trataba de un error de impresión. Comencé a escanear página tras
página, buscando otro ejemplo. Me pasé alrededor de una hora, pero todo lo que
pude encontrar fue el nombre de Dios escrito Yehvah יהוה.
“¿Qué pasaría en el Códice de
Leningrado?” Pensé.
Inmediatamente supe lo que tenía
que hacer. Empaqué mis cosas y me dirigí a la biblioteca a examinar, una vez
más, la edición facsimilar del Códice de Leningrado. En mi camino a la
biblioteca, meditaba en el por qué los escribas estaban escribiendo el nombre
como “Yehvah” יהוה aun sabiendo que obviamente le faltaba una vocal. Deben
haber seguido la tradición de no hablar el nombre verdadero de Dios. Al dejar
fuera la vocal del medio, prevenían que sus lectores lo pronunciaran
accidentalmente. Cuando un lector se tropezaba con “Yehvah” יהוה,
inmediatamente tenían que parar. Aun si pretendían leer el nombre, era
impronunciable debido a la vocal ausente.
Al llegar a la biblioteca,
coloqué mi ordenador portátil sobre una de las mesas y abrí la edición
facsimilar del Códice de Leningrado. Cuando buscaba el nombre de Dios en la
BHS, tenía que escrudiñar manualmente página tras página. Ahora estaba tomando
un atajo al usar un texto digitalizado del Códice de Leningrado en mi
ordenador. En cuestión de segundos, una simple búsqueda automatizada reveló
docenas de ejemplos del nombre de Dios escrito como “Yehovah” con un juego
completo de vocales. Todo lo que tenía que hacer era abrir esos versos en la
edición facsimilar y asegurarme que se leyese de esta manera en el manuscrito.
En unos minutos, estaba
observando uno de los más importantes manuscritos de la Biblia hebrea, y estaba
el nombre de Dios escrito numerosas veces, completo, con todas las vocales. Y
no eran las vocales de Adonai. No podía creerlo. Literalmente, no estaba listo
para creerlo. Estaba teniendo la duda de Gedeón. En el libro de Jueces, Dios
dio a Gedeón un milagro, un vellón cubierto de rocío en un piso seco. Sin
embargo, Gedeón quería asegurarse de que esto no era una casualidad. Le pidió a
dios un segundo milagro, un vellón seco en un piso cubierto de rocío. Yo
comprendía el corazón de Gedeón. Él era un litvak como yo. Necesitaba saber que
“Yehováh” יהוה con todas las vocales no fuese una casualidad, que no era una
excentricidad del escriba específico que trabajó en este manuscrito. El nombre
de Dios es muy importante. Necesitaba prueba inequívoca.
Adelantémonos hasta el otoño del
2001. Estoy sentado en mi mesa durante el Proyecto Bíblico de la Universidad
Hebrea corrigiendo la Biblia. Estoy abrazando un montón de fotografías del
Códice de Alepo y penosamente comparándolos a una edición impresa de la Biblia
hebrea. Y entonces lo vi. El nombre de Dios escrito con todas las vocales. completo[EEL1] . Nada faltaba. Decía “Yehovah” יהוה. Justo
en ese instante, al ver el nombre de Dios escrito con un juego completo de
vocales en un segundo manuscrito, mi teléfono sonó. Contesté y la voz del otro
lado dijo: “un avión acaba de estrellarse contra el World Trade Center”.
El montón de fotografías del
Códice de Alepo se resbaló de mis manos regándose por toda la mesa. Pregunté si
había heridos. Estaba seguro de que se trataba de un accidente. Esto había
sucedido antes en los años 1940 en el edificio Empire Estate. Esta era la razón
de que los edificios altos tuviesen esas luces rojas intermitentes. No tenía
acceso al internet o a la radio y mi interlocutor no tenía muchos detalles.
Colgué el teléfono y tomé un
profundo aliento. Necesitaba café. Caminé a través del recinto hasta la jarra
eléctrica y mezclé un poco de Nescafé y crema sin lácteos en una taza de agua
humeante. Me senté entonces a la mesa con mi taza de café, recogí las
fotografías y miré fijamente al nombre de Dios.
“Debe haber sido un accidente”,
repetía en mi mente.
Decidí parar de corregir y
comencé furiosamente a escanear las fotografías del Códice de Alepo, buscando
solamente el nombre de Dios. Seguía encontrando el nombre escrito como “Yehvah”
יהוה, la forma imposible a la cual le faltaba una vocal y que había visto
numerosas veces en ambos el Alepo y el Leningrado. Entonces al transcurrir unos
veinte minutos la encontré. Una segunda ocurrencia de “Yehovah” יהוה en un
segundo manuscrito. Esto era prueba decisiva. Era mi vellón seco en el piso
cubierto de rocío. El teléfono sonó. “Un segundo avión chocó contra las torres”,
la voz dijo en un tono perturbado.
No era un accidente. Estaban
evacuando las torres. Colgué el teléfono y tragué fuerte. Pensé en irme a casa
a mirar las noticias, pero sabía que nada podía hacer desde Jerusalén por lo
que decidí continuar revisando el manuscrito.
Me atormentaba tratando de
dilucidar el por qué los escribas escribieron “Yehovah” יהוה con un juego
completo de vocales. La mayoría de las veces lo escribieron como “Yehvah” para
prevenir que la gente pronunciara accidentalmente el nombre de Dios. Era como
si se hubiese ocasionalmente descuidado, dejando al descubierto el secreto que
debían esconder. Y luego me di cuenta de que esto era exactamente lo que había
sucedido. Y sabía la razón de su indiscreción. Era algo que yo mismo estaba
haciendo. Ahora que sabía cómo pronunciar el nombre de Dios, lo estaba leyendo
como ''Yehovah” aun cuando decía “Yehvah” en el manuscrito. Esto era algo que
hacía naturalmente. Ni tan siquiera reparaba en ello. Aun cuando leía en
silencio, me encontraba pronunciando el nombre de Dios como Yehovah יהוה. Sabía
que este fenómeno propiciaba errores tipográficos comunes en inglés. Es la
razón por la cual expertos en ortografía confunden palabras como “two”, “too” y
“to”, en inglés. Pronuncian estas palabras en su mente y terminan tecleando la
palabra de la forma en que suena, no de la manera que debe ser deletreada. Esto
debió de haberles sucedido a los escribas. El nombre debía ser un secreto,
transmitido de maestro a discípulo solamente una vez cada siete años. Para guardar
el secreto los escribas decidieron no escribir una de las vocales escribiendo
el nombre como Yehvah יהוה. Pero en raras ocasiones, menos del 1% de las veces,
se les escapaba el nombre de Dios con todas las vocales, como Yehovah יהוה, la
manera en que lo pronunciaban en sus mentes. Esto explica también la razón por
la cual en el Códice de Leningrado tenía el nombre escrito como “Yehovah” יהוה
docenas de veces, pero no en los mismos lugares que el Códice de Alepo. Ambos
escribas ocasionalmente se equivocaron y escribieron el nombre de Dios de la
forma que ellos sabían debía ser pronunciado. Justo ahí, mi teléfono sonó una
tercera vez. Las torres colapsaron. Miles murieron. Tenía que irme a casa.
Esa noche, vi los edificios
colapsar unas mil veces en las noticias de la noche. Las torres ardieron y
fueron consumidas. No se trataba de las llamas color ámbar resplandeciente de
la presencia de Dios, si no de la malignidad, perpetradas bajo el falso disfraz
de una fe. Un viejo proverbio judío dice: “La esperanza nace en las
profundidades mismas de la desesperación”. Aun cuando Israel era aplastado bajo
el yugo de Egipto, Dios reveló Su nombre desde la zarza ardiente. Ese trágico
día en septiembre, alcancé a conocer el nombre de Dios en un tiempo de gran
desesperanza. Mis lágrimas de alegría fueron mezcladas con lágrimas de
tristeza.
Porción del libro titulado
Rompiendo La Conspiración Del Silencio, capítulo La Zarza Ardiente, del Dr.
Nehemia Gordon
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