Y
cuando se levantaron por la mañana, salieron al desierto de Tecoa. Y mientras
ellos salían, Josafat, estando en pie, dijo: Oídme, Judá y moradores de
Jerusalén. Creed en Jehová vuestro Dios, y estaréis seguros; creed a sus
profetas, y seréis prosperados.
2
Crónicas 20:20
La prosperidad
siempre ha sido una razón u objetivo por lo cual vivir. Hoy la prosperidad está
enfocado en lo económico pero, en días Bíblicos, el hombre o mujer de Dios
buscó en esta prosperidad la gloria de Dios, porque él sabía que, cuando Dios
era glorificado (mostrando Dios que Su Palabra no falla o fallará), éste
participaría de esta gloria o prosperidad. El Señor Jesús dijo “El cielo y la
tierra pasarán, pero mis palabras no pasarán.” (Mateo 24:35); esto es “nunca
dejarán de ser eficaces”, como se dice en Hebreos 4:12: “Porque la Palabra de
Dios es viva y eficaz…”. Así, toda vez que un hombre, pueblo o iglesia tomó en
serio la Palabra de un profeta de Dios, vindicado ser genuinamente Su profeta,
creyéndola y haciéndola, éste prosperó.
10
Porque como desciende de los cielos la lluvia y la nieve, y no vuelve allá,
sino que riega la tierra, y la hace germinar y producir, y da semilla al que
siembra, y pan al que come,
11
así será mi palabra que sale de mi boca; no volverá a mí vacía, sino que hará
lo que yo quiero, y será prosperada en aquello para que la envié.
Isaías
55:10-11
Si queremos
prosperad, debemos tomar en serio, creerla y hacerla, la Palabra de Dios.
Sin embargo,
en estos últimos tiempos se están levantando falsos profetas, por lo que somos
instruidos a no creer a todo espíritu, sino a probarlos si son de Dios; “porque muchos falsos profetas han salido
por el mundo.” (1 Juan 4:1).
En Deuteronomio
13:1-5 se nos advierte, inclusive, que un profeta pudiera mostrar señales que –aparentemente-
lo vindicarían como profeta (el don de profeta, como Balaam, por ejemplo) pero
que, si este profeta guiaba hacia otros dioses, no deberíamos dar oído a este
falso profeta. Hemos sido enseñados que Dios es Su Palabra (Juan 1:1); así, hay
falsos profetas –prácticamente- guiando a las gentes a otros dioses, cuando
trazan mal las Escrituras con interpretaciones privadas, trayendo frustración y
maldición al pueblo.
Cuando Jehová
Dios sacó a Israel de Egipto, les dio mandamientos (leyes) y, sobre la base de
esta ley, Él estableció un pacto con Israel; bendiciéndolos si obedecían Sus
mandamientos, y maldiciéndolos si desobedecían (Deuteronomio 28; 7:12-24;
Levítico 26:3-46); y, porque Jehová amó a Israel, Él les envió –vez tras vez-
profetas para mantenerlos en el pacto de Sus bendiciones, además que les
anticipó la venida del Mesías príncipe (Daniel 9:25) y la gloria subsecuente tras
esta visitación.
En Hechos
3:22-26, el apóstol Pedro les declara que el Señor Jesús fue el cumplimiento a
la profecía de Deuteronomio 18:15-22 y que, por consiguiente, ellos (Israel)
debían oír las palabras de este Profeta de profetas, al Señor Jesús, atendiendo
a las enseñanzas, promesas y profecías que Él dejó a lo largo de Su ministerio
de 3.5 años. En Juan 17:8, el Señor, orando al Padre, dice: “porque las
palabras que me diste, les he dado [a los discípulos]; y ellos las recibieron…”;
por consiguiente, y porque estos discípulos oyeron, creyeron y obedecieron a su
Señor, a este Profeta de profetas, vindicado con señales irrefutables para
mostrarlo como aquel Profeta prometido que había de venir (Mateo 11:1-6; Isaías
35:5-6; 61:1), Dios vindicó a estos discípulos dándoles el Espíritu Santo de la
promesa. Todos los que oyeron, creyeron y obedecieron al Señor Jesús,
recibieron el Espíritu Santo en Pentecostés y, en Hechos 2:39, el apóstol nos
asegura que la misma experiencia es “para cuantos el Señor nuestro Dios llamare”,
y Él está llamando aún hoy; prosperando la fe de todos los que creen Su
Palabra.
En Mateo
28:20, el Señor les dijo a Sus apóstoles, “enseñándoles que guarden todas las
cosas [Su Palabra] que os he mandado”; y todo cuanto Él mandó está contenido en
los Evangelios. El Hermano Branham enseña que el libro de los Hechos se sostiene
en los Cuatro Evangelios:
353
Ahora, oí a un gran maestro no hace mucho, dijo, el...uno...un gran hombre, un
buen hombre, lo conocí, estreché su mano, un buen hermano. Él dijo: “Pero los
Hechos de los apóstoles fueron sólo la armazón para la Iglesia”. ¡Ja! En otras
palabras, él tenía la armazón aquí afuera, ¿ven? Cuando, los Hechos de los
apóstoles estaban adentro, y estos Evangelios son el armazón para mantenerlo
unido y protegerlo. Ven cómo la—la—la mente de un hombre puede hacer cualquier
cosa. Yo hubiera pensado lo mismo si no fuera por El. ¿Ven?
354
La armazón, pentecostés no fue la armazón del Evangelio. ¡Los cuatro Evangelios
son la armazón para respaldar a pentecostés! Después de que ellos tenían armada
esta armazón, pentecostés vino a existencia. ¿Es correcto eso? ¿Cuál fue
escrito primero, el Libro de los Hechos o los—o los apóstoles? Los apóstoles.
Jesús anduvo haciendo obras y prediciendo lo que vendría, y Mateo, Marcos,
Lucas, y Juan, esos cuatro guardias vinieron y estaban escribiendo todo lo que
ellos veían suceder, contándolo exactamente como es, cómo iba a suceder, qué
iba a suceder. Entonces al mismo tiempo ellos la armaron por todos lados, ¡y
aquí venía! ¡Amén! Mateo, Marcos, Lucas, y Juan, son la armazón, o la obra de
guardia que protege el templo principal, el Trono, la Bendición pentecostal.
61-0108
Apocalipsis Capítulo 4, Parte 3, Jeffersonville, Indiana.
Dándonos a
entender que fueron las enseñanzas del Señor, a lo largo de Sus 3.5 años de
ministerio, y registrados en los Cuatro Evangelios, lo que produjo la gloriosa
Iglesia del libro de los Hechos, con el advenimiento del Espíritu Santo el día
de Pentecostés y que, cuando Él instruye a Sus apóstoles y discípulos a enseñar
Sus enseñanzas, esto permite que Su promesa y gloria estén igualmente
disponibles ahora para todos nosotros. ¿Qué tenemos que hacer, entonces? Como ellos,
allá en Israel y a lo largo de Su ministerio, tenemos que oír (leer), creer y
obedecer Su Palabra porque, como con Moisés bajo la ley, las palabras del Señor
Jesús son el fundamento de un Nuevo Pacto –ahora- en Su bendita Sangre, un
mejor pacto con mejores promesas, para prosperar –tanto- nuestras vidas al
punto de llevarnos de gloria en gloria, como en la mismísima imagen de Su Hijo,
Jesucristo, hasta llegar a ser semejantes a Él en gloria, como nos es prometido
en 1 Juan 3:2-3. Las cartas apostólicas, y el libro del Apocalipsis, están
fundados en las enseñanzas del Señor Jesús, del Profeta prometido a Israel,
cuya Sangre limpia de pecado tanto a judíos como a gentiles, a nosotros.
Edificados sobre el fundamento de los apóstoles y
profetas, siendo la principal piedra del ángulo Jesucristo mismo.
Efesios 2:20
“Creed a Sus
profetas, y seréis prosperados” (2 Crónicas 20:20b), sigue vigente hasta hoy,
siempre y cuando este profeta, y todo maestro, nos guíen a las enseñanzas
–incontaminadas- de nuestro Señor y Dios Jesucristo y cartas apostólicas, única
manera de ser prosperados; porque ellos, como Sus apóstoles y, conforme a Sus
instrucciones, transmitieron la encomienda del Señor: “enseñándoles que guarden
todas las cosas [Su Palabra] que os he mandado”; para, como ellos y los 120 en
Pentecostés, y toda la gloriosa iglesia del primer siglo, recibir la promesa
del Espíritu Santo, la seguridad de la Presencia de Dios entre Sus santos, para
el cumplimiento de Sus promesas y profecías pendientes por cumplirse para Su
gloria, prosperando Su Palabra entre nosotros, para la prosperidad de nuestras
almas en fe santificadora y piadosa. Amén.
¡Shalom!
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