jueves, 17 de mayo de 2018

Huid de la fornicación


18 Huid de la fornicación. Cualquier otro pecado que el hombre [la mujer] cometa, está fuera del cuerpo; mas el que fornica, contra su propio cuerpo peca.
1 Corintios 6:18

L
a palabra fornicación se traduce del griego porneía que, como lo podrán reconocer, da base para referirnos a la pornografía.

Hoy en día, la fornicación, tal como la entendemos, como una relación sexual antes del matrimonio, se ha convertido en una práctica “normal” entre los jóvenes e, incluso, adolescentes; y, entre otras razones, porque no tienen el matrimonio en perspectiva, no lo consideran; y no lo consideran porque no están aptos o capaces para hacer acuerdos o compromisos que garanticen la permanencia de una relación en matrimonio.

En efecto, muchas jovencitas -seguramente- se han visto “obligadas” a ceder su virginidad a cambio de nada para, tristemente, convertirse en señoras, ya no señoritas o doncellas. Hoy es muy común tratar a muchas mujeres de la televisión, a aquellas que parecen ser jóvenes, con el formulismo de señoritas cuando, por el parlamento que se les escucha, jactándose de haber tenido más de un enamorado o viviendo en pareja con uno en la actualidad, todo nos indica de que ya no son señoritas sino señoras; y, porque tienen relación sexual con uno y otro hombre, estarían pecando hasta de adúlteras.

El apóstol Pablo nos dice que, quien fornica, peca contra su propio cuerpo. Una vez más, conviene que usemos el sentido que le da la Biblia al acto de fornicar, que no es solo tener sexo antes del matrimonio pero, aún más y peor, es tener sexo cual una prostituta; la fornicación es prostituirse.

En efecto, cuando buscamos en el Nuevo Testamento por casos de prostitución o rameras, vemos que tales expresiones se escriben en el griego justamente como porneía, que es la misma palabra que en griego sirve para designar la fornicación y que, como lo podrán apreciar, es una palabra que da base a la palabra y acto de la pornografía. Pornografía, según el diccionario de la lengua española (RAE), es la presentación abierta y cruda del sexo que busca producir excitación. Por ejemplo:

15 ¿No sabéis que vuestros cuerpos son miembros de Cristo? ¿Quitaré, pues, los miembros de Cristo y los haré miembros de una ramera? De ningún modo.
16 ¿O no sabéis que el que se une con una ramera, es un cuerpo con ella? Porque dice: Los dos serán una sola carne.
1 Corintios 6:15-16

1Vino entonces uno de los siete ángeles que tenían las siete copas, y habló conmigo diciéndome: Ven acá, y te mostraré la sentencia contra la gran ramera, la que está sentada sobre muchas aguas;
5 y en su frente un nombre escrito, un misterio: BABILONIA LA GRANDE, LA MADRE DE LAS RAMERAS Y DE LAS ABOMINACIONES DE LA TIERRA.
15 Me dijo también: Las aguas que has visto donde la ramera se sienta, son pueblos, muchedumbres, naciones y lenguas.
16 Y los diez cuernos que viste en la bestia, éstos aborrecerán a la ramera, y la dejarán desolada y desnuda; y devorarán sus carnes, y la quemarán con fuego;
Apocalipsis 17:1, 5, 15 y 16

2 porque sus juicios son verdaderos y justos; pues ha juzgado a la gran ramera que ha corrompido a la tierra con su fornicación, y ha vengado la sangre de sus siervos de la mano de ella.
Apocalipsis 19:2

Aquí la expresión ramera se lee en el original griego como pórne, como el femenino del masculino pórnos; y, como lo podemos reconocer, tiene similar construcción gramatical a la expresión fornicación o porneía.

Lo que trato de despertar entre ustedes es que, la práctica de la fornicación, muy arraigada entre nuestros jóvenes y adolescentes, muy probablemente o en casi todos los casos manifiesta el miserable comportamiento de una prostituta o prostituto (para el caso de un varón) porque, a la semejanza de una prostituta, y porque lo vemos en las prácticas “amorosas” de nuestros adolescentes y jóvenes, en la manera cómo ellos interactúan con el solo propósito de consumar el sexo, muchas jovencitas “venden” su virginidad a cambio de una galantería, una exquisita comida, la suntuosidad de un presente (digamos, un smartphone o una laptop, ¿verdad?), o una invitación para ver una película de estreno en un cine de Miraflores o San Isidro o, como sucede en muchos casos, por no sentirse solas y/o despreciadas. ¡A cambio de nada! Muchas de las veces el joven usa la frase, harta conocida, de “dame la prueba de tu amor”, y la jovencita, sin conocer el verdadero amor, que el amor SIEMPRE tiene un componente de RESPETO, a cambio de vanidades “vende” su virginidad, prácticamente regalándola.

El apóstol dice que quien fornica peca contra su propio cuerpo; esto es, que uno trasgrede una norma ética, moral y espiritual al permitir que un hombre, y sin compromiso alguno (que solo palabreos y mentiras), tome control del cuerpo de una jovencita para, de allí en adelante, el hombre crea o concluya que tiene autoridad sobre ese cuerpo; ya no con la “delicadeza” del principio pero, ahora, atrevidamente para consumar sexo cuantas veces él lo quiera. Es sabido que una prostituta debe ir al médico periódicamente porque, siendo que expone su sexo (vagina) a una práctica casi diaria, y repetitiva durante un solo día, como ni aún los animales lo practican (los animales solo lo hacen en temporada de celo), esto hace que su vagina sufra una fuerte inflamación y, en el peor de los casos, afectaciones de la pared vaginal que permitan luego contraer enfermedades venéreas (sífilis, gonorrea, papiloma humano [muy difundido en nuestro medio, y causa de cáncer vaginal], herpes, VIH y sida). A esto se refiere el apóstol cuando él dice que uno peca contra su propio cuerpo, que uno falla contra su propio organismo, justamente porque, siendo el sexo una de las pasiones más fuertes para controlar, en una conducta fornicaria (prostitución) esto hará que -mayormente la mujer- tienda a contraer una enfermedad venérea. En el caso de los hombres fornicarios o prostitutos, quienes aún viven dominados por pasiones contra natura, ya de muchos se sabe que han afectado el conducto del recto, tanto así que éste ha perdido su capacidad de válvula para responder a la necesidad de contraerse o cerrarse al paso de las heces. El VIH y sida tienen índices mayores entre hombres que practican sexo con otros hombres (homosexualismo). El apóstol Pablo dice lo siguiente:

26 Por esto Dios los entregó a pasiones vergonzosas; pues aun sus mujeres cambiaron el uso natural por el que es contra naturaleza,
27 y de igual modo también los hombres, dejando el uso natural de la mujer, se encendieron en su lascivia unos con otros, cometiendo hechos vergonzosos hombres con hombres, y recibiendo en sí mismos la retribución debida a su extravío.
Romanos 1:26-27

La fornicación o prostitución es un espíritu que, como todo espíritu o demonio, se contrae o uno es objeto de opresión por razón de conducta o acceso a la pornografía, entre otras razones, y es el mismo espíritu de la fornicación espiritual o contra Dios, tal como las citas de Apocalipsis 17:1, 5, 15 y 16; 19:2 nos lo dicen (en estas citas, se nos revela la fornicación o prostitución de una Iglesia contra Dios). En la fornicación sexual pecamos contra nuestros cuerpos, como lo afirma el apóstol en 1 Corintios 6:18; aunque también estamos pecando contra Dios; pero en la fornicación espiritual pecamos contra Dios; por ello es tan importante que superemos un estado de fornicación (o prostitución) porque, de no hacerlo, de no saber cómo vencer ese espíritu, estamos igualmente condenados a fornicar contra Dios, y contra Su Cuerpo, la Iglesia (). Dios aborrece la fornicación o la prostitución tanto como TODO PECADO, por pequeño que éste sea a nuestro parecer. Dios no es como nosotros que catalogamos los pecados como veniales y mortales pero, si no nos arrepentimos de nuestros pecados (y Dios nos ayuda para que procedamos al arrepentimiento, mediante la fe en Su Palabra), y nos volvemos a Dios, la única Fuente de Vida para hallar fuerzas contra el pecado y toda artimaña del diablo, igualmente pereceremos, igualmente seremos lanzados al lago de fuego que es la muerte segunda (Apocalipsis 2:11; 20:6, 14-15; 21:8); y Dios no quiere que esto suceda y, por ello mismo, nos reprende para nuestro bien y para que, haciendo Su voluntad, disfrutemos de Sus bienes por Cristo Jesús, nuestro Salvador.

Sí, cuando usted, jovencita, fornica, usted nunca hace -previamente- un compromiso con el joven que le presiona con sus halagos y demandas de “muestras de amor”, a cambio de vanidades, y tal como se procede con una prostituta; y, porque usted, por ignorancia o por lo que fuere (yo creo que más es porque no se conoce a Dios, y Él está declarado en Su Palabra, la Biblia), cede a la proposición de un joven, para entregarle su virginidad a cambio de nada; luego nada le garantiza que ese joven o adolescente o adulto, cumpla con usted si acaso termina embarazada. Por lo general, muchos jóvenes angustian a las jovencitas embarazadas al aborto. Tenemos altísimo índice de abortos en los hospitales del Estado, y sin contar los que se practican clandestinamente con el peligro de muerte para la joven.

¿Cuál es la recomendación de Dios para usted, jovencita; y definitivamente también para usted, joven? Que no entregue su sexo excepto si este joven o adulto le propone matrimonio. La proposición de matrimonio, y la consumación de esta propuesta en matrimonio ante la autoridad y, después, en el altar ante Dios, son la única garantía de la seriedad del interés de un hombre por una mujer. Ni aún permita que la bese, porque en nuestros labios hay fuerte concentración hormonal que se excita con el beso para, excitados, ser puerta abierta para proposiciones mayores hasta el sexo.

Creo que -también- es un tema de dignidad que, con una actitud firme frente a toda proposición sensual, digamos que nos merecemos algo mejor, propio de un proyecto de vida serio para conformar un hogar y que, con criterios escrupulosamente juiciosos, sabios e inteligentes, traigamos hijos al mundo para instruirlos y ser partes de una generación sabia y entendida de cómo debemos conducirnos en un mundo ya contaminado por perversión sexual.

La fornicación es causa de tantísimos casos de madres solteras, y de la crianza aventurada de niños en hogares disfuncionales, lo que motiva -entre otros- una sociedad tan violenta e insegura como la tenemos, aunque muchos no lo quieran admitir. Adicional a esto, es el mal ejemplo que nuestros jóvenes reciben a través de la televisión, donde mujeres se visten (o desvisten) con atuendos cada vez más escasos y ajustados al cuerpo, tanto que las jóvenes dejan al descubierto -prácticamente- su desnudez, tan igual como lo hacen las prostitutas para capturar la atención e interés de un “cliente”, ¿verdad? Y ustedes, jovencitas, adolescentes, merecen un trato respetuoso, formal, serio, confiable, esperanzador; no perturbadas por la sensualidad. Y ustedes, jovencitos, hagan el esfuerzo por tratar con dignidad a sus amigas, como si se tratara de vuestras propias hermanas o un familiar cercano. Muchas de las veces somos casi indiferentes ante este drama, porque lo es, por casos de fornicación; pero no es sino cuando esto nos ocurre muy de cerca que experimentamos dolor, angustia y amargura porque, por ejemplo, vemos a nuestros hijos, y mayormente hijas, mancilladas en su honor para un futuro incierto. Una joven que ha perdido su virginidad está potencialmente condicionada para ir perdiendo los pocos valores o principios que le quedan, si alguna vez los tuvo; porque ella misma, en esa condición, se sub-valora para jamás aspirar vivir con dignidad y, cuando muchas veces se pierden en el túnel de la pasión, la fornicación (prostitución) y sus consecuencias, terminan con un corazón amargado, proclives a la depresión y el suicidio; lo que queremos evitarles. Hoy, vivimos alarmados por tantísimos casos de feminicidio y, en la mayoría de estos casos, sino en todos, esto se da en parejas que viven fornicando o nunca han sido casados invocando a Dios para traer bendición a sus vidas. ¿Quién está detrás de una fornicación, como de cualquier otro pecado? La respuesta es: Satanás.


Si éste es tu caso, jovencita; en la condición mísera en que te encuentres, busca a Dios. No te recomiendo que busques un sicólogo porque, aun cuando confío que hay buenos profesionales, la mayoría no reconoce la fornicación (prostitución) como pecado; y el problema contigo, como con todo hombre o mujer, joven, maduro o viejo, es el pecado; y mientras tengamos vidas contaminadas con el pecado, la realidad de Dios y Sus favores serán inexistentes para nosotros. Sin embargo, aún hay solución a nuestros dramas, por profunda que sea la huella del pecado en nuestras vidas, y esta solución la hayamos en Dios.

Cierta vez, Jesús se encontró con una mujer de Samaria (Juan capítulo 4) y, de la conversación que sostuvieron, llegamos a saber que esta joven mujer había llegado a tener hasta cinco esposos, y que por último estaba con un hombre (el sexto) que ni era su esposo (era esposo de otra mujer); y que, por su mala fama, en un tiempo cuando casos de sexo eran fuertemente confrontados ante las sociedades de entonces, esta mujer se sentía obligada a ir a sacar su agua al medio día, cuando el sol estaba en su cenit (en el medio oriente, las mujeres acostumbraban a recoger agua de los pozos artesianos en muy tempranas horas de la mañana e, inclusive, antes que el sol saliera en el horizonte, para no ser afligidas por los rayos solares y altas temperaturas de la región), para no ser vista por las otras mujeres. El tema de conversación que sostuvo esta mujercita con el Señor es amplio, y abarca muchos aspectos que nos harían bien leerlos y entenderlos para aplicarlos a nuestras vidas o casos personales (les sugiero que lean este extraordinario capítulo 4 del Evangelio según San Juan), pero llama mi atención estas palabras pronunciadas por el Señor a esta joven mujer y que, registradas en la Biblia, también son palabras dirigidas para nosotros:

6 Y estaba allí el pozo de Jacob. Entonces Jesús, cansado del camino, se sentó así junto al pozo. Era como la hora sexta [aproximadamente el medio día, traído a nuestro horario occidental].
7 Vino una mujer de Samaria a sacar agua; y Jesús le dijo: Dame de beber.
8 Pues sus discípulos habían ido a la ciudad a comprar de comer.
9 La mujer samaritana le dijo: ¿Cómo tú, siendo judío, me pides a mí de beber, que soy mujer samaritana? Porque judíos y samaritanos no se tratan entre sí.
10 Respondió Jesús y le dijo: Si conocieras el don de Dios, y quién es el que te dice: Dame de beber; tú le pedirías, y él te daría agua viva.
11 La mujer le dijo: Señor, no tienes con qué sacarla, y el pozo es hondo. ¿De dónde, pues, tienes el agua viva?
12 ¿Acaso eres tú mayor que nuestro padre Jacob, que nos dio este pozo, del cual bebieron él, sus hijos y sus ganados?
13 Respondió Jesús y le dijo: Cualquiera que bebiere de esta agua, volverá a tener sed;
14 mas el que bebiere del agua que yo le daré, no tendrá sed jamás; sino que el agua que yo le daré será en él una fuente de agua que salte para vida eterna.
15 La mujer le dijo: Señor, dame esa agua, para que no tenga yo sed, ni venga aquí a sacarla.
Juan 4:6-15

Sí, cuando probamos de Su agua, del agua que Dios nos ofrece (y esta Agua es Su Palabra, con la promesa del Don o Regalo de Su Santo Espíritu viniendo a morar en nuestros corazones -justamente- por creer Su Palabra, Sus promesas, Su consejo o Su reprensión); entonces, no tendremos ¡JAMÁS! sed o deseo por el agua de este mundo y sus vanidades.

16 Porque todo lo que hay en el mundo, los deseos de la carne, los deseos de los ojos, y la vanagloria de la vida, no proviene del Padre, sino del mundo.
17 Y el mundo pasa, y sus deseos; pero el que hace la voluntad de Dios permanece para siempre.
1 juan 2:16-17

Finalmente, el apóstol nos amonesta con estas palabras:

22 Huye también de las pasiones juveniles, y sigue la justicia, la fe, el amor y la paz, con los que de corazón limpio invocan al Señor.
2 Timoteo 2:22

La gracia de Jesucristo sea con todos ustedes. Amén.

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