Él está fuera de la
iglesia
He aquí, yo estoy a
la puerta y llamo; si alguno oye mi voz y abre la puerta, entraré…y cenaré con
él, y él conmigo.
Apocalipsis 3:20
222 Esta es una de las afirmaciones más
sobresalientes que yo he visto en el Nuevo Testamento. Quiero que se fijen: “Yo
estoy a la puerta y llamo”. Normalmente esto se usa como una cita para el
llamado a pecadores. ¿Verdad que sí? Les decimos a los pecadores: “Jesús está a
la puerta, llamando”. Pero aquí Él está llamando a la puerta de la iglesia
porque Él una vez caminó con ellos, pero ellos (con su organización y
mundanalidad y frialdad) Lo habían excluido. Él está fuera de la iglesia.
223 Ahora, recuerden, en las primeras edades
de la iglesia, mientras terminamos, Él andaba entre los siete candeleros de oro
(¿Es así?), las siete edades de la iglesia. Y al final aquí, lo encontramos a
Él afuera ¿de qué iglesia? Laodicea, la iglesia de Laodicea. Afuera, lo habían
exclu-… excluido. Pues, Él estaba parado afuera tratando de entrar de nuevo.
¡Qué cuadro más lamentable! El Salvador del mundo, parado afuera de la iglesia
que Él compró con Su propia Sangre. ¡Qué vergüenza!
224 “Yo estoy a la puerta y llamo”. Después
de haber sido empujado fuera o sacado, luego está tratando de entrar de nuevo,
regresa arrastrándose y llama a la puerta. Este es el registro más
impresionante en el Nuevo Testamento. Pienso que no hay nada que pudiera ser
más triste que esto, el ver al Salvador del mundo sacado de Su Propia iglesia,
la edad de Laodicea. Después de que Él les había dicho lo que habían hecho, sus
riquezas y todo, y lo que eran, y cómo eran tibios y demás, y ellos—ellos
tenían… ellos… Él no tuvo que vomitarlos, ellos lo habían vomitado a Él. Y
aquí, con todo eso, aún está llamando a la puerta, tratando de entrar de nuevo.
¿Para qué? Para darles Vida Eterna. Los mismos que lo mataron en el Calvario,
Él estaba tratando de salvar sus almas. Es el cuadro más patético que yo haya
visto en mi vida, del que yo haya pensado.
225 ¡Excluido! ¿De qué fue excluido Él? Ahora
escuchen, amigos. ¡Si esto no es impactante! Imagíneselo, permitan que penetre
en su corazón. Nuestro Salvador, cuando estaba en la tierra, Él fue excluido de
Su propia nación. Él fue rechazado, fue excluido. El mundo lo excluyó y lo
crucificó. Y ahora, Él es excluido de Su propia iglesia. No Lo quieren en
ninguna parte, no tenían necesidad de Él. Ellos tienen una denominación, no lo
necesitaban a Él. Ellos tienen un papa, ¿para qué lo iban a necesitar a Él?
Tienen un arzobispo y un supervisor general, ya no tenían necesidad del
Espíritu Santo. Ya no necesitaban Eso. Cristo, el Espíritu Santo, ellos no lo
necesitaban a Él. Así que sus…
226 Yo no creo que de repente lo hayan sacado
a Él, porque ellos no Lo habían extrañado. No Lo habían extrañado porque
todavía Le estaban cantando himnos a Él. El predicador aún seguía hablando de
Él, así que ellos no lo habían extrañado. Pero fue su propia mundanalidad y su
organización, organizando, diciendo: “Los días de los milagros ya pasaron y no
existe esto y aquello”.
227 Yo les pregunto. Cada avivamiento que
vino (a cualquiera de Uds. los historiadores), ahora, a través de esto, de
estas iglesias, cada avivamiento que haya venido, la… siempre fue producido
afuera de una organización. Cualquier hombre que haya comenzado un avivamiento,
estaba afuera de las organizaciones. Y cada vez que comenzó un—un avivamiento,
ellos tuvieron señales y milagros de hablar en lenguas y sanidades, y así por
el estilo, aconteciendo. Tan pronto como moría ese fundador, entonces ellos lo
organizaban y hacían una organización de aquello, y se “murieron” y Dios nunca
más tuvo que ver con eso. Seguro que sí.
228 Y aquí está Él en la última edad de la
iglesia, parado afuera de la puerta, el Dios Todopoderoso. Eso—eso me parte el
corazón, al pensarlo. Mi Señor parado afuera de la puerta de Su Propia iglesia,
después de haber sido sacado por la mundanalidad y frialdad y denominación e
indiferencia, parado por fuera de la puerta, llamando, tratando de entrar de
nuevo. Cuando pensé en eso, hace un rato, solo me recargué sobre mi mesa y
comencé a llorar.
[60-1211E, La Edad de la Iglesia de Laodicea, Rev.
William M. Branham]
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