Y
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a desde mi adolescencia, recuerdo que
frecuentaban –por entonces- los chistes tocantes, por ejemplo, a los curas. El cura
de la iglesia, por razones diversas (e, inclusivamente, esto lo hallamos en las
obras del célebre don Ricardo Palma, en sus Tradiciones Peruanas),
tradicionalmente fue objeto de la mofa, el comentario en doble sentido y la
caricaturización, ridiculizándolo; y tal ha sido el nivel de la sátira que este
personaje despertó que, por último, y sin reparo alguno, sin medir las
consecuencias de lo que se hace, vemos que hay chistes que profanan lo santo de
Dios, Sus santos y, finalmente, la majestad del mismo Dios.
El bufón, fue notorio sus actuar durante el imperio romano |
Recuerdo que, en vez de que el homosexual
fuera objeto de nuestra preocupación, éste fue motivo –igualmente- para el chiste,
la mofa, el hazme reír (se le acostumbraba tratar de “maricón”, “marica”, etc.);
porque lo que se buscaba, a fin de cuentas, era provocar la hilaridad, la
carcajada; no importando si, con esto, deshonrábamos la majestad de las
personas y, mucho menos, la de Dios.
Hoy hay chistes tocantes, por ejemplo, a
predicadores del Evangelio que, por una conducta cuestionable, luego son objeto
y comidilla para la sátira, el sarcasmo y la mordacidad. Estos burladores
hierran al ignorar que, y como lo profetizó el apóstol Pablo, habrían falsos
maestros en los últimos tiempos quienes, sin piedad (temor de Dios), harían
mercancía de la fe; lo cual lo vemos hoy en muchas, muchas iglesias que, so
pretexto de la ofrenda y el diezmo para Dios; y, prácticamente, como poniéndole
un precio a las dádivas o regalos de Dios, éstos piden dinero a quienes asisten
a sus reuniones con evidente credulidad y expectativa por alguna recompensa,
alguna forma de bienestar a cambio de la ofrenda o diezmo que se da. ¿No es esto
lo que la Iglesia Católica hizo durante la edad media con la venta de
indulgencias? Pues, entonces, ya sabemos cuál es el origen de todo esto.
Siempre han habido bufones, cómicos y
charlatanes y, más exactamente, entre el pueblo gentil que nunca tuvo
conocimiento del Dios Santo, entre los paganos (idólatras); y, porque esto sigue
sucediendo entre quienes decimos ser cristianos, quizá es señal inequívoca de
que muchos, muchos que decimos creer en Dios, realmente no le conozcamos para
adorarle tal y como Él espera que le adoremos, rindiéndole todo honor y
reverencia.
El apóstol Pablo escribió: “Porque como está escrito, el nombre de Dios es
blasfemado entre los gentiles por causa de vosotros.” (Romanos 2:24); y
esto es lo que estos perversos y falsos maestros causan con sus malas enseñanzas
y malos testimonios; que las gentes, que tampoco conocen a Dios, luego se
atrevan a profanar lo santo de Dios: Su Palabra, Su Iglesia o Sus santos, a
través del chiste, la burla, el escarnio e, inclusive, ¡llegando a blasfemar
contra Dios!
Y esto ya estaba
profetizado que sucedería en estos últimos tiempos; tiempos en que, juntamente
con las guerras, hambres y terremotos, ahora somos agobiados por pestilencias o
epidemias como la del coronavirus que nos está afectando en la actualidad: “sabiendo
primero esto, que en los postreros días vendrán burladores, andando según sus
propias concupiscencias” (2 Pedro 3:3).
¿Qué es blasfemar?
Es maldecir o decir algo
malo contra la majestad de Dios; también es vituperar o escarnecerle. Vituperar
es criticar algo o a alguien con dureza; y, escarnecer, es hacer mofa, burla de
alguien.
En la Biblia, en el libro de Levíticos,
capítulo 24 y versículos del 10 al 23, se nos narra de cómo un hombre blasfemó
contra el Nombre de Dios; y que, tras hacérsele juicio, preguntando a Dios, Él
determinó que al tal se le matase apedreándosele hasta morir. Ahora, alguien
podrá decir que muchos hacen burla de Dios y Su Iglesia (Sus santos) por razón
de los malos testimonios, o por lo que fuere pero que, aun así, “no pasa nada”;
cierto, nadie ha sido apedreado porque, para tranquilidad de los tales, no
estamos bajo la ley; sin embargo, el Dios omnisciente tiene buena memoria; y,
en el día del Gran Juicio del Trono Blanco (Apocalipsis 20:11-15), estos irreverentes
responderán por sus irreverencias, y serán lanzados al Lago de Fuego, la muerte
segunda.
Todos queremos pasar gratos momentos,
disfrutarlos; y, como en estos tiempos de coronavirus, entendiendo que la risa
es una de las terapias para elevar nuestras defensas para resistirle, bien
hacemos en reír; pero, si nos reímos de Dios y todo lo que Él representa (he
escuchado y visto chistes que se hacen con relación al Señor Jesús y Sus
apóstoles y, lo que es más indignante, usando como recurso para esta mofa Su
cruz; cosas que se proyectaron por la radio y la televisión, con la hilaridad
de medio mundo), no esperemos sino la más amarga tristeza cuando Él nos juzgue
por blasfemos, por irreverentes. El gozo y la hilaridad son componentes
naturales de un hombre o mujer saludables, pero que pueden y deben ser provocados
por lo sano, por la Verdad, y la Verdad solo lo encontramos en Dios y Su
Palabra. El apóstol Pablo escribió:
[El amor] no se
goza de la injusticia, más se goza de la Verdad.
1 Corintios 13:6
Y, en los salmos a continuación se dice:
En tu presencia hay plenitud de gozo (16:11)
Me gozaré y alegraré en tu misericordia (31:7)
Entraré al altar de Dios, Al Dios de mi
alegría y de mi gozo (43:4)
Se gozarán las hijas de Judá Por tus juicios. (48:11)
Hazme oír gozo y alegría (51:8)
Vuélveme el gozo de tu salvación (51:12)
Se gozará Jacob, y se alegrará Israel. (53:6)
Mas los justos se alegrarán; se gozarán delante de Dios, Y saltarán de alegría. (68:3)
Lo verán los oprimidos, y se gozarán. (69:32)
Por heredad he tomado tus testimonios
para siempre, Porque son el gozo de mi corazón. (119:111)
El verdadero gozo es fruto de la obra de
Dios en nuestras vidas a través del Espíritu Santo; don que, únicamente, nos es
dado mediante la fe de Jesucristo, creyendo en Él.
22 Mas
el fruto del Espíritu es amor, gozo, paz, paciencia, benignidad, bondad, fe,
23 mansedumbre,
templanza; contra tales cosas no hay ley.
(Gálatas 5:22-23)
El rey y profeta David, se hizo esta
pregunta en uno de sus salmos:
¿Hasta cuándo, oh
Jehová, se gozarán los impíos?
Salmo 94:3
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