N |
o me fue fácil ser padre; es más, si tuviera que ser calificado por ello con seguridad tendría mala nota. Y es que nadie o pocos nos preparamos para ser padres exitosos, tal como lo espera Dios que lo seamos; y esta preparación, definitivamente, se da en casa, en el hogar, con la debida asistencia de nuestros padres.
En el libro de Hebreos,
capítulo 12 y versículos 9 y 10, el apóstol dice, refiriéndose a la disciplina
que los padres deberíamos ejercer sobre nuestros hijos:
Y aquellos,
ciertamente por pocos días nos disciplinaban como a ellos les parecía…
¿Y no es esa la manera en que
obramos aún hoy en día? Muchos dicen, hasta alterados, y más cuando se les
objeta no disciplinar debidamente a sus hijos, “¡Yo sé cómo crío a mis hijos!”,
o “a mi manera, ¡y punto!” Y la pregunta que –de inmediato- surge sería, “¿Realmente
saben criar a sus hijos?”. El hecho que tengamos una sociedad convulsionada,
temerosa, irritada, temperamental, vanagloriosa y hasta criminal nos dice que,
como padres, quizá no lo hicimos bien.
En la primera carta del
apóstol a los Corintios, capítulo 7 y versículo 14, él enfatiza cómo la
santidad afecta positivamente nuestro entorno familiar; y, precisamente, la de
los padres para con los hijos:
Porque el
marido incrédulo es santificado en la mujer [creyente], y la mujer incrédula en
el marido; pues, de otra manera, vuestros hijos serían inmundos [impuros o
sucios], mientras que ahora son santos [contrarios a la inmundicia, impureza o
suciedad].
Si acaso somos cristianos,
nuestro rol como padres deberá –necesariamente- tener como objetivo que
nuestros hijos sean santos. ¿Y qué es “santo”? –Según un diccionario bíblico,
en ocasiones significa “separado”, “consagrado”, “puesto aparte”; pero, con
mayor frecuencia, “puro”.
En la segunda carta del
apóstol a los Corintios, capítulo 7 y versículo 1, él dice: “Limpiémonos de
toda contaminación de carne y de espíritu, perfeccionando la santidad en el
temor de Dios.”
¿Y cómo lograrlo, cómo es que
perfeccionaremos santidad en nuestros hijos? No por imposición, pero con el
ejemplo, con nuestra conducta.
1 Asimismo vosotras, mujeres, estad sujetas a vuestros maridos; para que también los que no creen a la
palabra, sean ganados sin palabra por la conducta de sus esposas, 2 considerando
vuestra conducta casta y respetuosa. 3 Vuestro atavío no sea
el externo de peinados ostentosos, de adornos de oro o de vestidos lujosos, 4 sino el
interno, el del corazón, en el incorruptible ornato de un espíritu afable y
apacible, que es de grande estima delante de Dios. 5 Porque
así también se ataviaban en otro tiempo aquellas santas mujeres que esperaban
en Dios, estando sujetas a sus maridos; 6 como Sara obedecía a
Abraham, llamándole señor; de la cual vosotras habéis venido a ser hijas,
si hacéis el bien, sin temer ninguna amenaza.
7 Vosotros,
maridos, igualmente, vivid con ellas sabiamente, dando honor a la mujer
como a vaso más frágil, y como a coherederas de la gracia de la vida, para que
vuestras oraciones no tengan estorbo.
Yo sé lo que
es vivir desorientado en la vida; porque, desde pequeño o que tuve algo de
conciencia, no tuve a mi padre a mi lado para orientarme, corregirme y hasta
azotarme por todo acto reprobable. Él, por circunstancias que hoy entiendo, no
pudo estar a mi lado, cuando más lo necesité; y, por esta razón, crecí cohibido
o temeroso, desorientado o sin un norte u objetivo noble e inteligente que
perseguir; y, por lo mismo, viví angustiado y, por último, enojado hasta contra
Dios que, para mí, por entonces era inexistente; ¡y vulnerable ante todo asedio
de maldad! Por lo que, quienes llegan a ser padres, aun si no han pasado por la
escuela del hogar para serlos; si realmente quieren ser padres exitosos,
formando hijos –igualmente- exitosos; para lograrlo, anhelen ser santos y
sabios, no contaminándose con un mundo que, desde que el pecado ingresó al
mundo por vía de la desobediencia de nuestros primeros padres, Adán y Eva, está
ya contaminado con criterios, paradigmas, ideologías y conceptos equívocos
respecto muchos aspectos de la vida; y, la única manera para ser ejemplos de
conducta en la vida será si solo damos cabina a Dios y Su Palabra, Su consejo
en nuestras vidas. No creo que exista otra forma para lograrlo; aun cuando, y
no lo dudo, la ciencia de la sicología tiene su loable aporte en tratar con la
conducta de las personas: niños, adolescentes, jóvenes y hasta adultos.
Como el
apóstol lo dice en su carta a los Romanos, capítulo 2 y versículos del 21 al
24:
21 Tú, pues, que enseñas a otro, ¿no te enseñas a ti
mismo? Tú que predicas que no se ha de hurtar, ¿hurtas? 22 Tú que dices que no se ha de
adulterar, ¿adulteras? Tú que abominas de los ídolos, ¿cometes sacrilegio? 23 Tú que te jactas de la ley, ¿con
infracción de la ley deshonras a Dios? 24 Porque como está escrito, el nombre de Dios es blasfemado entre los
gentiles por causa de vosotros [el mal ejemplo].
Aquí, el apóstol
exhorta que, por más que uno conozca lo correcto, si éste no vive lo que dice,
su testimonio, conducta o ejemplo afectará negativamente nuestro entorno y, en
este caso, a nuestros hijos. Vivamos de la manera más justa o recta posible, y
esa conducta tendrá efecto más que mil palabras, como se enfatiza en 1 Pedro
3:1, párrafos anteriores. Que ese principio o fundamento nos sirva en la
educación, formación y disciplina de nuestros hijos.
Y cuando llegué a la
edad de la pubertad que, a mi entender, es crucial en el crecimiento de todo
hijo o hija; siendo que no tuve quién me enseñara cómo reaccionar en tan
delicada etapa de la vida, opté por ceder a los naturales impulsos de mi
naciente sexualidad que un adolescente, a esa edad, empieza a sentir; y, porque
no supe qué hacer con mi sexualidad; y, lo que es igual o peor, consulté con
otros “amigos” del barrio igual de desorientados como yo, para “explorar” mi
sexualidad peor que un animal que, aun siendo irracional (según se cree), obra
por instinto; y, en muchos casos, lo hace mejor o más saludablemente que muchos
de nosotros los seres humanos supuestamente racionales y pensantes. Y es en esa
etapa de la vida que el adolescente recurrirá al padre o la madre, dependiendo
del sexo; y que, si a lo largo de la vida el padre no inspiró confianza en su
hijo para consigo; llegado este momento, él tampoco confiará compartir con su
padre el drama por el que pasa con su sexualidad; y que, muy posible, sea
motivo para que el adolescente y –después- joven crezca irresponsable con su
sexualidad; y, en muchos y muchísimos casos, afectando a su entorno, fornicando
y hasta prostituyéndose a cambio del inmediato placer que, en la medida que se
hace costumbre o adicción, nos irá dominando para vivir desorientados respecto
la responsabilidad que implican el matrimonio a futuro; y, por consiguiente,
nuestro eventual rol como padres de los hijos que han de venir. Muchos, y yo me
incluyo en ese grupo, hemos llegado al matrimonio afectados por inconductas
sexuales y, cuando tuvimos relaciones sexuales con nuestras esposas; muchas de
las veces, propusimos actos indecorosos, inmundos o sucios, contra natura; y, cuando
llegué a ser padre, ¿qué podía orientar a mi hija (fuimos padres de una niña,
hoy ya señora, casada y con hijos), siendo que no conocía –por experiencia-
sino perversión sexual? Pero, y porque empecé a conocer a Dios a mis 30 años;
desde entonces, me propuse conocer, también por doctrina y experiencia, la
santidad que, con acierto, pudiera –a mi vez- compartir santidad a mi menor
hija. Por entonces, afectado como estaba en mi sexualidad, poco o nada pude
contribuir en la formación de mi hija; pero, transcurrido los años, aun si
muchas de las veces traté de compartir mi saber algo alterado, nervioso y hasta
histérico, por lo menos lo intenté. Por gracia de Dios, mi hija está, lo que
diríamos, “bien casada”; pero, en mi entendimiento, reconozco que le falta
reconocer a Dios –también- de manera experimental, por vía de creer el
evangelio de Jesucristo (vital para la experiencia cristiana); lo que, según
Sus promesas, la constituirán en una persona sabia para, a su vez, compartir
sabiduría con sus hijos, nuestros hermosos nietos.
¿Estás capacitado para
ser un padre exitoso, según el éxito que vemos registrado en las páginas de Su
Palabra, la Biblia? –No; pues, no te angusties. El pueblo de Israel, quién
vivió beneficiado por un pacto con Dios, donde Él prometió morar entre ellos; y
que, por lo mismo, es que ellos llegaron a ser un reino que imperó e impactó en
el mundo de entonces; el mismo Dios, mediante Jesucristo, nos ha prometido
morar, ya no en un templo hecho de manos humanas; pero, a diferencia de
entonces, ahora en nuestros corazones en la forma del Espíritu Santo: ¡Jehová
mismo morando en el templo de nuestros cuerpos! (1 Corintios 6:19); para, y
mucho más próximo a nosotros que cuando Él estuvo en medio de Israel; e,
inclusive, en carne humana en la forma de Jesucristo, guiarnos a toda verdad,
según nos lo prometió el bendito Señor Jesús en el evangelio según Juan,
capítulo 16 y versículo 13:
Pero cuando
venga el Espíritu de verdad, él os guiará a toda la verdad; porque no hablará por su propia cuenta, sino que
hablará todo lo que oyere, y os hará saber las cosas que habrán de venir.
En palabras del apóstol Pablo:
“¿Recibisteis el
Espíritu Santo cuando creísteis?” (Hechos 19:2). Si tu respuesta es no, si no tienes al único Guía que nos
puede conducir con acierto, éxito y sin frustraciones hasta el día en que nos
veremos con Jehová Dios en gloria, en el retorno de nuestro Señor y Salvador
Jesucristo, te animo que te arrepientas de todos tus pecados (errores) y pidas
ser bautizado en las aguas del bautismo invocando el nombre de Jesucristo o
Yeshúa Ha Mashíaj (en hebreo), para el perdón de tus pecados; y Dios, conforme
lo prometió a través del apóstol Pedro, en Hechos 2:38, te concederá este don o
regalo, el Espíritu Santo; Dios mismo, el Señor Jesucristo, nuestro Padre
(Isaías 9:6); Quién, conforme a Hebreos 12:9-10, nos disciplinará para lo que
nos es provechoso, para que participemos de Su santidad; y, consecuentemente, podamos
ver a Dios en escena (Hebreos 12:14), frente a nuestros ojos, impactando
nuestras almas para vivir vidas justas y santas, dando gracias a Dios por el
nombre de Jesucristo. Amén.
No hay comentarios:
Publicar un comentario