P |
róximos a la
celebración de la Navidad o Nacimiento de Jesús, es necesario considerar la
importancia de los símbolos con los que ya se anuncia tan importante fiesta y celebración,
e igualmente importantes para sabernos si, realmente o no, estaríamos
celebrando el Nacimiento o Navidad de Jesús.
En principio, no hay referencia bíblica donde se lea que Dios ordena que celebremos el nacimiento del Salvador; sin embargo, desde que la iglesia instituyó esta celebración para diciembre 25 de cada año, aún si es cuestionable la fecha de Su nacimiento; por lo menos, y toda esta polémica de por medio, bien podemos celebrar Su nacimiento porque, definitivamente, hay registro de este hecho en los evangelios de Mateo y Lucas, referencias en algunas cartas del apóstol Pablo y, por último, hay crónicas de historiadores confiables que bien argumentan para creer y sostener que el Salvador del mundo, Jesús, nació en Belén de Judá.
¿Pero, estamos
realmente celebrando la Navidad o Nacimiento de Jesús?
Si realmente esto fuera cierto, y todo Perú -llegado el 25 de diciembre, a la media noche- celebrara este importante hecho en la historia de nuestra humanidad, no habría un solo pecador sobre la tierra y, por lo menos en nuestro país, no tendríamos la tasa de delincuentes que -prácticamente- han superado las capacidades de nuestra policía, no habrían violadores, proxenetas, extorsionadores ni sicarios, no tendríamos corrupción en el gobierno y puestos de confianza públicos y, aún si continuamos luchando con todo el ardor que se necesita contra el pecado, nuestro mundo hasta parecería un paraíso pero, porque esa no es nuestra realidad, es evidente que no todos hemos sido conmovidos con la verdad del acontecimiento que, definitivamente, trajo gracia o favor abundante para llevarnos de vuelta a Dios, justificados o declarados justos por la fe en la persona de nuestro Señor Jesucristo.
Sin embargo, y toda
esta angustiante realidad que nos toca vivir; lo cierto es que, en medio de
tanta pecaminosidad o inmoralidad, hay un pueblo que, por gracia, ha creído en
Jesús y, por lo mismo, está provisto de la gracia suficiente como para vivir
vidas justas hasta cuando Él retorne en gloria por Su iglesia.
Pero, la pregunta sigue en pie, ¿estaremos celebrando Su nacimiento o navidad, o no? Pues, los símbolos con que ya muchas familias vienen decorando sus hogares contestaría a esa pregunta. Por ejemplo, si alguno arma o edifica -lo que llamamos- un nacimiento en la sala de su casa, ese nacimiento con las esculturas que simbolizan a José y María, y al Niño Jesús sobre un pesebre declararía que realmente creemos en ese evento y que, felices o gozosos, nos aprestamos para llegar a ese día o medianoche para, en familia, celebrar, alegrarnos, vitorear, orar y cantar a Jehová Dios por Su visitación en la forma de un Niño, el Hijo de Dios, Jesús; pero, si por el contrario, la decoración que tenemos en casa es la de ‘un árbol navideño’, ‘un papá Noel o santa Claus’, una media o conejo, ‘luces navideñas’ y hasta fuegos artificiales como que nuestra Selección de Fútbol clasificó para el Mundial 2026, es evidente que no estaremos celebrando o alegrándonos porque un día nació Jesús, el Salvador.
Estimados, el nombre
Jesús es la traducción que tenemos del Señor traducido del hebreo יֵשׁוּעַ en que, originalmente, Su nombre fue
dado por el ángel a José (Mateo 1:21). De allí, el nombre fue traducido al
griego Ἰησοῦς,
que se pronuncia como Iesous, al latín Iesus, de donde se ha traducido al
español Jesús; pero, cuando el judío de aquel entonces escuchaba el nombre de
Jesús, pero en el idioma hebreo, Yeshúa (יֵשׁוּעַ),
éste entendía el significado el nombre del Señor, que Su nombre estaba en estrecha
relación con el nombre de Dios: Yehováh Yoshía o Yehováh Salva y que, llegado a
ser traducido hasta el español, prácticamente el significado etimológico o sus
raíces se han perdido; motivo por lo cual, cuando el apóstol Pablo llevó el
nombre de Jesús entre los gentiles, además de usar una traducción de Su nombre
que -prácticamente- perdió significado, tuvo que dar mayor explicación entre
los gentiles, mayormente de habla griego, de la gracia contenida en el nombre
de Jesús a fin de que, al oírlo, reconocieran la importancia y alcances del
nombre ‘Jesús’, que todos o, por lo menos, los que creyeran pudieran disfrutar
de la gracia o favor de Dios por la fe en Jesucristo.
Así, cuando pretendemos
celebrar la Navidad o Natividad o Nacimiento, y en nuestros hogares damos más
cabida a esos símbolos, arreglos u ornamentos que en nada se vinculan con ese
glorioso acontecimiento, en nada nos trasladan a aquel momento cuando la
Palabra hecha carne (Juan 1:14) en el vientre de María nació, eso nos está
diciendo que no hemos entendido el consolador significado de ese Nacimiento y,
triste o desgraciadamente, estaríamos celebrando a los demonios quienes, en
algún momento de la historia, inspiraron tanta tradición que en nada nos
permite apropiarnos del favor de Dios en Cristo Jesús. En muchos hogares, y tal
como lo veo en vídeos de esta tradición -por ejemplo- en los EEUU, hay ‘un
árbol navideño’, muy bien adornado con ornamento luminoso, filacterias, en su
parte superior una estrella, igualmente luminosa y, al pie, regalos para los
niños y, en ninguna parte, para nada, algo que represente a Jesús o Su
nacimiento, ni en lo mínimo.
¿Es ese un hogar
cristiano? -Evidentemente, que no.
Un cristiano, porque es
guiado por el Espíritu Santo, cuidará porque, en las paredes de su casa, hayan
cuadros o recuadros con citas bíblicas, inspiradoras y, si hay alguna imagen
alusiva a la persona de Jesús (recordemos, a Dios nadie ha visto, Él es
invisible, pero Jesús nos lo “ha dado a conocer.”, según Juan 1:18), éste será
con el objeto de ilustrar algún aspecto del Señor. Por ejemplo, el hermano
Branham, profeta y evangelista de los EEUU, tuvo la gracia de ver al Señor Jesús
hasta en tres ocasiones y, según lo comentó, en cada ocasión era el mismo
rostro, y que Él se parece al rostro de Jesús pintado por Heinrich Hofmann. Y,
llegada la Navidad, es de esperar que un cristiano, por lo menos o cuanto
mucho, solo arme ‘un Nacimiento’ testificando, con eso, que cree en el
acontecimiento de Su bendito nacimiento, y todo lo que ello implica para la
redención o salvación del creyente, del hijo e hija de Dios.
Así, y sin ánimo de ser incómodo, menos irrespetuoso con la fe, creencia o actitud que usted asuma de cara a esta Navidad, le animo a que, si quiere disfrutar del favor de Dios, que Él se agrade de usted y hogar, en suficiente piedad o consideración a tan solo lo santo o sagrado, adorne la sala de su hogar con ‘un Nacimiento’ que, como lo hacíamos en mi casa, cuando niño y adolescente, lo constituían pequeñas esculturas representativas de José, María y el Niño Jesús y, si hay espacio para ello, con animales domésticos que, a tales horas de la noche en que evidentemente nació el Salvador, también habrían sido guarecidos dentro, como dichosos testigos de aquel acontecimiento y, definitivamente, el Regalo de Dios para todos nosotros, mayormente para los que creemos.
¿Y qué hago con mi
‘arbol navideño’, mi ‘papá Noel o santa Claus’, las medias y el conejo y demás?
-Sencillamente, desármelo, empáquelo y quémelos, creo que eso agradará a Dios;
pero, naturalmente, haga usted según su fe o convicciones, su conciencia. A mi
entender, toda esa tradición es sinónimo de maldición, y hay mucho aún en que
los mismos cristianos, iglesias cristianas, deberíamos ser lavados porque,
escrito está, “es tiempo de que el juicio comience por la casa
de Dios; y si primero comienza por nosotros, ¿cuál será el fin de aquellos que
no obedecen al evangelio de Dios?” (1 Pedro 4:17).
¡Gozosa Navidad! ¡Amén!
No hay comentarios:
Publicar un comentario