Procurad,
pues, los dones mejores…
1 Corintios 12:31
La expresión “mejores” en este versículo proviene del griego κρείττων que también se traduce como:
Más
útil, más servicial, más ventajoso, y más excelente.
Por
ejemplo, en Hechos 2, cuando los 120 discípulos recibieron el Espíritu Santo,
el Espíritu consideró manifestarse en lenguas porque, a la sazón, en esa
ocasión estaban reunidos en Jerusalén, celebrando la fiesta santa del
Pentecostés, “judíos, varones piadosos, de todas las naciones bajo el cielo.”
Y, como quiera que todos ellos hablaban (además del hebreo) diversidad de
idiomas según el lugar de donde procedían, el Espíritu consideró manifestarse
en esos idiomas o lenguas; no solo para impactarlos, expresando perfectamente
un idioma que solo ellos conocían, y no exactamente los discípulos de quienes
sabían eran gente del vulgo, del pueblo, prácticamente ignorantes; pero,
igualmente, porque fue el cumplimiento de una profecía con lo que ellos estaban
muy familiarizados:
porque en lengua de tartamudos, y
en extraña lengua hablará a este pueblo, a los cuales él dijo: Este es
el reposo [El Espíritu Santo]; dad reposo al cansado; y este es el refrigerio;
mas no quisieron oír.
Isaías 28:11-12
Y, efectivamente, eso fue lo que
el apóstol Pedro dijo en su discurso:
Así que, exaltado
por la diestra de Dios, y habiendo recibido del Padre la promesa del Espíritu
Santo, ha derramado esto que vosotros veis y oís.
Hechos 2:33
Sí, aquella vez,
en Hechos 2, y en otras ocasiones, el Espíritu Santo manifestó lenguas pero,
como bien lo podemos entender en los pasajes de Hechos capítulos 10 y 19, el
Espíritu no solo habló lenguas porque, y como bien lo explica el apóstol Pablo
en 1 Corintios 14, a veces no es necesario que se manifiesten las lenguas;
pero, tanto en Hechos 2, 8, 10 y 19, cuando el Espíritu fue derramado sobre los
creyentes, hubo una manifestación del Espíritu según Él lo quiso y, conforme a
1 Corintios 12:31, lo que era más útil o necesario en ese momento.
Así, muchas veces
las lenguas no serán necesarias en una reunión de iglesia porque, al ser
misterios, nadie lo entiende (ni el que las habla); y, por lo tanto, el apóstol
instruyó a callar en la iglesia, a hablarlos calladamente, salvo que haya quién
las traduzca con el don de interpretación.
Y lo mismo en
relación a los otros dones, carismas o regalos del Espíritu Santo: Si hay
alguno que está enfermo, seguramente el Espíritu anhelará sanar al enfermo y,
así, glorificar el nombre de Jesucristo, como Él lo dijo (Juan 16:14); y, si
hay la necesidad de un milagro, seguramente eso es lo que el Espíritu Santo querrá
hacer.
Así, y si estamos
en sintonía con el sentir de Dios, el Espíritu Santo, bien haremos en procurar
o anhelar los dones o carismas o regalos o manifestaciones del Espíritu Santo
que sean los más necesarios, los más útiles para la consolación y edificación
del Cuerpo de Cristo, la Iglesia del Dios viviente.
No hay Escritura
que haya proscrito o puesto fin a la manifestación del Espíritu de Dios o
Jehová, no la hay; y, cuando muchos leen 1 Corintios 13, sobre la preminencia
del amor, ellos mal concluyen que allí se dice de la terminación y cesación,
por ejemplo, de los dones de profecía, ciencia (conocimiento) y lenguas, pero
el pasaje de esta Escritura no dice tal cosa para mal concluir que hoy ya no
están vigentes tales manifestaciones de Dios, no; y, tanto es así que, en 1
Corintios 14:1, el apóstol insiste en que debemos proceder, por sobre todo, en
amor pero, seguidamente, exhorta “y procurad los dones espirituales, pero sobre
todo que profeticéis.” Que, si los dones del Espíritu ya no fueran importantes y
necesarios para la edificación de Su Iglesia, el apóstol no insistiría en
encomiarnos a procurar o anhelar la manifestación del Espíritu.
En los vv. 39 y
40 de este capítulo, el apóstol termina diciendo:
Así que, hermanos, procurad profetizar, y no
impidáis el hablar lenguas; pero hágase todo decentemente y con orden.
Así, procuren o anhelen la manifestación del
Espíritu Santo que crean útiles o necesarios para la edificación y consolación
de vuestra iglesia local, crean a la promesa que, por esto mismo, es que el
Señor Jesús murió por nosotros para, mediando ante el Padre, enviarnos la
promesa del Espíritu Santo, Su bendita presencia entre nosotros a través de
estos dones, carismas o manifestaciones de Su Espíritu: El Consolador. Solo que
hagamos todas estas cosas decentemente y con orden, que el apóstol -felizmente-
dejó instrucciones al respecto en este capítulo 14 para considerarlas.
La gracia de Jesucristo sea con todos ustedes.
Amén.
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