La caída del muro de Jericó |
8 Antes que ellos
se durmiesen, ella subió al terrado, y les dijo:
9 Sé que Jehová
os ha dado esta tierra; porque el temor de vosotros ha caído sobre nosotros, y
todos los moradores del país ya han desmayado por causa de vosotros.
10 Porque hemos
oído que Jehová hizo secar las aguas del Mar Rojo delante de vosotros cuando
salisteis de Egipto, y lo que habéis hecho a los dos reyes de los amorreos que
estaban al otro lado del Jordán, a Sehón y a Og, a los cuales habéis destruido.
11 Oyendo esto,
ha desmayado nuestro corazón; ni ha quedado más aliento en hombre alguno por
causa de vosotros, porque Jehová vuestro Dios es Dios arriba en los cielos y
abajo en la tierra.
12 Os ruego pues,
ahora, que me juréis por Jehová, que como he hecho misericordia con vosotros,
así la haréis vosotros con la casa de mi padre, de lo cual me daréis una señal
segura;
13 y que
salvaréis la vida a mi padre y a mi madre, a mis hermanos y hermanas, y a todo
lo que es suyo; y que libraréis nuestras vidas de la muerte.
14 Ellos le
respondieron: Nuestra vida responderá por la vuestra, si no denunciareis este asunto
nuestro; y cuando Jehová nos haya dado la tierra, nosotros haremos contigo
misericordia y verdad.
15 Entonces ella
los hizo descender con una cuerda por la ventana; porque su casa estaba en el
muro de la ciudad, y ella vivía en el muro.
16 Y les dijo:
Marchaos al monte, para que los que fueron tras vosotros no os encuentren; y
estad escondidos allí tres días, hasta que los que os siguen hayan vuelto; y
después os iréis por vuestro camino.
17 Y ellos le
dijeron: Nosotros quedaremos libres de este juramento con que nos has
juramentado.
18 He aquí,
cuando nosotros entremos en la tierra, tú atarás este cordón de grana a la
ventana por la cual nos descolgaste; y reunirás en tu casa a tu padre y a tu
madre, a tus hermanos y a toda la familia de tu padre.
19 Cualquiera que
saliere fuera de las puertas de tu casa, su sangre será sobre su cabeza, y
nosotros sin culpa. Mas cualquiera que se estuviere en casa contigo, su sangre
será sobre nuestra cabeza, si mano le tocare.
20 Y si tú
denunciares este nuestro asunto, nosotros quedaremos libres de este tu
juramento con que nos has juramentado.
21 Ella
respondió: Sea así como habéis dicho. Luego los despidió, y se fueron; y ella
ató el cordón de grana a la ventana.
Josué 2:8-21
En este pasaje, de Josué capítulo 2, se
narra de cómo Josué, quién sucedió a Moisés, comisionó a 2 espías para espiar
la tierra de Jericó que, tiempo después, fue tomada y destruida por Israel en
su paso hacia la Tierra Prometida, Canaán. Recordemos, Israel había salido de
Egipto hacia ya 40 años y, a lo largo del desierto, Dios no solo les proveyó
pan y vestido (el vestido y el calzado nunca se envejeció – Deuteronomio 8:4;
29:5), pero también peleó con ellos sus batallas hasta vencer a sus enemigos.
Las tribus de Rubén, Gad y la media tribu de Manasés habían quedado
establecidas al oriente del río Jordán; y, acampados en Sitim, las tribus
restantes esperaban para tomar posesión de las tierras que les serían
repartidas al otro lado del Jordán. Acampados en Sitim, es que Josué comisionó
a estos 2 espías y, entrados en Jericó, es que entablan una interesante conversación
con Rahab, una ramera quién, reconociendo que Jehová “es Dios arriba en los
cielos y abajo en la tierra” (v. 11), era evidente que, con ello, ella daba a
entender su plena admiración y temor (reverencia) al Dios de los hebreos.
Jericó iba a ser tomada y destruida y,
particularmente, sus muros serían destruidos al paso de los ejércitos de
Israel; y, ante este temor, porque Rahab -inclusive- tenía su morada justamente
dentro de esa muralla, es que ella ruega a estos 2 espías hacer un juramento
que, cuando Jericó fuera tomada y destruida, que Israel haría misericordia con
la casa de su padre y que, a la usanza de la época, les diera una señal de que
eso sería así, por el favor que ella les estaba haciendo, librándolos de los
guardias de Jericó.
En los vv. 18-21, leemos lo siguiente:
18 He
aquí, cuando nosotros entremos en la tierra, tú atarás este cordón de grana
[carmesí, escarlata o rojo] a la ventana por la cual nos descolgaste; y
reunirás en tu casa a tu padre y a tu madre, a tus hermanos y a toda la familia
de tu padre.
19 Cualquiera
que saliere fuera de las puertas de tu casa, su sangre será sobre su cabeza, y
nosotros sin culpa. Mas cualquiera que se estuviere en casa contigo, su sangre
será sobre nuestra cabeza, si mano le tocare.
20 Y
si tú denunciares este nuestro asunto, nosotros quedaremos libres de este tu
juramento con que nos has juramentado.
21 Ella
respondió: Sea así como habéis dicho. Luego los despidió, y se fueron; y ella
ató el cordón de grana a la ventana.
La sangre siempre fue la manera cómo Dios
preservó a Su pueblo, desde Adán en adelante; y, aquí, como en Egipto, cuando
Israel -en fe y obediencia- pintó el umbral de sus puertas con la sangre del
cordero; un cordón de grana (color rojo) tipificó o significó, en fe o
confianza, la manera cómo una prostituta o ramera, evidentemente arrepentida de
sus pecados (porque tenía conciencia del Dios Verdadero ante sí, a diferencia
de los dioses o ídolos que alguna vez había adorado en su ignorancia), la
sangre de un cordero siendo degollado, significando que ella, y los de su casa,
morían a sus pecados para, de modo racional y justo, hallar gracia a los ojos
de un Dios al que estaba conociendo por Sus antecedentes y características que
la habían impresionado hasta el arrepentimiento, hasta su conversión, hasta
santificarla para -tan solo- adorar a este Dios, el Dios de los hebreos.
La historia nos narra, en Josué capítulo
6, que Israel tomó Jericó; que el muro que custodiaba o guardaba a esta ciudad
fue derrumbado al sonar de las vocinas y el grito con gran vocerío del pueblo.
Luego se lee: “El pueblo subió luego a la ciudad, cada uno derecho hacia
adelante, y la tomaron. Y destruyeron a filo de espada todo lo que en la ciudad
había; hombres, mujeres, jóvenes y viejos, hasta los bueyes, las ovejas, y los
asnos.” (vv. 20-21).
Pero, en los vv. 23 y 25 se lee el
cumplimiento del juramento que los 2 espías le habían hecho a esta mujer, ¡una
ramera!:
23 Y
los espías entraron y sacaron a Rahab, a su padre, a su madre, a sus hermanos y
todo lo que era suyo; y también sacaron a toda su parentela, y los pusieron
fuera del campamento de Israel.
25 Mas
Josué salvó la vida a Rahab la ramera, y a la casa de su padre, y a todo lo que
ella tenía; y habitó ella entre los israelitas hasta hoy, por cuanto escondió a
los mensajeros que Josué había enviado a reconocer a Jericó.
Hoy hay mucho, muchísimo más poder en la
Sangre de nuestro Señor Jesucristo. Aquella sangre de animales fue solo un tipo
o sombra de la Sangre que, con el Señor Jesús, sería derramada para perdón de
nuestros pecados; y, como con Rahab y su casa, en días del Apóstol Pablo, él
dijo lo siguiente a un carcelero recientemente arrepentido:
Ellos [Pablo y
Silas, su compañero de misión] dijeron: Cree en el Señor Jesucristo, y serás
salvo, tú y tu casa.
Hechos 16:31
El Hermano Branham dijo:
Nuestra
arca del Espíritu Santo flotará por encima de los juicios de Dios, porque
nosotros ya hemos sido juzgados, cuando confesamos a Jesús, y Él llevó nuestro
juicio.
62-0211
La Unidad, párr. 197
58 La serpiente
sobre el asta es un tipo de lo que Jesús vino al mundo para lograr. Él fue
hecho carne para poder llevar sobre Sí mismo los juicios de Dios respecto al
pecado. El fundamento del altar de sacrificio era de bronce sólido, tipificando
el Cordero inmolado desde antes de la fundación del mundo. Juicio ya había sido
decretado sobre Él cuando aún no había pecadores. La salvación siendo
enteramente del Señor, Él pisó solo el lagar del vino de la ira de Dios. Su
vestimenta fue teñida de color carmesí por Su propia sangre. Su porción fue el
horno ardiente del justo juicio y la ira de Dios. Él sufrió, el justo por los
injustos. “Tú eres digno, o Cordero de Dios, porque nos has redimido por Tu
propia sangre”. “Más él herido fue por nuestras rebeliones, molido por nuestros
pecados; el castigo de nuestra paz fue sobre él, y por su llaga fuimos nosotros
curados. …mas Jehová cargó en él el pecado de todos nosotros.” Isaías 53:5 y 6.
Una Exposición de
Las Siete Edades de La Iglesia, Cap. 2, La Visión De Patmos, párr. 58
En el v. 33, de este capítulo 16 del
libro Hechos, leemos que el carcelero tomó a Pablo y Silas, lavó sus heridas
(porque habían sido castigados con vara, vv. 22 y 23) y, acto seguido, fue
bautizado con todos los suyos. El bautismo que aquí se refiere, y relación con
la forma cómo alguna vez fue un hombre o mujer bautizado, es de sumergir al
arrepentido en las aguas; tipificando o significando, con esto, que uno se
identificaba con la muerte y sepultura del Señor Jesús; dando a entender que
esa muerte fue su muerte; y que ahora él moría por la muerte sustitutoria del
Salvador, para, en adelante, resucitar para una nueva vida mediante el poder
con el que Dios resucitó a Jesús de entre los muertos (Romanos 6:3-4). En
definitiva, el bautismo en agua, en el Nombre del Señor Jesús, sintetiza el
Evangelio de Jesucristo; y es, en sí mismo, una confesión práctica de nuestra
fe o confianza en lo que Él hizo en nuestro lugar en la cruz o madero; donde Él
se hizo maldito, para que nosotros fuéramos benditos.
Recientemente, nuestro país y otros
fronterizos, fue remecido por un sismo de magnitud 8 y, por información sin corroborar,
se comparte que una de las placas de Nazca cedería y podría ser causa de otro
movimiento telúrico, y quizá de igual o mayor magnitud. No es para alarmar a
nadie, pero es conocido que estamos ubicados dentro de un corredor de alta
actividad sísmica y que, en cualquier momento, según nos lo han manifestado
nuestros científicos, Lima podría ser remecida por un fuerte terremoto.
Cierto, debemos estar preparados para
ello; y, por eso mismo, Defensa Civil ha dado instrucciones para minimizar lo
que podría significar una destrucción vasta, descomunal, con alto índice de
muertos. Pero, ¿estamos preparados? Seguramente, familias de regular o
significativo nivel económico, quizá estén en condiciones para prepararse con
mochilas de sobrevivencia, además de tomar otras previsiones; pero, lo cierto
es que la mayoría vive en viviendas hasta precarias, mal construidas (sin
criterio antisísmico), y con calidad de suelos inseguros para soportar una
remecida de presentarse un sismo de alta intensidad y duración.
¿Qué haremos en tales condiciones? Una
vez más, tenemos que tomar posesión del inmenso amor que Dios ha mostrado en la
cruz de Su Hijo, Jesucristo; y, si usted tiene fe suficiente para ello, para
pedir a un ministro del Evangelio para ser bautizado en las aguas (de la
muerte) en el Nombre, invocando el Nombre de Jesucristo; ¡hágalo! ¿Cuidará esto
de su casa? No lo sé; pero, lo más importante, cuidará de su alma para que,
llegado el momento, usted parta en paz; y seguro, hacia un mundo donde ya no
habrá perturbación ni dolor.
El Apóstol Pedro dijo estas palabras
respecto el bautismo o sepultura en el Nombre del Señor Jesús:
El bautismo que
corresponde a esto [se está refiriendo a cómo el Arca, tipificando el Nombre de
Jesús, salvó a Noé y los suyos tras el diluvio] ahora nos salva (no quitando
las inmundicias de la carne, sino [pero] como la aspiración [demanda] de una
buena conciencia hacia Dios) por la resurrección de Jesucristo.
1 Pedro 3:21
Sí, este bautismo en el Nombre del Señor
Jesús nos salva, “porque no hay otro nombre bajo
el cielo, dado a los hombres, en que podamos ser salvos” (Hechos 4:12); y
cuando nos identificamos con este Nombre, y la autoridad habida en el Nombre de
Jesús, luego Dios nos declara justos y salvos; y, en consecuencia, nos da Su
Espíritu como una Señal de que hemos creído; y Eso nos guarda para Vida Eterna
(Efesios 1:13-14).
38 Pedro les dijo: Arrepentíos, y bautícese [sea bautizado,
en el griego] cada uno de vosotros en el nombre de Jesucristo para perdón de
los pecados; y [en consecuencia] recibiréis el don del Espíritu Santo [la Vida
de Dios].
39 Porque para vosotros es la promesa, y para vuestros hijos,
y para todos los que están lejos; para cuantos el Señor nuestro Dios llamare.
Hechos 2:38-39
Porque la ira de Dios se revela desde el cielo contra toda
impiedad e injusticia de los hombres que detienen con injusticia la verdad;
Romanos 1:18
Pero por tu dureza y por tu corazón no arrepentido, atesoras
para ti mismo ira para el día de la ira y de la revelación del justo juicio de
Dios,
Romanos 2:5
5 Pero por tu dureza y por tu corazón no arrepentido,
atesoras para ti mismo ira para el día de la ira y de la revelación del justo
juicio de Dios,
6 el cual pagará a cada uno conforme a sus obras:
7 vida eterna a los que, perseverando en bien hacer, buscan
gloria y honra e inmortalidad,
8 pero ira y enojo a los que son contenciosos y no obedecen a
la verdad, sino que obedecen a la injusticia;
9 tribulación y angustia sobre todo ser humano que hace lo
malo, el judío primeramente y también el griego,
10 pero gloria y honra y paz a todo el que hace lo bueno, al
judío primeramente y también al griego;
11 porque no hay acepción de personas para con Dios.
Romanos 2:5-11
8 Mas Dios muestra su amor para con nosotros, en que siendo
aún pecadores, Cristo murió por nosotros.
9 Pues mucho más, estando ya justificados en su sangre, por
él seremos salvos de la ira.
Romanos 5:8-9
1Y él os dio vida a vosotros, cuando estabais muertos en
vuestros delitos y pecados,
2 en los cuales anduvisteis en otro tiempo, siguiendo la
corriente de este mundo, conforme al príncipe de la potestad del aire, el
espíritu que ahora opera en los hijos de desobediencia,
3 entre los cuales también todos nosotros vivimos en otro
tiempo en los deseos de nuestra carne, haciendo la voluntad de la carne y de
los pensamientos, y éramos por naturaleza hijos de ira, lo mismo que los demás.
Efesios 2:1-3
y esperar de los cielos a su Hijo, al cual resucitó de los
muertos, a Jesús, quien nos libra de la ira venidera.
1 Tesalonicenses 1:10
Porque no nos ha puesto Dios para ira, sino para alcanzar
salvación por medio de nuestro Señor Jesucristo,
1 Tesalonicenses 5:9
No hay comentarios:
Publicar un comentario