¿Necesitas de un milagro?
Un sobrino mío me preguntó si Dios podía recuperar su cabello. Él está perdiendo su cabello y, a menos que la ciencia lo ayude o, mejor aún, Dios lo ayude, él quedará calvo en algún momento. Yo le respondí que sí, que Dios tiene poder para hacerle este milagro para restaurarle su cabello; y que, para que ese milagro suceda, él tenía que creerle, creer a Dios, que Él es capaz de hacerle este milagro.
En efecto, cada vez que un hombre o una
mujer vino al Señor Jesús, Él acostumbró decir “¿crees, crees que puedo
hacerlo? Al que cree TODO es posible”; y “para Dios no hay nada imposible.”
Cómo Dios ungió con el Espíritu Santo y con poder a Jesús de
Nazaret, y cómo Éste anduvo haciendo bienes y sanando a todos los oprimidos por
el diablo, porque Dios estaba con Él.
Hechos 10:38
En Hebreos
11:6, el apóstol escribió: “Pero sin fe es imposible agradar a Dios; porque es
necesario que el que se acerca a Dios crea que le hay, y que es galardonador de
los que le buscan.”; de manera que, quien se acerca a Dios, debe creer,
creerle. Así, y por lo declarado por el apóstol cada vez que nos acercamos a
Dios, por una necesidad e, inclusive, para que Él perdone nuestros pecados,
debemos creer; y la única forma de creerlo es si vemos que tal poder o
capacidad de Dios para sanarnos u obrar un milagro, y hasta para perdonarnos, está
vigente hoy; y lo está porque así nos lo dan a entender los Evangelios (Mateo,
Marcos, Lucas y Juan), el libro de Los Hechos, las cartas apostólicas y el
último libro, el Apocalipsis; TODO el Nuevo Testamento contiene el registro de
declaraciones que nos aseguran Su poder disponible para con nosotros, hoy, y si
tan solo podemos creer.
Y llegado a la casa, vinieron a él los ciegos; y Jesús les
dijo: ¿Creéis que puedo hacer esto? Ellos dijeron: Sí, Señor.
Mateo 9:28
El apóstol escribió:
“Jesucristo es el mismo ayer, y hoy, y por los siglos” (Hebreos 13:8). “Ayer”,
cuando el Señor anduvo sobre esta tierra, en Israel; “hoy”, cuando el apóstol hizo
esta declaración; y “por los siglos”, eso incluye nuestro tiempo, hoy y
siempre; por consiguiente, si nos acercamos a Dios, a través de Jesucristo,
porque Él dijo: “nadie viene al Padre, sino por Mí” (Juan 14:6); seguramente,
inobjetablemente, definitivamente, vamos a ver las mismas sanidades y milagros
que Dios obró en días de nuestro bendito Señor Jesús.
“…cómo Éste anduvo haciendo bienes y sanando a todos los oprimidos por el
diablo, porque Dios estaba con Él.”
Pero, ¿cómo
es posible que Jesucristo sea el mismo de ayer, hoy y por los siglos (“siempre”,
como se lee en otras versiones de la Biblia)? ¿Cómo es eso posible luego de
casi 2,000 años, cuando Él murió? Sí, Él murió, fue enterrado en el corazón de
la tierra por 3 días y 3 noches pero, al tercer día, Él resucitó conforme a las
Escrituras (profecías, y tipos y sombras en el Antiguo Testamento). El apóstol
hace esta declaración en Romanos 6:9:
Sabiendo que Cristo, habiendo resucitado de los muertos, YA
NO MUERE; la muerte no se enseñorea más de Él.
Sí, Él ahora
está vivo y, en Su oficio de Sumo Sacerdote, está intercediendo o abogando por
todos los que nos acercamos a Dios mediante Él (Hebreos 7:25). Él está en el
cielo, sentado a la diestra o en el poder de Dios, intercediendo o abogando por
usted y por mí, por nuestros pecados y toda confesión que hagamos conformes a
Su Palabra, conformes a TODA bendición con que Dios nos ha bendecido en Cristo
Jesús (Efesios 1:3).
En efecto,
Él perdona nuestros pecados como lo hizo allá en los días de Su carne; pero,
aún más, Él ya quitó nuestros pecados mediante Su muerte en nuestro lugar,
pagando con Su muerte nuestras deudas ante Dios, y solo espera que lo creamos,
que lo aceptemos y hagamos nuestro Su perdón; creyéndolo, recibiéndolo.
El apóstol
escribió en 1 Juan 1:9:
Si confesamos nuestros pecados, Él es fiel y justo para
perdonar nuestros pecados, y limpiarnos de toda maldad.
En cierta
ocasión le trajeron a Jesús un paralítico; estaba en su lecho; y el Señor le
dijo: “Hombre, tus pecados te son perdonados.” “Entonces los escribas y los
fariseos comenzaron a cavilar, diciendo: ¿Quién es éste que habla blasfemias?
¿Quién puede perdonar pecados sino sólo Dios?” (Lucas 5:17-26). Entonces, el
Señor les dijo: “¿Qué es más fácil, decir: Tus
pecados te son perdonados, o decir: Levántate y anda? Pues
para que sepáis que el Hijo del Hombre tiene potestad en la tierra para
perdonar pecados (dijo al paralítico): A ti te digo: Levántate, toma tu lecho,
y vete a tu casa.”
¿Ve usted
que la sanidad o milagro está en estrecha relación con el perdón de nuestros
pecados? De hecho, muchas veces vemos al Señor obrando la sanidad o el milagro
con tan solo decir “vete, tus pecados te son perdonados”, y la sanidad o
milagro acontece. Jesucristo es el mismo ayer, hoy y siempre (Hebreos 13:8);
por consiguiente, nos podemos acercar a Dios mediante Jesucristo para ver los
mismos resultados de todo aquel que buscó favor con Dios, porque Jesús es el
mismo hoy también, y siempre.
Nuestra salvación,
mediante el perdón de nuestros pecados, y la sanidad Divina, están contenidos
en un mismo paquete de la gracia y misericordia de Dios, disponibles hoy para
usted, para todo el que quiera.
Quien llevó él mismo nuestros pecados en su cuerpo sobre el
madero, para que nosotros, estando muertos a los pecados, vivamos a la
justicia; y por cuya herida fuisteis sanados.
1 Pedro 2:24
Cuando el
Apóstol Juan, en Apocalipsis 5, volteó para ver al León de la Tribu de Judá, a
Aquel que había vencido para tomar y abrir los 7 sellos del libro, él lo vio
como un Cordero inmolado pero, admirablemente, ¡DE PIE! La palabra “inmolado”
se lee en el griego como “degollado”; así, cuando el apóstol ve a este Cordero
degollado, lo admirable es que Éste está parado, puesto de pie, y no tendido,
como sucede cuando un animal es degollado o muerto; mostrando la visión, el
Espíritu de revelación que Él, nuestro bendito Señor Jesús, ¡ESTÁ VIVO!, hoy, e
intercediendo con Su Sangre, Su sacrificio, dando testimonio de Su obra vicaria
a nuestro favor; ¡por eso es que el apóstol escribió que Él es fiel y justo
para perdonarnos, y limpiarnos de toda maldad! Porque, ¿cómo Él podría no
perdonarnos cuando Él mismo es testimonio viviente (recordemos que Él está vivo,
hoy) de tamaño amor por nosotros sobre la cruz, muriendo en nuestro lugar; y
tanto así que, hasta las señales de Su sacrificio, permanecen hasta hoy como un
monumento o testimonio de Su gran amor con que nos amó.
“Porque de
tal manera amó Dios al mundo…” sigue siendo un himno de Su amor para mí, como
confío también lo es para usted.
“Si fuéremos infieles, él permanece fiel; Él no puede negarse a sí mismo.” (2 Timoteo 2:13). Y ¿cómo podría negarse cuando
Él mismo, ahora mismo está dando testimonio de Su obra vicaria a nuestro favor
para darnos perdón y, por consiguiente, sanidad o todo milagro que le pidamos
para Su gloria y alabanza.
¡Bendito sea el Señor Jesucristo!
Sí, ¿quieres un milagro o una
sanidad? Acércate a Él, al trono de Su gracia, en el Nombre de Jesús (porque
este Nombre nos autoriza para recibir toda buena dádiva de Dios), y pídeselo;
y, si quisieras ayuda, ve y llama a los ancianos de tu iglesia y, si no tienes
iglesia, ve a una de buen testimonio y sana doctrina, pide a los ancianos allí
que oren por ti, que te unjan con aceite y oren por ti, por tu necesidad, y
Dios hará, porque eso es conforme a Su consejo, a Su Palabra (Santiago
5:14-15); y Dios no puede retractarse de algo que Él dijo o prometió; Él no es
hombre para que mienta, ni hijo de hombre para que se arrepienta (Romanos
11:29; Números 23:19).
Porque todas las promesas de Dios son en Él Sí, y en Él Amén,
por medio de nosotros, para la gloria de Dios.
2 Corintios 1:20
¡Amén!
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