1 Aconteció
que entre tanto que Apolos estaba en Corinto, Pablo, después de recorrer las
regiones superiores, vino a Éfeso, y hallando a ciertos discípulos, 2 les dijo: ¿Recibisteis el Espíritu Santo cuando creísteis? Y
ellos le dijeron: Ni siquiera hemos oído si hay Espíritu Santo. 3 Entonces dijo: ¿En qué, pues, fuisteis bautizados? Ellos
dijeron: En el bautismo de Juan. 4 Dijo
Pablo: Juan bautizó con bautismo de arrepentimiento, diciendo al pueblo que
creyesen en aquel que vendría después de él, esto es, en Jesús el Cristo. 5 Cuando oyeron esto, fueron bautizados en el nombre del Señor
Jesús. 6 Y habiéndoles impuesto Pablo las
manos, vino sobre ellos el Espíritu Santo; y hablaban en lenguas, y
profetizaban.
Hechos
19:1-6
E |
l Espíritu Santo es la promesa de
Dios para los que creen o aceptan a Jesús como el medio por el cual Dios
perdonó nuestros pecados para, libres de culpa, darnos un nuevo nacimiento o
comienzo pero -ahora- con Su presencia santificadora dentro de nosotros en la
forma del Espíritu Santo.
El fundamento de esta consoladora
verdad está en lo declarado en el evangelio según Juan 7:38-39:
El que cree en Mí, como
dice la Escritura, de su interior correrán ríos de agua viva.
Esto dijo del Espíritu que
habían de recibir los que creyesen en Él [en Jesús]; pues aún no había venido
el Espíritu Santo, porque Jesús no había sido aún glorificado.
Así, cada vez que un creyente
vino a Yehováh Dios a través de Jesús (Yeshúa en hebreo), éste siempre fue
instruido a ser bautizado en el nombre de Jesús, para el perdón de sus pecados
y, así, justificado ante Dios; esto es, declarado “justo” por causa de la
justicia de Jesucristo (Él nos representó), estar aptos para recibir el
Espíritu Santo de la promesa.
El bautismo en el nombre de Jesús
significa que nos identificamos con Su muerte, sepultura y resurrección, tal
como el apóstol lo enseña en Romanos 6:3-4 (también en Colosenses 2.12):
¿O no sabéis que todos los
que hemos sido bautizados en Cristo Jesús, hemos sido bautizados en Su muerte?
Porque somos sepultados
juntamente con Él para muerte por el bautismo; a fin de que, como Cristo
resucitó de los muertos por la gloria del Padre, así también nosotros andemos
en vida nueva [un nuevo nacimiento].
Por lo que, el bautismo en agua
en el nombre de Jesús es -en la práctica- la confesión de nuestra fe o
confianza en Él, que le estamos reconociendo como nuestro sacrificio-sustituto,
que Él murió, fue sepultado y resucitó por nosotros, identificándonos con Él en
Su obra redentora; y que, limpios de nuestros pecados y declarados justos,
ahora Dios puede habitar en nosotros mediante Su Espíritu; siendo -en
definitiva- el Espíritu Santo la señal de que hemos creído en Jesús y, por lo
mismo, señal de nuestra justificación ante Yehová nuestro Padre.
Por ello, la pregunta sigue
siendo la misma hoy, “¿Recibiste el Espíritu Santo cuando creíste?” Si la
respuesta es “no”, o “no estoy seguro”, seguramente es porque no has creído en
Jesús (y Él es el camino, la verdad y la vida para venir al Padre, el Espíritu
Santo – Juan 14:6); y, si has creído, si tu confianza está puesta en Él para el
perdón de tus pecados, quizá sea porque no has sido instruido para ser bautizado
en el nombre de Jesús, tal como fue la práctica en el libro de Hechos 2:38-39;
8:16; 10:48; y 19:5; y, como en el caso de los efesios en Hechos 19:1-7,
quienes volvieron a ser bautizados (antes habían sido bautizados en el bautismo
de Juan “El bautista”); si tú fuiste bautizado en “el nombre del Padre, Hijo y
Espíritu Santo”, el bautismo trinitario (que nunca nadie en la Biblia, jamás
fue bautizado de esa manera), te exhorto a arrepentirte de esa tradición sin
respaldo Escritural, y pide a tu pastor o anciano en la iglesia local te vuelva
a bautizar pero, y ahora, en el nombre
de Jesús, para el perdón de tus pecados, y puedas recibir la Vida de Dios, Su
Espíritu, conforme a Hechos 2:38-39; que, en palabras del Señor Jesús, nos
guiará a toda la verdad (Juan 16:13), la gracia de Su bendito Evangelio para
vivir vidas por encima del pecado y la debilidad de nuestra carne, hasta el día
que Él retorne por Su Iglesia. Amén.
Nota: Este breve tratado bien puede ser impreso en tamaño A6 para la obra evangelista. Para mayor información escribir a:
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