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n la actualidad, hay mucha controversia
sobre si Dios sigue obrando milagros y sanidades; atribuyendo, muchos teólogos,
esta manifestación del Espíritu Santo única y exclusivamente al tiempo de los
apóstoles, durante el I siglo de la Iglesia.
Sin embargo, un sencillo repaso por las Escrituras, específicamente del Nuevo Testamento, nos permiten creer que esta manifestación está vigente y que, para que esto se manifieste en nuestros medios, en cualesquier iglesia local cristiana y llena del Espíritu Santo, bastará con tan solo creer en esta posibilidad, que Dios quiere seguir manifestándose en poder como sucedió en el I siglo de la Iglesia, porque hay fundamento suficiente Escritural para creerlo.
En principio, inclusive durante el
ministerio de nuestro Señor Yeshúa (Jesús en el idioma hebreo), hubo un hombre
que creyó en la autoridad del nombre del Señor y, AUN NO SIENDO UNO DE LOS
APÓSTOLES, fue visto echando fuera demonios en el nombre de Yeshúa (Marcos
9.38-39; Lucas 9.49-50); lo que, definitivamente, debería ayudarnos a concluir
que estas manifestaciones de poder: milagros y sanidades, no fueron
exclusivamente para los apóstoles y, tanto así que, en el tratado de Los
Hechos, vemos a dos diáconos, Esteban y Felipe (después, evangelistas) que,
llenos de gracia y poder, obraron grandes prodigios y señales entre el pueblo
(Hechos 6.8; 8.5-8); por lo que, con estos dos testimonios, podríamos concluir
que la gracia de las manifestaciones de poder en milagros y sanidades NO fueron
exclusivamente para los apóstoles; aun cuando, ciertamente, ellos lo
manifestaron para, en palabras del apóstol Pablo, “vuestra fe no esté fundada
en la sabiduría de los hombres, sino en el poder de Dios.” (1 Corintios 2.4-5).
En la actualidad estamos viviendo el
Reino de Dios y, si este poder es superior al del enemigo de nuestras almas,
Satanás, entonces necesitamos poder de Dios. En Mateo 12.28, el Señor Jesús
dijo:
Pero si Yo por el Espíritu de Dios echo
fuera demonios, ciertamente ha llegado a vosotros el reino de Dios.
En Lucas 24.49, poco antes de ascender al
Cielo, el Señor dijo:
He aquí, yo
enviaré la promesa de mi Padre sobre vosotros; pero quedaos vosotros en la
ciudad de Jerusalén, hasta que seáis investidos de poder [dynamis] desde lo
alto.
Y, en Hechos 1.8, se confirma esta
gloriosa declaración:
Pero recibiréis poder [dynamis] cuando
haya venido sobre vosotros el Espíritu Santo, y me seréis testigos en
Jerusalén, en toda Judea, en Samaria y hasta lo último de la tierra.
Así, la presencia de Dios en Su Iglesia
manifestará poder. Cierto, la presencia del Espíritu Sato tiene por virtud
elemental nuestra consolación, guiarnos a toda verdad, fortalecernos o
edificarnos mediante el conocimiento de Su Palabra pero, y porque NO hay
indicios para creer lo contrario, también para manifestar poder en y a través
de Su Iglesia. Los apóstoles ya no están con nosotros, por gracia de Dios
tenemos el registro de los evangelios (Mateo, Marcos, Lucas y Juan), el tratado
de los Hechos, cartas apostólicas y el Apocalipsis o Revelación para conocer a
Dios y Su programa de redención hasta Su segunda venida en gloria y nuestra
reunión con Él; pero, si Dios está con nosotros, ¿dónde están Sus maravillas? (Jueces
6.13).
En Gálatas 3.5, el apóstol escribió:
Aquel, pues, que os suministra el
Espíritu, y hace maravillas entre vosotros, ¿lo hace por las obras de la ley o
por el oír con fe?
Y aquí la expresión “maravillas” se
traduce del mismo sustantivo griego “dynamis”, que se traduce como “poder”. El apóstol
está reconociendo que, en esta iglesia en Galicia, había la manifestación de
poder, que Dios obraba maravillas aun en su ausencia; ¿por qué? Porque creyeron
la gracia de Dios, la dotación y bendición de Dios para obrar prodigios en el
nombre de Jesús.
En el siglo XX, Dios levantó un profeta y
evangelista con dotación de poder, el hermano William M. Branham; y él cuenta
que, en su iglesia local, los hermanos oraron por un muerto y que éste
resucitó. Muy seguramente, ellos esperarían por el profeta pero, ante la
angustia de los familiares, posible esto los movió a orar por la situación, y
Dios obró este milagro.
En Juan 11, cuando Jesús vino a casa de
las hermanas de Lázaro, para resucitarle, Él dijo estas gloriosas palabras:
¿No te he dicho que, si crees, verás la
gloria de Dios?
Juan 11.40
En 1 Corintios 12.9-10 se nos dice de las
manifestaciones del Espíritu Santo en milagros y sanidades:
9 a otro, fe por el mismo Espíritu; y a otro, dones de
sanidades por el mismo Espíritu. 10 A otro, el hacer milagros [dynamis =
poder]; a otro, profecía; a otro, discernimiento de espíritus; a otro, diversos
géneros de lenguas; y a otro, interpretación de lenguas.
Y, en el v.28, igualmente:
Y a unos puso Dios en la iglesia, primeramente apóstoles,
luego profetas, lo tercero maestros LUEGO LOS QUE HACEN MILAGROS [dynamis =
poder], DESPUÉS LOS QUE SANAN, los que ayudan, los que administran, los que
tienen don de lenguas.
Cierto, en 1 Corintios 14, el apóstol enseña que la ciencia y
las profecías terminarían, cuando lo perfecto o completo sea consumado; pero,
EN NINGÚN MOMENTO él dijo que los milagros y sanidades tendrían fin; y, si éstos
dejaron de manifestarse fue, definitivamente, porque incredulidad entró en la
Iglesia tal y como el apóstol dijo que sucedería luego de su partida en Hechos
20.29-30:
29 Porque yo sé que después de mi partida entrarán en medio de
vosotros lobos rapaces, que no perdonarán al rebaño. 30 Y de vosotros mismos se
levantarán hombres que hablen cosas perversas para arrastrar tras sí a los
discípulos.
Pero, ¡Gracias a Dios!, Él prometió restauración en Su
Iglesia, y lo único que necesitamos es creer.
En Efesios 1.3, el apóstol escribió:
3 Bendito sea el Dios y Padre de nuestro Señor
Jesucristo, que nos bendijo con toda bendición espiritual en los lugares
celestiales en Cristo,
Y lo único que
tenemos que hacer es creer Sus bendiciones, leerlas y creerlas, no dudarlas, y
tampoco no interpretarlas con nuestras teologías, aunque algunas tienen algo de
virtud o justicia.
Estamos próximos
para ver el acontecimiento más glorioso que jamás haya habido a lo largo de la
historia de la humanidad y, si Yehováh Dios nos permite vivir para ese tiempo
(yo creo que será a partir del año 2030), veremos los santos y santas de todos
los tiempos resucitar en cuerpos gloriosos, completamente jóvenes y, nosotros,
los que estaremos vivos, seremos igualmente transformados en cuerpos gloriosos,
tan gloriosos como la gloria del Señor Jesús; que, si no creemos en milagros y
sanidades por el Espíritu Santo, pueda que nos perdamos y no participemos de
tan glorioso milagro de Dios, la resurrección de los muertos, la transformación
de nuestros cuerpos, y nuestra bendita reunión con Él, para estar con Él por
siempre. ¡Halleluyah!
¿No te he dicho
que si crees, verás la gloria de Dios?
Juan 11.40
¡Paz!
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