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ecientemente,
un amigo publicó aquí lo que sería una crítica contra los
Protestantes-Evangélicos que, según él, odiamos a María, la madre del Señor
Jesús, y que seríamos una organización que nace 1,500 años después de que el Señor
Jesús empoderó Su iglesia con el infinito privilegio de tenerle en la forma del
Espíritu Santo de la promesa. Una Iglesia vivificada con Su presencia.
A este respecto, debo decir (a título personal, yo no represento a ninguna organización “protestante” o “evangélica”) que un genuino cristiano, uno que sabe que tiene al Espíritu Santo en su vida, jamás ofendería a la madre de Jesús; pero que, porque hay doctrina suficientemente bíblica para darnos claridad, tampoco la honraríamos más allá de lo que Dios y Su Palabra ha permitido explícitamente para referirnos a esta santa de Dios.
En
principio, la verdadera Iglesia de Dios está fundada en la doctrina de
apóstoles y profetas, siendo la principal piedra del ángulo (lo que da firmeza
a la Iglesia) Jesucristo mismo (Efesios 2.20); y, a lo largo de las enseñanzas
apostólicas, ninguno de ellos, y menos el apóstol Pablo (apóstol para nosotros
los gentiles), enseñó honrar a María más allá del reconocimiento que Dios le
dio para llegar a ser madre del Hijo de Dios. Las Escrituras no dicen que María
sea madre de Dios Quién, a saber, es eterno, imposible de que haya sido
concebido y dado a luz mediante una mujer, por más santa que ésta halla sido.
Esta enseñanza o doctrina es una herejía.
El
apóstol Pablo enseñó que “hay un solo Dios, y un solo mediador entre Dios y los
hombres, Jesucristo hombre” (1 Timoteo 2.5). Lean bien el versículo: “un solo
Dios”, y “un solo mediador”, no dice dos o tres mediadores o intercesores. Sin
embargo, e ignorando esta sencilla y clara enseñanza apostólica, los herejes
doctores de esta iglesia persisten en hacer de María una intercesora, oficio
que solo le pertenece a Jesús:
24
mas este [Jesús], por cuanto permanece para siempre [Eterno], tiene un
sacerdocio inmutable; 25 por lo cual puede también salvar perpetuamente a los
que por él [como mediador o intercesor] se acercan a Dios, viviendo siempre
para interceder por ellos.
Hebreos 7:24-25
Así,
no odiamos a María; es más, la amamos porque, como todo genuino cristiano, se
arrepintió de sus pecados, aceptó a Jesús como su salvador y redentor y fue
bautizada en el nombre de Jesús; y, merced a su fe, el Día de Pentecostés
recibió el Espíritu Santo (Hechos 1.14) que da testimonio de la justicia de
todo el que cree en el nombre de Jesús.
Luego
se dice, haciendo alusión a la disensión de Lutero cuando, por el año 1517,
renegó de dogmas antibíblicos en el seno de la Iglesia Católica, que el
movimiento protestante y, después, evangélico, sería una organización que
recién tuvo su inicio en ese año, después de que Jesús instituyó Su Iglesia, lo
cual es impreciso; porque, aun cuando Lutero protestó contra esta iglesia por
el año 1517, lo que él hizo fue lo que el apóstol Pablo ya había considerado
sucedería cuando dijo: “Porque es preciso que entre vosotros haya disensiones,
para que se hagan manifiestos entre vosotros los que son aprobados.” (1
Corintios 11.19). Así, aun cuando Lutero no protestó contra todas las herejías
que se fraguaron en las altas esferas del clero católico, Dios estaba con él para,
desde ese entonces, ir restaurando Su Iglesia tal como Él la instituyó desde
días de Jesús el Cristo y, a lo largo del libro de Hechos, con la autoridad
delegada a Sus santos apóstoles; hasta que, y tal como lo dijo el apóstol Pablo
en Hechos 20.29-30, entraron lobos rapaces al seno de la Iglesia y, aún de
entre los discípulos, se levantaron hombres que hablaron perversidades como lo
vemos constituyen la doctrina y catecismo de esta iglesia.
Así,
amigos católicos, la Iglesia de Dios sigue en pie y está conformada por hombres
y mujeres que creen -acertadamente- que la manera de allegarse a Dios y recibir
el Espíritu Santo es creyendo en Jesús (Juan 14.6; Juan 7.37-39), como único
Salvador y Señor; y que hoy, precisamente, Él mismo colabora para nuestra comunión
con el único Dios verdadero mediante Su obra como intercesor o mediador, como
Sumo Sacerdote de la Iglesia. Este oficio no lo tiene María; ella está, al
igual que todos los santos y santas que han partido, esperando el día de la
resurrección y transformación gloriosa de nuestros cuerpos (1 Tesalonicenses
4.16-17; 1 Corintios 15.51-52).
Sí,
Dios inspiró a Lutero para confrontar a la temida elite y clero católico que,
por entonces, amenazaba de muerte a todo el que creía distinto que ellos;
imponiendo con el miedo sus herejías y, lo que es peor, con testimonios en las
altas esferas del clero acusados de perversión sexual y otras perversidades.
Yo, en lugar de ustedes, haría caso a lo que el Espíritu dice a la Iglesia:
“Salid de ella, pueblo mío, para que no seáis partícipes de sus pecados, ni
recibáis parte de sus plagas.” (Apocalipsis 18.4); porque, uno de estos días,
Dios va a juzgar a esta iglesia.
Obstante
la protesta de Lutero, los protestantes y, después, los evangélicos, no
reniegan de mucha doctrina que heredaron de los católicos. Cierto, han llegado
a invocar el nombre de Jesús al momento de orar porque, hasta 30 o 40 años
atrás, terminaban de orar “en el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu
Santo. Amén.”, y lo mismo cuando oran por los enfermos o echan fuera demonios,
ahora lo hacen invocando el nombre de Jesús; pero, ¿por qué no invocan el
nombre de Jesús en el bautismo en agua, cuando esa fue la práctica de fe en la
iglesia primitiva y apostólica? ¿Por qué, ¡hipócritas!?
“Salid
de ella, pueblo mío, para que no seáis partícipes de sus pecados [apostasía],
ni recibáis parte de sus plagas.”
La
Biblia, la Palabra de Dios es la carta de Dios, Yehováh Dios, para que la
creamos, no para que la interpretemos según nuestras teologías, aun cuando debo
reconocer que algunas aportan para bien de la fe. ¡Arrepintámonos, y volvámonos
a la pureza de Su bendita Palabra, y veremos la gloria de Dios en nuestras
iglesias locales.! (Juan 11.40).
37
Si alguno se cree profeta, o espiritual, reconozca que lo que os escribo son
mandamientos del Señor. 38 Mas el que ignora, ignore.
1 Corintios 14.3-38
¡Shalom
alejem!
Porción
tomada del libro A Prayer To Our Father (Una Oración A Nuestro Padre), capítulo
The Hebrew Meaning Of The Avinu Prayer (El Significado Hebreo de la Oración del
Padre Nuestro), sección May Your Name Be Sanctified (Santificado Sea Tu
Nombre), por Nehemia Gordeon y Keith Johnson.
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