miércoles, 19 de julio de 2017

El Nuevo Nacimiento

Os es necesario nacer de nuevo

3 Respondió Jesús y le dijo: De cierto, de cierto te digo, que el que no naciere de nuevo, no puede ver el reino de Dios.
4 Nicodemo le dijo: ¿Cómo puede un hombre nacer siendo viejo? ¿Puede acaso entrar por segunda vez en el vientre de su madre, y nacer?
5 Respondió Jesús: De cierto, de cierto te digo, que el que no naciere de agua y del Espíritu, no puede entrar en el reino de Dios.
6 Lo que es nacido de la carne, carne es; y lo que es nacido del Espíritu, espíritu es.
7 No te maravilles de que te dije: Os es necesario nacer de nuevo.
8 El viento sopla de donde quiere, y oyes su sonido; mas ni sabes de dónde viene, ni a dónde va; así es todo aquel que es nacido del Espíritu.
9 Respondió Nicodemo y le dijo: ¿Cómo puede hacerse esto?
10 Respondió Jesús y le dijo: ¿Eres tú maestro de Israel, y no sabes esto?
11 De cierto, de cierto te digo, que lo que sabemos hablamos, y lo que hemos visto, testificamos; y no recibís nuestro testimonio.
12 Si os he dicho cosas terrenales, y no creéis, ¿cómo creeréis si os dijere las celestiales?
13 Nadie subió al cielo, sino el que descendió del cielo; el Hijo del Hombre, que está en el cielo.
14 Y como Moisés levantó la serpiente en el desierto, así es necesario que el Hijo del Hombre sea levantado,
15 para que todo aquel que en él cree, no se pierda, mas tenga vida eterna.
16 Porque de tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito, para que todo aquel que en él cree, no se pierda, mas tenga vida eterna.
Juan 3:3-16
 
Jesús y Nicodemo
E
sta doctrina elemental la expuso el Señor, casi a principios de Su ministerio. El Hermano Branham empieza esta enseñanza en su sermón Os Es Menester Nacer Otra Vez, predicado el 31 de diciembre de 1961, hablando acerca de Nicodemo, un rabino o doctor fariseo, un príncipe entre los judíos que vino en horas de la noche acaso para no comprometer su prestigio, en tanto era miembro del sanedrín (consejo supremo nacional y religioso de los judíos desde el siglo III a. C. hasta el siglo I d. C.) pero que, aun cuando lo hizo a ocultas o en horas de la noche, lo importante es que lo hizo. En Juan 7:45-52 vemos a Nicodemo intercediendo a favor del Señor y, ya en el capítulo 19 de este Evangelio, versículos 38-42, “trayendo un compuesto de mirra y de áloes, como cien libras” para ungir a su Señor Jesús, por cuanto llegó a ser discípulo Suyo. La tradición cuenta que fue bautizado en el Nombre del Señor Jesús por los apóstoles Pedro y Juan y que, por su fe, fue exilado de Jerusalén, arrebatándosele todas sus propiedades para morir –en extrema pobreza- como un mártir.

Esta enseñanza está conectada a la profecía de Ezequiel 36:25-27, por lo que podemos entender que el Nuevo Nacimiento es lo mismo que el Bautismo en el Espíritu Santo, Recibir el Espíritu Santo o el Derramamiento del Espíritu Santo en el creyente genuino. Leamos Ezequiel 36:25-27:

25 Esparciré sobre vosotros agua limpia, y seréis limpiados de todas vuestras inmundicias; y de todos vuestros ídolos os limpiaré.
26 Os daré corazón nuevo, y pondré espíritu nuevo dentro de vosotros; y quitaré de vuestra carne el corazón de piedra, y os daré un corazón de carne.
27 Y pondré dentro de vosotros mi Espíritu, y haré que andéis en mis estatutos, y guardéis mis preceptos, y los pongáis por obra.

Lo que, igualmente, se corrobora o confirma con la declaración del apóstol en Tito 3:4-7. Veamos:

4 Pero cuando se manifestó la bondad de Dios nuestro Salvador, y su amor para con los hombres,
5 nos salvó, no por obras de justicia que nosotros hubiéramos hecho, sino por su misericordia, por el lavamiento de la regeneración y por la renovación en el Espíritu Santo,
6 el cual derramó en nosotros abundantemente por Jesucristo nuestro Salvador,
7 para que justificados por su gracia, viniésemos a ser herederos conforme a la esperanza de la vida eterna.

A la luz de estas Escrituras, “nacer de agua” se referiría al lavamiento del agua por la Palabra, según Efesios 5:26: “…habiéndola purificado [limpiado, desaparecer la suciedad] en el lavamiento del agua por la palabra”, que es lo que Ezequiel 36:25 está declarando.

En el v. 3 se dice “que el que no naciere de nuevo”, sin embargo en el griego, idioma en que el Nuevo Testamento fue escrito, se dice “naciere de arriba” o “de lo alto”, significando que es obra de Dios, “nacido de Dios”, de “el Espíritu Santo enviado del cielo” (1 Pedro 1:12), es un renacimiento (1 Pedro 1:23). El nacimiento del Señor Jesús nos ilustra perfectamente para entender la calidad del Nuevo Nacimiento porque, así como fue Su testimonio durante Su vida y ministerio en la tierra, así es o debe ser el testimonio de cualesquier otro nacido del Espíritu Santo (de lo Alto) Quién, en Su momento, fue llamado “Hijo de Dios” (), y lo mismo sucede con todo aquel que cree Su Evangelio, el Nombre de Jesucristo:

12 Mas a todos los que le recibieron, a los que creen en su nombre, les dio potestad de ser hechos hijos de Dios;
13 los cuales no son engendrados de sangre, ni de voluntad de carne, ni de voluntad de varón, sino de Dios.
Juan 1:12

Hoy, Él es el primogénito de muchos hermanos:

Porque a los que antes conoció, también los predestinó para que fuesen hechos conformes a la imagen de su Hijo, para que él sea el primogénito entre muchos hermanos.
Romanos 8:29

El Nuevo Nacimiento es un proceso, tan igual como lo es el nacimiento natural o físico, por lo que el Señor usa esta analogía para facilitar la enseñanza con la diferencia que, si bien es cierto que para el caso del nacimiento natural o físico no media en manera alguna la contribución del concebido: su voluntad, además de los 9 meses de gestación; el Nacimiento Espiritual sí implica nuestra voluntad para aceptar o no la proposición de Dios, aceptarla en fe o rechazarla en incredulidad, aun cuando la fe es un don o regalo de Dios (Efesios 2:8). Como lo leemos en Juan 1:13, este engendro y nacimiento espiritual es voluntad de Dios, lo que igualmente podemos ver en la declaración del apóstol: “Él, de Su voluntad, nos hizo nacer por la palabra de verdad, para que seamos primicias de Sus criaturas.” (Santiago 1:18). Es un proceso que, al igual del nacimiento natural que empieza con la concepción y termina con el alumbramiento, el Espiritual igualmente empieza con la concepción o recepción de la Palabra, la Palabra implantada (Santiago 1:21), hasta la recepción del Espíritu Santo como un testimonio de la fe que agrada a Dios (Romanos 4:11; Hebreos 11:6). Luego del lavamiento del agua por la Palabra, limpiándonos de todo pecado producto de una vida de andar sin Dios, e inclusive de toda tradición religiosa contraria a la Palabra; y luego de obrar un cambio sustancial en lo hondo de nuestro ser, un genuino arrepentimiento, luego resta que el Espíritu Santo descienda y llene nuestro ser:

Y pondré dentro de vosotros mi Espíritu, y haré que andéis en mis estatutos, y guardéis mis preceptos, y los pongáis por obra.
Ezequiel 36:27

Como el apóstol lo afirma en Romanos 3:9, la ley sirve para traer bajo condenación al pecador, haciéndonos reconocer que nuestra justicia no es conforme la justicia de Dios, y que es el argumento de justicia del Espíritu Santo, conforme Juan 16:8-11, para traer por tierra nuestra justicia y, peor aún, nuestros pecados cometidos y toda tradición religiosa contraria a la Palabra, en palabras del apóstol: “vuestra vana manera de vivir” (1 Pedro 1:18), para reconocer y aceptar los estándares de Dios, la justicia de Su ley, Su Palabra, como correctos: “antes bien sea Dios veraz, y todo hombre mentiroso” (Romanos 3:4). Pero, como lo podemos reconocer a lo largo de la cita de Juan 3:1-21, la cruz de Cristo es fundamental en la enseñanza del Nuevo Nacimiento, sin lo cual no se completaría el proceso del Nuevo Nacimiento con la recepción o derramamiento del Espíritu Santo en el creyente porque, como bien lo enseña el apóstol en muchas de sus cartas, la cruz de Cristo es el medio por el cual, por un lado, se consuma la ira de Dios contra el pecado y el pecador y, por otro lado, nos imputa la justicia de Dios para, justificados o justos, ser dignos del Don de Dios, el Espíritu Santo, el Sello del Nuevo Nacimiento.

El proceso empieza con la concepción o recepción de la Palabra “que por el Evangelio os ha sido anunciado” (1 Pedro 1:25b), en el corazón (Hechos 16:14) para, y tras recibir el Nombre de Jesucristo, tal como los apóstoles y el evangelista Felipe lo proclamaron en sus prédicas a lo largo del libro de Los Hechos, y todo lo que el Nombre de Jesús implica, confiar que la promesa del Espíritu Santo será cumplida, como lo son todas Sus promesas, tal como sucedió en Hechos 10:44-48, siempre y cuando el oidor cumpla con arrepentirse y creer el Evangelio (el Nombre de Jesús); con lo que el Nuevo Nacimiento concluye su proceso con la recepción, derramamiento o bautismo en el Espíritu Santo, el Sello del Espíritu Santo (Efesios 1:13 y 4:30), para dar a luz una nueva criatura en Cristo.

Así que, exaltado [Jesús] por la diestra de Dios, y habiendo recibido del Padre la promesa del Espíritu Santo, ha derramado esto que vosotros veis y oís.
Hechos 2:33

Seguidamente citas del Hermano Branham, de su libro Las Edades, pertinente a este estudio:

Lo que yo he querido decir es que el pecador venga para ser renacido, lo cual equivale a ser bautizado en el Cuerpo de Cristo por medio del Espíritu Santo, que fue realmente lo que sucedió en el Día de Pentecostés, cuando la Iglesia tuvo su principio. En otras palabras, ser nacido del Espíritu, es ser verdaderamente bautizado con el Espíritu Santo. Es una y la misma cosa. (Párr. 145, Pág. 145).

148 Ahora, aquí está mi punto. Muchos modernistas, y aun los fundamentalistas (así-llamados) creen en la salvación como un cierto momento, que en muchos casos es llamado “haciendo una decisión”, y eso ha sido llamado “recibiendo a Cristo” o “siendo renacido”. Ahora, recibir a Cristo es recibir Su Espíritu. El recibir Su Espíritu es ser renacido. El recibir Su Espíritu es ser bautizado con el Espíritu Santo. Amén. Estas personas creen. Eso es maravilloso, pero allí se detienen. Uno recibe el Espíritu Santo DESPUES que cree. Siempre ha sido así y siempre será. La primera palabra de orientación a la gente fue por Pedro en el Día de Pentecostés, y él dijo:
Arrepentíos, y bautícese cada uno de vosotros en el nombre de Jesucristo para perdón de los pecados; y recibiréis el don del Espíritu Santo.
Porque para vosotros es la promesa, y para vuestros hijos, y para todos los que están lejos; para cuantos el Señor nuestro Dios llamare.
Hechos 2:38 y 39    
149 Estas instrucciones vinieron como una respuesta directa de Pedro en relación a lo que había sucedido en el Día de Pentecostés. Lo que aconteció fue que Dios, de acuerdo con Joel 2:28, estaba derramando Su Espíritu sobre toda carne. Él no había sido derramado o dado antes de este tiempo. Este era el tiempo. Pero ESTO habría de venir de aquí en adelante por medio del arrepentimiento y al ser bautizado en el Nombre del Señor Jesucristo; entonces Dios estaría comprometido a llenar a aquellos que vinieran. Ni Pedro ni ninguno de los otros apóstoles dijo: “Os es necesario nacer otra vez y luego seréis llenos del Espíritu Santo”. (Pág. 146).

153 Al entender lo que acabo de decir, se pone en claro porqué los estudiantes nunca han hallado en ninguna parte de la Escritura que Pablo diga: “Os es necesario ser nacido de nuevo y ENTONCES ser llenado del Espíritu”. Ellos han inferido que existe, y han puesto sus propias interpretaciones para que diga así, PERO LA ESCRITURA NO DICE ESO. Ni tampoco lo dijo Jesús. (Pág. 148).

Confío que este pequeño estudio introducirá al estudiante piadoso a su mejor entendimiento del proceso del Nuevo Nacimiento, para conducirse o conducir a acertadamente a todo hombre o mujer que tenga hambre y sed de justicia hacia el Bautismo, Recepción, Derramamiento o Sello del Espíritu Santo, para un Nuevo Nacimiento y vida plena en la fe de Jesucristo, nuestro Señor y Salvador porque, y como bien lo leemos en Juan 3:3 y 5, a menos que nazcamos de nuevo no podremos ver, entender, comprender o juzgar el Reino de Dios, los temas espirituales, e incluso discernir los espíritus si son o no son de Dios, y mucho menos entrar y disfrutar del Reino de Dios y Su poder (1 Corintios 4:20). Amén.



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