martes, 18 de julio de 2017

Sólo permítame pararme aquí y mirarlo a Él por un millón de años

Como dijo el anciano negro una vez, en el tiempo de la esclavitud. Un día, viniendo de por ahí, él dijo: “Saben, la... Ahora soy libre”. Entonces se puso a decir eso entre los otros esclavos, y los esclavos dijeron...
     Y eso llegó al dueño. Y el dueño dijo: “Entra aquí, Sam”. Dijo: “¿Qué es lo que andas diciendo allá entre los esclavos?”.
     Él dijo: “Amo, yo soy libre”.
     Dijo: “¿Cómo es que eres libre?”.
     Él dijo: “He quedado libre de la ley del pecado y la muerte, porque Jesucristo me ha hecho libre”.
     Él dijo: “Sam, ¿hablas en serio?”.
     Él dijo: “Sí”.
     Dijo: “Iré allá a firmar por tu libertad, y dejaré que vayas y le cuentes eso a tus hermanos”.
      El anciano predicó por años y años. Finalmente un día, él llegó a esa puerta, tuvo que partir de esta vida. Y mientras estaba postrado en su cama, en una coma por unos días, muchos de sus hermanos blancos vinieron a-a verlo, a darle la despedida, pues él había sido un soldado valiente para Cristo. Mientras estaba postrado allí en la cama, él despertó, miró alrededor, y él preguntó: “Mose, ¿no te has, o...?”.
     “Sam, ¿aún no te has muerto?”.
     “No”. Dijo: “Tuve que regresar”. Él dijo: “Pensé que ya estaba allá”. Dijo: “Yo-yo-yo debí haberlo soñado”. Dijo: “Pensé que estaba allá. Y cuando yo estaba parado allá” dijo, “un Ángel... Me acababan de pasar por la puerta, y” dijo, “un Ángel se acercó y dijo: ‘Sam, ven recibe tu corona, y ven recibe la túnica”.
     Él dijo: “No me hable de corona ni de túnica, sólo permítame pararme aquí y mirarlo a Él por un millón de años”. Él vio en Él Aquél que lo había liberado del pecado y de la muerte. Él vio allá Aquél que lo había acompañado en las buenas y en las malas. ¡Oh, Dios!


Porción extraída del sermón Mirando A Jesús, predicado por el Rev. William Branham, un 22 de enero de 1964.

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