Como dijo el
anciano negro una vez, en el tiempo de la esclavitud. Un día, viniendo de por
ahí, él dijo: “Saben, la... Ahora soy libre”. Entonces se puso a decir eso
entre los otros esclavos, y los esclavos dijeron...
Y
eso llegó al dueño. Y el dueño dijo: “Entra aquí, Sam”. Dijo: “¿Qué es lo que
andas diciendo allá entre los esclavos?”.
Él dijo: “Amo, yo soy libre”.
Dijo: “¿Cómo es que eres libre?”.
Él dijo: “He quedado libre de la ley del
pecado y la muerte, porque Jesucristo me ha hecho libre”.
Él dijo: “Sam, ¿hablas en serio?”.
Él dijo: “Sí”.
Dijo: “Iré allá a firmar por tu libertad,
y dejaré que vayas y le cuentes eso a tus hermanos”.
El anciano predicó por años y años.
Finalmente un día, él llegó a esa puerta, tuvo que partir de esta vida. Y
mientras estaba postrado en su cama, en una coma por unos días, muchos de sus
hermanos blancos vinieron a-a verlo, a darle la despedida, pues él había sido
un soldado valiente para Cristo. Mientras estaba postrado allí en la cama, él
despertó, miró alrededor, y él preguntó: “Mose, ¿no te has, o...?”.
“Sam, ¿aún no te has muerto?”.
“No”. Dijo: “Tuve que regresar”. Él dijo:
“Pensé que ya estaba allá”. Dijo: “Yo-yo-yo debí haberlo soñado”. Dijo: “Pensé
que estaba allá. Y cuando yo estaba parado allá” dijo, “un Ángel... Me acababan
de pasar por la puerta, y” dijo, “un Ángel se acercó y dijo: ‘Sam, ven recibe
tu corona, y ven recibe la túnica”.
Él dijo: “No me hable de corona ni de
túnica, sólo permítame pararme aquí y mirarlo a Él por un millón de años”. Él
vio en Él Aquél que lo había liberado del pecado y de la muerte. Él vio allá
Aquél que lo había acompañado en las buenas y en las malas. ¡Oh, Dios!
Porción extraída del sermón
Mirando A Jesús, predicado por el Rev. William Branham, un 22 de enero de 1964.
No hay comentarios:
Publicar un comentario