Un Cambio De Ámbitos
De La Tierra Al Cielo
¡Exaltados, potencialmente glorificados!
emos visto
que la regeneración es un intercambio de ámbitos: el cristiano es alguien que
ya no está “en la carne”, sino “en el Espíritu.” Pero estos no son los únicos
ámbitos intercambiados en la regeneración. La octava representación de la
regeneración que consideraremos tiene que ver con el traslado de la esfera
terrenal a la esfera celestial.
“Si habéis
muerto con Cristo a los principios elementales del mundo, ¿por qué, como si aún
vivierais en el mundo, os sometéis a preceptos tales como: no manipules, ni
gustes, ni toques (todos los cuales se refieren a cosas destinadas a perecer
con el uso), según los preceptos y enseñanzas de los hombres?”
Colosenses
2:20-22
“Si habéis,
pues, resucitado con Cristo, buscad las cosas de arriba, donde está Cristo
sentado a la diestra de Dios. Poned la mira en las cosas de arriba, no en las
de la tierra. Porque habéis muerto, y vuestra vida está escondida con Cristo en
Dios. Cuando Cristo, nuestra vida, sea manifestado, entonces vosotros también
seréis manifestados con El en gloria. Por tanto, considerad los miembros de
vuestro cuerpo terrenal como muertos a la fornicación, la impureza, las
pasiones, los malos deseos y la avaricia, que es idolatría. Pues la ira de Dios
vendrá sobre los hijos de desobediencia por causa de estas cosas, en las cuales
vosotros también anduvisteis en otro tiempo cuando vivíais en ellas. Pero ahora
desechad también vosotros todas estas cosas: ira, enojo, malicia, maledicencia,
lenguaje soez de vuestra boca. No mintáis los unos a los otros, puesto que
habéis desechado al viejo hombre con sus malos hábitos, y os habéis vestido del
nuevo hombre, el cual se va renovando hacia un verdadero conocimiento, conforme
a la imagen de aquel que lo creó.”
Colosenses
3:1-10
¡De acuerdo a
Colosenses 2:20-22, los Cristianos ya no “viven en el mundo!” Han “muerto a ese
ámbito, y han pasado a un ámbito diferente. Este mundo de cosas materiales y
temporales (“cosas destinadas a perecer con el uso”) ya no es la esfera de su
vida. ¿Cuál es la esfera de su vida? La respuesta se da en los versículos a
continuación (3:1-10): “Habéis, pues, resucitado con Cristo;… habéis muerto, y
vuestra vida está escondida con Cristo en Dios… Cristo… es nuestra vida.”
El cristiano
es alguien que ha “muerto”, y su vida está “escondida con Cristo en Dios.” Vive
en el ámbito celestial. Cuando la esfera de su vida era esta tierra, andaba de
acuerdo a este ámbito terrenal, “en las cuales vosotros también anduvisteis en
otro tiempo cuando vivíais en ellas.” Pero, ahora la esfera de su vida es
celestial, y él es exhortado a darse cuenta de este hecho y a “poner su mente”
en las “cosas de arriba.”
Amado
cristiano, ¡tú perteneces a los lugares celestiales! Ya no eres parte de este
mundo. ¡Has sido “crucificado al mundo” y el mundo a ti! Solo tu cuerpo mortal,
el cual todavía no ha sido redimido, está “aquí abajo” en este ámbito terrenal.
Por eso es que Pablo nos exhorta a “haced morir los miembros que están en la
tierra” “Os ruego por las misericordias de Dios, que presentéis vuestros
cuerpos en sacrificio vivo, santo… No os conforméis a este siglo, sino
transformaos por medio de la renovación de vuestro entendimiento, para que
comprobéis cuál sea la buena voluntad de Dios, agradable y perfecta.”
NO
DE ESTE MUNDO
“Vosotros
sois de abajo, yo soy de arriba; vosotros sois de este mundo, yo no soy de este
mundo.”
Juan 8:23
En estas
palabras a los Judíos, nuestro Señor de nuevo habla del ámbito terrenal y del
ámbito celestial. Como esperaríamos, Él se refiere a Sí mismo como
perteneciente a la esfera celestial. Lo que no esperamos es lo que Él dice de
todos los cristianos en unos capítulos más adelante:
“El mundo los
ha odiado, porque no son del mundo, como tampoco yo soy del mundo.”
Juan 17:14-16
¡Los
cristianos no son del mundo como Cristo no es de este mundo! Como partícipes de
Su vida celestial, pertenecen a un ámbito diferente, ellos han sido “nacidos de
arriba” y son parte de una nueva orden. Desprecian las cosas que el mundo tiene
en “alta estima” y valoran las cosas que el mundo desprecia. La piedra
“desechada por los edificadores” rechazada como si no tuviera ningún valor es
preciosa y fundamental para ellos. Sus motivos y acciones son un enigma para el
mundo. Miran cosas que no se ven y basan sus vidas en realidades invisibles.
Entienden la “sabiduría oculta” que es “locura” al mundo. Tienen “la mente de
Cristo” “Por esto el mundo no nos conoce, porque no le conoció a él.”
En vista de
estas realidades, no nos debe sorprender que el mundo odie a los cristianos.
“Si fuerais del mundo, el mundo amaría lo suyo; pero porque no sois del mundo,
antes yo os elegí del mundo, por eso el mundo os aborrece.”
CIUDADANOS
DEL CIELO
“…cuyo fin es
perdición, cuyo dios es su apetito y cuya gloria está en su vergüenza, los
cuales piensan sólo en las cosas terrenales. Porque nuestra ciudadanía está en
los cielos, de donde también ansiosamente esperamos a un Salvador, el Señor
Jesucristo.”
Filipenses
3:19-20
En un
contraste marcado con aquellos cuyo dios es la carne y cuyas mentes están
fijadas en las cosas terrenales, los cristianos ya son ciudadanos del cielo.
Viven y se mueven en el reino celestial, y sus mentes están puestas en las cosas
de arriba.8 Sus corazones están en el cielo, y de allí esperan ansiosamente el
retorno de su Salvador y Rey.
“Porque Agar es el monte Sinaí en Arabia, y
corresponde a la Jerusalén actual, pues ésta, junto con sus hijos, está en
esclavitud. Mas la Jerusalén de arriba, la cual es madre de todos nosotros, es
libre.”
Gálatas
4:25-26
“Porque no os
habéis acercado al monte que se podía palpar… sino que os habéis acercado al
monte de Sion, a la ciudad del Dios vivo, Jerusalén la celestial, a la compañía
de muchos millares de ángeles, a la congregación de los primogénitos que están
inscritos en los cielos, a Dios el Juez de todos, a los espíritus de los justos
hechos perfectos.”
Hebreos
12:18, 22-23
Vemos de
nuevo en estos versículos que los cristianos son ciudadanos libres de
nacimiento de “la Jerusalén de arriba”. Han venido, no a una montaña que puede
ser tocada físicamente, sino a una invisible y celestial—El Monte de Sion, la
“ciudad de nuestro gran Rey.” Son ahora mismo parte de la “Jerusalén
celestial”, “la ciudad del Dios viviente,” junto con los que ya han muerto e
ido antes que ellos al cielo. Esta es la “la ciudad que tiene fundamentos, cuyo
arquitecto y constructor es Dios.” Porque sus corazones están fijos en esta
permanente Jerusalén celestial, los cristianos están dispuestos a abandonar la
seguridad de todos los establecimientos terrenales temporales e ir a Cristo
“fuera del campamento, llevando su vituperio.” “Porque no tenemos aquí ciudad
permanente, sino que buscamos la por venir.”
“Y yo Juan vi
la santa ciudad, la nueva Jerusalén, descender del cielo, de Dios, dispuesta
como una esposa ataviada para su marido. Y oí una gran voz del cielo que decía:
He aquí el tabernáculo de Dios con los hombres, y él morará con ellos; y ellos
serán su pueblo, y Dios mismo estará con ellos como su Dios.”
Apocalipsis 21:
2-3
“…Ven acá, yo
te mostraré la desposada (la novia), la esposa del Cordero. Y me llevó en el
Espíritu a un monte grande y alto, y me mostró la gran ciudad santa de
Jerusalén, que descendía del cielo, de Dios, teniendo la gloria de Dios. Y su
fulgor era semejante al de una piedra preciosísima, como piedra de jaspe,
diáfana como el cristal.”
Apocalipsis
21: 9-11
¿Quién es la “santa ciudad, la nueva
Jerusalén?” ¡Nada más y nada menos que “la novia, la esposa del Cordero”! Esta
ciudad, la novia, ahora reside en el cielo pero en la consumación “descenderá
del cielo, de Dios”. Dios mismo “morará entre su pueblo” y “la gloria de Dios”
descansará para siempre en ellos. Oh, la bendición de ser, aún ahora, una parte
de esta ciudad celestial, la novia, la esposa del Cordero.
Gloriosas
cosas de ti se hablan, Sión, la ciudad de nuestro Dios;
Aquel cuya
palabra no puede ser quebrada Te ha formado para Su propia morada.
Sobre la Roca
de los Siglos fundada,
¿Qué puede tu
seguro reposo estremecer?
De muros de
salvación rodeada,
Todos tus
enemigos Tu majestad han de ver.
¡Ve! Los
arroyos de vivientes aguas, Del amor eterno brotando,
Buen
suministro a tus hijos e hijas,
Que todo
miedo de carencia van quitando.
¿Quién puede
desmayar mientras tal río Siempre fluya para su sed saciar?
Gracia que,
como el Señor, el Dador, Nunca en los siglos podría fallar.
Salvador es
de la ciudad de Sión,
Por medio de
la gracia, un miembro soy, Deja que el mundo se burle sin compasión,
Mas en tu
nombre a gloriarme voy, Marchitarse es el placer del mundo entero,
Toda su
pompa, alarde y presunción; Continuo gozo y tesoro duradero
Ninguno
conoce sino los hijos de Sión.
– JOHN NEWTON
SENTADOS
CON CRISTO
“Bendito sea
el Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo, que nos ha bendecido con toda
bendición espiritual en los lugares celestiales en Cristo.”
Efesios 1:3
“Pero Dios,
que es rico en misericordia, por causa del gran amor con que nos amó, aun
cuando estábamos muertos en nuestros delitos, nos dio vida juntamente con
Cristo (por gracia habéis sido salvados), y con El nos resucitó, y con El nos
sentó en los lugares celestiales en Cristo Jesús.”
Efesios 2:4-6
Porque
estamos “en Cristo” y somos partícipes de Su vida resucitada, nos encontramos
sentados con Él en lugares celestiales. En Él poseemos “toda bendición
espiritual” y nada nos falta; se nos han dado “todas las cosas que pertenecen a
la vida y a la piedad” Los cristianos no tienen necesidad de añadir “algo más”
a Cristo; su gran necesidad es ver y entrar en la realidad de lo que ya tienen
en Él. Esta obra es realizada misericordiosamente por el Espíritu Santo. Por lo
tanto, Pablo ora que los Efesios tengan los ojos de su corazón iluminados” por
el Espíritu Santo, para que puedan conocer “cuál es la extraordinaria grandeza
de Su poder a los que creen” Éste es el mismo poder que levantó a Cristo de los
muertos, y lo “sentó a su derecha en los lugares celestiales, sobre todo
principado y autoridad, poder y señorío, y sobre todo nombre que se nombra, no
solo en este siglo, sino también en el venidero.”
CONTINÚA
MIRANDO PARA ABAJO
Por lo que
dicen todos estos versículos, es claro ver que los creyentes tienen su esfera y
fuente de vida en los lugares celestiales. Ellos ya nos son de este mundo. Ya no
viven aquí, sino en el cielo. En nuestra experiencia diaria, produce una gran diferencia
vernos a nosotros mismos como “aquí abajo” en este mundo—al igual que un
buceador en el lecho del océano con una pequeña manguera conectándolo con el
barco en la superficie del agua que está muy, muy arriba (el cielo), de donde
él está, que vernos como “sentados en el cielo”—¡mirando hacia abajo a los
asuntos de esta vida! Produce mucha diferencia si nuestro lema es “Continúa
mirando hacia arriba” (al ámbito donde todavía no perteneces”) o “continúa
mirando hacia abajo” (“desde el ámbito donde estás, porque has muerto y tu vida
está escondida con Cristo en Dios”)
En términos
prácticos, esto significa que los cristianos no están trabajando para alcanzar
una vida que todavía no tienen o para obtener una victoria que todavía no han
ganado. Son partícipes de la propia vida de Cristo y de la victoria que Él ya
ha obtenido. Cristiano, tú eres partícipe de la vida de resurrección de Cristo,
y Él ya ha vencido y roto el poder del pecado que estás enfrentando ahora
mismo, ¡por Su muerte, sepultura, resurrección y ascensión! Como un partícipe
de Su vida, tu llamado no es el tratar de conseguir algo para ti mismo que Él
no ha conseguido, sino el creer que El ya lo ha hecho por ti y andar en esa
verdad. ¡En esta forma podrás recibir la habilidad de pelear “la buena batalla
de la fe” en vez de la lucha miserable de la incredulidad!
Lo mismo es
verdad con respecto a nuestra batalla contra las potestades de las tinieblas.
Constantemente necesitamos recordar el hecho que Satanás ya ha sido derrotado
por Cristo en la cruz y que “en Cristo” estamos sentados “sobre todas” las
huestes del mal. Debemos leer Efesios 6:12 a luz de esta presente realidad:
“Porque no tenemos lucha contra sangre y carne, sino contra [derrotados]
principados, contra [destronadas] potestades, contra los [subyugados]
gobernadores de las tinieblas de este siglo, contra [vencidas] huestes espirituales
de maldad en las regiones celestes.” Mientras humildemente nos “sometemos a
Dios y resistimos al diablo,” tenemos la promesa que ¡aun este león rugiente
huirá ante las indefensas ovejas de Dios! ¡Gloria a Dios!
Capítulo 12
del libro “Justificación & Regeneración”, del Dr. Charles Leiter