domingo, 30 de abril de 2023

QUE EL ESTÍMULO DE LA VERDAD DE SU RETORNO NOS MANTENGA DESPIERTOS Y ESPERANZADOS – ¡MARANATHA! ¡EL SEÑOR VIENE!

T

engo a papá vivo, él es de 93 años de edad; y, aunque está regularmente bien, luego de sus análisis médicos (con pocas observaciones que llaman nuestra atención, para cuidar de él, de su dieta, por ejemplo); conversando con él, y porque ya no puede caminar con suficiencia, necesitando apoyarse en uno de nosotros, y porque el orinarse es “pan de cada día” que comprendemos y soportamos, y prevenimos; a veces, como desalentado, me ha preguntado con un “¿Cuándo acabará todo esto?”; evidentemente, como anhelando partir, casi desesperanzado, lo que me aflige y hasta hace renegar contra mí mismo, por no saber llegar a él con el bendito evangelio o buena nueva de Dios, aun cuando hago mi mejor esfuerzo en compartirle lo poco que se y creo; porque, si él viera el Reino de Dios, como nos es prometido por razón de nuestra fe en Jesucristo, muy seguramente que, primeramente, no viviría desalentado; y, segundo, que hasta osaría reclamar a Jehová por vida, como los antiguos, por ver a Jesucristo retornando en gloria; primero, por el Israel espiritual; y, después, por Su bendita Iglesia, en lo mejor de mi comprensión de los acontecimientos próximos a suscitarse.


Por ejemplo, en el evangelio según Lucas, capítulo 2 y versículos del 21 al 35, leemos de un hombre piadoso llamado Simeón, a quién le había sido revelado por el Espíritu Santo que no vería la muerte antes que viese al Ungido del Señor; y, en efecto, él llegó a verle cuando, María y José, llevaron al bebé Jesús, de tan solo ocho días de nacido, para ser presentado ante Jehová, y para ser circuncidado conforme a la ley; y, cuando él le vio, dijo:

29 Ahora, Señor, despides a tu siervo en paz,

Conforme a tu palabra;

30 Porque han visto mis ojos tu salvación,

31 La cual has preparado en presencia de todos los pueblos;

32 Luz para revelación a los gentiles,

Y gloria de tu pueblo Israel.

Es posible que Simeón, por lo que leemos, fuera ya un anciano de avanzada edad; y que, como tal, pueda que, en algún momento, enfermara, y hasta de gravedad; y, cuando él llegaba a tales circunstancias, recordaba la promesa que Jehová le había hecho, Quién “… no es hombre, para que mienta, ni hijo de hombre para que se arrepienta. Él lo ha dicho, ¿y no lo hará? Ha hablado, ¿y no lo cumplirá?” (Números 23:19); y, reconfortado, él miraba el porvenir con esperanza, que ni la muerte le impediría ver cumplida la promesa de Jehová, y así sucedió.

Y vemos, igualmente, esta esperanza en el apóstol Pablo; quién, por la revelación que recibió, leemos en 1 Tesalonicenses 4 y versículo 15, que él creía, hasta entonces, que estaría vivo cuando Jesús retornaría en gloria por los Suyos, en la resurrección y la transformación de nuestros cuerpos: “nosotros que vivimos, que habremos quedado hasta la venida del Señor”; lo que, en su segunda carta a la misma iglesia (2 Tesalonicenses 2:1-12), corrigió; porque, y como él lo reconoce después, el retorno del Señor por los Suyos, y “el día del Señor” (“las copas de la ira de Dios”), no sucederían sino después de la apostasía o negar a la fe (en términos y tal como está plasmado en las cartas del apóstol Pablo y el Apocalipsis, no según la tradición de los hombres o alguna iglesia). Por lo que nos imaginamos que, y siendo que el apóstol sufrió enfermedad y estuvo expuesto a la  muerte por sus perseguidores, que la revelación del retorno del Señor lo sostuvo en esperanza, expectativa para redoblar esfuerzos y seguir trabajando con ardor en beneficio de los santos de entonces; y hoy, por nosotros a través de sus benditos escritos.

Finalmente, ¿qué podemos decir del apóstol Juan? quién, creyendo las palabras del Señor Jesús en Juan 21:22: “Si quiero que él quede hasta que yo venga, ¿qué a ti?” (Favor, lean todo el pasaje de este capítulo, versículos del 20 al 24), se sostuvo para, cuando vio de cerca la muerte, no temer y seguir creyendo que, en medio de toda circunstancia de peligro, él seguiría con vida hasta ver al Señor; a Quién, efectivamente, vio por el Espíritu, lo que le permitió escribir el glorioso libro del Apocalipsis o Revelación.

¿Y qué respecto a nosotros? ¿Nos atemoriza la enfermedad o la muerte, el dolor o las carencias que parecen ser característica natural y, hasta a veces, necesarias del pueblo de Dios?; tanto que vivamos deprimidos o desmotivados que, siendo lo cerca que estamos de Su retorno, eso debería impulsarnos hasta para osar rogar a Jehová nos permita ser partícipes de ese glorioso evento; cuando, y conforme a lo revelado por el Espíritu Santo a través del apóstol, veremos al Israel espiritual (“porque no todos los que descienden de Israel son israelitas”, Romanos 9:6) recibiendo a Jesús como su Señor y Dios; lo que, según Romanos 11:15, manifestará la resurrección de los muertos; por lo que, si Israel recibe al Cristo durante la Gran Tribulación, eso significará que nosotros, la Iglesia Gentil pasaremos por lo mismo, contrario a la tradicional y errada enseñanza de que la Iglesia Gentil no verá la Gran Tribulación; lo que, a mi parecer y, por el contrario, debería animarnos, por razón de Su glorioso retorno, por los Suyos (y yo espero ser uno de ellos), y para prepararnos en fe genuina para cuando eso acontezca.

En tiempos del apóstol Pablo se dice que, cuando los santos se despedían el uno del otro, era común oírlos decir: “¡MARANATHA!”; que, traducido del griego al español, es: “¡EL SEÑOR VIENE!”; porque, evidentemente, ellos creían las enseñanzas apostólicas; y, en especial, las del apóstol Pablo (1 Corintios 16:22); y, en el libro del Apocalipsis o Revelación, capítulo 22 y versículo 20, el apóstol Juan y escriba de este glorioso libro, se registran estas palabras:

El que da testimonio de estas cosas dice: Ciertamente vengo en breve. Amén; sí, ven, Señor Jesús.

La gracia de nuestro Señor Jesucristo sea con todos vosotros. Amén.

Apocalipsis 22:21

lunes, 24 de abril de 2023

¡ESCALARÉ HACIA LA CIMA!

N

oches atrás tuve un sueño, algo complejo por los diversos escenarios en que me vi; y, en la parte que quiero compartir, me encontraba acompañado de mi añorada abuela, María Graciana (y ella ya partió hace muchos años), y parecíamos mirar el pico de un cerro, casi una montaña cubierta de nieve; y que, por lo entusiasmados que parecíamos estar, teníamos la intención de escalarlo; pero, en el sueño, siendo ya muy tarde y pronto a oscurecer, decidí que pospondríamos la escalada segura para el siguiente día, de mañana,

Nevado en Huaraz

Amo nuestra serranía y, las veces que he viajado hacia estos lares, he preferido hacerlo por tierra, justamente para disfrutar del variado o variopinto paisaje de nuestra serranía,

Cuando adolescente, solía tener pesadillas y, por lo general, viéndome caer por un abismo sin fondo; lo que hacía que despertara abruptamente, sudoroso; sin embargo; desde que asentí en buscar a Dios a mis 30 años, ya no tengo pesadillas; y, contrario de caer por un abismo sin fondo (significando para mí que vivía sin fundamento sólido), hoy en mis sueños me veo mirando hacia arriba y donde, como en el sueño con mi abuela, pareciérase proponerme una cuota de esfuerzo, como el que derrocha un alpinista para llegar a la cumbre,

Oro porque Jehová me fortalezca para llegar a esa «Meta»; porque, en mi manera de discernir mis asuntos, mi abuela ya partida significaría la imposibilidad de subir, además que ya era tarde; además de que ella, porque fue regularmente obesa, habría sido difícil el intentarlo. Quizá hay un mensaje allí para mí, mientras parezco tener algo de fuerzas, aún un viejo de 71, próximo a los 72 años.

¡Paz!

jueves, 20 de abril de 2023

LA SUPUESTA UNIDAD DE LA IGLESIA BAJO CONSTANTINO

R

ecientemente, me compartieron un vídeo que daba cuenta de cómo, bajo el emperador romano Constantino(en el siglo IV)  la iglesia fue unificada; según el autor de este vídeo porque, a su parecer, la iglesia estaba dispersa, desordenada; y que, para el emperador, “unirla” era imprescindible para un reino o imperio que, por entonces, también sufría desunión y confrontación entre sus fuerzas del occidente y el oriente; y que, “uniendo” la iglesia, esto surtiría el efecto de la unidad que éste también quería para su imperio.

El Concilio de Nicea, bajo auspicio del emperador Constantino (Siglo IV)

Según la tradición, se dice que Constantino tuvo un sueño y que, en este sueño, la providencia le decía que, por la señal de una cruz, él vencería a sus enemigos; y la impresión del sueño fue tal que, tan luego tuvo el sueño, éste decidió “convertirse” en cristiano; y, tiempo después, dio un edicto para que todo ciudadano bajo su imperio, el imperio romano, fuera declarado “cristiano” sin siquiera mediar el arrepentimiento y el perdón de pecados; y, tristemente, sin invocarse el nombre del Señor Jesús en el bautismo en agua tan y como, desde los apóstoles, fue la costumbre en razón del mandamiento dado por el mismo Señor Jesús.

Así, Constantino auspició el llamado Concilio de Nicea, año 325, convocando a todos los obispos en el imperio romano; donde, tristemente, la inexistente doctrina de la trinidad fue aceptada, aun cuando hubo oposición; y, en razón de esto, igualmente el bautismo en agua sufrió cambios; para, desde entonces, ya no invocarse el nombre del Señor Jesús, para identificarnos con Su obra en la cruz (Romanos 6:3-4); sino, a cambio, los títulos de “Padre, Hijo y Espíritu Santo”; con lo que la iglesia que Jesús fundó, quedó tal de incapacitada para, por causa de omitirse el nombre de Jesús, el pueblo no pudiera recibir el don o regalo del Espíritu Santo, el Consolador prometido por Dios y pregonado por el mismísimo Señor Jesús.

¿Desde cuándo la iglesia de Jesucristo necesitó la mediación de un hombre como Constantino, un idólatra pagano? Cuando, en los capítulos 11 y 15 del libro de Hechos, en la Biblia, leemos de cómo los apóstoles, obispos y ancianos se reunieron en Jerusalén en concilio; y que, con la aprobación del Espíritu Santo se dieron pautas para los creyentes gentiles. La iglesia de Jesucristo es de Jesucristo, no es de ningún hombre (Romanos 8:9); y, por lo mismo, ésta es gobernada solo y únicamente por hombres llenos del Espíritu Santo.

¿Quiere Dios la unidad de Su iglesia? Seguro, Él es el principal interesado en la unidad de Su iglesia; pero, a diferencia de todo método que el hombre quiera utilizar, tal y como lo hizo Constantino, Dios hará uso de cinco ministerios o servidores para el logro de la unidad en Su iglesia:

 

1.                  Apóstoles,

2.                  Profetas,

3.                  Evangelistas,

4.                  Pastores, y

5.                  Maestros

 

11 Y él mismo constituyó a unos, apóstoles; a otros, profetas; a otros, evangelistas; a otros, pastores y maestros, 12 a fin de perfeccionar a los santos para la obra del ministerio, para la edificación del cuerpo de Cristo, 13 hasta que todos lleguemos a la unidad de la fe y del conocimiento del Hijo de Dios, a un varón perfecto, a la medida de la estatura de la plenitud de Cristo; (Efesios 4:11-13).

 

Tan y como Pilato entregó al Señor Jesús para ser crucificado, aun cuando él sabía que el Señor era inocente; porque, como político, solo le interesaba mantener la paz entre Roma y Jerusalén; del mismo modo, Constantino solo vio un interés político en regir las riendas de una iglesia que, desde su creación y fundación en Hechos 2, llena del Espíritu Santo, estaba ordenada a vivir de la obra de Dios en ella, a través de Sus ministerios. Cierto, para el siglo IV había desunión en la iglesia, pero era algo previsible y que, por lo mismo, el apóstol Pablo escribió que “Porque es preciso que entre vosotros haya disensiones [grupos, divisiones], para que se hagan manifiestos entre vosotros los que son aprobados.”; que, de esta manera, Dios apartaría los chivos de las ovejas, el trigo de la cizaña. Pero, finalmente, y con la aceptación de una iglesia apóstata, la iglesia del Señor Jesús fue finalmente gobernada por mal llamados “líderes”, gente corrupta, tal y como el apóstol lo profetizó que sucedería en Hechos 20:29-30; y, de allí en adelante, el Espíritu Santo salió de la iglesia (por lo menos de la iglesia impuesta por Roma); lo que, poco tiempo después, dio origen a la perversa y corrupta iglesia católica, con su centro de operaciones diabólicos en Vaticano – Roma.

Sí, Dios envió Su Espíritu a esta iglesia, para sacar a los Suyos con Lutero; pero, tristemente, hasta el día de hoy la gran mayoría de iglesias protestantes y/o evangélicas, que provinieron de su ruptura con la iglesia romana, continúan con muchas doctrinas heréticas y perversas como la trinidad; y, aun cuando han vuelto a invocar el nombre del Señor Jesús al momento de orar o pedir algo en Su nombre (por sanidad y echar fuera demonios, por ejemplo), no lo hacen en el bautismo en agua; cuando, a lo largo del libro de Hechos, es notorio que así obraron los apóstoles y evangelistas del siglo I de la iglesia. Aún la iglesia católica ora por sanidad y echa fuera demonios en el nombre del Señor Jesús; pero, cuando se trata del bautismo en agua, ellos y mayoría de  iglesias denominacionales, “las hijas de la ramera” (Apocalipsis 17:5), persisten en usar los títulos y no el nombre, Jesús; que, según el evangelio, es lo que nos promete el advenimiento del Espíritu Santo, la vida de la iglesia, de la verdadera iglesia.

El que tiene oído, oiga lo que el Espíritu dice a las iglesias…” (Apocalipsis 2:11).

domingo, 9 de abril de 2023

¡PUES HA RESUCITADO!

1 Pasado el día de reposo, al amanecer del primer día de la semana, vinieron María Magdalena y la otra María, a ver el sepulcro. 2 Y hubo un gran terremoto; porque un ángel del Señor, descendiendo del cielo y llegando, removió la piedra, y se sentó sobre ella. 3 Su aspecto era como un relámpago, y su vestido blanco como la nieve. 4 Y de miedo de él los guardas temblaron y se quedaron como muertos. 5 Mas el ángel, respondiendo, dijo a las mujeres: No temáis vosotras; porque yo sé que buscáis a Jesús, el que fue crucificado. 6 No está aquí, pues ha resucitado, como dijo. Venid, ved el lugar donde fue puesto el Señor. 7 E id pronto y decid a sus discípulos que ha resucitado de los muertos, y he aquí va delante de vosotros a Galilea; allí le veréis. He aquí, os lo he dicho. (Mateo 28:1-7)

 


H

oy el mundo cristiano celebra la resurrección de nuestro Señor y Salvador Jesús; porque, así como Su muerte nos involucra, porque Él murió por nosotros, igualmente Su resurrección.

 

La alegría que las mujeres experimentaron, al saber que su Señor y Maestro había resucitado; y que, con desbordante gozo, lo compartieron con los once discípulos; poco a poco iba a ser mayor, por su mayor connotación o implicancia.

 

Cierto, el saber que el Señor había resucitado debió haberles causado la alegría que, seguramente, igual causó a los familiares de cuantos muertos el Señor resucitó; pero, en este caso en particular de Su resurrección; primero, porque Él lo había anticipado o profetizado en muchas ocasiones; y, segundo, por la implicancia, alcance o trascendencia que este hecho tiene para la fe y la esperanza de todo cristiano; porque, así como el Señor nos representó en la cruz, muriendo por nosotros y pagando, así, por nuestros pecados y maldades; igualmente, cuando Él resucitó nos representó; motivo por lo cual, la resurrección de entre los muertos nos está prometida; y Dios, Quién no miente, lo cumplirá muy pronto, muy pronto.

 

La resurrección del Señor Jesús demostró que Él era inocente y que, por lo tanto, la muerte no tenía poder alguno para retenerlo (Hechos 2:24). El apóstol declara en Hebreos 7:26:

 

Porque tal Sumo Sacerdote nos convenía: santo, inocente, sin mancha, apartado de los pecadores, y hecho más sublime que los cielos.

 

Oh, que extraordinaria descripción de Sus antecedentes o pergaminos. En el Antiguo Testamento, el Sumo Sacerdote (según el orden aarónico) era instruido a presentarse –ante Jehová Dios- con la sangre de un cordero que, previamente, había sido examinado cumplir algunos requisitos de perfección; porque, años después, los mismos requisitos se esperaban del Cordero de Dios que quita el pecado del mundo; y sucedía que, cuando el Sumo Sacerdote entraba al Lugar Santísimo, donde Jehová Dios había prometido que estaría, amarraban una soga alrededor de la cintura del sacerdote; porque, si la sangre del cordero tenía tacha u observación; y, aun así, era presentada a Jehová Dios, aun así éste osaba entrar a la presencia de un Dios santo, éste moriría; y luego, de un tiempo prudencial, si el Sumo Sacerdote no salía, los otros sacerdotes (en el Lugar Santo o anterior al velo) procedían a tirar de la soga para retirar el cadáver del Sumo Sacerdote irreverente e irresponsable.

 

Jesús es nuestra Pascua, como lo dice el apóstol (1 Corintios 5:7), que “ya fue sacrificada por nosotros”; pero, a la vez, Él –en la cruz- ya estuvo oficiando Su oficio de Sumo Sacerdote, según el orden de Melquisedec. ¿Recuerdan cuando Él exclamó: “Padre, perdónalos, porque no saben lo que hacen.” (Lucas 23:34)? Pues eso nos da una idea de cómo Él, en la cruz, ya oficiaba Su rol de Sumo Sacerdote, uno que intercede o media entre Dios y nosotros los hombres (1 Timoteo 2:5).

 

De tal manera que, cuando Él resucitó, eso demostró que Él fue el sacrificio y, a la vez, el Sumo Sacerdote con las exigentes características y requisitos de Hebreos 7:26.

 

¿Nos implica, involucra o incluye Su resurrección? ¿Cuáles son las consecuencias de Su resurrección para el pueblo cristiano?

 

El apóstol hace esta consoladora declaración en 1 Tesalonicenses 4:14:

 

Porque si creemos que Jesús murió y resucitó, así traerá Dios –con Jesús- a los que durmieron en Él [en la fe de Jesucristo, el Evangelio de nuestra salvación].

 

Y recuerden, en cierto momento Él dijo: “Porque Yo vivo, vosotros también viviréis” (Juan 14:19); y, en otro momento, “Yo soy la resurrección y la vida [Eterna]” (Juan 11:25). ¡Oh, qué Evangelio o Buena Nueva para el creyente, para el cristiano!

 

“No está aquí, pues ha resucitado, como dijo.” (Mateo 28:6).

 

¡ALÉGRATE, IGLESIA DEL SEÑOR JESUCRISTO, IGLESIA DEL DIOS VIVIENTE! ¡ALÉGRATE!

 

¡Aleluya! Amén.

miércoles, 5 de abril de 2023

LA SEMANA SANTA

 

T

odos los primeros días de abril, de cada año, se celebra lo que llamamos la “Semana Santa”; sin embargo, a diferencia de cuando fui un niño y adolescente (de esto poco más de 50 años), esta “celebración” no parece tener nada de santo.

 


Nací católico y, aun cuando a los 30 me convertí en cristiano (lo más bíblico posible); reconozco que, por entonces, la Iglesia Católica logró establecer cierta conducta que llamábamos “recogimiento”; porque, efectivamente, la mayoría de nuestra población, católica, llegaba a estos días festivos con el propósito de, realmente, rememorar el calvario y crucifixión de nuestro Señor Jesús; y, tanto así que, en esos días, ¡Y HASTA TODA LA SEMANA!, vivíamos haciendo penitencia, confesando pecados, haciendo reposición y enmienda; y, hasta donde recuerdo, no había expendio de bebidas alcohólicas y, lo mismo, estas salidas de paseo o camping que, finalmente, hoy son solo una excusa para todo acto licencioso, y no para celebrar el sacrificio del Señor Jesús.

 

¿Qué es lo que ha sucedido? ¿Por qué este desbordante relajo pecaminoso? Posible la respuesta está en que, las autoridades o líderes religiosos, que antes lideraban o ejemplarizaban la piedad, de una u otra manera hoy lo están permitiendo; hasta que, el día de hoy, esto que antes tenía algo de santo (la palabra “santo” significa “apartado para Dios”, dedicado para Dios), hoy sea algo –prácticamente- profano y, por último, una Sodoma y Gomorra que, en absoluto, en nada honran al Dios que, mediante la obra de Jesucristo en la cruz, consumó un Nuevo Pacto, al que nos invita a venir. Y, de allí en adelante, las cosas no solo han empeorado y afeado aún más lo que antes nos hacía vivir esta celebración con cierta devoción y júbilo; sino que, y en complicidad con los medios de comunicación, especialmente la televisión y la prensa escrita, y con las vilezas que muchos artistas de televisión declaran, de nuestro mal habido espectro artístico cultural, harán de esta “Semana Santa”, muy seguramente algo de lo cual Dios no se agrada ni se agradará.

 

Sí, es rescatable que muchas familias y, en especial los mayores, llevando consigo a menores que aún no han sido corrompidos por la irreverencia, salvarán la tradición visitando los templos católicos de nuestra Lima y, en provincias, algo parecido, asistiendo a sus liturgias y ritos; pero, la gran mayoría, “las nuevas generaciones”, cada vez más rebeldes e irreverentes al paso de los años, harán de esta “festividad” ocasión para la licencia de todo acto deshonroso y pecaminoso. El año pasado, al término de la “Semana Santa”, se supo de campamentos al pie de ríos y playas; donde, inclusive, libando licor se dio rienda suelta a todo desatino pecaminoso, mostrando, entre los desechos que dejaban en los lugares donde hubieron acampado, tanto botellas de licor vacíos como, igualmente, preservativos con el que consumaron sexo, fornicando y adulterando. ¡En Semana Santa! Y, como lo estoy entendiendo, en la provincia donde antes se “respiraba” cierta inocencia, este fin de semana largo solo servirá para capturar y complacer la asistencia de miles y hasta millones de turistas habidos, sedientos y hambrientos del placer y, en nada, enfocados o cautivados por un amor sin igual mostrado por Dios en la cruz de Su Hijo, Jesús.

 

En días bíblicos, el pueblo de Israel acostumbró celebrar lo que reconocemos como la “Pascua” (la palabra “Pascua” significa “pasar por alto”, como cuando un padre de familia pasa por alto la mala conducta de su hijo, perdonándolo; pero, en este caso, mediando la sangre derramada de un cordero; que, tiempo después, representó el sacrificio que el Señor Jesús hizo en nuestro lugar, por nuestros pecados); y, aquella tarde, cuando se instituyó por primera vez este ritual, los israelitas inmolaron o degollaron un cordero; y, con la sangre de este animalito, pintaron sobre el dintel y columnas de la puerta de las casas; ¿por qué? Porque esa noche Jehová mismo pasaría por todo Egipto; y, donde no había esta sangre pintada, Él mataría al primogénito de esa familia; significando, para el día de hoy, bajo el Nuevo Pacto en la bendita sangre de nuestro Señor Jesús; que, todo aquel que cree en Jesucristo, tiene reservada la Vida Eterna, “no vendrá a condenación, pues ha pasado de muerte a vida” (Juan 5:24). Los israelitas comían la Pascua en fe, creyendo que era cierto que Jehová cumpliría con matar a todo primogénito de toda familia o casa donde no estuviera la pintura de sangre; y hoy, bajo el Nuevo Pacto, bajo la sangre de Jesús, todo cristiano disfruta de los beneficios de Su muerte sustituta; cuando, en la Cena del Señor, éste come del pan sin levadura (símbolo de Su cuerpo) y bebe del fruto de la vid (símbolo de Su bendita sangre); mostrando, con este acto o ritual, que él cree la obra del Señor Jesús en la cruz, que lo está aceptando, y se apropia de ella y Sus beneficios, Sus consecuencias, comiendo del pan (sin levadura, como una cachanga, ¿verdad?) y el fruto de la vid (algunos lo toman fermentado). Realmente, ¡ES UNA FIESTA! ¿Y cómo no? El apóstol hace esta declaración:

 

21 Pero ahora, aparte de la ley, se ha manifestado la justicia de Dios, testificada por la ley y por los profetas; 22 la justicia de Dios por medio de la fe en Jesucristo, para todos los que creen en él. Porque no hay diferencia, 23 por cuanto todos pecaron, y están destituidos de la gloria de Dios, 24 siendo justificados gratuitamente por su gracia, mediante la redención que es en Cristo Jesús, 25 a quien Dios puso como propiciación por medio de la fe en su sangre, para manifestar su justicia, a causa de haber pasado por alto, en su paciencia, los pecados pasados, 26 con la mira de manifestar en este tiempo su justicia, a fin de que él sea el justo, y el que justifica al que es de la fe de Jesús.

Romanos 3:21-26

 

Bien, sea que usted lo celebre como tradicionalmente la Iglesia Católica acostumbró celebrarlo años atrás, con reales muestras de recogimiento; o, mejor aún, reconociendo la obra del Señor Jesús en favor suyo, y apropiándose de ésta en el bautismo en agua en el nombre del Señor Jesucristo (Hechos 2:38; 8:16; 10:48; 19:5; y Romanos 6:3-4), haga un alto y reflexione, lo más serio posible; que, si la sangre de Jesús o Su sacrificio realmente perdona todos nuestros pecados y, de esta manera, nos permite disfrutar de los beneficios que solo un “justo” podría tener ante Dios, realmente bendecidos con toda bendición espiritual (Efesios 1:3); y, finalmente, la Vida Eterna; en palabras del apóstol, en “cielos nuevos y tierra nueva, en los cuales mora la justicia” (2 Pedro 3:13), ¿no cree usted que, tal ciertísima posibilidad, nos plantea andemos en santa y piadosa manera de vivir (2 Pedro 3:11)? Entonces, aún si no lo entiende perfectamente (yo mismo no entiendo muchas cosas de Dios), le animo a honrar a Dios de la mejor manera posible; que, en esta “Semana Santa”, usted adore a Dios, lo mejor que sabe y puede, y bendiga Su bendito nombre, Jehová (entiendo que en las biblias católicas se dice Yavé, o algo así, bien); y, aún si la mayoría no lo hace, que esa mayoría, esa corriente no lo empuje a la impiedad, la irreverencia en días que, tanto para judíos como cristianos, de las diferentes denominaciones, credos o fes, deberían tener tanto o mucho significado como para adorar y bendecir al Dios que, en Cristo Jesús, perdonó nuestros pecados y nos dio vida, Vida Eterna.

 

¡Shalom! (Shalom quiere decir “Paz”).

DIOS NO CAMBIA

U

na de las grandes verdades que me permitieron acercarme a Dios con respeto o reverencia, con temor, es que Él no cambia; y que, siendo que por lo común es la Iglesia la que cambia, interpretando privadamente los misterios, doctrinas y mandamientos dados por Él a través de Sus profetas y apóstoles; lo único que nos corresponde hacer, cuando erramos, es volver a Su Palabra y, humildemente, reconocer nuestro error; y sabremos que estamos en error cuando constatemos que nuestra fe y doctrina no están en concordancia con la Palabra de Dios; y, en definitiva, no están de acuerdo con Él mismo, porque Dios es Su propia Palabra (Juan 1:1).


En su libro Una Exposición a Las Siete Edades de la Iglesia, el Rev. Branham dice lo siguiente respecto este importante aspecto del carácter de Dios:

3 La clave que me dio el Señor, por la cual pude determinar el mensajero para cada edad, es una clave muy Escritural. En efecto, se podría decir que es la clave principal de la Biblia. Es la revelación de que Dios nunca cambia y que Sus modos también son tan inmutables como El mismo.

Jesucristo es el mismo ayer, y hoy, y por los siglos.

Hebreos 13:8

He entendido que todo lo que Dios hace será perpetuo; sobre aquello no se añadirá, ni de ello se disminuirá; y lo hace Dios, para que delante de él teman los hombres.

Aquello que fue, ya es; y lo que ha de ser, fue ya; y Dios restaura lo que pasó.

Eclesiastés 3:14 y 15

4 Aquí está, un Dios inmutable con modos inmutables. Lo que El hizo en el PRINCIPIO, tendrá que continuar haciéndolo hasta que haya sido hecho por ULTIMA vez. Eso nunca cambiará. Aplique Ud. eso a las Edades de la Iglesia. El tipo de hombre que Dios escogió para la primera edad, y cómo fue que Dios se manifestó en el ministerio de aquel hombre, ese sería el ejemplo para las demás edades. Lo que Dios hizo en la primera edad es lo que quiere hacer en todas las demás edades.

[La Edad de Éfeso, Capítulo 3, Introducción a Las Edades de la Iglesia]

Y, seguidamente, algunos versículos que dan fe de esta grande verdad:

Porque yo, el SEÑOR, no cambio; por eso vosotros, oh hijos de Jacob, no habéis sido consumidos.

Malaquías 3:6

Dios no es hombre, para que mienta, ni hijo de hombre, para que se arrepienta. ¿Lo ha dicho El, y no lo hará?, ¿ha hablado, y no lo cumplirá?

Números 23:19

Desde la antigüedad tú fundaste la tierra, y los cielos son la obra de tus manos. Ellos perecerán, pero tú permaneces; y todos ellos como una vestidura se desgastarán, como vestido los mudarás, y serán cambiados. Pero tú eres el mismo, y tus años no tendrán fin.

Salmos 102:25-27

El consejo del SEÑOR permanece para siempre, los designios de su corazón de generación en generación.

Salmos 33:11

Vosotros sois mis testigos --declara el SEÑOR-- y mi siervo a quien he escogido, para que {me} conozcáis y creáis en mí, y entendáis que yo soy. Antes de mí no fue formado {otro} dios, ni después de mí {lo} habrá.

Isaías 43:10

El SEÑOR cumplirá su propósito en mí; eterna, oh SEÑOR, es tu misericordia; no abandones las obras de tus manos.

Salmos 138:8

estando convencido precisamente de esto: que el que comenzó en vosotros la buena obra, la perfeccionará hasta el día de Cristo Jesús.

Filipenses 1:6

Y dijo Dios a Moisés: YO SOY EL QUE SOY. Y añadió: Así dirás a los hijos de Israel: ``YO SOY me ha enviado a vosotros."

Éxodo 3:14

porque los dones y el llamamiento de Dios son irrevocables.

Romanos 11:29

con la esperanza de vida eterna, la cual Dios, que no miente, prometió desde los tiempos eternos,

Tito 1:2

Por lo cual Dios, deseando mostrar más plenamente a los herederos de la promesa la inmutabilidad de su propósito, interpuso un juramento,

Hebreos 6:17

Toda buena dádiva y todo don perfecto viene de lo alto, desciende del Padre de las luces, con el cual no hay cambio ni sombra de variación.

Santiago 1:17

Jesucristo {es} el mismo ayer y hoy y por los siglos.

Hebreos 13:8

¡Halleluyah!

 

CUALQUIERA … QUE SE ARREPIENTA DE SU PECADO ES CANDIDATO PARA SER BAUTIZADO EN NOMBRE DE JESÚS

 432 Fui a Totten´s Ford, el Hermano Wright allí lo sabe. Fuimos allá, no sabiendo qué hacer. Compré un pequeño cajón de jabón, por diez centavos. Pues iba a salir allá, a pararme a predicar sobre ese cajón. Él dijo que iba a subir, a la cima de la montaña, para hacer algunos trueques. Yo lo acompañé. Había una gran iglesia bautista, antigua, por allá, vacía. El Señor me dijo: “Detente allí”.


Hermano William M. Branham bautizando en el Río Ohio, 1933



433 Yo le dije: “Permítame bajar aquí, Hermano Wright”. Yo me quedé. Él siguió hacia arriba y regresó.

434 Fui allá, y no pude abrir la puerta. Dije: “Señor, si Tú estás en esto y quieres que yo entre a esta iglesia, ábreme la puerta”. Me senté allí y estaba pensando.

435 Oí que venía alguien; se me acercó y dijo: “¿Cómo le va?” Y les cuento, dijo: “¿Quiere entrar a la iglesia?”.

Dije: “Sí, señor”.

Él dijo: “Aquí tengo la llave”.

436 Comencé los servicios. La primera semana, escasamente nada. La primera noche, tuve una congregación, al Hermano Wright y a su familia. Cuando me di cuenta, al terminar la semana, difícilmente podían acomodarles de pie hasta en el patio. Pero aún esa oveja no aparecía. El Hermano Hall fue salvo durante ese tiempo, el pastor que ahora está allí, todos ellos. Yo aún no encontraba dónde era que estaba esta oveja. Pasado un tiempo, era de la Iglesia de Cristo, allí al bajar la colina, aquella niña llevaba nueve años y ocho meses sin moverse, estaba tendida allí. Allí estaba. Todos Uds. conocen la historia. Sí, señor.

437 Esa tarde cuando Busty Rogers estaba parado allí, un veterano grande, grueso,… Yo salí allá. Y allí estaba parada la congregación del Hermano Smith, para reírse de mí, burlarse de mí, porque yo iba a bautizar en el Nombre de Jesús. Salí allá a las aguas pantanosas de Totten Ford, donde tenían un… [Cinta en blanco.—Ed.] …más arriba allí por el arroyo, y tronaba tan duro como podía. Un par de diáconos entraron conmigo.

438 Dije: “Me paro aquí esta tarde en representación de la Sagrada Escritura de Dios”. Dije: “Leo en la Biblia aquí donde Pedro dijo: ‘Arrepiéntanse y bautícese cada uno de vosotros en el Nombre de Jesucristo para perdón de los pecados’”. Me di la vuelta y le pasé el Libro a uno de los diáconos.

439 Salí allá, y dije: “Cualquiera que quiera, que se arrepienta de su pecado, es candidato para que venga”. Salí allá al agua. Dije: “Me parece que hay Ángeles sentados ahora en cada rama, mirando”. ¡Oh, vaya! Para cuando había bautizado dos o tres, toda su congregación, aquellas mujeres con vestidos de seda fina, entraron al agua, gritando a lo más alto de sus voces. Bauticé a toda su congregación en el Nombre de Jesucristo. Uds. lo saben. Tengo la foto de eso. Allí fue.


Porción tomada del sermón titulado: La Estatura de Un Varón Perfecto, predicado por el Rev. William M. Branham, un 14 de octubre de 1962.

 

domingo, 2 de abril de 2023

De La Tierra Al Cielo

 Un Cambio De Ámbitos

De La Tierra Al Cielo

¡Exaltados, potencialmente glorificados!

 


H

emos visto que la regeneración es un intercambio de ámbitos: el cristiano es alguien que ya no está “en la carne”, sino “en el Espíritu.” Pero estos no son los únicos ámbitos intercambiados en la regeneración. La octava representación de la regeneración que consideraremos tiene que ver con el traslado de la esfera terrenal a la esfera celestial.

“Si habéis muerto con Cristo a los principios elementales del mundo, ¿por qué, como si aún vivierais en el mundo, os sometéis a preceptos tales como: no manipules, ni gustes, ni toques (todos los cuales se refieren a cosas destinadas a perecer con el uso), según los preceptos y enseñanzas de los hombres?”

Colosenses 2:20-22

“Si habéis, pues, resucitado con Cristo, buscad las cosas de arriba, donde está Cristo sentado a la diestra de Dios. Poned la mira en las cosas de arriba, no en las de la tierra. Porque habéis muerto, y vuestra vida está escondida con Cristo en Dios. Cuando Cristo, nuestra vida, sea manifestado, entonces vosotros también seréis manifestados con El en gloria. Por tanto, considerad los miembros de vuestro cuerpo terrenal como muertos a la fornicación, la impureza, las pasiones, los malos deseos y la avaricia, que es idolatría. Pues la ira de Dios vendrá sobre los hijos de desobediencia por causa de estas cosas, en las cuales vosotros también anduvisteis en otro tiempo cuando vivíais en ellas. Pero ahora desechad también vosotros todas estas cosas: ira, enojo, malicia, maledicencia, lenguaje soez de vuestra boca. No mintáis los unos a los otros, puesto que habéis desechado al viejo hombre con sus malos hábitos, y os habéis vestido del nuevo hombre, el cual se va renovando hacia un verdadero conocimiento, conforme a la imagen de aquel que lo creó.”

Colosenses 3:1-10

¡De acuerdo a Colosenses 2:20-22, los Cristianos ya no “viven en el mundo!” Han “muerto a ese ámbito, y han pasado a un ámbito diferente. Este mundo de cosas materiales y temporales (“cosas destinadas a perecer con el uso”) ya no es la esfera de su vida. ¿Cuál es la esfera de su vida? La respuesta se da en los versículos a continuación (3:1-10): “Habéis, pues, resucitado con Cristo;… habéis muerto, y vuestra vida está escondida con Cristo en Dios… Cristo… es nuestra vida.”

El cristiano es alguien que ha “muerto”, y su vida está “escondida con Cristo en Dios.” Vive en el ámbito celestial. Cuando la esfera de su vida era esta tierra, andaba de acuerdo a este ámbito terrenal, “en las cuales vosotros también anduvisteis en otro tiempo cuando vivíais en ellas.” Pero, ahora la esfera de su vida es celestial, y él es exhortado a darse cuenta de este hecho y a “poner su mente” en las “cosas de arriba.”

Amado cristiano, ¡tú perteneces a los lugares celestiales! Ya no eres parte de este mundo. ¡Has sido “crucificado al mundo” y el mundo a ti! Solo tu cuerpo mortal, el cual todavía no ha sido redimido, está “aquí abajo” en este ámbito terrenal. Por eso es que Pablo nos exhorta a “haced morir los miembros que están en la tierra” “Os ruego por las misericordias de Dios, que presentéis vuestros cuerpos en sacrificio vivo, santo… No os conforméis a este siglo, sino transformaos por medio de la renovación de vuestro entendimiento, para que comprobéis cuál sea la buena voluntad de Dios, agradable y perfecta.”

 

NO DE ESTE MUNDO

 

“Vosotros sois de abajo, yo soy de arriba; vosotros sois de este mundo, yo no soy de este mundo.”

Juan 8:23

En estas palabras a los Judíos, nuestro Señor de nuevo habla del ámbito terrenal y del ámbito celestial. Como esperaríamos, Él se refiere a Sí mismo como perteneciente a la esfera celestial. Lo que no esperamos es lo que Él dice de todos los cristianos en unos capítulos más adelante:

“El mundo los ha odiado, porque no son del mundo, como tampoco yo soy del mundo.”

Juan 17:14-16

¡Los cristianos no son del mundo como Cristo no es de este mundo! Como partícipes de Su vida celestial, pertenecen a un ámbito diferente, ellos han sido “nacidos de arriba” y son parte de una nueva orden. Desprecian las cosas que el mundo tiene en “alta estima” y valoran las cosas que el mundo desprecia. La piedra “desechada por los edificadores” rechazada como si no tuviera ningún valor es preciosa y fundamental para ellos. Sus motivos y acciones son un enigma para el mundo. Miran cosas que no se ven y basan sus vidas en realidades invisibles. Entienden la “sabiduría oculta” que es “locura” al mundo. Tienen “la mente de Cristo” “Por esto el mundo no nos conoce, porque no le conoció a él.”

En vista de estas realidades, no nos debe sorprender que el mundo odie a los cristianos. “Si fuerais del mundo, el mundo amaría lo suyo; pero porque no sois del mundo, antes yo os elegí del mundo, por eso el mundo os aborrece.”

 

CIUDADANOS DEL CIELO

 

“…cuyo fin es perdición, cuyo dios es su apetito y cuya gloria está en su vergüenza, los cuales piensan sólo en las cosas terrenales. Porque nuestra ciudadanía está en los cielos, de donde también ansiosamente esperamos a un Salvador, el Señor Jesucristo.”

Filipenses 3:19-20

En un contraste marcado con aquellos cuyo dios es la carne y cuyas mentes están fijadas en las cosas terrenales, los cristianos ya son ciudadanos del cielo. Viven y se mueven en el reino celestial, y sus mentes están puestas en las cosas de arriba.8 Sus corazones están en el cielo, y de allí esperan ansiosamente el retorno de su Salvador y Rey.

 “Porque Agar es el monte Sinaí en Arabia, y corresponde a la Jerusalén actual, pues ésta, junto con sus hijos, está en esclavitud. Mas la Jerusalén de arriba, la cual es madre de todos nosotros, es libre.”

Gálatas 4:25-26

“Porque no os habéis acercado al monte que se podía palpar… sino que os habéis acercado al monte de Sion, a la ciudad del Dios vivo, Jerusalén la celestial, a la compañía de muchos millares de ángeles, a la congregación de los primogénitos que están inscritos en los cielos, a Dios el Juez de todos, a los espíritus de los justos hechos perfectos.”

Hebreos 12:18, 22-23

Vemos de nuevo en estos versículos que los cristianos son ciudadanos libres de nacimiento de “la Jerusalén de arriba”. Han venido, no a una montaña que puede ser tocada físicamente, sino a una invisible y celestial—El Monte de Sion, la “ciudad de nuestro gran Rey.” Son ahora mismo parte de la “Jerusalén celestial”, “la ciudad del Dios viviente,” junto con los que ya han muerto e ido antes que ellos al cielo. Esta es la “la ciudad que tiene fundamentos, cuyo arquitecto y constructor es Dios.” Porque sus corazones están fijos en esta permanente Jerusalén celestial, los cristianos están dispuestos a abandonar la seguridad de todos los establecimientos terrenales temporales e ir a Cristo “fuera del campamento, llevando su vituperio.” “Porque no tenemos aquí ciudad permanente, sino que buscamos la por venir.”

“Y yo Juan vi la santa ciudad, la nueva Jerusalén, descender del cielo, de Dios, dispuesta como una esposa ataviada para su marido. Y oí una gran voz del cielo que decía: He aquí el tabernáculo de Dios con los hombres, y él morará con ellos; y ellos serán su pueblo, y Dios mismo estará con ellos como su Dios.”

Apocalipsis 21: 2-3

“…Ven acá, yo te mostraré la desposada (la novia), la esposa del Cordero. Y me llevó en el Espíritu a un monte grande y alto, y me mostró la gran ciudad santa de Jerusalén, que descendía del cielo, de Dios, teniendo la gloria de Dios. Y su fulgor era semejante al de una piedra preciosísima, como piedra de jaspe, diáfana como el cristal.”

Apocalipsis 21: 9-11

 ¿Quién es la “santa ciudad, la nueva Jerusalén?” ¡Nada más y nada menos que “la novia, la esposa del Cordero”! Esta ciudad, la novia, ahora reside en el cielo pero en la consumación “descenderá del cielo, de Dios”. Dios mismo “morará entre su pueblo” y “la gloria de Dios” descansará para siempre en ellos. Oh, la bendición de ser, aún ahora, una parte de esta ciudad celestial, la novia, la esposa del Cordero.

 

Gloriosas cosas de ti se hablan, Sión, la ciudad de nuestro Dios;

Aquel cuya palabra no puede ser quebrada Te ha formado para Su propia morada.

Sobre la Roca de los Siglos fundada,

¿Qué puede tu seguro reposo estremecer?

De muros de salvación rodeada,

Todos tus enemigos Tu majestad han de ver.

¡Ve! Los arroyos de vivientes aguas, Del amor eterno brotando,

Buen suministro a tus hijos e hijas,

Que todo miedo de carencia van quitando.

¿Quién puede desmayar mientras tal río Siempre fluya para su sed saciar?

Gracia que, como el Señor, el Dador, Nunca en los siglos podría fallar.

Salvador es de la ciudad de Sión,

Por medio de la gracia, un miembro soy, Deja que el mundo se burle sin compasión,

Mas en tu nombre a gloriarme voy, Marchitarse es el placer del mundo entero,

Toda su pompa, alarde y presunción; Continuo gozo y tesoro duradero

Ninguno conoce sino los hijos de Sión.

– JOHN NEWTON

 

SENTADOS CON CRISTO

 

“Bendito sea el Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo, que nos ha bendecido con toda bendición espiritual en los lugares celestiales en Cristo.”

Efesios 1:3

“Pero Dios, que es rico en misericordia, por causa del gran amor con que nos amó, aun cuando estábamos muertos en nuestros delitos, nos dio vida juntamente con Cristo (por gracia habéis sido salvados), y con El nos resucitó, y con El nos sentó en los lugares celestiales en Cristo Jesús.”

Efesios 2:4-6

Porque estamos “en Cristo” y somos partícipes de Su vida resucitada, nos encontramos sentados con Él en lugares celestiales. En Él poseemos “toda bendición espiritual” y nada nos falta; se nos han dado “todas las cosas que pertenecen a la vida y a la piedad” Los cristianos no tienen necesidad de añadir “algo más” a Cristo; su gran necesidad es ver y entrar en la realidad de lo que ya tienen en Él. Esta obra es realizada misericordiosamente por el Espíritu Santo. Por lo tanto, Pablo ora que los Efesios tengan los ojos de su corazón iluminados” por el Espíritu Santo, para que puedan conocer “cuál es la extraordinaria grandeza de Su poder a los que creen” Éste es el mismo poder que levantó a Cristo de los muertos, y lo “sentó a su derecha en los lugares celestiales, sobre todo principado y autoridad, poder y señorío, y sobre todo nombre que se nombra, no solo en este siglo, sino también en el venidero.”

 

CONTINÚA MIRANDO PARA ABAJO

 

Por lo que dicen todos estos versículos, es claro ver que los creyentes tienen su esfera y fuente de vida en los lugares celestiales. Ellos ya nos son de este mundo. Ya no viven aquí, sino en el cielo. En nuestra experiencia diaria, produce una gran diferencia vernos a nosotros mismos como “aquí abajo” en este mundo—al igual que un buceador en el lecho del océano con una pequeña manguera conectándolo con el barco en la superficie del agua que está muy, muy arriba (el cielo), de donde él está, que vernos como “sentados en el cielo”—¡mirando hacia abajo a los asuntos de esta vida! Produce mucha diferencia si nuestro lema es “Continúa mirando hacia arriba” (al ámbito donde todavía no perteneces”) o “continúa mirando hacia abajo” (“desde el ámbito donde estás, porque has muerto y tu vida está escondida con Cristo en Dios”)

En términos prácticos, esto significa que los cristianos no están trabajando para alcanzar una vida que todavía no tienen o para obtener una victoria que todavía no han ganado. Son partícipes de la propia vida de Cristo y de la victoria que Él ya ha obtenido. Cristiano, tú eres partícipe de la vida de resurrección de Cristo, y Él ya ha vencido y roto el poder del pecado que estás enfrentando ahora mismo, ¡por Su muerte, sepultura, resurrección y ascensión! Como un partícipe de Su vida, tu llamado no es el tratar de conseguir algo para ti mismo que Él no ha conseguido, sino el creer que El ya lo ha hecho por ti y andar en esa verdad. ¡En esta forma podrás recibir la habilidad de pelear “la buena batalla de la fe” en vez de la lucha miserable de la incredulidad!

Lo mismo es verdad con respecto a nuestra batalla contra las potestades de las tinieblas. Constantemente necesitamos recordar el hecho que Satanás ya ha sido derrotado por Cristo en la cruz y que “en Cristo” estamos sentados “sobre todas” las huestes del mal. Debemos leer Efesios 6:12 a luz de esta presente realidad: “Porque no tenemos lucha contra sangre y carne, sino contra [derrotados] principados, contra [destronadas] potestades, contra los [subyugados] gobernadores de las tinieblas de este siglo, contra [vencidas] huestes espirituales de maldad en las regiones celestes.” Mientras humildemente nos “sometemos a Dios y resistimos al diablo,” tenemos la promesa que ¡aun este león rugiente huirá ante las indefensas ovejas de Dios! ¡Gloria a Dios!


Capítulo 12 del libro “Justificación & Regeneración”, del Dr. Charles Leiter