miércoles, 5 de abril de 2023

LA SEMANA SANTA

 

T

odos los primeros días de abril, de cada año, se celebra lo que llamamos la “Semana Santa”; sin embargo, a diferencia de cuando fui un niño y adolescente (de esto poco más de 50 años), esta “celebración” no parece tener nada de santo.

 


Nací católico y, aun cuando a los 30 me convertí en cristiano (lo más bíblico posible); reconozco que, por entonces, la Iglesia Católica logró establecer cierta conducta que llamábamos “recogimiento”; porque, efectivamente, la mayoría de nuestra población, católica, llegaba a estos días festivos con el propósito de, realmente, rememorar el calvario y crucifixión de nuestro Señor Jesús; y, tanto así que, en esos días, ¡Y HASTA TODA LA SEMANA!, vivíamos haciendo penitencia, confesando pecados, haciendo reposición y enmienda; y, hasta donde recuerdo, no había expendio de bebidas alcohólicas y, lo mismo, estas salidas de paseo o camping que, finalmente, hoy son solo una excusa para todo acto licencioso, y no para celebrar el sacrificio del Señor Jesús.

 

¿Qué es lo que ha sucedido? ¿Por qué este desbordante relajo pecaminoso? Posible la respuesta está en que, las autoridades o líderes religiosos, que antes lideraban o ejemplarizaban la piedad, de una u otra manera hoy lo están permitiendo; hasta que, el día de hoy, esto que antes tenía algo de santo (la palabra “santo” significa “apartado para Dios”, dedicado para Dios), hoy sea algo –prácticamente- profano y, por último, una Sodoma y Gomorra que, en absoluto, en nada honran al Dios que, mediante la obra de Jesucristo en la cruz, consumó un Nuevo Pacto, al que nos invita a venir. Y, de allí en adelante, las cosas no solo han empeorado y afeado aún más lo que antes nos hacía vivir esta celebración con cierta devoción y júbilo; sino que, y en complicidad con los medios de comunicación, especialmente la televisión y la prensa escrita, y con las vilezas que muchos artistas de televisión declaran, de nuestro mal habido espectro artístico cultural, harán de esta “Semana Santa”, muy seguramente algo de lo cual Dios no se agrada ni se agradará.

 

Sí, es rescatable que muchas familias y, en especial los mayores, llevando consigo a menores que aún no han sido corrompidos por la irreverencia, salvarán la tradición visitando los templos católicos de nuestra Lima y, en provincias, algo parecido, asistiendo a sus liturgias y ritos; pero, la gran mayoría, “las nuevas generaciones”, cada vez más rebeldes e irreverentes al paso de los años, harán de esta “festividad” ocasión para la licencia de todo acto deshonroso y pecaminoso. El año pasado, al término de la “Semana Santa”, se supo de campamentos al pie de ríos y playas; donde, inclusive, libando licor se dio rienda suelta a todo desatino pecaminoso, mostrando, entre los desechos que dejaban en los lugares donde hubieron acampado, tanto botellas de licor vacíos como, igualmente, preservativos con el que consumaron sexo, fornicando y adulterando. ¡En Semana Santa! Y, como lo estoy entendiendo, en la provincia donde antes se “respiraba” cierta inocencia, este fin de semana largo solo servirá para capturar y complacer la asistencia de miles y hasta millones de turistas habidos, sedientos y hambrientos del placer y, en nada, enfocados o cautivados por un amor sin igual mostrado por Dios en la cruz de Su Hijo, Jesús.

 

En días bíblicos, el pueblo de Israel acostumbró celebrar lo que reconocemos como la “Pascua” (la palabra “Pascua” significa “pasar por alto”, como cuando un padre de familia pasa por alto la mala conducta de su hijo, perdonándolo; pero, en este caso, mediando la sangre derramada de un cordero; que, tiempo después, representó el sacrificio que el Señor Jesús hizo en nuestro lugar, por nuestros pecados); y, aquella tarde, cuando se instituyó por primera vez este ritual, los israelitas inmolaron o degollaron un cordero; y, con la sangre de este animalito, pintaron sobre el dintel y columnas de la puerta de las casas; ¿por qué? Porque esa noche Jehová mismo pasaría por todo Egipto; y, donde no había esta sangre pintada, Él mataría al primogénito de esa familia; significando, para el día de hoy, bajo el Nuevo Pacto en la bendita sangre de nuestro Señor Jesús; que, todo aquel que cree en Jesucristo, tiene reservada la Vida Eterna, “no vendrá a condenación, pues ha pasado de muerte a vida” (Juan 5:24). Los israelitas comían la Pascua en fe, creyendo que era cierto que Jehová cumpliría con matar a todo primogénito de toda familia o casa donde no estuviera la pintura de sangre; y hoy, bajo el Nuevo Pacto, bajo la sangre de Jesús, todo cristiano disfruta de los beneficios de Su muerte sustituta; cuando, en la Cena del Señor, éste come del pan sin levadura (símbolo de Su cuerpo) y bebe del fruto de la vid (símbolo de Su bendita sangre); mostrando, con este acto o ritual, que él cree la obra del Señor Jesús en la cruz, que lo está aceptando, y se apropia de ella y Sus beneficios, Sus consecuencias, comiendo del pan (sin levadura, como una cachanga, ¿verdad?) y el fruto de la vid (algunos lo toman fermentado). Realmente, ¡ES UNA FIESTA! ¿Y cómo no? El apóstol hace esta declaración:

 

21 Pero ahora, aparte de la ley, se ha manifestado la justicia de Dios, testificada por la ley y por los profetas; 22 la justicia de Dios por medio de la fe en Jesucristo, para todos los que creen en él. Porque no hay diferencia, 23 por cuanto todos pecaron, y están destituidos de la gloria de Dios, 24 siendo justificados gratuitamente por su gracia, mediante la redención que es en Cristo Jesús, 25 a quien Dios puso como propiciación por medio de la fe en su sangre, para manifestar su justicia, a causa de haber pasado por alto, en su paciencia, los pecados pasados, 26 con la mira de manifestar en este tiempo su justicia, a fin de que él sea el justo, y el que justifica al que es de la fe de Jesús.

Romanos 3:21-26

 

Bien, sea que usted lo celebre como tradicionalmente la Iglesia Católica acostumbró celebrarlo años atrás, con reales muestras de recogimiento; o, mejor aún, reconociendo la obra del Señor Jesús en favor suyo, y apropiándose de ésta en el bautismo en agua en el nombre del Señor Jesucristo (Hechos 2:38; 8:16; 10:48; 19:5; y Romanos 6:3-4), haga un alto y reflexione, lo más serio posible; que, si la sangre de Jesús o Su sacrificio realmente perdona todos nuestros pecados y, de esta manera, nos permite disfrutar de los beneficios que solo un “justo” podría tener ante Dios, realmente bendecidos con toda bendición espiritual (Efesios 1:3); y, finalmente, la Vida Eterna; en palabras del apóstol, en “cielos nuevos y tierra nueva, en los cuales mora la justicia” (2 Pedro 3:13), ¿no cree usted que, tal ciertísima posibilidad, nos plantea andemos en santa y piadosa manera de vivir (2 Pedro 3:11)? Entonces, aún si no lo entiende perfectamente (yo mismo no entiendo muchas cosas de Dios), le animo a honrar a Dios de la mejor manera posible; que, en esta “Semana Santa”, usted adore a Dios, lo mejor que sabe y puede, y bendiga Su bendito nombre, Jehová (entiendo que en las biblias católicas se dice Yavé, o algo así, bien); y, aún si la mayoría no lo hace, que esa mayoría, esa corriente no lo empuje a la impiedad, la irreverencia en días que, tanto para judíos como cristianos, de las diferentes denominaciones, credos o fes, deberían tener tanto o mucho significado como para adorar y bendecir al Dios que, en Cristo Jesús, perdonó nuestros pecados y nos dio vida, Vida Eterna.

 

¡Shalom! (Shalom quiere decir “Paz”).

No hay comentarios:

Publicar un comentario